Vamos con el segundo de los libros que leí durante mi retorno a las letras impresas (o electrónicas) en la semana de Pascua. Y también es el retorno a un valor seguro, a Haruki Murakami y sus relatos cortos. Si interesantes son las novelas del nipón, sus relatos cortos pueden llegar a ser apasionantes. Es un género en el que el escritor se mueve todavía con mayor libertad, tanto en la estructura narrativa como en sus temas. Y eso que sus libros de relatos suelen tener algún tipo de unidad temática.
De las tres grandes ciudades de la Keihanshin, justamente la que no he visitado es Kobe. Sí que he visitado Kioto y Osaka. Esta última es la que me sirve para ilustrar esta entrada.
En esta ocasión, el terremoto de Kobe de 1995, conocido también como el Gran terremoto de Hanshin-Awaji. Los años 90 fue una época difícil para Japón. De alguna forma, fue el final de la burbuja de aparente felicidad en la que se estaban moviendo durante la segunda mitad del siglo XX, una vez superada la posguerra mundial. Crecimiento económico, avances tecnológicos, un lugar respetado en la comunidad internacional, impulso a la cultura y el entretenimiento, viajeros japoneses con sus cámaras de fotos por todo el mundo… Quizá todo un poco artificial, un gigante con pies de barro… pero no se veía así en su momento. Pero en los años 90 llegaron malas noticias. Los atentados con gas sarín, la burbuja económica que explota y arrastra crisis financieras, y en la mitad de la década un fuerte terremoto. Si no causó tantas víctimas mortales como otros, aunque alcanzaron las 6.434 (estimaciones oficiales), al impactar sobre una parte de la densamente poblada región metropolitana Keihanshin (Kioto-Osaka-Kobe), los daños materiales fueron inmensos. Y el país se sumió en un estado de depresión moral.
El libro, cuyo título original es Kami no kodomotachi wa mina odoru 神のこもどたちはみな踊る [Todos los hijos de Dios bailan], ofrece seis relatos que transcurren inmediatamente tras la tragedia. Un hombre que es abandonado por su mujer, una adolescente que huye de su casa, una médica japonesa desarraigada que busca consuelo en un viaje a Tailandia, un huérfano que descubre con sorpresa que su pasado no es como pensaba, un empleado de banca al que una rana gigante le pide ayuda para evitar un seísmo peor en Tokio, o un escritor que no puede escribir. El tono de los relatos se impregna de la tristeza colectiva, aunque ofrecen siempre un apertura a la esperanza y el optimismo.
Quizá no sea el mejor libro de relatos que haya leído de Murakami, ni con el que mayor conexión haya sentido. Pero desde luego está a muy buen nivel y es absolutamente recomendable. Siembre dentro de ese realismo fantástico que caracteriza la escritura de Murakami, las personas que protagonizan los relatos son gente común, con mayor o menor éxito en la vida, pero que pueden fácilmente representar al ser humano corriente a lo largo de la escala social. Y que puntualmente se encuentran en situaciones extraordinarias, a veces increíbles. Pero que les harán avanzar en su vida. Los relatos, cortos o largos, de Murakami siempre resuenan en mi interior. Espero seguir disfrutando periódicamente de sus letras.
El comentario de esta película dirigida por Ryūsuke Hamaguchi estaba previsto para ayer sábado. De forma tranquila, reposada. Pero estuve tan atareado, que no encontré el momento. Así que en esta mañana de domingo en la que no tengo previsto salir de casa hasta pasado el mediodía, será más propicia. La película la vimos en un sesión especial de preestreno, hasta el 4 de febrero no entrará en la cartelera normal, en versión original, por supuesto, y en una buena sala, con pantalla grande y buena imagen y sonido. Y diré una cosa para orientar mis impresiones finales. No sabíamos cuanto duraba cuando empezó a las siete y media de la tarde. Salimos con la idea de que serían las nueve y cuarto o nueve y media… cuando en realidad eran ya las diez y media. Tres horas de película que se nos pasaron en un vuelo. Y eso que estoy seguro que los aficionados al cine palomitero opinarán que es una «película lenta». Qué sabrán ellos.
La mayor parte de la película transcurre en Hiroshima. Y allí nos desplazaremos fotográficamente para ilustrar esta entrada.
La película comparte título con una canción de los Beatles de su álbum Rubber Soul. Y no es casualidad, porque está basada en un relato corto de Haruki Murakami, de su colección Hombres sin mujeres, que leí ahora hace cuatro años. Me parecía más reciente… cómo se pasa el tiempo. Y los títulos de las novelas y cuentos del autor japonés hacen alusión con frecuencia a títulos de canciones. Véase el título original de una de sus más celebradas novelas, y algunos otros relatos de la misma colección. La película toma elementos de otros relatos de la misma colección, especialmente Sherezade, esto está claro… la historia de la lamprea, y dicen también que Kino… aunque yo he sabido decir cuáles en este caso.
