Un último paseo en un "caluroso" Helsinki… y vuelta a casa

Finlandia, Finlandia 2007, Viajes

Ayer tocó volver. Qué pena. Pero las cosas son así. Se acababa nuestro viaje por el sur de Finlandia y Tallinn, la capital de la República de Estonia.

Antes de dirigirnos al aeropuerto, hubo tiempo para dar un último paseo por Helsinki. Como hacía bueno y no nos caía lejos del hotel, decidimos ir hacia la costa de Laajalahti, uno de los múltiples recovecos por los que el mar se introduce en Helsinki, creando grandes «lagos» interiores, donde los finlandeses de la capital establecen sus áreas de recreo.

Pronto vimos que aunque la temperatura del aire no era alta, caminar al sol sí que producía una sensación notable de calorcico. Así que decidimos acercarnos hacia la orilla del Laajalahti a través del umbroso cementerio, donde encontramos algunas bonitas tumbas.

La orilla no estaba muy animada a esas horas, pero pudimos observar cómo alguna gente mayor lavaba sus alfombras en unas plataformas con unas mesas de madera dispuestas a tal fin. Un amable señor nos comentó que era así como lo solían hacer, que como el agua del Báltico tiene muy bajo grado de salinidad, con esa misma agua y detergente, ya les quedaban bien. Pues nada. Cada uno con sus costumbres.

Nos llegamos hasta el mazingueresco monumento a Jan Sibelius, de quien nos despedimos alegremente, aunque el insigne compositor «suomen» no se dignó en dejar de fruncir el ceño. Tras lo cual, nos dirigimos al aeropuerto de Vantaa para coger el Airbus A-320 de Finnair que tras tres largas horas y media nos dejó en el aeropuerto del Prat de Llobregat.


El viaje transcurrió monótono y sin problemas, salvo un considerable retraso en la salida de equipajes, con desconcierto generalizado incluido al apagarse los indicadores sobre la cinta en que debían aparecer. Al final salieron, y todos para casa. Mañana, un comentario sobre la estación de autobuses de Zaragoza y los taxis. Pero de momento, esto es todo, amigos.

Nos despedimos con sol de Tallín, y volvemos a Helsinki; es la última noche de viaje

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Después de dos días de predominio de nubes y lluvia, amanece fresco pero soleado en Tallín. Nuestro barco hacia Helsinki no sale hasta las 12, por lo que aprovechamos para dar un paseo y volver a ver algunas de las cosas que más nos han gustado, como la estupenda plaza del Ayuntamiento, la Casa de las Cabezas Cortadas o algunas de las bonitas casas «hanseáticas» que todavía se conservan en la capital estonia.



El barco que nos ha devuleto a Helsinki no ha sido tan mono como el moderno catamarán «Merilin» que nos trajo. Esta vez a sido un hidrofoil, bastante ruidoso y con un tremendo olor a gasóleo. Eso sí, también muy rapidito.

En Helsinki, nos dirigimos al nuevo hotel, el «Helka Hotel» que nos llamó la atención por lo bonitas que aparecía las habitaciones en las fotos. Y nos ha defraudado, aunque algo pequeña, está bien organizada, preparada para la vida moderna y bien decorada. Seguiremos por Helsinki, dando un paseo.


Paseo por Helsinki que nos servirá, entre otras cosas, para despedirnos de sus animadas calles y sus gentes, con sus puestos donde venden las fresas y las judías verdes por litros (sí, sí, litros, no kilogramos), su animación callejera, sus invasiones de parques y jardines para tomar unas cervecitas, o sus animadas terrazas a la orilla del Báltico.




Y cómo no, despedirnos de aspectos ambientales, como la imperiosa necesidad de indicar claramente por dónde han de circular los peatones, que es distinto lugar de por donde circulan los ciclistas y patinadores, con o sin bastones, que por supuesto es distinto lugar que por donde se aglomeran los coches, que a su vez han de respetar los lugares por los que circulan los tranvias. Todo es cuestión de organización y de protección del más débil. Y cómo no, despedirnos de los laaaaargos atardeceres de luz suave que se extienden hasta entrada lo que más al sur consideraríamos noche.


En fin. Que hasta la próxima. Mi siguiente artículo, será ya desde Zaragoza, probablemente este sábado. Ya veremos de qué hablo. Tal vez todavía de mis vacaciones… para que duren un poquito más…

De isla a isla y tiro porque me toca

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Hoy nos hemos ido hacia el mar. En los alrededores de Turku, se encuentra un denso archipiélago con cientos de islas e islotes, que forman el llamado Archipiélago de Turku. Mira tú que originales con esto de los nombres.

