Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. La fotografía digital durante el viaje a Sicilia a mediados de mayo de 2025.
Hace dos semanas se producía la catástrofe que nos impidió iniciar el viaje programado de dos semanas a China. Un viaje que ya suspendimos en 2020 por culpa de la pandemia de covid-19, y que cinco años más tarde hemos suspendido por culpa… nunca sabremos de quien, aunque la aerolínea está dispuesta a compensar de forma razonablemente adecuada el trastorno. No nos vamos a hacer ricos. Pero vamos a cubrir los gastos y a recibir una propinica para irnos a cenar y olvidar las penas. Pero agua pasada no mueve molino. Aquel mismo martes, por la tarde, me monté un viaje de una semana, ocho días y siete noches, a Sicilia, y ayer volví del mismo. Sin incidencias. Todo perfecto… salvo un día. Por el mal tiempo.


Llevaba ya bastantes años queriendo visitar Sicilia. Pero nunca conseguía ponerme de acuerdo con mis compañeros/as habituales de viaje, menos atraídos/as por las presuntas bondades de la isla mediterránea. En esta ocasión, dadas las circunstancias que desencadenaron el viaje, no he tenido que ponerme de acuerdo con nadie. Porque me he ido sólo, a mi aire. Un viaje directo, ida y vuelta, de Barcelona a Palermo, siete noches de estancia en la capital siciliana, y viajes en el día en transporte público a alguno de los lugares más destacados de la mitad occidental de la isla. La oriental habrá que dejarla para otra ocasión.


Cuando viajo solo me da mucha pereza alquilarme un coche. Veréis. No me ha gustado nunca mucho conducir. Como «macho ibérico» soy más bien rarito. No me gusta el fútbol, no entiendo de coches,… y otras cosas que no voy a mencionar que se supone que son propias de mi género y nacionalidad. Siempre me he sentido algo desubicado con respecto a mi pasaporte/DNI. Así que transporte público ha sido. Autobús y trenes. No tan frecuentes y convenientes como en otras regiones italianas, pero convenientes a pesar de ello. Estoy demasiado acostumbrado al norte de la península itálica, y esto es otra cosa.


En tren llegué a Agrigento, y su estupendo sitio arqueológico, el Valle de los Templos, patrimonio de la Humanidad según la Unesco, y a Cefalú, más próximo a Palermo. En autobús urbano, del área metropolitana palermitana, a Monreale. La catedral de Monreale, la de Cefalú, varias iglesias y capillas y palacios de Palermos constituyen la herencia árabe-normanda en la cultura y edificios de esa parte de la isla de Sicilia, también patrimonio de la Humanidad según la Unesco. Y también en autobús a Trapani y Erice, en el extremo occidental de Sicilia. Trapani lo disfruté, y mucho, con la luz de la tarde. Pero Erice fue un pinchazo por culpa del tiempo. Aunque estuve allí un rato, en un día de tormentas, se había instalado una niebla que impedía ver mucho más allá de unos metros. Aunque deambulé por el lugar, no me hice a la idea de lo que estaba viendo. Desde la base de la catedral y su campanile, no se veía el extremo superior de los edificios en la práctica.


Dicho lo cual, ha sido un viaje muy agradable, aunque hubiese preferido hacerlo en compañía. Se disfrutan más las cosas. Buen tiempo, en general, buena comida, buen trato con los lugareños, lugares bellos, ganas de volver en algún momento, quizá de alguna otra forma. Desde luego, al extremo oriental de la isla; nombres como Catania, Taormina, Siracusa o el Etna no dejan de sonar constantemente en mi cabeza. Ya veremos cómo y cuándo. A no mucho tardar.


