Dos, doblar, doblete, segunda

fórmula 1

Vamos a ver si componemos el artículo de hoy utilizando las palabras del título, todas ellas relacionadas con el primero de los números pares.

Ayer en Sepang (Malasia), se celebraba la segunda carrera del Campeonato Mundial de Fórmula 1 2007. Y hay tenemos que nuestro héroe, Fernando Alonso, dos veces campeón de mundo, salía en segunda posición de la parrilla de salida, tras el Ferrari de Felipe Massa. Su compañero, el bisoño Lewis Hamilton con el segundo McLaren salía en segunda fila, tras los anteriores y tras el Ferrari del siempre incómodo Kimi Räikkönen. Todo pintaba bien para la scuderia italiana, hasta que nada más salir, Alonso, relegó a Massa a la segunda posición que tampoco pudo aguantar, aposentándose en ella el británico que realizó una excelente salida en su Hamilton en su segunda participación en un gran premio de la categoría. Para Alonso, a partir de ese momento, sus únicas preocupaciones fueron un problemilla con la radio, el segundo en esta temporada, y el incordio de doblar a los más rezagados, que cada vez son menos considerados con los que se juegan la carrera. Finalmente, doblete de McLaren, con Alonso en lo más alto del podio, y los Ferraris en papel de segundones, algo que nadie sospechaba hace unos días. Parece que esto va a estar interesante. Y en menos de siete días, otra.

Pocos coches circulaban por el «circuito urbano» de Zaragoza este sábado pasado

Cambio en mi Sala de Exposiciones Temporales

mis páginas en internet

Si hace unas semanas anunciaba el cambio progresivo de mis páginas de trenes a las Google Pages, hoy os anuncio el cambio total de mi Sala de Exposiciones Temporales. En ella, encontraréis reportajes fotográficos de temática diversa, no relacionados con el ferrocarril ni con los viajes. La nueva dirección:

Espero que os guste como ha quedado. No dejéis de visitarlo.

Atardecer desde el Puente de Santiago, Zaragoza

La gran avenida llega a Zaragoza (2)

sociedad

Los zaragozanos no viven especialmente de cara a su teóricamente amado río Ebro. Son pocos los que salen a pasear por sus orillas. Quizá con todos los arreglos que se le están haciendo a la ciudad con la excusa de la Exposición Internaciónal de 2008, la cosa cambie. Ya veremos.

Pero cuando las noticias dan cuenta de la llega de las grandes avenidas. En días tontorrones como un jueves santo que te has quedado en la ciudad y hay poco que hacer, la gente sale a pasear con curiosidad

Así es posible ver gente asomada incluso desde el renovado Puente del Pilar, más conocido popularmente como el «puente de hierro«.

Quien esto escribe, que a veces se siente raro yendo de una lado a otro con su cámara de fotos por una ciudad que es la suya, no siendo un turista, en esta ocasión se ve acompañado por numerosos conciudadanos que salen a tomar imágenes con la comodidad de las nuevas compactas digitales.

No obstante, es en el venerable Puente de Piedra donde más se acumula la gente para observar el «espectáculo», siendo la parte central del puente, junto al monumento a la memoria de algunos personajes relacionados con los Sitios, «apiolados» por los «gabachos«, que los tiraron de cabeza al río.

No falta tampoco la gente que en las cercanías del Puente de Santiago se asoma para comprobar la escala que informa de la altura alcanzada por el río.

La gran avenida llega a Zaragoza (1)

sociedad

Como adelantaba ayer, el Ebro trae una gran avenida estos días como consecuencia de las últimas lluvias, que en algunos momentos han tenido carácter torrencial. La mayor parte de la ciudad de Zaragoza está lo suficientemente elevada sobre el cauce del río como para que no haya riesgo para las personas o la mayor parte de las propiedades.

Sólo algunas instalaciones deportivas en la orilla del río sufren las consecuencias, como el siempre sufrido Club Náutico.

También los parques que bordean el Ebro en la orilla izquierda, que se encuentra más baja que la derecha, sufren la inundación.



En cualquier caso, la avenida ha sido menos importante que la de febrero de 2003, por lo menos a su paso por la capital.