Es posible recorrer las islas, las más importantes y relativamente próximas al continente, en coche gracias al sistema de puentes y transbordadores que las unen. No se hace rápido pero es entretenido si vas de vacaciones.


En las islas, por supuesto, se pueden admirar los paisajes. Están cubiertas por el mismo denso bosque que la parte continental del país. Pero en muchos rincones aparecen pequeñas bahías o puertos naturales de los numerosos canales de mar que separan las islas. También hay que contar con el paisaje que se admira desde los transbordadores.




Finalmente, desde el punto de vista de la geografía urbana, muchas islas están habitadas por pequeñas comunidades, muchas de las cuales viven del turismo. Algunas de estas tienen coquetas iglesias. Sencillas pero agradables, rodeadas por los cementerios del lugar, y todas ellas con unos curiosos barcos veleros colgados de sus techos. Hemos visitado las de Parainen, Nuavo y Houtskari. Esta última, muy bonita, de madera pintada en un profundo marrón oxido.




Aún queda tiempo para un último paseo por Turku. Admiramos algunas obras de arte callejero. Algunas que están bien y otras que no tanto. Y finalmente, si el año pasado en Gales veíamos la palabra más larga que conocíamos, en esta ocasión la que tiene más puntos. Y si hay alguien que no sea finlandés que la sepa pronunciar, que levante la mano.


Esta es la última noche en Turku. Mañana salimos hacia Tallín, Estonia. Nuevamente el mismo aviso que antes de cada desplazamiento. Desconozco si dispondré de conexión. En Finlandia parece un estándar en todos los hoteles, pero desconozco qué sucede al otro lado del Golfo de Finlandia. Hasta pronto.

Llueve copiosamente en la costa del Báltico

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Amanece nublado en Turku, y las nubes se hacen más densas cuando salimos por la mañana con el fin de visitar diversas poblaciones y parajes en la costa occidental finlandesa.

Nuestra primera parada es Naantali, pequeña y coqueta población cerca de Turku, centro de vacaciones, con una impresionante iglesia medieval, y un bonito casco urbano con casitas de madera.

No hemos podido ver la iglesia. Es domingo y celebraban algún tipo de ceremonia religiosa, cuyo carácter no conozco por ser luterana, aunque debe ser algún tipo de Confirmación. Los protagonistas eran adolescentes, machos todos ellos, muy arreglados, a los que hacían muchas fotos y regalaban ramos de flores a la salida. Todavía me estoy imaginando la cara de un adolescente, macho, español al que regalasen un ramo de flores… Nos hemos consolado comprobando el buen humor de los finlandeses a la hora de poner nombres a sus barcas.




Y en ese momento se ha puesto a llover. Y de qué modo. Hemos cogido el coche y nos hemos dirigido a Rauma, población cuyo casco antiguo, todo el formado por casas de madera de colores, ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Todas ellas impecables, y con un óvalo con su nombre. Sí, cada casa tiene nombre propio.


Hemos seguido, acompañados por la lluvia, subiendo hacia el norte. En las cercanías de Pori, hemos paseado por una tranquila playa, aprovechando una tregua en la lluvia. Se trata de la playa de Yyteri, lugar en el que por lo que se vé sopla el viento y se practica el windsurf. El viento estaba calmado y el tiempo no acompañaba, por lo que había muy poquita gente. Hemos observado cómo los bosques finlandeses son lo suficientemente potentes como para colonizar las dunas que limitan la playa, amenazando con invadir la misma.


Hemos vuelto pronto a Turku, ya que el tiempo no acompaña. Hemos descansado, y ahora nos iremos a cenar algo… esperemos que la lluvia nos dé una tregua.

Camino de Turku, antigua capital finesa bajo administración sueca

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Amanece lloviendo en Tampere; nos deja una despedida un poco tristona. Hoy cambiamos de ciudad base. Nos vamos a Turku, Åbo en sueco, la que fue capital de la provincia finlandesa durante los siglos de dominación sueca. Se encuentra en la costa, junto un archipiélago con numerosas islas e islotes.

