En varias ocasiones me han preguntado, especialmente personas que visitan mi Instagram dedicado a la fotografía con película fotográfica tradicional, por qué repito con frecuencia la visita a los mismos lugares. La mayor parte de las fotografías que aparecen en esa cuenta proceden de lo cotidiano. Ir de un lado a otro de la ciudad. Bien porque paseas, porque disfrutas de tu ocio haciendo ejercicio, y de paso, también, ejercitando la afición fotográfica, bien porque siempre conviene llevar una cámara encima, un bloc de notas fotográfico, cuando te desplazas para ir a trabajar, para ir a comprar… para lo que sea. Y es cierto. Son lugares cotidianos. Mil veces visitados. Y mil veces fotografiados. Es lo que hay.
No soy el único aficionado al a fotografía/fotógrafo que tiene esa costumbre de volver una y otra vez sobre los mismos temas. Muchos fotógrafos, más sabios, hábiles y expresivos que yo, lo recomiendan también. Las fotografías que acompañan esta entrada, por ejemplo, sobre las que hablo desde un punto de vista técnico en Paisaje urbano con colores poco saturados – Minox 35 GT-E con Orwo Wolfen NC500. Cuando terminan mis vacaciones de principios de otoño, a partir de la tercera semana de otoño, visitó estos lugares, donde normalmente encuentro escenas y colores que se adecúan muy bien al ambiente otoñal.


Conocemos el (hasta cierto punto) mito de los colores del otoño. Y le llamo mito, porque esos majestuosos paisajes de colores rojizos y ocres no son propios de estas latitudes. Estas latitudes austeras, áridas, presentan especies de árboles de hoja caduca que amarillean, pero pocas veces llegan a mostrar sus hojas ocres o con rojos profundos. Aunque ahora veo por la ventana unos plátanos de sombra con unos bonitos tonos ocres profundos. Con esas hojas amarillentas, propias de chopos, olmos, algún álamo… cuando llega el cierzo, con sus primeras ráfagas fuertes, las tira al suelo, y adiós a los colores del otoño. En las montañas, puede. Pero en el valle… pues no tanto. Pero no dejo de explorar el paisaje. Urbano, las más de las veces. Con distintos medios, digital o película fotográfica, de colores saturados, vivos, o matizados, tenues, como en esta ocasión. Porque es la forma de entender el paisaje. Porque es la forma en que, cuando llegue ante nosotros esos paisajes majestuosos que todos imaginamos y deseamos visitar, sepamos qué hacer con ellos. Fotográficamente hablando, claro. En otros aspectos, lo mejor qué podemos hacer con ellos es dejarlos como están. No intervenir y estropearos, aunque el impacto del ser humano sobre el paisaje sea inevitable, en mayor o menor medida.




