Recientemente, en Pen ペン Magazine publicaron un artículo en el que recomendaban una pequeña obra de Haruki Murakami de carácter biográfico/autobiográfico. Me pareció interesante y la busqué, y sólo encontré la versión en francés como la más comprensible para mí. El francés, aunque soy chapucero hablándolo, lo leo con facilidad. Así que ya me venía bien. La adquirí en versión electrónica, que es lo más sencillo, y me puse a ello de forma casi inmediata.
Fotográficamente recorremos el Kioto natal de padre e hijo.
Hemos de entender que la obra no es ficción, sino que se refiere a hechos reales de la vida del padre del autor, o de la vida del propio autor en relación con su padre. Comienza el libro con el hecho aislado que da título a este reflexión sobre su padre y sobre la relación que el autor mantuvo con él. Un día se dirigieron a una playa para abandonar a una gata, por motivos diversos, cuando el escritor era niño, con su padre, y cuando volvieron a su casa, la gata había regresado por su cuenta y allí estaba. Y yo no pensaron más en deshacerse de ella. Y enlazando con este hecho empieza a narrarnos los hechos de la biografía de su padre que cree marcaron la vida de este y la relación paternofilial. Principalmente, los tiempos de guerra que marcaron el destino de un joven destinado a ser sacerdote budista como el abuelo del escritor, en Kioto, pero que le llevaron a ejercer de profesor de lengua y literatura japonesa en un instituto de una ciudad próxima a Kobe.
Murakami escribe con una prosa clara y directa, muy suelta y ágil, para referirse a los difíciles tiempo de la guerra, primero la llamada Segunda Guerra Chinojaponesa, que comenzó en 1937, y en cuya dura y cruel campaña participó el padre, así como la llamada a filas de nuevo al principio de la Segunda Guerra Mundial de la que en pocas semanas quedó dispensado, evitando el destino la mayor parte de los soldados de su regimiento, que murieron entre Birmania y Filipinas. El relato, en no pocas ocasiones, estremece. Especialmente si conoces algo de los hechos y el contexto históricos que rodearon aquellas campanas militares, y pensando en que estamos hablando de un hombre con inquietudes intelectuales y piadoso.
Murakami ajusta cuentas con el padre del que estuvo relativamente extrañado durante la mayor parte de su vida adulta; no se entendían. Y tras la muerte del anciano, entra en reflexión y realiza el mejor homenaje que puede dada su condición de escritor. Reflexionar en «voz alta», y trasladar sus reflexiones y su homenaje a la tinta sobre el papel. Es breve, pero conviene leer esta obra pausadamente, con reflexión. Y situarla en su contexto histórico. Hecho así, me parece una de las mejores obras que he leído del autor nipón. 80 páginas de alto valor literario y humano.
En Goodreads tengo mi lista de libros leídos, desde hace unos años. Es exhaustiva desde 2018. Pero respecto a los libros anteriores, cuando me acuerdo añado alguno, e intento acordarme de cuando, más o menos, lo leí. Pero por supuesto hay muchísimos libros que he leído a lo largo de mi vida que he leído y no los he incluido, y que no podría recordar en qué año los leí. Así que por lo tanto tomaos ese listado de 479 leído como una muestra NO representativa de lo que he leído a lo largo de mi vida, al mismo tiempo que un listado completo de lo que he leído, en cuanto termine este 2022, en los últimos cinco años.
Por ningún motivo especial, más allá de ser el país y la región natal de Murakami, ilustro la entrada con fotografías realizadas hace tres años entre los bosques y los santuarios del monte Koya. O Koyasan (高野山). Que significa monte 山 Koya 高野. Aunque 山, en ocasiones, se lee también «yama», y por eso al monte Fuji es llamado, erróneamente, por algunos Fujiyama, cuando su nombre en japonés es Fujisan 富士山.
Hoy traigo a esta lista una de las colecciones de relatos cortos más conocida de Haruki Murakimi. Quizá porque fue la primera en solitario, publicada originalmente en Japón en 1993. Y que ya estaba en mi lista de Goodreads desde 2018, aunque no la hubiese leído… completa. Es decir… había leído de forma aislada algunos de los relatos, sobre los que quería dejar constancia y opinión, hasta cierto punto, pero no todos. Esta carencia ya ha sido satisfecha, ya la he leído completa. Aunque mi valoración sobre la misma no haya cambiado mucho.
De los diecisiete relatos que constituyen la colección, probablemente los que había leído estén entre los más significativos e interesantes; «quemar graneros«, «asaltar panaderías«, «el no dormir«. Dos de ellos gracias a los libros ilustrados de la editorial Libros del Zorro Rojo, de los que tengo otros relatos cortos de Murakami ilustrados que no pertenecen a esta colección. Pero entre los catorce restantes relatos hay mucho que rascar también. Me parece un ejercicio fútil el desgranar aquí y ahora una breve sinopsis de cada uno de estos relatos. Nos contentaremos con un ejercicio de comentario general.
Al contrario que otras colecciones posteriores que he leído del autor nipón, no me parece encontrar ningún hilo conductor común a todos los relatos, más allá del estilo propio del autor dentro que se ha dado en llamar el realismo mágico. Este género, o más bien estilo, tiene una serie de características sobre las cuales me viene bien la enumeración que hacen en el artículo de Wikipedia que acabo de enlazar. Pero resumiendo, se trata de relatos con un componente fantástico, pero en un universo que nos parece el cotidiano, en el que vivimos, de aspecto prosaico y poco interesante, las más de las veces. Muchos de los relatos no responden a la estructura convencional del relato occidental, planteamiento-nudo-desenlace, y en ocasiones esconden metáforas que no siempre son fáciles de desentrañar. No faltan los que nos llevan al absurdo y homenajean a otros escritores, entre los que Kafka sería uno de los preferidos. Como ya ha sucedido en varias ocasiones en la bibliografía del escritor. Y, cómo no, la música ocupa un lugar privilegiado en los relatos, bien sea como acompañamiento de fondo, o como un elemento importante del relato.
La prosa de Murakami siempre me parece recomendable. No en vano he leído ya todas sus novelas, y bastantes de sus relatos cortos. Todavía tengo mucho pendiente en lo que se refiere al ensayo. Aunque reconozco que hay siempre entra en cuestión si el tema sobre el que habla me interesa… o más bien no. Hay otras colecciones del escritor que me han atrapado más. Quizá porque son más actuales, por que su hilo conductor me ha interesado más,… por el momento en el que las leí. Pero no por ello deja de ser una colección realmente interesante. Y algunos de sus relatos, apasionantes. En la práctica, ya solo me queda abordar una de las colecciones de relatos del «eternos aspirante al Nobel» japonés. Y esto último va con retranca, porque no creo que realmente esos premios estén ahora en la onda de premiar habitualmente a escritores populares. Sólo de vez en cuando. Y eso quita muchas oportunidades, porque hay muchos «eternos aspirantes al Nobel» (por supuesto, en 2022, ninguno de los que aparecen en ese enlace, más otros «eternos» que no aparece ha ganado el Nobel).
