Quizá, siguiendo mis costumbres, hoy tendría que haber dedicado a la entrada de resumen del viaje. Pero entre que llegué muy tarde y cansado y que he tenido que hacer otras cosas, sólo me da para mostrar algunas fotos del último daiquiri en la ciudad californiana. Que fue de paseo relajante, sin grandes metas previstas. Sin más.
Islandia no la hemos visto por poco. Pero Groenlandia y algunas zonas de la banquisa en el Ártico canadiense sí. Y un trocito del Golden Gate al llegar.
Hacía bastante que no salía de excursión con una asociación fotográfica. Aproximadamente un año, desde la excursión en tren a Canfranc, también con AFZ Asociación de Fotógrafos de Zaragoza. Sinceramente, el viernes por la noche estuve a punto de darme de baja… porque estaba muy cansado. Y la idea de tener que obligarme a levantarme en algún momento entre las seis y media y las siete de la mañana de una sábado para meterme en un coche y pasar un día de muy probable calor al aire libre… no me apetecía. Estaba realmente muy cansado. Pero afortunadamente me sobrepuse y fui. Porque fue muy agradable, y probablemente, dejando de lado el posible cansancio físico, que no fue para tanto, me ayudo a descansar mentalmente.
Las cuestiones fotográficas ya las comentaré más adelante. Me llevé un par de cámaras con película fotográfica, cuyos resultados aún tardarán unos días en verse, pero también, en el bolsillo, la pequeña Sony ZV-1, una camarita con la que cada vez estoy más contento, que me permite traeros aquí algunas fotos que resumen el viaje. Sobre lo que no me extenderé en exceso.
Por la mañana y hasta después de comer, recorrimos la población de Torrellas, apenas a cinco kilómetros de Tarazona, cerca del límite occidental de Aragón, próxima a Castilla. Una población de cierta importancia en la edad media, con abundante población morisca, que tras la población de esta minoría, perdió buena parte de su empaque. Su situación cuasifronteriza hizo que fue lugar donde se firmaron importantes tratados. Pero lo que nos llevó allí en esta ocasión es su colección de arte urbano en forma de grandes murales pintados y de unas estupendas puertas, también pintadas, que representan a los pueblos del mundo. Parecía que iba a sobrar mañana, dado que el pueblo es pequeño, pero lo cierto es que la ocupamos toda, y no nos fuimos del lugar hasta que nos refrescamos con unas cervezas y dimos cuenta de unos platos combinados o bocadillos, según el gusto de cada cual.
Por la tarde nos desplazamos a Tarazona. La principal actividad fue la visita guiada a la catedral, un hermoso ejemplo de gótico temprano mezclado con reformas y añadidos mudéjares, renacentistas y barrocos. Yo no soy muy partidario de las visitas guiadas. Pocas veces me satisfacen. Muchas veces con guías poco cualificados, o que recitan un texto aprendido de memoria, con una serie de anécdotas ensayadas para, supuestamente, amenizar la cosa. La mayor parte prefiero visitar a mi aire, y luego revisar y documentarme por mi cuenta sobre aquellas cuestiones que me llaman la atención. Pero en esta ocasión la cosa fue muy bien. Con una guía María José a la que no sé cómo referenciar en internet y que no nos contó sus cualificaciones, que lo hizo más que bien. De estas personas que se nota que saben de lo que hablan, hablan con amenidad, que si cuentan una anécdota es una anécdota integrada en la conversación y pertinente, y que realmente te despierta el deseo de conocer más. Un excelente trabajo. Así que muy bien.
Yo estuve en la catedral de Tarazona en un momento en el que teóricamente estaba cerrada. Pero yo estuve allí. Después de una tarde de visitar exposiciones de fotografía en el marco del extinto certamen de fotografía Tarazona Foto. Lo que ya no recuerdo es en qué circunstancias acabamos recorriendo el claustro y las caóticas, en aquel momento, naves de la catedral. En aquel momento, a pesar del estado en que se encontraba, ya me pareció muy interesante.
Finalmente, tanto antes como después de la visita a la catedral, tuvimos la oportunidad de recorrer algo de la ciudad de Tarazona, que tiene rincones interesantes, y que en estos momentos está muy arreglada y aseada, con su magnífico ayuntamiento, y algunos otros rincones interesantes en su casco histórico.
Después de la entrada de hace unos días que mostraba fotografías en color realizadas con película negativa durante el viaje de la semana de Pascua, hoy toca mostrar algunas de las que hice con película negativa en blanco y negro. Los detalles técnicos los encontraréis en Viajando a Basilea y alrededores con blanco y negro – Minox 35 GT-E con Ilford XP2 Super. Ahora… os dejo con las fotos.
Breisach, Alemania; en el encabezado, Friburgo, Alemania.El Kunstmuseum Basel y Rathaus, Basilea, Suiza.
