Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. La animada playa de Haeundae en Busan.
Que el Corea del Sur es un país conservador es algo que es fácil de deducir si lo visitas, si ves lo que venden como cultura popular, especialmente en forma de series televisivas, o si analizas las corrientes dominantes en la política del país. Tiene un sistema democrático que en sí mismo no está mal, en la última publicación del Índice de democracia de The Economist se encontraba en la parte alta de las democracias defectuosas, después de varios años en primera división, como democracia plena. Pero bueno, al mismo nivel que Francia, Italia, Estados Unidos, Polonia… o la propia España hace un par de años, aunque luego hemos vuelto a mejorar. Con algún problema de corrupción política y empresarial. Algo que también se refleja en las producciones de ficción del país. Y tecnológicamente avanzado. También hay que tener en cuenta los incómodos vecinos que tiene, como Corea del Norte, Rusia o China, y su compleja historia de aislamiento y fricciones con sus vecinos, siendo vasallo con frecuencia del Imperio Chino y con roces más que series con el del Japón.

Con fuerte influencia del confucianismo, el país fue oficialmente patriarcal hasta tiempos muy recientes. Parcialmente vi una serie de televisión que estaba en Netflix, creo que era de 2014, en la que se mostraban los problemas de una mujer que decide ser madre soltera. Hay un momento en el que le llegan a negar la atención en una clínica obstétrica por no tener un hombre, padre o marido, que responda de ella. En España, que un hospital niegue la atención a una mujer gestante con algún tipo de problema, o en el momento de dar a luz es simplemente un acto criminal. No recuerdo el nombre de la serie, y no la terminé porque me daba mucha grima. Pero es sólo uno de los diversos ejemplos de sociedad patriarcal que constantemente se muestran en estas series. No hablemos de la cantidad de veces donde la protagonista proclama su virginidad a edades «avanzadas» de más de 25 o 30 años ante el galán de la serie, y viceversa. La promoción de valores conservadores es tremenda. Los besos son de risa, y hay, o había, cantidad de series en que sustituían los besos por abrazos en los que la chica se quedaba quieta como un palo ante la efusión del galán. Son este tipo de situaciones algunas de las que han contribuido a que haya denominado a estas series como guilty pleasures. Son tan ridículas,… y supongo que mucho menos comprometidas con la realidad cotidiana de lo que aparentan. Seguro que los jóvenes coreanos, cuando se gustan, se acuestan juntos, igual que sucede en cualquier otro lugar del mundo de similar nivel de desarrollo sociocultural. Pura hipocresía.
En los últimos tiempos, he encontrado muestras de ese conservadurismo audiovisual en temas relacionados con la bioética y la ética asistencial. Temas con los que estos muy familiarizado por mi actividad profesional. De toda la vida, pero especialmente en los últimos 13 años. Una de las series, Doctor John en su título internacional, ya la mencioné hace unas semanas cuando hablé de las enfermedades más o menos reales o verosímiles en las tramas de las series surcoreanas. Una serie en la que el protagonista tiene una insensibilidad congénita al dolor. Pero que además es médico, que en un momento dado de su vida es juzgado por haber practicado una eutanasia a un paciente y condenado a prisión durante tres años. Conforme se desarrolla la serie, ni siquiera me atrevería a decir que lo que hizo fuese lo que se entiende como eutanasia activa. Más bien una desconexión del soporte vital en un paciente con cáncer que había solicitado previamente que no se le administrasen medidas de soporte llegado el caso, directriz anticipada que una enfermera oculta, por venganza, el paciente es un criminal, para que el paciente sufra.