Vamos con el segundo de los libros que leí durante mi retorno a las letras impresas (o electrónicas) en la semana de Pascua. Y también es el retorno a un valor seguro, a Haruki Murakami y sus relatos cortos. Si interesantes son las novelas del nipón, sus relatos cortos pueden llegar a ser apasionantes. Es un género en el que el escritor se mueve todavía con mayor libertad, tanto en la estructura narrativa como en sus temas. Y eso que sus libros de relatos suelen tener algún tipo de unidad temática.
De las tres grandes ciudades de la Keihanshin, justamente la que no he visitado es Kobe. Sí que he visitado Kioto y Osaka. Esta última es la que me sirve para ilustrar esta entrada.
En esta ocasión, el terremoto de Kobe de 1995, conocido también como el Gran terremoto de Hanshin-Awaji. Los años 90 fue una época difícil para Japón. De alguna forma, fue el final de la burbuja de aparente felicidad en la que se estaban moviendo durante la segunda mitad del siglo XX, una vez superada la posguerra mundial. Crecimiento económico, avances tecnológicos, un lugar respetado en la comunidad internacional, impulso a la cultura y el entretenimiento, viajeros japoneses con sus cámaras de fotos por todo el mundo… Quizá todo un poco artificial, un gigante con pies de barro… pero no se veía así en su momento. Pero en los años 90 llegaron malas noticias. Los atentados con gas sarín, la burbuja económica que explota y arrastra crisis financieras, y en la mitad de la década un fuerte terremoto. Si no causó tantas víctimas mortales como otros, aunque alcanzaron las 6.434 (estimaciones oficiales), al impactar sobre una parte de la densamente poblada región metropolitana Keihanshin (Kioto-Osaka-Kobe), los daños materiales fueron inmensos. Y el país se sumió en un estado de depresión moral.
El libro, cuyo título original es Kami no kodomotachi wa mina odoru 神のこもどたちはみな踊る [Todos los hijos de Dios bailan], ofrece seis relatos que transcurren inmediatamente tras la tragedia. Un hombre que es abandonado por su mujer, una adolescente que huye de su casa, una médica japonesa desarraigada que busca consuelo en un viaje a Tailandia, un huérfano que descubre con sorpresa que su pasado no es como pensaba, un empleado de banca al que una rana gigante le pide ayuda para evitar un seísmo peor en Tokio, o un escritor que no puede escribir. El tono de los relatos se impregna de la tristeza colectiva, aunque ofrecen siempre un apertura a la esperanza y el optimismo.
Quizá no sea el mejor libro de relatos que haya leído de Murakami, ni con el que mayor conexión haya sentido. Pero desde luego está a muy buen nivel y es absolutamente recomendable. Siembre dentro de ese realismo fantástico que caracteriza la escritura de Murakami, las personas que protagonizan los relatos son gente común, con mayor o menor éxito en la vida, pero que pueden fácilmente representar al ser humano corriente a lo largo de la escala social. Y que puntualmente se encuentran en situaciones extraordinarias, a veces increíbles. Pero que les harán avanzar en su vida. Los relatos, cortos o largos, de Murakami siempre resuenan en mi interior. Espero seguir disfrutando periódicamente de sus letras.
El comentario de esta película dirigida por Ryūsuke Hamaguchi estaba previsto para ayer sábado. De forma tranquila, reposada. Pero estuve tan atareado, que no encontré el momento. Así que en esta mañana de domingo en la que no tengo previsto salir de casa hasta pasado el mediodía, será más propicia. La película la vimos en un sesión especial de preestreno, hasta el 4 de febrero no entrará en la cartelera normal, en versión original, por supuesto, y en una buena sala, con pantalla grande y buena imagen y sonido. Y diré una cosa para orientar mis impresiones finales. No sabíamos cuanto duraba cuando empezó a las siete y media de la tarde. Salimos con la idea de que serían las nueve y cuarto o nueve y media… cuando en realidad eran ya las diez y media. Tres horas de película que se nos pasaron en un vuelo. Y eso que estoy seguro que los aficionados al cine palomitero opinarán que es una «película lenta». Qué sabrán ellos.
La mayor parte de la película transcurre en Hiroshima. Y allí nos desplazaremos fotográficamente para ilustrar esta entrada.
La película comparte título con una canción de los Beatles de su álbum Rubber Soul. Y no es casualidad, porque está basada en un relato corto de Haruki Murakami, de su colección Hombres sin mujeres, que leí ahora hace cuatro años. Me parecía más reciente… cómo se pasa el tiempo. Y los títulos de las novelas y cuentos del autor japonés hacen alusión con frecuencia a títulos de canciones. Véase el título original de una de sus más celebradas novelas, y algunos otros relatos de la misma colección. La película toma elementos de otros relatos de la misma colección, especialmente Sherezade, esto está claro… la historia de la lamprea, y dicen también que Kino… aunque yo he sabido decir cuáles en este caso.
Kafuku (Hidetoshi Nishijima) es un actor y director teatral de éxito en Tokio, casado con Oto (Reika Kirishima), una madura pero guapa guionista de televisión, con quien tiene una buena vida marital a pesar de dos cuestiones; viven con el duelo de su niña pequeña muerta tiempo atrás, y su mujer le es infiel con otros hombres de vez en cuando. Un día encuentra a su mujer desvanecida en el suelo de su casa… y esta muere. Dos años más tarde, invitado a una residencia en un festival de teatro en Hiroshima, donde pondrá en escena una versión multinacional y multilingüe de Tío Vania de Chejov, deberá convivir en los trayectos en coche con una conductora muy joven y reservada (Tōko Miura), y se encontrará con uno de los antiguos amantes de su mujer (Masaki Okada). Y los fantasmas de un pasado con cuestiones sin resolver volverán a acecharlo.
