Esta es una adaptación americana de una serie de gran éxito británica con el mismo nombre y el mismo planteamiento. Shameless significa literalmente sinvergüenza. Y sin vergüenza alguna salen adelante los Gallagher, una familia altamente disfuncional de los suburbios de Chicago que nos ha llevado durante 12 episodios de esta primera temporada entre la comedia (ácida, muy ácida) y el drama (que bordea en ocasiones la tragedia). Y lo ha hecho muy bien. No he visto nada de la serie británica. Y ahora que va ya por su octava temporada, no me veo con ganas de enfrentarme a ella. Todo el mundo dice que es espléndida. No voy a poder comparar. Pero la versión americana es de lo mejor que he visto últimamente en la caja tonta. Veamos de qué va.
Los Gallagher son un familia. En esta familia hay seis hermanos que van desde los veintipocos de Fiona (Emmy Rossum) hasta los apenas dos añitos del más pequeño. entre medio un grupo de adolescentes y niños, que por carácter y trazas parecen cualquier cosa menos hermanos o miembros de la misma familia. Sobreviven gracias a los esfuerzos de Fiona, que hace de madre de todos ellos, por establecer un mínimo de orden y aportar unos mínimos ingresos al grupo. Aunque todos ellos echan un mano en el tema del dinero, aunque sea en los límites de lo legal. Básicamente, tiran de picaresca. Hay un padre, Frank (William H. Macy), que cuando comienza la serie es poco más que un alcohólico sin techo, que se deja caer por el hogar familiar cuando está muy necesitado, y cuyos ingresos proceden fundamentalmente del fraude a las distintas agencias sociales gubernamentales. Y por supuesto, también tirará de picaresca. En un momento dado se instalará con Sheila (Joan Cusack), una mujer con un fuerte trastorno neurótico que le impide salir de casa, que le aceptará en su hogar gracias a la disposición de Frank para acomodarse a los peculiares, y dolorosos, gustos sexuales de Sheila. Y hay muchos más claro. Está Steve (Justin Chatwin), quien pretende a Fiona en competición con un policía local, y que está metido en turbios negocios con coches robados, mientras esconde su origen familiar. O los dos hijos adolescentes. Lip (Jeremy Allen White) que parece el más normal, muy inteligente, que acabará enamorado de Karen (Laura Wiggins), hija de Sheila,una adolescente también muy inteligente que usa el sexo como rebeldía ante su padre, aunque en sí misma roza la ninfomanía. Y Ian (Cameron Monaghan), homosexual que se lo monta con el dueño de la tienda donde trabaja, pero que va explorando otras opciones, siempre viviendo en un lío horrible. También está la peculiar Debbie (Emma Kenney), una niña que empieza a rondar la preadolescencia y que tiene una peculiar visión de la vida y los problemas… A estos hay que añadir dos vecinos, la madre que se hizo lesbiana y que vive con una camionera afroamericana, el marido de Sheila, etcétera.
Como se ve un reparto coral. El principio de la serie es soportado fundamentalmente Emmy Rossum que está realmente espléndida en su interpretación. Pero poco a poco, todos los personajes, y por lo tanto todos los actores, van cogiendo su parte de protagonismo, consiguiendo un equilibrio realmente difícil de conseguir con un reparto tan amplio y tan diverso. En cualquier caso, uno de los mejores elencos de las series de televisión actuales. Por supuesto, mientras que el trabajo de Rossum y otros consiste en vertebrar y mantener la calidad y la credibilidad de la serie, los momentos puntuales estelares se los debemos a William H. Macy, que está trágicamente divertido en la mayor parte de las situaciones.
En cuanto a la historia, se puede deducir de lo dicho hasta ahora. Una sucesión de situaciones que comprometen a la familia. Su situación económica siempre precaria, su relación con la ley, la cohesión del grupo,… De todas irán saliendo básicamente gracias a dos caracteres. A la inteligencia básica, innata, pero poderosa de sus componentes, que les permite ejecutar todo tipo de picardías y fraudes con resultados llamémos les felices, y al sentido de solidaridad entre los miembros de la familia. Porque este es uno de los hechos diferenciadores de la serie. Es un canto a la solidaridad entre los desfavorecidos. Es una serie adulta, que procede de una de las cadenas de cable norteamericana. Y eso quiere decir que hay sexo, entre adultos, entre adolescentes, y entre adultos y adolescentes, y salen desnudos. Hay consumo de drogas, hay alcoholismo, hay engaños, mentiras, violencia, se dicen tacos… hay una fuerte crítica hacia las condiciones económicas y sociales que están llevando en la actualidad a fuertes desequilibrios en las sociedades ricas del planeta. No es por casualidad que tanto esta serie como la de origen estén basadas en los EE.UU. tan influidos por las políticas neoconservadoras, como en el Reino Unido, que quedó como quedó tras el paso del thatcherismo, no corregido por los gobiernos laboristas posteriores. Así que los partidarios de lo políticamente correcto que se busquen una reposición de Con ocho basta, si quieren un drama familiar.
En cualquier caso, he disfrutado mucho de estos doce capítulos, y tengo ganas de más. Pero habrá que esperar un tiempo. Porque se ha confirmado una segunda temporada. Y eso es una buena noticia.
Recomendación musical
Frente a la sordidez en que viven los Gallagher, hoy me apetece algo elegante. Como por ejemplo el Gloria’s Step del Bill Evans Trio.