Esta semana voy con dos series del País del Sol Naciente, que empecé a ver con expectativas muy distintas. En un caso la cosa fue bien… en el otro,… no tan bien.
Quien siga este Cuaderno de ruta con frecuencia sabrá que en mayo viajé a Japón. El tercer viaje. Uno cada cinco años. Ya veremos si el cuarto será dentro de otros cinco años o lo adelantamos. Ya hay cosas nuevas que queremos ver. El caso es que ese tercer viaje, en el que nos salimos bastante de los circuitos habituales, fue muy satisfactorio. Pero siempre hay algo que dices… mmmm… esto podría haber sido mejor. Y hubo dos ciudades en las que sentimos que con tiempo o distintas circunstancias, hubiéramos disfrutado más de ellas. Una fue Kanazawa y la otra fue Odawara, las fotos de hoy son de esta última ciudad. Pero bueno, se llega a lo que se llega. El caso es que en Odawara, una ciudad costera a 90 km al suroeste de Tokio, en la línea Tōkaidō, transcurre la acción de la serie de Netflix Shinobi no ie [忍びの家, casa de ninjas], en inglés, House of ninjas, en castellano, La última familia ninja. Por aclararnos un poco, en japonés son sinónimos la palabra ninja 忍者 (aquel que es invisible) y shinobi 忍び (el que se infiltra). Obsérvese que comparte un kanji 忍 cuyo valor semántico tiene que ver con la resistencia y la paciencia. En cualquier caso, da la impresión que ambas son válidas, pero la primera es popular en Occidente, mientras que la segunda sería preferida en Japón. No estoy seguro, pero algo así parece. Hay mucha mitología en torno a los shinobi o ninja, pero en general serían el equivalente histórico en Japón a los comandos de operaciones especiales, en acciones de infiltración, detrás de las líneas enemigas, sabotaje e información. Sin más.

La serie, un original de Netflix, no es una serie de otra cadena con derechos de exhibición en otros países, sigue a los descendientes de Hattori Hanzō, un comandante samurái al servicio de Tokugawa Ieiasu, el primer shōgun del periodo Edo, actualmente shinobi que trabajan para una agencia secreta del gobierno. Que nadie que confunda a este comandante con el fabricante de katana del mismo nombre que aparece en alguna película de Tarantino. Y sus rivales son los descendientes de Fūma Kotarō, un rival del anterior al servicio de otro clan. Una tragedia familiar unos años antes hace que los protagonistas de la serie empiecen la misma desanimados y desunidos, pero una conspiración de los «malos» para dominar el país les lleva a reunirse y reactivarse. La serie empieza un poco morosa, le cuesta entrar en calor, pero al final acaba siendo muy entretenida. Y tiene un nivel de cuidado en la producción superior que otras series japonesas que distribuye Netflix, pero no son de producción propia. Está bien. Podría estar mejor. Y queda abierta a una posible segunda temporada, pero desconozco si sucederá.

Cuando empecé a ver televisión en plataformas de contenidos en internet, tuve la oportunidad de divertirme considerablemente con las aventuras de una infalible cirujana en una serie distribuida, temporalmente, ya no está disponible, en Amazon Prime Video. Vi todas las temporadas, y algún spin-off, menos la última de ellas, que estaba a punto de estrenarse en Japón durante nuestro viaje en 2019, pero que nunca se emitió en la plataforma mencionada. Y que yo sepa en ninguna otra. Y en esto estábamos cuando hace unos meses llega a Netflix una serie japoneses de cirujanos cardiacos, llamada Black forceps o Black pean (en Japón, esta última, escrita en katakana, ブラックペアン). Un fórceps es un tipo de pinza utilizada en medicina en general, y en cirugía en especial, dentro de los procedimientos quirúrgicos de mayor o menor complejidad. La cosa va de la rivalidad entre dos jefes de cirugía cardiaca de dos hospitales pertenecientes a universidades rivales, y que ambicionan el liderazgo de la asociación de esta especialidad quirúrgica. Y por algún motivo, el factor de impacto de sus publicaciones es importante. Y por ello hacen estudios con complejas cirugías. Con una peculiaridad, la mayor parte de los cirujanos son muy zoquetes, pero hay uno de ellos, un marginado, asocial y desagradable, que siempre resuelve las situaciones, y todo lo hace bien y muy rápido. La misma premisa básica que aquella serie de hace unos años con la que tanto disfruté. Lo que pasa es que si aquella era una comedia, no se tomaba en sí muy en serio y te reías, esta es un drama, y las situaciones llegan al absurdo. No voy a entrar en ellas. Aunque la vi entera, lo cierto es que fue una decepción. Y por muy distinto que sea el ambiente de la práctica clínica y quirúrgica en Japón, para mí, que soy profesional de la medicina, inverosímil en el peor sentido de la palabra. Muchas situaciones son ridículas o absurdas. En fin. Una pena. Curiosamente, en IMDb, las dos series que hoy comento tienen la misma valoración del público, o muy similar. Y… no.