Mi más valorada película del año pasado, como os contaba el segundo día de este año, fue otra película reciente de Hamaguchi. Me encantó. Me pareció que, independientemente de la cultura, la lengua, las formas y el entorno que envolvía la película me hablaba de cosas con las que todos podemos identificarnos de una forma u otra, sean o no nuestras vivencias personales similares a las de los personajes de la película. Pero la cuestión es que una de mis películas más valoradas de 2020 fue un estreno directo en plataforma en línea del mismo director, que vi en Filmin en medio del desastre que supuso para la exhibición cinematográfica la pandemia de covid-19. Por aquel entonces vi también en la misma plataforma Happy Hour, una impresionante película de más de cinco horas de duración, del mismo director, que también me pareció bastante notable; sobresaliente diría. Y todas estas películas tienen elementos temáticos comunes. Y en todas ellas el director muestra una maestría notable en la narración pausada, pero sin distracciones ni elementos superfluos, a pesar de la duración de los largometrajes, y con una visión cinematográfica, alejada por completo de los efectismos contemporáneos, pero muy solvente, muy eficaz, y que permite que las imágenes cuenten tanto o más que las palabras.
Un elemento importante de las películas de Hamaguchi es el buen trabajo de sus intérpretes. Sean profesionales o aficionados (Happy hour). Sean veteranos o jóvenes. Creo que es un excelente director de actores, extrayendo emociones profundas de sus rostros, de sus miradas, de sus expresiones. Además de los protagonistas de la película, que están fenomenales. Hay personajes secundarios que tienen un importancia determinante en la película, entre quienes destacaría a la coreana Park Yoo-rim, en su papel de actriz muda, que se expresa en el lenguaje de signos de su país, y que nos ofrece algunas de las escenas más emotivas y magníficas de la película. Especialmente, aunque no únicamente, ese escena final del Tío Vania, que ilumina no sólo a los protagonistas de la película, especialmente a lo joven conductora a la que conducirá a un peculiar y esperanzador happy end, sino también a los espectadores, si a estas alturas de la película no se habían coscado todavía de los paralelismos.
Y es que el diálogo entre la película de Hamaguchi y el Tío Vania de Chejov es fundamental. Lo que en el relato de Murakami es una mención de pasada, aquí establece unos paralelismos y unas capas de comprensión y desarrollo de los conflictos y emociones que enriquecen mucho la película. El arte es un diálogo constante entre las obras del pasado y las del presente; una conversación permanente en la que nadie está aislado, sino que está subido a los hombros de quienes lo precedieron. Y Hamaguchi cabalga aquí sobre los hombros de dos literatos, Murakami que le ofrecen la historia base y un conflicto, y Chejov que le ofrece una profundización que va mucho más allá de lo que un relato corto, que releí hace un par de días en un rato, puede permitir. Y además, no hace falta conocer la obra de Chejov. Hamaguchi ofrece más que suficientes claves durante los ensayos de la obra para que comprendamos este diálogo.
Esta película la veremos cuatro gatos. La entenderán/entenderemos tres. Se alejan muchísimo de los gustos de la masa. Y sin embargo está muy próxima a ser una obra maestra. Te deja una sensación de plenitud. De reconciliación total con lo que es o puede llegar a ser el séptimo arte. La cinematografía considerada como una de las bellas artes. Ética y estética. Personas y emociones. Imagen, sonido,… y cuando es pertinente, diálogos. No palabrería vacía como se estila en muchos blockbusters actuales. Monólogos en los que todas y cada una de las palabras que se dicen tienen sentido y son imprescindibles. No lo duden, si realmente les gusta el cine, vean esta película. Y lean el relato de Murakami. En este caso, la película es superior al relato original, pero también está a buen nivel… especialmente si se lee la colección completa de relatos dedicados a esos hombres que sufren la pérdida de las mujeres. O mejor dicho, dedicada a las mujeres que nos dejan profundos vacíos en nuestros corazones o almas. Kokoro 心 llaman en japonés a ese lugar ficticio donde reside lo más íntimo de la persona.
Curiosidades: 1) A la joven Tōko Miura la había visto ya en alguna cosa en televisión, pero no la recordaba. Pero sí recordaba que es la voz femenina que acompaña a RADWIMPS en las canciones de la banda sonora de la última película estrenada de Makoto Shinkai. RADWIMPS fueron los autores de la banda sonora de la película más conocida de Shinkai. 2) La atractiva Reika Kirishima, cuya presencia en la película nos sabe a muy poco… necesidades del guion, ya estuvo en el reparto de otra película que adaptaba a Murakami. 3) Con cierta frecuencia, en las novelas y relatos de Murakami el protagonista acaba dando unas vueltas por la isla de Hokkaidō, la más norteña de las grandes islas del archipiélago nipón. En el relato de Murakami en el que se basa la película sólo se menciona que la conductora es una joven de Hokkaidō. Pero Hamaguchi sí que traslada a los dos protagonistas a esta fría, en invierno, isla.
Desgraciadamente, aunque durante mis vacaciones entre finales de septiembre y la primera quincena de octubre conseguí romper mi bloqueo lector, este ha vuelto después de dichas vacaciones, con una excepción de momento. Pero todavía me quedan por comentar algunos de los libros que leí durante esas vacaciones. Y hoy vamos con un que me gustó bastante.
Ya comenté en su momento que, hasta el momento, he leído todas las novelas de Haruki Murakami. Sólo uno de sus ensayos, y algunos relatos cortos sueltos, y una compilación de estos reunida. Hoy voy con el último libro de relatos publicado en español del conocido autor japonés, quien siempre suena para el premio Nobel… y a quien nunca se lo otorgan. Como los premios cada vez me parece una cosa más desprestigiada… pues me da igual.
Cualquier lugar de Japón viene bien como emplazamiento de las historias de Murakami, aunque Tokio suele ser el más frecuente. En esta ocasión pasearemos por Kii-Katsura y Shingū, en la península de Kii.
一人称単数, Ichininsho tansu, o lo que es lo mismo Primera persona del singular es una colección de ocho relatos cortos que, como su nombre indica están redactados en primera persona, con el autor identificando al autor consigo mismo. ¿Eso quiere decir que estos ocho relatos que abarcan vivencias desde la adolescencia hasta la edad adulta bien entrada son autobiográficos? Pues Murakami sabrá. Pero como dice el dicho italiano tradicional, si non è vero, è ben trovato. Si no es verdad, está bien contado. Y es que el japonés muestra aquí plenamente porqué soy un incondicional de su obra, que como la de cualquier otro escritor tiene sus altibajos. Aunque desde mi opinión, con más altos que bajos. El autor sabe colocar a la persona que mira al mundo en sus relatos, generalmente un hombre, que ni es muy listo ni muy corto, ni más guapo ni más feo, una persona normal, corriente. La cuestión es que a este hombre corriente, con quien nos podemos identificar los lectores, puesto que ni es un héroe, muy macho, o un escocés muy alto y fuerte, ni un patético risible, que son los tipos más frecuentes de la literatura, el sexismo en las artes es perjudicial tanto para las mujeres como para los hombres, paradójicamente, en los relatos de Murakami, vive experiencias interesantes. Conoce a mujeres interesantes. Vive situaciones peculiares. Tiene un amorío imprevisto que nunca hubiera soñado… Y eso está bien contado.