Mi reciente viaje a Basilea, y desde allí excursiones a Colmar, Rheinfelden, Breisach, Friburgo y el Jura, tuvo motivaciones muy relacionados con mi afición a la fotografía, y a la fotografía con película fotográfica tradicional especialmente. En el enlace anterior lo cuento. Así que me he traído unos cuantos rollos de película con fotografías del viaje, de los cuales algunos en color y con cámara de formato medio, que son los que os presento hoy aquí. Dentro de unos días, el blanco y negro con película de 35 mm… la más común.
Schloss Beuggen, Alemania, y vista de Rheinfelden, Suiza, desde el puente internacional que cruza el Rin entre ambos países.Colegiata de San Martín y estación de tren en Colmar, Francia.Estación de Basilea SBB y vista en el Jura desde la capilla de Vorburg, Delémont, Suiza.Delémont y Porrentruy en el cantón del Jura, Suiza.Porrentruy y St-Ursanne en el cantón del Jura, Suiza.
Si alguien tiene interés en conocer algunos detalles técnicos sobre las fotografías que aquí muestro, puede visitar la página Viajando con la pequeña compacta como única cámara digital – Sony ZV-1, donde conocerá mejor mi planteamiento fotográfico para esta escapada de Semana Santa, que terminó ayer. Aquí voy a resumir con fotos el viaje, aunque reproduciré alguno de los párrafos que en ese artículo incluyo.
El viaje surgió en enero. Desde hace unos años tengo un corresponsal en Kreutzlingen, Suiza, junto a la ciudad alemana de Constanza, con quien dialogo sobre fotografía con película tradicional a través de las redes sociales. Es un tío majo. A tal punto que ya me he ido un par de veces a pasar unos días en Constanza, para conocernos personalmente, recorrer lugares interesantes, y hablar de fotografía. En primavera de 2017 y en el verano de 2018. En ese último viaje, ya fue una cámara para película tradicional mi principal interés. En enero se puso en contacto conmigo y me propuso volver a quedar en esta Semana Santa . En ese momento los billetes de avión a Zúrich tenían un precio razonable y los saqué. Aunque hasta mucho después no determinamos exactamente lo que íbamos a hacer. Finalmente hemos estado en Basilea. De haberlo sabido con tiempo, hubiera volado directamente a esta ciudad, aunque con el coste del desplazamiento en tren desde Zúrich a Basilea incluido, dudo que me hubiese resultado mejor.
En la ciudad suiza fronteriza con la Alsacia francesa y el Baden-Wurtemberg alemán coincidimos con una pareja alemana, conocida de Andreas, un matrimonio de aficionados a la fotografía con película tradicional. Aunque se alojaron en un hotel distinto, lo cierto es que hemos hecho todo el viaje en común. Cada cual con sus equipos preferidos de fotografía analógica, como se le llama ahora. Las fotografías que he mostrado hasta ahora corresponden a la ciudad de Basilea, y a los dos museos de esta ciudad que visitamos, el Kunstmuseum Basel y la Fondation Beyeler. Esta animada ciudad suiza tiene una fuerte relación con el mundo del arte, especialmente el arte moderno y contemporáneo.
También dedicamos un día a Breisach y Friburgo de Brisgovia, ciudades alemanas cercanas, con tiempos de desplazamiento a esta última entre 30 minutos y una hora, según viajes en un moderno ICE, sin paradas intermedias, o en un tren local o regional, con frecuentes paradas, y a la mitad de precio. No son baratos los trenes en estos países, aunque tienen frecuencias altas, son cómodos y muy convenientes.
Otra tarde, después de haber pasado la mañana en el Kunstmuseum Basel, y después de comer, opíparamente, me resulta un poco pesada la cocina tradicional de los países germánicos, nos trasladamos a Rheinfelden. Que en realidad son dos poblaciones con el mismo nombre, una a cada lado de la frontera que supone el Rin, unidas por un puente peatonal.
La tarde del día siguiente, después de visitar por la mañana la Fondation Beyeler, y con una ligera comida en el tren, nos acercamos a la bonita ciudad alsaciana de Colmar, en Francia por lo tanto. Yo ya la conocía. Pero mis sensaciones fueron muy distintas. Cuando yo la visité, a principios de julio de 2010, estaba muy tranquila. Sin agobios. Pero en esta ocasión había mucho gentío. No sólo turistas. También muchos locales, que salieron a celebrar la Pascua, con abundancia de mercadillos y artesanías. Sólo España y otras regiones del Mediterráneo celebran la parte tétrica de la Semana Santa. En el resto del subcontinente europeo se opta por celebrar lo alegre, la Pascua, con abundancia de golosinas, huevos de colores y conejitos de Pascua.
Despedimos el viaje con un soleado día por el Jura suiza. Jura… suave cordillera montañosa al norte de los Alpes de donde viene el apelativo jurásico, ya que los estratos sedimentarios que conservan dinosaurios y otros fósiles que se crearon durante esta división de los tiempos geológicos, quedaron al descubierto con el plegamiento que dio lugar a estas montañitas, de menos de 1800 metros sobre el nivel del mar en su punto más alto. Pero no visitamos la cuestión geológica, sino las coquetas poblaciones de Delémont, Porrentruy y St-Ursanne. Y con esto cerramos el viaje. Hasta el próximo.