A caballo entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, hubo una corriente de fotografía artística que se denominó pictorialismo. Unas fotografías que imitaban en cierta medida el aspecto de la pintura, incluso si estaban realizadas en su inmensa mayoría sobre soportes monocromos. Hubo pictorialistas que usaron los autocromos para hacer fotografías en color también. Pero en proporción mucho menor. Durante el siglo XIX la mayor parte de los usos de la fotografía habían sido experimentales, documentales o científico-técnicos. Aunque una inquietud artística había surgido con los retratos, y los grandes paisajes del Oeste americano contenían propiedades estéticas notables. Con el pictorialismo, la fotografía abraza por completo su dimensión de disciplina artística.


Yo no soy muy fan del pictorialismo, aunque reconozco que hubo grandes fotógrafos que lo practicaron. Hoy en día, sigue habiendo profesionales y aficionados que buscan efectos pictóricos en sus imágenes. Especialmente con el uso de materiales químicos tradicionales fotosensibles en color. Aunque también en blanco y negro, claro. Algunas emulsiones que han surgido en los últimos tiempos, con reproducciones del color poco fieles a la realidad, demasiado saturadas, o demasiado poco saturadas, con una estructura granular muy marcada y con una deficiente reproducción del detalle fino, se prestan especialmente bien a estas técnicas. Y con el rollo del que proceden las fotos que muestro, y que comento en su publicación de Substack oportuna, alguna intención en este sentido tenía. Si lo he conseguido o no, eso es otro cantar.


