El jardinero fiel (The Constant Gardener)

Cine

Fernando Meirelles, brasileño, saltó a la fama internacional tras rodar la socialmente comprometida Cidade de Deus. En esta ocasión, con El jardinero fiel entra en la adaptación al cine de una novela del escritor de best-sellers John Le Carré. Ahora bien; sin olvidar el compromiso social.

Protagonizada brillantemente por Ralph Fiennes y Rachel Weisz, muy sólidos y creibles, que se acompañan por buenos secundarios entre los que destacaremos principalmente a Danny Huston, Bill Nighy, Archie Panjabi, Pete Postlethwaite y otros muchos. Como buen producto británico, independientemente del origen del director, las actuaciones son sobrias pero consistentes y convincentes.

El argumento, en cuanto novela de intriga, es habitual en el género de los best-sellers. Una activista social se enfrenta contra una multinacional farmacéutica al descubrir las oscuras y poco éticas actividades que la tal multinacional desarrolla en África. Como consecuencia de ello, será asesinada. El marido, un diplomático hasta ese momento poco interesado por el activismo social y muy interesado por la jardinería, decide continuar la investigación de su esposa, entrando en el clásico devenir de viajes por el mundo, amenazas, y aventuras diversas. Hasta aquí podría ser un historia banal al uso del cine comercial.

La novedad viene de las intensas imágenes que nos muestra el director sobre la pobreza en el continente africano, las diferencias entre los blancos y los negros (muy notable el plano-secuencia que nos lleva desde un campo de golf para pijos europeos en Nairobi hasta las chabolas vecinas, en medio de una escombrera), la falta de ética de las empresas y los gobiernos occidentales, la crueldad de las guerras larvadas en el Continente Africano, y un largo etcétera, apoyado por una realización atrevida, dinámica y muy bien apoyada por una fotografía que merecerá algún comentario extra en mi Cuaderno de ruta.

En general, la película es muy interesante y merece la pena verse. Las principales pegas hay que buscarlas en su excesiva duración, para la que la historia de intriga no es justificación suficienciente. Sólo se explica por el interés del director en mostrarnos una diversidad de situaciones de injusticia, que tienen el efecto negativo de no centrar la denuncia en nada en concreto que el espectador pueda llevarse a su casa como conclusión final. Son muchas las razones por las que debemos denunciar la situación en el Mundo pobre, y todas ellas causas justas; pero quizá sea más conveniente narrativamente hablando de centrarse, para mayor provecho cinematográfico. De todas formas, le coloco un siete (Dirección: 7; interpretación: 8).

En mis paseos con mi «nueva» D60, llegué el domingo hasta el mercadillo de antigüedades, o más bien de cosas viejas, de la Plaza San Bruno. Una buena animación y ambientillo multicultural.

El contraste del "arte" callejero

ciudad, sociedad

Como un españolito más, aprovecho la estúpida forma de planificar los días festivos de este país, que lleva a que la jornada laboral de esta semana parece que tenga hipo, para coger unos días de fiesta que me quedan y evitar caer en una neurosis profunda al no saber nunca si me toca trabajar o no. Y aunque en esta ocasión «no me toca» salir de Zaragoza, sí que quiero aprovechar para salir a pasear con mi flamante nueva cámara de segunda mano.

Recorriendo el Casco Viejo, en la Calle Estébanes, alrededores del Tubo, encuentro algunas muestras de «arte» callejero. Entrecomillo lo de «arte». A no todo el mundo le gusta que haya gente que pille la brocha o el aerosol* de pintura y «adorne» la ciudad. Pero yo pienso que como todo,… depende de cómo y dónde.

En este caso, creo que no vienen mal estas muestras de arte efímero. En las paredes que rodean un solar, encontramos varios murales pintados. Y en ellos sorprendentes contrastes entre lo que unos y otros buscan representar. Y así, un San Jorge lleno de colorido, armado de un rodillo de pintar con mango largo, patea al dragón que supongo representará a quienes no guste estas maifestaciones. Justa a su lado, el artista nos ofrece una visión llena de desesperación y de tonos apagados.

Curioso. Creo que de vez en cuando merece la pena fijarse en estas formas de arte ciudadano**.

PS: * Nota lingüística: Casi todo el mundo llama sprays a los botes de pintura de los que esta sale a presión impulsada por un gas que ejerce como propelente. Y así iba a denominarlos yo. Normalmente lo hubiese hecho así, y ya está. Pero de repente he sentido como si algún demonio lingüístico me pinchara en el culo con su tridente afilado, y me ha entrado la duda sobre si esta palabrita estaba en nuestro diccionario. Pues no. Hay que poner aerosol. Así que ante la duda… todos a mirar al diccionario de la RAE. ** Por si alguien se enfada, no estoy de acuerdo en que se pinte indiscriminadamente la ciudad por cualquiera con un aerosol de pintura. Pero, aprovechemos las situaciones transitorias para dar un poco de color a nuestras calles. O encaucemos las ganas creativas de la gente de algún modo… No sé… No manchar, pero no coartar.