Pues eso. Al estilo de Copenhague. Todo es cuestión de coger una calle en la punta que esta cerca de la estación y terminar en el palacio real. Quizá no ta mona. No tan concurrida. Pero esencialmente… Lo mismo.
Ante eso sí a conocer la ópera nueva que es el orgullo arquitectónico de la ciudad.
Luego, por el camino, catedrales, parlamentos, tiendas, teatros, y al final, palacio real con parques monos y cambio de guardia.
En esta extraña competición plurinacional de a ver quien luce el gorro más hortera los noruegos andan bien clasificados. Bombín con plumero.
Después a comer.