A lo largo de la serie, se muestra a los partidarios de la prestación de ayuda para morir a los pacientes que la deseen como personas frías, sin escrúpulos, con intereses económicas en las farmacéuticas. Y se aboga por los cuidados paliativos por la solución a los pacientes con sufrimiento. Es el argumento habitual, pero especialmente sesgado en la serie, y presentado de forma torticera, de quienes se oponen al ejercicio de la autonomía personal en la toma de decisiones sobre la propia salud y la propia vida. Con consecuencias de ética asistencial absolutamente nocivas. Parece que los cuidados paliativos se hubieran de ofrecer a quienes quieren la eutanasia, para evitar este acto, cuando deben ser una prestación que se debe ofrecer y aplicar a todo aquel que la necesite por un sufrimiento importante derivado de una enfermedad sin cura y con un pronóstico vital malo, o para aquellos que estén gravemente incapacitados para las actividades de la vida diaria y la vida de relación con el entorno, independientemente de que deseen acabar con su vida o no. El debate que proporciona la serie es totalmente sesgado, y al final resulta hipócrita y tremendamente sesgado, con más tolerancia ante quienes delinquen en contra de la eutanasia, que ante quienes no delinquen a su favor.
Como apunte, en España tenemos en vigor una ley de regulación de la eutanasia desde 2021 que, aunque ha generado rifirrafes políticos y mediáticos, prácticamente no genera división en la población, que mayoritariamente está a favor de esta regulación. Desde hace muchos años. Según hemos podido estudiar en su momento, los dos grandes miedos de las gentes en España ante la muerte es a morir con sufrimiento o a morir en soledad. Cualquier medida que se realice para contrarrestar estas dos situaciones, está bien vista por la sociedad.
Pero también me ha llamado la atención otra serie más reciente, un estreno en Netflix de este 2025, Byeoldeurege mureobwa [별들에게 물어봐, pregúntale a las estrellas], titulada en inglés/castellano como When the stars gossip/Si las estrellas hablaran. Un serie pensada para ser un pelotazo. Con un reparto de campanillas, de rostros populares, con una creadora de prestigio, con un abundante presupuesto. A priori una comedia romántica que transcurre en una parte importante de sus episodios en una estación espacial internacional donde la mayor parte de los astronautas son ingenieros o científicos surcoreanos, con las excepciones de un astronauta español, que lleva constantemente una camiseta de un ficticio equipo de fútbol, el F.C. Burgos, vivan los estereotipos, y la comandante que es una norteamericana de origen coreano. Y el romance, es entre la comandante y un obstetra enviado por un magnate empresario, para conseguir un fecundación in vitro que teóricamente no es posible en la Tierra, para los óvulos de su nuera viuda con el semen de su hijo muerto, un semen de alguna manera «defectuoso».

Habiendo comenzado con un tono totalmente de comedia, incluso cómico, de chascarrillo, casi tendente al screwball, de repente se va convirtiendo en un drama que termina siendo un alegato antiabortista de un sesgo conservador impresionante. Pero por el camino arrolla con todo lo que sabemos y practicamos en el ámbito de la bioética en la investigación científica o en las técnicas de reproducción humana, con un desprecio absoluto con estos campos, bien ridiculizándolos, bien ignorando importantes principios que nadie debe saltarse. Y con el típico final en el que la mujer que «peca» habrá de recibir su castigo si quiere ser redimida. Algo más propio del cine más conservador del Hollywood del código Hays y los años 40 y 50 del siglo pasado. Utiliza situaciones que no se pueden dar, y si en hipotéticas misiones espaciales de ese país se pudieran dar, su nivel ético y de corrupción están a niveles más infames de lo que pudiéramos pensar.
Todo indica que la serie, en su país, y en general en el mundo, ha sido prácticamente un fracaso. Con muchas críticas al machismo implícito (o explícito) de la serie. Y probablemente con unos valores que se han ido alejando de los que la población más joven de la península asiática tiene en estos momentos. Sobre el aborto se podrá estar a favor o en contra, pero es algo que debe quedar en la conciencia de cada cual y en sus valores o creencias. El tribunal constitucional surcoreano estableció en 2019 que las consideraciones penales sobre el aborto son inconstitucionales, y que su práctica debe estar regulada para mayor seguridad de la madre. Lo cual parece que se ha encontrado con la renuencia del gobierno y el parlamento de mayoría conservadoras. En cualquier caso, el tribunal respondió a la realidad de la percepción del país. Pero no voy a entrar en el tema del aborto. El problema es que esta creadora, una mujer para mayor paradoja, con el fin de defender sus tesis, mete a sus protagonistas en una serie de situaciones éticamente inadmisibles, como ya he dicho, en los ámbitos de la investigación científica y la salud reproductiva. Y es que ya sabemos que dos errores no hacen nunca un acierto.

