Desde julio no he publicado ninguna entrada basada en la serie de fotografías que realicé con la Hasselblad 500CM durante el periodo de confinamiento en Semana Santa de algunos objetos y documentos del «baúl de los recuerdos» familiar y que con tanto cariño cuidaba mi madre. Ocho de estos artículos publiqué entre abril y julio. Pero tengo material para cuatro más.
Hoy volveré a mi abuelo Agustín de quien ya os hablé. De todos mis abuelos y abuelas, fue al único al que conocí. Y lo recuerdo con cariño. Aunque la vida familiar no siempre fuera fácil en relación con él. Pero de eso no hablaré. Vivimos en el barrio de Torrero hasta pocos días de mi quinto cumpleaños; mis padres, mi abuelo y yo. En la calle López Landa, número 4. ¿Sabéis que no recuerdo haber vuelto a pasar por esa calle desde que nos mudamos? Cosas que pasan. Y no es porque no haya pasado cientos de veces por las proximidades.
De lo que recuerdo de aquella época, es que mi abuelo Agustín me llevaba a pasear por los pinares de Venecia con cierta frecuencia. Y mi recuerdo de aquellos paseos era bueno. Que mi abuelo me quería es algo que nunca he puesto en duda. Falleció con ochenta años cuando yo tenía diez. Como yo era muy pequeño en aquellos paseos, no era frecuente que llegásemos muy lejos. Pero en mi memoria se grabaron lugares «míticos» como la fuente de la Junquera y la fuente de la Caña. Surgimientos de agua en las proximidades del río Huerva, cuando este entra en la ciudad de Zaragoza, y que eran lugares frecuentes para ir a merendar o para que los jubilados se juntaran en su «mentideros». Según mis entendederas, la fuente de la Caña, más próxima al Parque Grande y al que en aquellos años era el casco urbano de Zaragoza, ya no es un paraje como tal. La fuente de la Junquera, más alejada, sí. Aunque está totalmente urbanizada a su alrededor.
Una cosa que le gustaba a mi madre era coleccionar recortes de prensa en los que por algún motivo apareciéramos alguien de la familia. Ahora sólo conservo uno de aquellos recortes. Porque el resto no los guardaba en el «baúl de los recuerdos» y no se dónde fueron a parar. El que conservo mencionaba a mi abuelo Agustín. El artículo, publicado por el Heraldo de Aragón, es muy gracioso de leer… por el provincianismo y el papanatismo propio de la mediocre España de la dictadura franquista. Un agua, la de la fuente de la Caña, «muy buena y recomendable para lavar ‘nylon'», según «una americana»… subtitulaba el articulista. Y es que mi abuelo Agustín, junto con otros seis jubilados, se dedicaron a adecentar altruistamente el entorno de aquella fuente, para el mejor disfrute de los zaragozanos que allí iban a merendar o a pasear.
