Aunque recientemente he encadenado la lectura de una serie de libros con autores japoneses, lo cierto es que este último que comento hoy no tenía que ver en principio con los anteriores. Es un libro de Kazuo Ishiguro, autor que me gustó mucho en Nunca me abandones, y sobre el que decidí en ese momento seguir leyendo alguna de sus obras. Pero a pesar de su origen étnico, japonés nacido en Nagasaki, lo cierto es que desde los cinco años de edad vive en el Reino Unido y escribe en inglés. Así pues no tenía nada que ver… pero ha resultado que sí. Porque volvemos de nuevo a una de las ciudades arrasadas por los bombardeos atómicos, en esta ocasión Nagasaki. No obstante, como veremos a continuación, se trata de una historia muy distinta a la de recientes lecturas.
Pálida luz en las colina
Kazuo Ishiguro
Anagrama Compactos; Barcelona, 1998
ISBN: 9788433966032
La protagonista de la historia, Etsuko, es una mujer japonesa de origen, de cincuenta años, pero que hace tiempo que vive en un ciudad inglesa de provincias. Recientemente ha sufrido el suicidio de su hija mayor, Keiko, que también nació en Japón del primer matrimonio de su madre. Etsuko recibe la visita de Niki, su segunda hija, cuyo padre es inglés. La visita desencadena una serie de recuerdos del verano en el que se encontraba encinta de Keiko en Nagasaki. En una Nagasaki que se está recuperando con rapidez de los desastrosos efectos de la bomba, pero cuyos habitantes conservan el recuerdo del desastre. Un verano en el que ella convive en su modesto piso de recién casados con su marido, un joven ambicioso que busca ascender rápidamente en su empresa, y con su suegro, que temporalmente ha ido para hacerles una visita. El suegro es un viejo profesor tradicional, de los que enseñó a los jóvenes durante el régimen militarista previo a la guerra, y que conserva sus ideas tradicionales, sin entender porque ahora, menos de diez años tras el conflicto, han dejado de ser válidas. Padre e hijo no se llevan mal, pero se tratan con frialdad, lo que oprime a la joven Etsuko, que vive con los miedos propios de la incertidumbre ante su propia maternidad. Miedos que se agudizan al conocer a Sachiko, una joven madre algo mayor que ella, que tiene una hija, muy huraña y solitaria, Mariko. Sachiko vive con la esperanza de que su amante norteamericano, miembro de las fuerzas de ocupación, las lleve algún día a Estados Unidos, donde tendrán una vida feliz. Y de esta forma irá transcurriendo el verano en la ciudad medio en ruinas, medio reconstruida.
La novela es pues más que una historia en sí misma, una reflexión de la madre desencadenada por la visita de su hija menor cuando todavía está de duelo por la muerte de la mayor. La hija mayor, podemos deducir de lo que nos cuentan, nunca se adaptó a la vida en Inglaterra. Aunque deducimos de las actitudes del primer marido que Etsuko no pudo ser feliz con él, no conocemos las circunstancias de su separación y su viaje a occidente. Sólo podemos asumir que las figuras de Sachiko y Mariko vienen a su memoria porque son un reflejo de su propia historia y circunstancias. Independientemente del resultado de la historia de Sachiko y Mariko, parece que la historia de Etsuko acabó relativamente bien al salir de Japón. Pero no para Keiko, que se vio arrastrada a un mundo al que no se adaptó. Tal vez por eso la actitud de Etsuko hacia Niki es distinta. Y aunque le gustaría tener mayor presencia en la vida de su hija, que reside en Londres le da todo el aire que pide, para evitar perderla del todo.
Me gusta como escribe este autor, incluso en una obra temprana en su carrera como es esta. Los diálogos en Nagasaki se producen con el ceremonioso estilo tradicional de los japoneses, mientras que los diálogos con Niki son directos, al estilo occidental. Lo cual produce todavía más un contraste que puede ser tanto el de las diferencias entre las dos culturas, como el de las diferencias entre el pasado y el presente. La interpretación del argumento de la historia que he ofrecido en el párrafo anterior es tal y como yo la he visto. Pero he leído por ahí algunas más opiniones extremas en las que supondrían que Sachiko y Mariko no serían unos personajes distintos, sino que realmente serían las auténticas Etsuko y Keiko antes de salir de Japón. No lo sé. Igual me vale una que otra interpretación. En cualquier caso, es una novela distinta, que me ha gustado, y que creo que es francamente recomendable.
Un pero. El título en castellano creo que no se corresponde con el original en inglés, A Pale View of Hills, aunque se parezca. Creo que «la pálida vista de las colinas» es más ajustado a lo que sucede en el libro que la «pálida luz en las colinas».
Música recomendada
Me he enterado de buena mañana en la radio. Hoy cumple setenta ochenta años João Gilberto, músico brasileño autodidacta, que apuntándose a finales de los años cincuenta al movimiento de la bossa nova, y con fuertes influencias jazzísticas, revolución la forma de entender, tocar y escuchar la guitarra (violão). Así que esta tarde he decidido pasar un rato escuchando a este excelente músico.
Quizá los vibrantes colores del atardecer en los Monegros no cualifiquen como "pálida luz en las colinas"; pero me ha parecido adecuada a la entrada de hoy - Canon EOS 40D, EF 200/2,8 USM