Ríadas en abril

sociedad

Llevan varios días anunciando las tremendas avenidas como consecuencia de las lluvias torrenciales de los últimos días. Ya se sabe… en las cuencas mediterráneas… a la gran seca, la gran remojada. No van a llegar a ser tan notables como las de febrero de 2003, sobre las que publiqué un pequeño y modesto reportaje. Pero han dado guerra, especialmente en los pueblos de la Ribera del Ebro.

Siempre me gusta documentar estos hechos. No he tenido ocasión de asomarme todavía al Ebro a su paso por Zaragoza. Espero hacerlo mañana. Pero si puedo mostrar como iba el Río Gállego a su paso por Zuera. Alto, aunque sin causar muchos problemas… aparentemente.

Mirando desde el puente de la antigua N-330, aguas arriba, vemos unos cables colgando; desconozco si los postes de sujección han desaparecido en esta ríada o ya faltaban

Aguas abajo se ve el abundante caudal, pero bastante encauzado

Los árboles de los sotos en las orillas nos dan fe de la anómala situación

La(s) batalla(s) de las Termópilas

Historia

Ayer comentaba mis impresiones sobre la reciente película dedicada al enfrentamiento entre una pequeña avanzada griega y el grueso del ejército del aqueménida Jerjes I en el desfiladero de las Termópilas. Descubro en la Wikipedia (versión inglesa), que este lugar ha sido especialmente escogido por diversos contendientes para sacudirse la badana. Desde el hecho que nos ocupa en el 490 A.C. hasta 1941, cuando los británicos intentaron resistir el avance alemán sobre la península helena, hasta en seis ocasiones se produjeron hechos de armas destacables. Eso sí, salvo el último todos ellos en la época clásica, teniendo como protagonistas diversas facciones de pueblos griegos, persas, macedonios, galos, romanos, seleucidas (estos son persas, después de Alejandro Magno), y los germánicos hérulos.

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Error. Como podéis ver a veces tropieza hasta seis.

Puerta de Istar, procedente de Babilonia que fue capital del Imperio Persa, en el Pergamon Museum, Berlín

300 (2006)

Cine

300 (2006), 1 de abril de 2007

Debo reconocer que antes de ver la película estaba bastante imbuido de la expectación que había levantado el filme. Como antecedentes, varios:

  • El recuerdo que en mi muy joven mente produjo la película El león de Esparta, cuando la vi hace muchos, muchos, muchos años. Probablemente, este peplum, hoy en día me gustaría más bien poco. Pero es lo que tienen los recuerdos…
  • Mi tradicional interés por las películas de carácter histórico, que tradicionalmente me lleva a sumirme en profundas decepciones.
  • La moda de las adaptaciones de aventuras o novelas gráficas, con resultados dispares, pero que cuando menos refrescan los aspectos visuales del cine. Particularmente, el buen sabor de boca que me dejó Sin City del mismo autor que la que aquí nos ocupa, Frank Miller.

Por lo tanto, con una particular disposición de ánimo, con la mente lo más abierta posible y aprovechando que donde mejor se está en una lluviosa y desapacible tarde de domingo es en una sala de cine, me dispuse a apreciar el largometraje dirigido por Zack Snyder.

En primer lugar, los aspectos técnicos. Hay que reconocer que las técnicas modernas en las que se combinan las actuaciones humanas con los decorados digitales, películas por lo tanto a caballo entre el trabajo con actores y la animación, no dejan de impresionar por su capacidad de transportarnos a ambientes o mundos muy específicos, siendo muy aptos para las traslación fiel del cómic a la gran pantalla. Desde este punto de vista, poco hay que reprochar. Aunque tal vez no siempre se obtiene todo el impacto que se debiera de lo que es el paso de las Termópilas, la cosa funciona.

En segundo lugar, la historia. Aquí la cosa empieza a fallar. No he leído la aventura gráfica, pero aquí la historia da para poco, y algunas cosas, como las «aventuras» de la reina (interpretada por Lena Headey) aparecen un poco forzadas y sin que tengan gran cosa que aportar, salvo en cuestiones que comentaremos más adelante. Con un desarrollo de la batalla que tiene más del «señor de los anillos» que de otra cosa, la cuestión no da para mucho. Aunque la película no tiene un metraje excesivo, aun se podría haber contado en menos tiempo. Todo es muy lineal, y con poca sutileza, no hay sorpresas.