En su mayor parte relatos incardinados en el mundo real, hay algunos que transitan por ese realismo fantástico que también incorpora a bastantes de sus novelas. Y que a mí, me fascina. Lo cierto es que disfruté bastante del libro. No son los relatos cortos que más me gustan de Murakami, pero me parecen perfectamente recomendables. Esperaremos al siguiente libro del japonés. Que parece puede ser de ensayo.
Dos características de este ensayo… por llamarlo de alguna forma, me llevaron a leer este libro.
En primer lugar, es el libro más recientemente publicado de Haruki Murakami en castellano. De Murakami he leído todas sus novelas y bastantes relatos cortos. Pero hasta ahora no había leído ninguno de sus ensayos. O libros de «no ficción» como parece que se les llama ahora con frecuencia, supongo que para que no se despisten demasiado los ya habitualmente demasiado despistados lectores. Españoles y de otros países, porque parece que la tendencia es común a muchos países. No los había leído… porque los temas que trataba en ellos no me atraían lo suficiente. Quizá le de una oportunidad a alguno de ellos en algún momento, pero no por ahora. Siendo el tema de este nuevo libro la música,… pues me parecía más atractivo.
En segundo lugar, aunque le he llamado ensayo, en realidad es un libro de conversaciones. Entre Murakami y el director de orquesta Seiji Ozawa. Un tipo muy dinámico, muy animado, y que lleva tanto tiempo dirigiendo orquestas en occidente, que ya casi no parece japonés en sus comportamientos y modos. Aunque eso puede ser una opinión basada en aspectos muy superficiales de su apariencia pública y hay que cogerla con pinzas. Desde que leí las conversaciones de Truffaut con Hitchcock, este género me ha atraído mucho, especialmente si de lo que se habla me interesa. Y la música, quieras que no forma parte de nuestras vidas. Yo escucho música con mucha frecuencia. Mientras trabajo para aislarme del entorno. Mientras estoy en casa, haciendo otras cosas o simplemente descansando. En ocasiones, cuando salgo a caminar por caminar, suelo ir acompañado de la música. Y por las noches, cuando eventualmente me despierto a mitad del sueño y no consigo volver a conciliar el sueño porque pensamientos invasores me lo impiden, como esta misma noche pasada, poner música y centrarme en su escucha, ayuda a ahuyentar estos pensamientos impertinentes y me ayuda a volver a los brazos de Morfeo.
¿Escucho música clásica? A veces. No es infrecuente, pero tampoco es lo más frecuente. El jazz, alguna música brasileña y determinadas curiosidades de lo que ahora aparece en las tiendas de discos, reales o virtuales, como «músicas del mundo» son frecuentes. También cierto tipo de pop independiente, alejado de la música prefabricada de las corrientes principales del pop, que no suelo soportar. Tampoco soy rockero. El rock dejó de evolucionar realmente hace mucho tiempo, y con eso dejó de interesarme bastante, y las más de las veces no colabora bien en mi intención de ayudarme a relajarme y aislarme del mundo. También hay que decir que buena parte de lo que hoy en día se llama «rock» no es más que ciertas formas de pop. Es una opinión. Probablemente equivocada, pero es lo que hay.
Murakami es un conocido melómano. Sus novelas están llenas de referencias musicales, que muchas veces empiezan en el propio título de la novela. Recordemos que su novela más conocida, en España y otros países occidentales titulada Tokyo Blues, tiene como título original Norwegian wood, como la famosa canción de The Beatles. Por poner un ejemplo. Las más de las veces las referencias son jazzísticas. Recordemos también que durante unos años, el escritor junto a su esposa regentarón un café y club de jazz. Pero no son infrecuentes las referencias a la música clásica. De la que dice tener una extensa colección de discos.
Ozawa, por otra parte, fue diagnosticado de un cáncer esofágico en 2010 que le llevó a una larga y compleja convalecencia durante la cual, escritor y director concertaron una serie de encuentros, de entrevistas, que se realizaron en torno a la escucha de algunas de las piezas claves del repertorio del maestro. Estas se prolongaron hasta entrado ya el 2011. Y estas entrevistas son las que constituyen el núcleo principal de lo que se cuenta en este libro, en el que ambos intercambian puntos de vista que no dejan de ser instructivas y pueden ayudar a afrontar la escucha de la música clásica de otra forma.
¿Me parece recomendable? Si te gusta la música clásica y te sientes atraído por este tipo de conversaciones, puede resultarte bastante interesante. No creo que esté al nivel, ni de lejos, de aquellas conversaciones entre Truffaut y Hitchcock que eran un auténtico manual para entender el cine del director británico, o el cine en general. Pero permite conocer mejor cómo es la vida de un director de orquesta, cuáles sus responsabilidades, su forma de trabajar, las dinámicas del medio, y por qué una misma pieza interpretada por dos orquestas distintas y con distintos directores, puede realmente ser cosas distintas. Interesante. Aunque hay una cosa que recomendaría a quien tenga mucho tiempo y acceso a una enooooorme discoteca de música clásica. Yo no lo he hecho. Y eso es… escuchar la música de la que hablan mientras se leen las conversaciones.
En las últimas semanas, he acumulado la lectura de una diversidad de libro. Y ahora me voy dos semanas de vacaciones, en las que presumiblemente acumulare alguno más. Por ello, voy a hacer una entrada de resumen rápido de algunos de ellos. Alguno, de más calado, lo dejaré para la vuelta.
Al sur de la frontera, al oeste del sol.
Este es una relectura. La primera relectura voluntaria que hago en muchísimos años. Alguna relectura involuntaria he realizado recientemente; algún libro que no me acordaba haber leído. Pero este de hoy fue la primera novela que leí de Haruki Murakami. La leí en algún momento entre 2007 y 2009. Y recuerdo que me gustó mucho… por ello repetí y ya no pude abandonar el autor. Pero tenía un recuerdo muy vago de ella. Me alegro de haberla releído. Es una historia triste. Un romance triste. Relativamente desesperanzada, aunque habrá quien quiera ver una cierta luz a la vida del protagonista en las últimas páginas del libro. Un protagonista del estilo habitual de los de Murakami, aunque por una vez conozcamos su nombre, Hajime. Y la eterna sensación de pérdida. Generalmente, por una mujer. Muy recomendable.
Ya nos queda poco para replicar estas escenas de nuestra llegada a Japón hace cinco años. En esta ocasión, tras llegar al aeropuerto de Haneda en Tokio no cogeremos el Shinkansen hasta Kioto, sino hasta Osaka. Pero por lo demás, será muy similar. Eso esperamos.
El desorden de tu nombre.
