[TV] Cosas de series; 23-F, de la realidad al libro y, de ahí, a la televisión

Televisión

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta están comentadas desde el punto de vista de la técnica fotográfica en Fotos en serie. Los alrededores del Palacio Real en Madrid, que no es donde vive el rey de España. Pero una de las cuestiones menos claras de aquel 23-F es cuál fue el papel del JuanCar en todo aquello en realidad, y más sabiendo como sabemos ahora que no todo en él ha sido trigo limpio nunca, aunque nadie lo vaya a juzgar nunca por nada. Cosas de esta «democracia».

El 23 de febrero de 1981 yo estaba estudiando C. O. U. …. o sencillamente COU. Acrónimo de «curso de orientación universitaria». No se en qué medida es equivalente al 2º de bachillerato actual, que se estudia a la misma edad, y al final se realiza la prueba de acceso a la universidad, la selectividad de entonces, la EBAU de hoy en día… o EVAU, o PAU… como narices lo quieran llamar. En aquellos momentos nos daba la sensación de que el COU era otra cosa. Yo había estudiado desde infantil hasta 3º de BUP, el bachillerato de entonces, en el mismo colegio, privado subvencionado, regentado por una orden religiosa, como era de esperar en aquellos tiempos. Y sigue siendo en los actuales, aunque siendo un estado laico cabría esperar otras situaciones. En COU, para amortiguar gastos, nos juntaban a los alumnos de seis centros educativos similares, tres de chicos y tres de chicas. Así que por primera vez, era mixto. Lo cual estaba muy bien desde una diversidad de puntos de vista.

En las primeras semanas de aquel mes de febrero había hecho bastante frío, recuerdo las fuentes del paseo de la Constitución congeladas (creo recordar que ya se llamaba así y no con su antiguo nombre franquista). Pero el día 23 de febrero de aquel 1981 salió un buen día. Muy agradable. Y después de terminar las clases a las seis de la tarde, con al que compramos para merendar, un grupo de chicos y chicas, compañeros de curso, nos quedamos zascandileando en la plaza de los Sitios (estoy convencido que ya se llamaba así no con su antiguo nombre falangista). Y cuando empezó a caer la tarde cerca de las siete de la tarde fuimos desfilando hacia nuestras casas. Durante buen trecho del camino acompañado de un par de compañeros/as. Mi sorpresa fue que cuando llegué a casa, cerca de las siete y media de la tarde, con tiempo de sobra para cenar, cosa que hacíamos hacia las ocho y cuarto u ocho y media, cuando llegaba mi padre de trabajar del taller, mi padre estaba ya en casa y me echó una bronca por haber estado por ahí. No entendí nada; no había hecho nada fuera de lo habitual. Mi madre se dio cuenta enseguida que yo no tenía ni idea de porqué era todo aquello y, calmadamente me explicó que unos guardias civiles había entrado en el Congreso de los Diputados y se habían liado a tiros con las pinturas del techo del hemiciclo. Lo mejor es que no hubiera habido tiros. Pero puestos a haberlos, mejor con las pinturas que no con los diputados. Del mal el menos.

No entraré a detallar lo que dio de sí en conversaciones, debates y especulaciones durante el tiempo que pasó entre el fracasado golpe militar y las elecciones de octubre de 1982, cuando ganó el PSOE por primera vez y los temas de debate sociopolíticos evolucionaron. Lo que más recuerdo es algo que quizá no tenga mucha importancia. En aquellos tiempos, teníamos compañeros que se declaraban abiertamente fascistas/franquistas y que solían adoptar aires bravucones y en alguna ocasión hasta amenazadores. Y después del 23-F cambiaron de actitud y todo fu un «pelillos a la mar», aquí no ha pasado nada, todos amigos. Nunca me he fiado de aquellos, y en la medida de lo posible los expulsé de mi vida. Convencido de que si las cosas cambiasen, volvería a la chulería y a la bravuconería. Años atrás, alguno tuvo la osadía de preguntarme que por qué me mostraba siempre tan distante y «poco sociable». Qué cosas.