Optamos por un recorrido más largo, pero que nos permita pasar por las orillas de los bellos lagos finlandeses. Lo cierto es que luego no se ve gran cosa. Las carreteras se encuentran flanqueadas por densos bosques, que llegan a convertir el viaje en algo monótono. Finalmente, en Säkylä optamos por desviarnos y asomarnos al lago Pyhäjärvi, de igual nombre que uno de los que encontrábamos en Tampere. En ese momento, las nubes empiezan a abrirse, y empezamos a disfrutar de los primeros rayos de sol desde hace 36 horas.



Tras esta parada, seguimos nuestro viaje a Turku.

Y de Turku se podrían decir muchas cosas. Desde un punto de vista del interés turístico de la ciudad, pues eso… que hay una catedral con una inmensa torre, que hay un castillo con mucha historia y muchas habitaciones para visitar, o que podemos encontrar tremendos veleros atracados en los muelles de su puerto.



Pero como siempre hay más de una forma de ver las ciudades que visitamos, también podríamos decir que es una ciudad de bellas mujeres nórdicas, que cuando cae la tarde y con el agradable sol del verano se van ha hacer un pacífico «botellón» a los parques y jardines de la ciudad con las amigas, y en las que los espontáneos bailan danzas imposibles con las improvisadas orquesta que amenizan/amenazan las esquinas de la ciudad. Que cada uno se quede con lo que quiera.



Islas, lagos, torres, casitas de madera, y nubes… muchas nubes

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Hoy ha sido el primer día en el que hemos sido abandonados por el sol. El astro rey se ha tomado unas vacaciones, y aunque no ha llovido, no hemos visto ni un trocito de cielo azul. En nuestro día en Tampere, nos hemos dedicado a excursionar por los alrededores.

Así, por la mañana, hemos embarcado rumbo a la Isla de Viikinsaari, una coqueta isla en el lago de Pyhäjärvi, a la que se llega mediante una corta travesía de 20 minutos. Buena parte de la isla es una reserva natural, pero también hay zonas recreativas, y una pequeña capilla «ecuménica» con zonas repartidas para distintas confesiones… cristianas todas ellas, que tampoco hay que llevar el «ecumenismo» demasiado lejos.




Después nos hemos ido a los barrios de Pispala y de Pyynikki. El primero, situado en la ladera de un monte que baja hasta la orilla del Pyhäjärvi, está formado por casas de madera de diversos colores que hace que en su conjunto sea un lugar muy agradable. El segundo dispone de una gran zona arbolada (como todo el país, vamos), en un montículo en cuya cima una torre de observación nos ha permitido admirar las vistas hacia la ciudad de Tampere y hacia sus dos lagos, el ya mencionado Pyhäjärvi al sur y Näsijärvi al norte.


Tras picotear algo en la torre de Pyynikki, hemos dedicado la tarde a rodear el lago de Näsijärvi, al norte de Tampere. Esto nos ha permitido circular un ratico por la «route 66». Bueno… no es lo mismo que la famosa, pero tampoco está mal.

Hemos hecho una amplia parada en la localidad de Ruovesi, donde confluyen varios largos, donde también se pueden admirar bellos ejemplos de la arquitectura en madera de Finlandia, así como de vistas estupendas a los lagos.


Como el día no estaba con una luz para tirar cohetes, y empezaba a refrescar, hemos vuelto pronto a Tampere, donde hemos cenado en un «gastropub». Cerveza de la buena y platos diversos muy bien cocinados. No era muy elegante que digamos, pero todas las mesas tenían velitas. En fin, que con esto terminamos la visita a la zona de Tampere. Mañana nos vamos a Turku, por lo que nuevamente me quedará la duda de si podré seguir enviando noticias del viaje. Ya se verá…

En ruta, de Helsinki a Tampere pasando por Hämeenlinna

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Se terminó por el momento la estancia en Helsinki. Hemos alquilado un coche. Reservamos un Citroën C3, pero no les quedaban y por el mismo precio nos han ofrecido un Toyota Corolla ranchera. Muy conveniente.

Las carreteras finlandesas son un continuo de árboles y más árboles, salpicados muy ocasionalmente por algún prado, algún campo y alguna población. En cualquier caso, un paisaje muy bello y relajante.



Nuestra primera parada en ruta ha sido la ciudad de Hämeenlinna, donde hay para ver una antigua fortaleza medieval, hoy en vías de restauración. Tambión sirvió de prisión, y hay un pequeño museo sobre la vida carcelaria, que tiene cierto interés. Hemos tenido visita guiada, ya que una de las guías, Heidi, habla español y le hacía mucha ilusión el tema. Es la segunda vez que tiene ocasión de guiar la visita en este idioma.