Tengo una estantería en casa con libros abandonados. Libros que empecé a leer y abandoné por el motivo que sea. Algunos son libros muy conocidos, que cuando digo que no pude terminarlos, la gente se extraña. Últimamente me pasa menos, pero antes de aficionarme a leer en formato electrónico venían a suponer un 10 % de los libros que compraba, me prestaban o cogía de la biblioteca pública. Este de Juan José Millás lo intenté leer hace unos 20 años. En 1998 o 1999, no recuerdo con precisión. Y lo abandoné cuando llevaba algo menos de la mitad del libro; estaba marcada la última página. Esta vez lo he terminado, no es muy extenso. Pero he comprendido por qué lo abandoné. De este particular triángulo amoroso, compuesto de personas sumamente egoistas, no me interesa ninguno de sus componentes. Me da totalmente igual lo que les pase. Está bien escrita, pero me caen todos tan mal, que paso totalmente. Me dejan frío.
Saga, volumen 9.
Buenas y malas noticias. Tenemos un nuevo volumen de la que en estos momentos puede que sea mi aventura espacial preferida, todos los géneros creativos incluidos. Literatura, cine, televisión… historieta como es este caso. Por lo que nos dicen, la odisea familiar galáctica que nos traen Brian K. Vaughan a la escritura y Fiona Staples en la ilustración ha alcanzado su ecuador. Nos quedan otros nueve volúmenes. La mala noticia es que han anunciado que van a bajar el ritmo de creación. O sea que tenemos para más de nueve años en el futuro… Aaggggg. Y además nos han dejado con un cliffhanger digno de las mejores sagas de aventuras de todos los tiempos. En fin, tendremos paciente. Ni que decir tiene que la encuentro totalmente recomendable.
The Lady Astronaut of Mars.
La vi recomendada, muy vivamente recomendada, como una de las mejores novelas cortas de cienci ficción de los últimos tiempos. No es una novela corta. En inglés, «novel» es novela, «novella» es novela corta, pero «novelette» es un cuento. Un relato corto. Se lee en muy poquito tiempo. En su forma de papel, son 33 páginas. Escrito por Mary Robinette Kowal, mezcla la ciencia ficción de viajes espaciales con la ucronía, la historia alternativa. En algún momento de los años 50 del siglo XX, la caída de un asteroide sobre Washignton D.C. genera el impulso para colonizar el sistema solar como medida de salvaguarda para la especie humana. Y en el primer viaje colonizador, Elma York fue una de las astronautas que lideró el viaje a Marte. 30 años más tarde, con más de 60 años de edad, no la llaman para más misiones, vive en el planeta rojo, y además a de cuidar de su marido que padece una enfermedad degenerativa del sistema nervioso central. Hasta que la llaman para una última misión… con características muy especiales. En la historia se mezcla la especulación científica de los viajes espaciales, a un nivel poco profundo, con los temas relacionados con el deber hacia las personas a las que queremos y enferman de gravedad. Está bien. Los personajes generan empatía y está razonablemente escrita. Pero tampoco da mucho de sí en la extensión que tiene y es bastante previsible. Tira más manipular las emociones del lector que de la propia especulación científico-técnica. Hay productos derivados… pero de momento no me ha motivado a leerlos.
Cuando salió a la venta la primera parte de la última novela de Haruki Murakami, me di cuenta que no me quedaban muchas novelas de este autor japonés que no hubiese leído. Me quedaban unas cuantas, pero no muchas. Los amoríos de Sputnik, las tribulaciones de los carneros japoneses, la última de las aventuras del innominado protagonista de tres de las primeras novelas del autor, y esta que traigo hasta aquí hoy. Así que me propuse leerlas todas en un tiempo razonable. Aunque no de tirón, en plan «maratón Murakami». Desde hace una semana ya puedo decir que lo he conseguido. En el apartado de ficción, aún puedo leer bastantes de los relatos cortos del autor. Y aún no he leído ninguno de sus ensayos. Ya veremos que pasa en el futuro.
Aunque la mayor parte de la acción sucede en el entorno del domicilio del protagonista en Setagaya, uno de los distritos de Tokio, los alrededores de la estación de Shinjuku también tienen su importancia en la historia, y allí nos vamos fotográficamente.
En lo que he leído por ahí, la historia del pájaro-que-da-cuerda es una de las novelas más importantes del autor. Si bien es cierto que con Norwegian Wood (Tokio Blues en varios países occidentales, absurdamente) ya tuvo un notablemente éxito de ventas, parece que esta novela de hoy fue un poco como la confirmación entre el mundo de la crítica literaria japonesa y mundial de que estábamos ante un autor que había que tener muy en cuenta.
No es una novela fácil, sin embargo. Murakami abraza sin ambages en esta novela la existencia de universos paralelos o alternativos. Muchas veces se ha hablado del estilo del autor japonés como «realismo mágico», término aplicado con frecuencia a novelas de autores americanos de habla española, en el que un universo literario que podemos suponer idéntico o muy similar al de la realidad, se ve salpicado por elementos preternaturales, mágicos o fantásticos. Pero como digo, creo que el enfoque de Murakami en varias de sus novelas va más por el de la existencia de universos o dimensiones paralelas, que eventualmente entran en contacto entre sí (véase 1, 2, 3, 4, 5, 6… entre otros).
También comparte esta novela algunos elementos tradicionales en la literatura de Murakami. El protagonista es un hombre común, un poco despistado con su vida. Sufre la pérdida de un ser querido, en concreto su mujer, que le ha abandonado. Inicia un camino, cuyo rumbo es desconocido, y no siempre elegido por propia voluntad para recuperar su vida o al menos rehacerla. En el camino, se encuentra con gente extraña, de ambos sexos, aunque especialmente misteriosas o con impacto en su vida son las mujeres. No es extraño que una de ellas sea una adolescente. Existe una figura de poder que puede suponer un antagonista o una dificultad importante en el camino. Todos estos elementos están incluidos en esta novela, en la que, además abundan los elementos simbólicos y metáforas de contenido profundo. El poder, la muerte, la identidad personal, el deseo, la alienación de la persona… son algunos de los temas que tratan tanto la novela como estos elementos simbólicos que salpican el relato.
