[Libro] El gato que venía del cielo

Literatura

Todavía mantengo cierta esperanza de que a mitad de septiembre me voy de viaje a Japón, aunque hay algunas cosas en mi entorno que tengo que empezar a ver más claras para que eso sea así. En cualquier caso, sigo con mi plan de irme acercando a la cultura de aquel país desde diversos puntos de vista, y en esta ocasión ha tocado una novela corta de Takashi Hiraide, que venía muy recomendada, y que desde luego tiene un planteamiento que se sale de lo habitual.

El gato que venía del cielo
Takashi Hiraide; traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés
Editorial Alfaguara, 2014
Edición electrónica

Gato

Dicen que todos los aficionados a la fotografía tienen su «época gatos»… vamos… que les da por fotografiar gatos cuando empiezan a soltarse con la cámara.

Calificada como en comentado en el primer párrafo como novela corta, a duras penas encontramos en esta obra el esquema general que aprendíamos en el colegio de planteamiento, nudo y desenlace. Más bien nos encontramos con la descripción de las vivencias del escritor, desconozco si son biográficas o ficticias, cuando se traslada con su esposa a vivir a un agradable vecindario, con una no menos agradable casita, en un tranquilo barrio de Tokio, con el fin de dedicarse a tiempo completo a su profesión de escritor, abandonando su empleo como editor en una editorial de la capital japonesa. Y las vivencias de la pareja durante el tiempo en que viven en esta casita y su ajardinado entorno están en relación con su relación con el gato de los vecinos, a quien adoptan a tiempo parcial. O más bien es el gato quien les adopta a tiempo parcial. Una relación que sirve para ir transmitiendo otros sentimientos y otras vivencias que simultáneamente experimenta la pareja, y en particular el escritor.

Gatos

Yo pensaba que no era mi caso; que como empecé en la época de las cámaras para película, y esta costaba dinero, uno no se dedicaba a tirar tontamente fotos a los gatos.

Recuerdo cuando muy jovencito en el colegio, el profesor de lenguaje y literatura nos hablaba de los géneros literarios. Nos hablaba de las diferencias entre prosa y poesía. Y nos hablaba de cuando ambas se encuentran en lo que nos enseñaban como prosa poética. El ejemplo tradicional del género, Platero y yo de Juan Ramón Jiménez. Obras escritas en prosa, pero en las que el relato no existe o tiene una importancia secundaria, estando subordinado a los aspectos más líricos o estéticos del escrito. Pues al igual que el famoso asno de Jiménez, el gato de Hiraide va por esos tiros. Lo más importante del libro es la transmisión de sentimientos, de estados de ánimo, de sensaciones, de la belleza de los momentos. El relato de fondo de cómo el matrimonio se traslada a vivir, se relaciona con los vecinos y en un momento abandona la casa y se muda de nuevo no es más que un marco. Y el gato no deja de ser una metáfora de un tiempo vivido con armonía y con intensidad. Que da su comienzo cuando aparece el felino y convive con ellos, y tiene su final cuando el animal deja de estar en sus vidas.

Gato

Pero hace unos días repasé mis fotografías hechas con la Canon EOS 60D, mi primera DSLR comprada de segunda o tercera mano,… y en 2007… fue mi «year of the cat», aparentemente.

Desde luego, obra no apta para quienes el ideal de literatura sea el best seller de acción o de romances más o menos creibles o verosímiles, para consumo rápido de personas que si no no leería nada. Esta obra obliga a adoptar un estado de ánimo, una predisposición a una lectura serena, a prestar atención al detalle, a la metáfora, a la fotografía literaria. Si uno está dispuesto a entrar en este juego, disfrutará de la obra. Será recomendable. Conocerá otros modos de pensar, otras culturas, otras formas de relación familiar o vecinal, otros planteamientos vitales. Si no… mejor abstenerse. Y en cualquier caso, que nadie se asuste, la prosa de Hiraide, por lo menos tal y como nos la han traducido del japonés, manteniendo esa dimensión lírica, es bastante más asequible que la de Juan Ramón Jiménez.

Gato

Ahora estos mininos me vienen bien para ilustrar la entrada. Las dos primeras fotos, en Uncastillo. Las dos últimas, en Medinaceli.