Después, nos hemos dirigido a ver la iglesia de Hattula. Muy curiosa, con todo el interior pintado al fresco, pero con unos dibujos y unas pinturas como muy «naïves». Desde luego mucho menos desarrollados que las pinturas al fresco que en otros países, especialmente al sur de Europa, encontrábamos en el siglo XV. Pero muy interesante de ver.

Finalmente, y que no os engañe la primera imagen, hemos llegado a Tampere. Sí, tiene una vistosa iglesia ortodoxa. Pero no es esto lo más importante o lo más interesante de la ciudad.

Lo más interesante es que esta ciudad fue un centro industrial de primer orden en Finlandia, pero que se ha reconvertido al sector servicios. Sin embargo, no ha renunciado a su pasado, ha conservado toda su arquitectura industrial, y la ha integrado en sus necesidades actuales, haciendo de ella una ciudad original, a la vez que pulcra y ordenada. Para pasear con tranquilidad.


Por cierto, que vamos confirmando que el «botellón» es una actividad deseada y practicada por los jóvenes de lugar. En cuanto hace bueno, los parques se llenan de jóvenes con su cajas de cervezas a pasar el rato. Supongo que consideran que bastante está oscuro durante el invierno, como para beber con los amigos en un garito pudiendo hacerlo al sol y en el cesped. En cualquier caso, a nadie parece importarle.

Hoy hemos ido a echar un "Porvoo"

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Ayer terminó con incidente. Se estropeó el obturador de mi Canon EOS D60, que compré de segunda mano hace un tiempo. Así que a partir de ahora, a funcionar con la compacta. En fin, qué se le va a hacer.

En realidad, hoy hemos ido a visitar la coqueta población de Porvoo, Börga en Sueco, que aquí todo tiene dos nombres, como ya indiqué. A la ida hemos hecho el viaje en el barquito este tan mono que véis en la fotografía a continuación. Iba muy animado, con todo tipo de gente, fundamentalmente familias y abuelitos fineses que iban a pasar el día de excursión.

El viaje, aunque con un paisaje razonablemente majo, entre pequeñas islas cubiertas de árboles, se ha hecho largo, ya que han sido casi cuatro horas de travesía. Al final se ha hecho un poco monótono, aunque relajante. La monotonía sólo se ha roto con hechos aislados como el paso por un puente giratorio, o un par de paradas facultativas, donde hemos podido comprobar el curioso sistema semafórico para avisar al barco de que tiene que parar.


Finalmente, entrando lentamente por un canal relativamente estrecho, por lo menos en lo que se refiere a la zona navegable balizada, hemos llegado a la antigua ciudad finesa.

Lo más típico de la ciudad antigua son sus construcciones de madera que ascienden desde la orilla del estuario en el que se encuentra la ciudad, por una colina. Las más estupendas, las casas de color óxido que servían antaño de embarcaderos y almacenes para el tráfico por mar o hacia los lagos del interior. Pero también son interesantes algunas de las empinadas calles del interior.


Para mí que soy aficionado a los ferrocarriles antiguos, ha sido una agradable sorpresa encontrar el gérmen de un futuro museo del ferrocarril, donde hemos podido ver como estaban rehabilitando tres bonitas «vaporosas», hemos admirado el puente giratorio, así como otro material rodante que se encontraba estacionado en las vías de la antigua estación, hoy sin servicio regular.


Tras la visita, hemos regresado a Helsinki, dónde hemos decidido descansar un rato antes de salir a cenar y tomar un chismes. A partir de aquí, vuelve la incertidumbre sobre si podré actualizar con frecuencia este blog. Dependerá de los servicios que ofrezcan los distintos hoteles. Ya se verá.

Madre, qué caluroso es Helsinki…

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… pues eso. Que nos ha hecho un día de sol y moscas. La temperatura máxima no ha sido muy alta. 25 ó 26 grados centígrados. Pero si tienes que caminar mucho al sol… pues se nota. A la sombra, tomando una cervecica tan ricamente, eso sí.

Había mucho que ver, y se ha visto. Hemos empezado la mañana por el mercadillo de pescado del puerto. Muy animado. Pero de lo que menos hemos visto ha sido de puestos de pescado.