La novela es larga. La versión impresa en papel está en las 912 páginas. Se encuentra divida en tres libros, tres actos, cada uno con un título vinculado a la música. La música es otra de las constantes en las novelas de Murakami, clásica, jazz, sobretodo, en ocasiones más popular. Y la novela incluye relatos que pueden o no estar incluidos en la historia principal, pero que creo que tienen importancia en la comprensión de la misma. Las cartas de May Kasahara, las historias de la guerra de Nutmeg Akasaka, del cabo Honda y del teniente Mamiya (siempre muy crítico con el papel de su propio país en los años del militarismo que desembocó en la catástrofe de la guerra del Pacífico), los viajes, reales o imaginados, de las hermanas Kanō… algunos de estos relatos o de estos personajes son casi merecedores de una novela propia, de un relato que les de el valor que merecen. Te dejan con ganas. Y especialmente, te deja con ganas de saber más de la peripecia y las tribulaciones de Kumiko, la esposa desaparecida del protagonista. Un protagonista que a diferencia de otros similares en la bibliografía de Murakami… tiene nombre, Tōru Okada.
Confieso que cuando terminé el libro me sentí confuso. Como he dicho, no es una novela fácil. Pero es de las que dejan poso. Conforme pasa el tiempo, no se difumina lo leído. Mantiene su presencia. E incluso poco a poco notas cómo van encajando las piezas del colosal rompecabezas que nos ha planteado Murakami. Dicen que Murakami no planifica la obra, que empieza a escribir, y que se deja llevar por donde la escritura le lleva, lo cual pueda dar lugar a inconsistencias en las obras. En cualquier caso, en un universo donde la inconsistencia, la racionalidad, está puesta en cuestión de forma constante, esto no le sienta mal. A mí me ha gustado. Me parece recomendable.
El pasado viernes, mientras cenábamos en casa de unos amigos que nos «torturaron» con una absurda película de superhéroes y enormes raciones de pizza a domicilio, hablábamos de la obra de Murakami. Me pregunto si no tendría que repasar alguna de las primeras novelas que leí de este autor y leerlas con la visión actualizada que tengo del autor. Especialmente la primera… al sur de la frontera, al oeste del sol… Ya veremos.
He comenzado mi recta final para leer lo que me queda, poco ya, de ficción escrita por Haruki Murakami. Además de esta, creo que sólo me queda una novela, y luego algunos relatos cortos.
Cuando leí la novela anterior, La caza del carnero salvaje, sabía que era la tercera parte de la trilogía que se denomina del Ratón, uno de los personajes comunes a esos tres libros. Son las dos primeras novelas del autor y la mencionada. Pero lo que no sabía, me enteré al terminar, que la novela que nos ocupa hoy, sin ser considerada de la trilogía del Ratón, es continuación del carnero salvaje.
Hoy saco las fotografías de mi colección de templos en Kioto, lugar de nacimiento del autor.
El protagonista principal, el innominado relator de las novelas anteriores, tras varios años llevando una vida anodina, siente que la chica con la que inició la aventura del carnero salvaje, reclama que vuelva al hotel Delfín de Sapporo, porque allí hay algún misterio todavía sin resolver. Y así empieza una extraña aventura que, como he leído en algún sitio, implica a un par o tres de prostitutas, una neurótica recepcionista de hotel, una adolescente de 13 años perdida en el mundo por culpa de unos padres que viven en sus propios mundos, estos padres, un actor popular aunque mediocre, un hombre carnero y algún otro personaje manco que por allí se cruza. Hay algunos asesinatos y un misterio profundo, en el ámbito de lo fantástico, como es propio en muchas de las obras del autor, que puede ser la clave de la resolución de la compleja y algo hermética trama.
Al principio es difícil ver hacia dónde se dirige la trama. Pero poco a poco, las interrelaciones del narrador, especialmente con los personajes de género femenino, van creándote una curiosidad por saber cuál es el misterio que envuelve a este innominado protagonista. En realidad, ese misterio no deja de ser el macguffin que mueve a los personajes y que permite a Murakami realizar una dura crítica hacia la sociedad capitalista del Japón de los años 80, y que puede ser perfectamente válida en la actualidad. Es claramente un libro que expone una parte del pensamiento social y político del autor, con frecuentes referencias a su juventud en los convulsos años 60, y su origen en los movimientos izquierdistas juveniles y universitarios que, como en otros sitios, agitaron a la conservadora sociedad nipona en la segunda mitad de los años 60 y principios de los 70.
No entrará entre mis libros favoritos del autor, pero me ha gustado. Siempre digo que siento una casi inmediata empatía por los protagonistas de las novelas de Murakami. En algunos momentos, o en algunos aspectos, incluso identificado. Y después de todo, sin ser de las más brillantes, no está nada mal. Aunque conviene leerla sin prejuicios.
Sigo con mi propósito de ir leyendo toda la obra de ficción del japonés Haruki Murakami. Y hoy voy con una de sus obras más tempranas, ya que fue publicada en 1982. Me hace gracia siempre la cuestión de los títulos y de cómo se traducen. Es cierto que en las obras japonesas, tanto en literatura como en cine o televisión, los títulos muchas veces resultan peculiares. Está a punto de estrenarse en los cines en España un drama romántico entre adolescentes que tiene el improbable título de Quiero comerme tu páncreas, basado en un cómic. Por poner un ejemplo. El título original de esta novela de Murakami es relativamente simplón, sin embargo, Hitsuji o meguru bōken [羊をめぐる冒険], tiene una traducción tan prosaica como Una aventura sobre ovejas, o algo así. Quizá por eso en los países occidentales se le ha querido añadir un poco de tirón con eso del carnero salvaje.
Siempre a caballo entre la realidad y la fantasía, sin duda gracias a la rica mitología de la cultura nipona y su capacidad para antropomorfizar los más diversos seres.
Pero el caso es que sí que va de un carnero. No sé muy bien si salvaje o de qué tipo. Al parecer, el bovino no es un ganado popular en Japón. Sólo las necesidades bélicas de principios del siglo XX les llevó a un esfuerzo de crianza de ovejas para las necesidades alimentarias de sus ejércitos. Pero acabado tal, no formando parte de la dieta habitual de los japoneses, su cabaña ganadera para este tipo de res es escasa, y en gran medida restringida a la isla norte, a Hokkaidō. Y hasta allí llegará el protagonista de nuestra historia, copropietario de una modesta empresa de publicidad, para buscar al carnero del título, obligado por una serie de circunstancias que parten del uso de un paisaje bucólico de montañas con ovejas en uno de sus trabajos. Pero el carnero, cuyos antecedentes se remontan a Manchuria en los tiempos de desasosiego bélico que precedió a la Segunda guerra mundial, tendrá características especiales e insospechadas.
La novela es la tercera en la que aparece un innominado narrador y protagonista, un hombre en torno a los 30 años en esta ocasión, y su amigo El Ratón. En algunas ocasiones o en novelas previas, o en según que traducciones aparece como El Rata, parece que el original nezumi [鼠], sería más bien roedor, indistintamente rata o ratón; parece… quién soy yo para imaginar nada sobre el complejo idioma nipón. En cualquier caso, el protagonista vuelve a ser uno de estos hombres que vagan despistados por la vida y que cargan encima con el abandono o la pérdida de una mujer, y que tanto abundan en las obras de Murakami. Pero ahí lo tenemos, peleando por su vida en compañía de una simpática joven de bellas orejas y gran desenfado en lo que se refiere a su vida sexual, recorriendo Japón en busca del carnero y de su amigo El Ratón.
