Se van acercando mis vacaciones de primavera, que este año serán las más sustanciosas y prolongadas del año. Y como hace cinco años que estuvimos por segunda vez en Japón, volveremos al País del Sol Naciente. La primera vez en 2014, la segunda, cinco años más tarde, en 2019, la tercera, si nada se interpone, tras otro período de cinco años, en 2024. Esperemos que todo vaya bien en 2029 podamos volver. Así que en las últimas semanas he ido pensando ya en leer alguna cosa de autores japoneses para irme poniendo a tono. No es que yo sea ajeno a la literatura del país asiático, como sabrán los asiduos de estas páginas. Pero bueno… cualquier excusa es buena.
Y voy con esta novela de Seishū Hase, que me venía muy recomendada. Hase es conocido especialmente por sus novelas de género negro, variante japonesa, es decir, sus bandas de gánsteres son yakuza. Pero esta novela no va de yakuzas. Bueno… un poco sí. Me explico. Más que una novela, es un conjunto de relatos con un denominador común. Un perro que es encontrado en el primero de los relatos en la prefectura de Fukushima, unos meses después del desastre del seísmo y tsunami de 2011, presuntamente abandonado como consecuencia de este. A lo largo de los relatos, y de varios años, el perro va cambiando de dueño, mientras va viajando hacia el sur del país. Fukushima esta en el nordeste de la isla de Honshu, por lo tanto relativamente al norte del país, y el último de los relatos transcurre durante el terremoto de Kumamoto de 2016, en la isla de Kyushu, que es la más sureña de las cuatro grandes del archipiélago.
Son por lo tanto seis relatos, que transcurren consecutivamente en el tiempo, conforme el perro se va desplazando. El primero, con un hombre joven que se ha metido en negocios turbios para mantenerse a sí mismo y a su madre y familia tras el desastre del tsunami. El segundo, con un ladrón de origen latinoamericano que huye de la yakuza. El tercero, un matrimonio sin hijos que está entrando en crisis por la mala cabeza del marido que vive su afición a la montaña con la despreocupación de un veinteañero. El cuarto, una joven prostituta que ha asesinado al que creía su novio, pero que simplemente la chuleaba, y se ve obligada a huir. El quinto, un anciano cazador, gravemente enfermo, que vive en soledad con los remordimientos de no haber sido un buen marido y padre. El sexto, un niño que vive en el sur, desplazados tras el tsunami de Fukushima, alterado psicológicamente por las secuelas del trauma. Y que ya conocía al perro.
El conjunto de los relatos tiene un toque buenrollista, aunque los desenlaces no son necesariamente felices para los protagonistas humanos de estos episodios. Todos ellos viven situaciones de crisis, creadas por ellos mismos, y de las que les resulta difícil salir. El perro, durante el tiempo que vive con ellos les aporta algún alivio, independiente del final de cada uno de ellos. Es una de estas obras con cierto tono melancólico que surgieron tras la desazón por el desastre de 2011, que tanto impactó en la mentalidad japonesa.
En su conjunto, siendo correcto en general, me ha dejado un tanto insatisfecho. Demasiadas casualidades, demasiados flirteos con los sobrenatural, sin atreverse a ser abiertamente una novela fantástica o a abrazar todas las consecuencias del realismo fantástico que encontramos en otros autores japoneses contemporáneos. Quizá me hubiera dejado mejor sabor de boca si el último relato no hubiese desencadenado un agridulce happy end demasiado forzado y, hasta cierto punto, fuera del tono general del libro, por mucho que sea relativamente previsible como conclusión del conjunto. Pero se deja leer. Es lo que hay.