En tercer lugar, la interpretación. Pues nada. Da igual. Todo es demasiado elemental para que se pueda apreciar. Lo importante es que todos los buenos esté muy cachas y parezcan tremendos bistecs, empezando por Gerard Butler, como rey Leonidas. Del resto, no hay gran cosa que comentar… personajes lineales, sin matices, al servicio de una imagen visual.

Finalmente, lo que desde mi punto de vista crucifica la película. Es un panfleto. Un panfleto que podría haber firmado cualquier ideólogo ultraconservador, convencido de la supremacía europea y blanca, y con ese peligrosísimo discurso según el que hay una misteriosa y para mí incógnita relación entre los valores militares y la libertad. Veamos algunos casos:

  • Los persas de la película y de la novela gráfica son negros o deformes, mientras que los persas de la realidad eran un pueblo de origen indoeuropeo, al igual que los helenos, los celtas, los germanos u otros pobladores o culturas que actualmente reconocemos como europeos. Pero parece que a los creadores de este evento no les parece que eso sea suficiente, y deciden que tienen que ser negros y feos. El idioma persa también tiene raíz indoeuropea tanto en la actualidad como en la época de los aqueménidas. Pero esto es lo de menos. El problema está en que para algunos los malos han de tener un aspecto racial distinto. Es perpetuar más de lo mismo en un mundo que no anda sobrado de tolerancia entre culturas.
  • La película tiene un fuerte tufillo homófobo, especialmente por la representación del rey Jerjes I como si fuera una drag queen al uso, siendo estúpidamente ridículo. Por supuesto, los espartanos son unos machotes de tomo y lomo sin la menor ambigüedad. Es curioso todo ello, porque es conocido que en aquella época, donde todavía no se habían impuesto las religiones monoteistas, las relaciones bisexuales no estaban mal vistas, especialmente en Grecia clásica, donde estaba reconocida dentro del esquema social la institución de la pederastia (que es distinta del delito que actúalmente conocemos con el mismo nombre, y que por supuesto a mí me repugna; esta es una palabra que cambia de sentido según el tiempo y las sociedades).
  • Por alguna razón desconocida, frente a la belleza corporal de los leales espartanos, el traidor Efialtes es un jorobado deforme, opción que haría palidecer de envidia a simpáticos propagandistas de la supremacia europea o «aria» como un tal Goebbels.
  • Por supuesto, para los autores de este panfleto, los espartanos, militares ellos, son nobles y de alto espíritu, mientras que los que no son militares son débiles, cobardes, dados a la traición, e incluso políticos en asambleas representativas.
  • Por supuesto, los espartanos luchan por la «libertad»,… olvidando cuidadosamente mencionar o arrinconando por «motivos creativos» que era una sociedad esclavista, con una sociedad dividida en tres castas. Los espartiatas o ciudadanos, un grupo reducido dedicado a la milicia, los únicos con plenos derechos, los periecos, que se dedicaban al comercio y a la artesanía, que no eran esclavos pero carecían de derechos políticos, y los hilotas, esclavos agricultores, frecuentemente diezmados y humillados, y cuyo origen era los derrotados habitantes prehelénicos del Peloponeso. Esta es la «libertad» defendida por Leónidas y sus 300.

Sé que muchos dirán. Bueno,… pero es que todo esto no pretende estar basado en la historia real… que es un cómic. Sí. Pero un cómic con unos contenidos tremendamente reaccionarios, no inocentes, que aprovecha el halo de modernidad del medio para colarnos unas ideas tremendamente rancias; militarismo, racismo, homofobia, eugenesia… lo que «prefiráis».

Así que después de esto, y pese a las bondades tecnológicas del filme, no le puedo dar el aprobado, y le pondré un cuatro, con un seis en la dirección y otro en la interpretación.

Escultura griega clásica en el British Museum, Londres