Esta es una de esas obras que ganan con el reposo. Cuando terminas de leerla te das cuenta de dos cosas. Que te la has leído en un santiamén porque su trama es mucho más absorbente de lo que hubieras imaginado. Que no te acabas de percatar de qué quería contarte exactamente Murakami con ella. ¿Es la historia de una amistad, la del protagonista y El Ratón? ¿Es una historia de gángsteres? ¿Podemos considerar que hay un componente romántico en las aventuras del protagonista y su amiga? Mmmmm… Lo que sí que al final, tras una reflexión de conjunto, cuando la dejas reposar es que estamos ante una reflexión sobre el poder. Un poder casi omnímodo que representa ese carnero que se introduce y domina a las personas. Murakami introduce, como luego hará con frecuencia y mayor o menor intensidad a lo largo de su obra, un componente fantástico, que encaja sorprendentemente bien en la prosaica vida de los personajes de la novela.
Después de lo flojos que resultaron las dos novelas que he comentado en las últimas semanas, necesitaba refugiarme en algún valor seguro, alguien que me devolviera la fe en las capacidades de la narrativa contemporánea para contarnos historias que nos interesen y nos conmuevan. En su caso, que nos diviertan. Y como tengo varios títulos de Haruki Murakami pendientes, decidí optar por uno de ellos, de no excesiva extensión.
Sputnik, mi amor es una novela que tiene ya sus buenos 20 años, aunque yo la he sentido plenamente actual. Su título en japonés, スプートニクの恋人 [Supūtoniku no koibito], es uno de esos que no debe resultar fácil traducir. Koibito es una palabra japonesa relativamente popular en occidente, cuyos kanji son el de amor romántico [恋 – koi] y el de persona [人 – hito]. Habitualmente la encontramos traducida como el/la novio/a de alguien o como el/la amante de alguien. Pero, por lo que tengo entendido, no son pocas las trampas semánticas que tiene el japonés, donde el significado de las palabras depende mucho del contexto. Y ese koibito de Sputnik, puede ser tanto la persona a la que amaSputnik, como la persona que está enamorada deSputnik. Sin que necesariamente ambas sean la misma persona. Y sin que exista una correspondencia precisa en los sentimientos entre esas tres personas. No sé si la intención de Murakami con ese título habrá sido la de jugar con esa ambigüedad, pero a mí me parece que sí,… o que es un ambigüedad que vamos a encontrar a lo largo de la novela.
Pasearemos por distintos paisajes del archipiélago japonés para ilustrar esta historia, cuyos escenarios alternan Tokio con París, Italia, una ciudad suiza no mencionada, pero que parece Montreux (a orillas del Lemán y con un festival de jazz… dime tú), y las islas griegas del Egeo.
El Sputnik del título es Sumire, un joven veinteañera, que pretende ser escritora, de vida un tanto desastrada, que es amada sin ser correspondido más allá de una sincera amistad por el discreto K., otro joven algo mayor que ella. Pero Sumire, a su vez, se ve arrastrada sin remedio a una admiración y amor sin reservas hacia Myū, una mujer de mediana edad, cercana a los cuarenta años, muy atractiva (cada vez que pienso en el cabreo que se llevarían hoy en día, 20 años después, muchas personas de esa edad si les dijeran que son personas de mediana edad, en una época de adolescencia perpetua…). Pero tampoco queda claro que, más allá de ofrecerle un trabajo y una salida al mundo y una cierta amistad, que Myū corresponda a la joven Sumire. Un viaje a Europa de ambas mujeres romperá el precario equilibrio entre los tres protagonistas de esta historia.
Leí un comentario en Goodreads de una lectora de este libro en el que venía a decir que le había parecido una narración excelente, pero se quejaba de que Murakami contaba siempre la misma historia, lo cual disminuía notablemente su valoración del libro. ¡Cuántas veces he oído o leído expresiones semejantes de otros autores! Ciertamente, los elementos habituales de las novelas del japonés está presentes. Un hombre despistado, afectado por la ausencia de una mujer o por no ser correspondido en su amor. Mujeres interesantes, atractivas, con un halo de misterio, aparentemente inalcanzables. La música, la comida, la bebida. Y un entorno fantástico que se confunde con la realidad que nos rodea, que se funde con ella. Todo está ahí. Lo bueno está en cómo lo cuenta y cómo va presentando variaciones sobre un mismo tema, de modo que a mí no me cansan.
Este libro me sumergió inmediatamente en su historia. Las historias personales de los protagonistas, la descripción de sensaciones y ambientes, la existencia de mundos paralelos, multiverso literario que en esta ocasión es llevado hasta sus últimas consecuencias. Metáforas del hecho de que en la sociedad actual todos, o muchos de nosotros, andamos desubicados, con la sensación de que en alguna parte hay un lugar para nosotros, pero no en este mundo en el que vivimos. Y algo inapelable; siento que Murakami es de los escritores que entiende mejor que muchos el interior del hombre (masculino) moderno, con sus/nuestras inseguridades, su/nuestra desubicación en un mundo que marca unos estándares difíciles de alcanzar, y que llevan a una soledad que no siempre es aparente.
Son muchos los aspectos que se podrían comentar de este relato. A mí me ha sabido a poco. Cuando terminé, tenía ganas de más. De saber más de Sumire, de Myū, de K., de la novia de K, de Zanahoria, el hijo de esta,… del hombre que aterrorizó a Myū… O quizá le corresponda a cada cual el rellenar la incompletitud de las historias de Murakami. Muy recomendable.
Tras el periodo navideño, llegó a las librerías, de las de papel de toda la vida o las virtuales, la segunda parte, el segundo libro, de la última novela de Haruki Murakami, cuyo primer volumen comenté ya en su momento.