Después, pues de lo que hay en todas las ciudades europeas, catedrales e iglesias de distintos credos, más o menos grandes, más o menos monas, más o menos atractivas, más o menos originales. Probablemente, la más distintiva de Helsinki, la catedral luterana. ¿Pero no nos contaban los curas de niños que Lutero era el mismísimo diablo? Aquí parecen tener otra opinión de fray Martín.

Hemos dado un largo paseo, donde hemos visto los lugares más significativos de la capital finesa. Incluido por supuesto el estadio olímpico. Que los de Madrid presumen mucho con sus candidaturas, pero ya hace más de 50 años que éstos organizaron su evento olímpico.

Hemos pasado a presentar nuestros respetos a Sibelius, al que le han hecho un monumento muy aparente. Cerca había una playa muy animada,… no,… no hay fotos de finesas tomando el sol, ligeras de ropa,… que ésta no es una página de «esas».

L’Esplanade estaba tan animada como ayer, y un grupo de jazz, a la poco «jazzística» hora de las cinco y media de la tarde animaba el cotarro. Por cierto, que lo hacían francamente bien.

Para el resto de la tarde, hemos cogido un barquito para ir a Suomenlinna. Esta antigua fortaleza militar es actualmente un amplio y estupendo parque, con pequeñas playas donde tomar el sol e incluso darse un baño. Pocos se animaban a esto… no sé qué me dice que la temperatura del agua debe estar frequita. En cualquier caso, el lugar es agradable y bonito, especialmente con la calida luz de la tarde.



Una tarde… un atardecer que se hace más larga que un día sin pan. Por estas latitudes, los días de verano son larguísimos. Y si no, ved en la plaza junto a la estación cómo las fachadas de las casas estaban plenamente iluminidadas por la luz solar a las 22:07 de la… ¿noche? Aun quedaba más de media hora para que el sol se pusiese, más las horas de crepúsculo hasta la noche cerrada que puede ser más alla de las 12 de la noche.

En fin, mañana más. Que estoy hecho polvo, y me voy a dormir.

Estoy de vacaciones y estamos en Helsinki

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No había avisado, pero es así. Estoy de vacaciones. Y desde las 16:00 horas, hora loca finesa, estamos en Helsinki.

El idioma de esta gente es imposible. No se entiende nada. Por un momento, al pasar la aduana (absolutamente vacía de aduanero alguno, ni de policías dando la matraca con los pasaportes y los DNIs; parece que no tienen mucho miedo a que venga gente), hemos pensado que nos decían: «Ey, tontolabas». Pero no. Era parecido, pero distinto.

En casi todo Helsinki, hay suerte y también están los carteles en sueco. Lo cual está muy bien. Tampoco se entiende nada, pero como es lengua indo-europea, suena más familiar.

Cuando hemos salido al exterior, hemos visto que el tiempo era bueno. Bueno… según donde mirases. Si mirabas hacia el otro lado, los nubarrones de tormenta eran curiosos.

Efectivamente, unas horas más tarde en la ciudad nos ha sorprendido una pequeña tormenta con churrascos aislados, localmente fuertes. Fuertes exactamente cuando nos ha pillado donde menos refugio había. Pero vamos. Por lo demás ha hecho una tarde excelente.

Como veis. En Helsinki hay tranvías, lo cual casi garantiza que la ciudad me va a gustar. Las ciudades con tranvía tienen algo especial.

Lo que también esta lleno es de fineses. Son gente muy rubia y descolorida, aunque muchas chicas están realmente muy bien. Uffff, que nervios vamos a hacer. Evidentemente, echan de menos la abundancia de sol, porque hoy que había, inundaban literalmente las plazas y jardines, para absorber hasta el último rayo del astro rey.

Nos ha hecho mucha gracia la colección de «meninas», un tema tan hispano, en L’Esplanade, uno de estos parques tan animados a la caída de la tarde.

Helsinki está rodeado de agua por todas partes, bien sea del mar o de los lagos. Por lo tanto, la actividad de barcos, la mayor parte de ellos recreativos, es incesante. Estos días, esperamos montar en alguno de ellos.

En fin. Es tarde. Estamos cansados. Habrá que dormir un ratico. Así que os dejo. Aunque aquí las horas de luz se estiran mucho, aunque sea una luz cansada, con un sol bajo y poco poderoso. Y con una imagen de uno de los tranvías a la luz crepuscular, me despido. Espero que hasta mañana.