En 2010 compré el libro Anatomía de un instante de Javier Cercas. Un libro que suele aparecer calificado como novela histórica, pero que a mí siempre me pareció siempre un ensayo especulativo que aunaba lo que se conocía del intento del golpe de estado, y de sus previos durante la transición de la dictadura a la democracia, con un cierto grado de especulación, especulación bien informada, plausible de los hechos que nunca llegamos a saber del todo, de lo que algunos implicados principales o secundarios callaron. En aquellos momentos faltaba muy poco para que se cumplieran tres décadas desde los hechos, tiempo de sobra para empezar a mirar con cierta perspectiva. Si no fuera porque ya empezaban los principios indicios de un resurgimiento de las ideas fascistas en el país. Lo cual embrolla cualquier debate sereno que se quiera hacer. Pero ya digo que nunca lo consideré una novela. Una ficcionalización de unos hechos históricos. Pero es así como se presenta hoy en día aquel libro. El libro me gustó. Lo leí con ganas. Me enteré de muchas cosas que ignoraba. Y me abrí a la interpretación de los hechos de formas que no había pensado. No entraré ahora en los detalles, pero esa visión de Alfonso Armada de sí mismo como un De Gaulle español, que iba a dar un golpe de timón en el titubeante régimen democrático español, al estilo del golpe militar de 1958 en Francia que instaló al héroe de la guerra mundial en la presidencia de la república, y que instauró la constitución de la Quinta República, una de las causas, no la única, que hace que la República Francesa sea clasificada como una democracia defectuosa y no como una democracia plena. Eso buscaban algunos golpistas, al parecer. Claro que,… al aliarse con unos brutos fanáticos que fusilan a las pinturas del hemiciclo a la primera de cambio,… resulta difícil creerse lo del «golpe blando». Pero bueno, hay muchas otras cosas que hacen interesante el libro. Tanto por los hechos constatados de los que habla como por la especulación bien informada que nos plantea.

Recientemente se estrenó en Movistar Plus la serie del mismo nombre, Anatomía de un instante, basada en la «novela» de Cercas. Yo no estoy a esa plataforma de contenidos, pero he hecho por que alguien me permitiera verla. Y es una serie que está bien hecha, con rigor. Con buenas interpretaciones… aunque es difícil tragarse las caracterizaciones de personajes históricos con los que has estado familiarizado desde muy jovencito a través de la radio y la televisión, y otros medios de comunicación. Pero consideremos que sin esos prejuicios, están bien. Es recomendable. Tiene cuatro episodios que oscilan, si no recuerdo mal, entre los 40 y los 55 minutos, más o menos. Cuatro episodios que son cuatro de las cinco partes en las que se divide la novela, descontando el prólogo/epílogo. Son las partes dedicadas a Suárez, Carrillo y Gutiérrez Mellado, los tres miembros del parlamento que no se echaron al suelo, y que fueron sacados del hemiciclo en un momento dado, y la parte dedicada a los golpistas y a lo hechos de la tarde-noche-madrugada del 23 y 24 de febrero. La cosa es que me falta un episodio que se dedique, como la primera parte del libro, a lo que en este se llama la placenta del golpe. Todos aquellos elementos que incubaron la intentona golpista. Y que me parece que tienen más trascendencia que algunas de las cosas que se cuentan en los otros capítulos o en la serie. Algunas cuestiones se intercalan entre los episodios emitidos… pero como de pasada. Es lo único que le reprocho a la serie. La falta de un quinto episodio… o de un primer episodio, que nos hable de otros protagonistas de aquellos tiempos que influyeron en lo que allí pasó. Se estrena esta serie pocos años después del cuarenta aniversario de aquellos hechos. Y no dejo de hacerme una pregunta preocupante, ¿en qué situación se encontrará España para conmemorar dentro de unos añitos el cincuentenario? Porque hay muchas cosas que preocupan. Nunca ha dejado de ser de interés lo que entonces sucedió, y hoy en día menos que nunca.