Sobre el planteamiento de la novela, no hay mucho que añadir a lo que ya comenté en su momento. Como sucede en muchas de las novelas y relatos de Murakami, el protagonista es un hombre en situación de despiste vital absoluto, marcado por la ausencia de una o varias mujeres que han marcado su vida. En el caso de esta última novela, el protagonista, de nombre desconocido, todos los demás personajes tienen nombre salvo una amante circunstancial, ha sido recientemente abandonado por su esposa, que tiene un amante, y además arrastra desde su adolescencia el duelo por la muerte de su hermana más joven, con quien estaba muy unido. Refugiado en una casa de montaña, cedida por una amigo suyo, lo dejábamos rodeado de una serie de personajes, reales o fantásticos, desde el momento en que encuentra un cuadro desconocido del famoso pintor que ocupó la casa durante años. Un «gatsby» nipón, que espía a una adolescente que podría o no ser su hija, que además vive con una atractiva tía suya. El amigo que le presta la casa y su padre, el famoso pintor, y una amante eventual conforman el panorama de las personas de carne y hueso. Una idea encarnada en un «comendador» salido de un cuadro que recrea una escena del Don Giovanni de Mozart, forma parte del mundo fantástico que rodea al protagonista.
Una casa en la montaña, en un bosque, con un templete perdido en el mismo,… con senderos secretos que sólo conoce alguna gente, con misteriosas fosas ocultas en el suelo del bosque… Cosas que pasan en el Japón de las fantasías y los mitos.
En el segundo libro, hay una reducción de la trama a tres personajes que se confirman como principales, con destinos entrelazados, mientras que el resto son circunstanciales. El protagonista debe conjurar sus fantasmas, tanto los derivados de su divorcio como de la pérdida de su hermana. El viejo pintor ya demenciado debe alcanzar la paz que perdió en los convulsos tiempos de la guerra mundial y los años que la precedieron. La joven adolescente, Marie, es el factor femenino que de alguna forma desencadena el proceso de cambio y catarsis, al mismo tiempo que inicia su paso de la niñez a la madurez. No quiero entrar en detalles para no originar prejuicios, pero es un viaje que inician los tres personajes, cada uno a su estilo, que tiene su repercusión tanto el mundo físico como en el de las ideas y lo imaginado. De la realidad y de las metáforas.
La impresión global de la novela se resume en tres puntos. Primero, es muy entretenida de leer, más que otras de Murakami que resultan un poco más densas. Esta es dinámica e intrigante. Segundo, quizá por lo anterior, no tiene la misma profundidad o te deja la misma impresión que otras novelas anteriores; no me ha dejado el poso que otras novelas que fueron las que me engancharon al autor. Tercero, es banal buscar respuestas a todo lo que sucede. Lo importante es el camino, los procesos, no la resolución de los misterios. Como otras piezas de la literatura japonesa, sientes que te quedan lagunas que expliquen porqué los personajes han llegado a esa situación, y sientes que no has obtenido todas las respuestas. Pero yo ya he asumido esta situación hace tiempo, no me importa, me permite construir mi propia novela en mi cabeza, y disfruto igualmente de la lectura.
La novela ha sufrido un par de polémicas antes de llegar a nuestras librerías, que quizá merezcan un comentario, aunque no sean en absoluto esenciales en lo que es lo importante de la obra.
Cuando me enteré de la publicación en Japón de Kishidancho Goroshi [騎士団長殺し], que es el título original de la novela, hace ya casi dos años, se produjo una polémica por el reconocimiento explícito que hace de las matanzas y desmanes del Ejército imperial japonés en China, y especialmente en Nankín. Japón es una nación conservadora en política, y los principales partidos gobernantes desde la Segunda guerra mundial han tendido a minimizar las atrocidades causadas por su nación, y remisos a pedir perdón. Son los casos como el mencionado en China, la esclavitud de mujeres coreanas y de otros países prostituidas en contra de su voluntad a los soldados del ejército, o el infame comportamiento con los prisioneros de guerra. Murakami reconoce de forma explícita, y lo integra en la trama de la novela de forma importante, la existencia de las matanzas en Nankín, y la crudeza de las mismas, así como el ambiente en el que se movía el Ejército imperial japonés. Desde mi punto de vista, le honra; lo distancia de las posiciones nacionalistas y revisionistas que pretenden justificar las acciones criminales del militarismo nipón.
En algunos países, el caso más comentado fue Hong Kong, la novela ha sido calificada como pornográfica, por contener algún pasaje en el que es relativamente explícita en la descripción de las relaciones sexuales. A mí, esta posición me parece una exageración absoluta. Están ahí, pero no tienen ni mucho menos la intención de un libro pornográfico; suponen una descripción realista de una relación. Dejando aparte de cierta interpretación más o menos fantástica de determinados sueños o vivencias oníricas de carácter sexual que se producen. En el mundo hay una ola de conservadurismo que provoca actitudes censoras. Yo diría… no os preocupéis por el tema. Creo que no es lo más importante de la novela. Si sois mojigatos en estos temas… pues leed esos pasajes un poquito más deprisa y en diagonal, y a otra cosa. O hacéoslo mirar.
Por la complejidad de las traducciones del japonés al español, dos idiomas muy diferentes, creo que es obligatorio hablar del alto nivel de la que nos ofrecen los traductores de esta novela, Yoko Ogihara y Fernando Cordobés. Ya son diversas las obras japonesas que he leído traducidas por ambos, y tengo la sensación de que los hacen realmente muy bien. Coincidiendo con los días en que leía el libro, se lanzó una película documental, Dreaming Murakami, que estuvo disponible de forma gratuita durante 48 horas en internet para quien la quisiera ver. En ella se hablaba del proceso de traducción del autor desde el punto de vista o acompañando a Mette Holm en el proceso de traducción de una de las novelas del autor al idioma danés. El documental no es de una calidad extraordinaria, es más bien normalito, pero si que traslada muy bien las dificultades que presenta la traducción del japonés a un idioma indoeuropeo y la necesidad de que determinadas fases de la traducción sean contrastadas con otros traductores, así como la intensa labor de documentación necesaria para ser fiel a las intenciones del autor en la obra original.
El balance global de la novela. Primero, me fastidia considerable que no se publique las novelas de forma íntegra. Me refiero a que no se publique todo al mismo tiempo; me da igual si es en un libro o en dos. Hay elementos que pueden justificar que en la novela se establezca un «hasta aquí esto, a partir de aquí, es otra cosa». Pero no obligarme a esperar un arbitrario tiempo de tres meses para retomar la lectura. Soy ya mayorcito para tomar mis propias decisiones sobre cuando detener momentáneamente la lectura y digerir lo que he leído y cuando continuar. No sé si es una decisión de autor o editorial. Parece que lo segundo, porque en Japón se publicaron los dos libros al mismo tiempo. Pero me parece mal. Segundo, los temas de Murakami me siguen llegando. Como hombre, en el sentido de ser humano de sexo masculino, hay vivencias en los protagonistas de sus novelas que de una forma u otra resuenan en las mías o en mis recuerdos. No los hechos… ni de lejos. Sino los sentimientos. Tercero, quizá no pase a la historia como una de las novelas más emblemáticas de Murakami, pero yo he disfrutado de su lectura. Me ha parecido muy entretenida.