Kafuku (Hidetoshi Nishijima) es un actor y director teatral de éxito en Tokio, casado con Oto (Reika Kirishima), una madura pero guapa guionista de televisión, con quien tiene una buena vida marital a pesar de dos cuestiones; viven con el duelo de su niña pequeña muerta tiempo atrás, y su mujer le es infiel con otros hombres de vez en cuando. Un día encuentra a su mujer desvanecida en el suelo de su casa… y esta muere. Dos años más tarde, invitado a una residencia en un festival de teatro en Hiroshima, donde pondrá en escena una versión multinacional y multilingüe de Tío Vania de Chejov, deberá convivir en los trayectos en coche con una conductora muy joven y reservada (Tōko Miura), y se encontrará con uno de los antiguos amantes de su mujer (Masaki Okada). Y los fantasmas de un pasado con cuestiones sin resolver volverán a acecharlo.
Mi más valorada película del año pasado, como os contaba el segundo día de este año, fue otra película reciente de Hamaguchi. Me encantó. Me pareció que, independientemente de la cultura, la lengua, las formas y el entorno que envolvía la película me hablaba de cosas con las que todos podemos identificarnos de una forma u otra, sean o no nuestras vivencias personales similares a las de los personajes de la película. Pero la cuestión es que una de mis películas más valoradas de 2020 fue un estreno directo en plataforma en línea del mismo director, que vi en Filmin en medio del desastre que supuso para la exhibición cinematográfica la pandemia de covid-19. Por aquel entonces vi también en la misma plataforma Happy Hour, una impresionante película de más de cinco horas de duración, del mismo director, que también me pareció bastante notable; sobresaliente diría. Y todas estas películas tienen elementos temáticos comunes. Y en todas ellas el director muestra una maestría notable en la narración pausada, pero sin distracciones ni elementos superfluos, a pesar de la duración de los largometrajes, y con una visión cinematográfica, alejada por completo de los efectismos contemporáneos, pero muy solvente, muy eficaz, y que permite que las imágenes cuenten tanto o más que las palabras.
Un elemento importante de las películas de Hamaguchi es el buen trabajo de sus intérpretes. Sean profesionales o aficionados (Happy hour). Sean veteranos o jóvenes. Creo que es un excelente director de actores, extrayendo emociones profundas de sus rostros, de sus miradas, de sus expresiones. Además de los protagonistas de la película, que están fenomenales. Hay personajes secundarios que tienen un importancia determinante en la película, entre quienes destacaría a la coreana Park Yoo-rim, en su papel de actriz muda, que se expresa en el lenguaje de signos de su país, y que nos ofrece algunas de las escenas más emotivas y magníficas de la película. Especialmente, aunque no únicamente, ese escena final del Tío Vania, que ilumina no sólo a los protagonistas de la película, especialmente a lo joven conductora a la que conducirá a un peculiar y esperanzador happy end, sino también a los espectadores, si a estas alturas de la película no se habían coscado todavía de los paralelismos.
Y es que el diálogo entre la película de Hamaguchi y el Tío Vania de Chejov es fundamental. Lo que en el relato de Murakami es una mención de pasada, aquí establece unos paralelismos y unas capas de comprensión y desarrollo de los conflictos y emociones que enriquecen mucho la película. El arte es un diálogo constante entre las obras del pasado y las del presente; una conversación permanente en la que nadie está aislado, sino que está subido a los hombros de quienes lo precedieron. Y Hamaguchi cabalga aquí sobre los hombros de dos literatos, Murakami que le ofrecen la historia base y un conflicto, y Chejov que le ofrece una profundización que va mucho más allá de lo que un relato corto, que releí hace un par de días en un rato, puede permitir. Y además, no hace falta conocer la obra de Chejov. Hamaguchi ofrece más que suficientes claves durante los ensayos de la obra para que comprendamos este diálogo.
Esta película la veremos cuatro gatos. La entenderán/entenderemos tres. Se alejan muchísimo de los gustos de la masa. Y sin embargo está muy próxima a ser una obra maestra. Te deja una sensación de plenitud. De reconciliación total con lo que es o puede llegar a ser el séptimo arte. La cinematografía considerada como una de las bellas artes. Ética y estética. Personas y emociones. Imagen, sonido,… y cuando es pertinente, diálogos. No palabrería vacía como se estila en muchos blockbusters actuales. Monólogos en los que todas y cada una de las palabras que se dicen tienen sentido y son imprescindibles. No lo duden, si realmente les gusta el cine, vean esta película. Y lean el relato de Murakami. En este caso, la película es superior al relato original, pero también está a buen nivel… especialmente si se lee la colección completa de relatos dedicados a esos hombres que sufren la pérdida de las mujeres. O mejor dicho, dedicada a las mujeres que nos dejan profundos vacíos en nuestros corazones o almas. Kokoro 心 llaman en japonés a ese lugar ficticio donde reside lo más íntimo de la persona.
Curiosidades: 1) A la joven Tōko Miura la había visto ya en alguna cosa en televisión, pero no la recordaba. Pero sí recordaba que es la voz femenina que acompaña a RADWIMPS en las canciones de la banda sonora de la última película estrenada de Makoto Shinkai. RADWIMPS fueron los autores de la banda sonora de la película más conocida de Shinkai. 2) La atractiva Reika Kirishima, cuya presencia en la película nos sabe a muy poco… necesidades del guion, ya estuvo en el reparto de otra película que adaptaba a Murakami. 3) Con cierta frecuencia, en las novelas y relatos de Murakami el protagonista acaba dando unas vueltas por la isla de Hokkaidō, la más norteña de las grandes islas del archipiélago nipón. En el relato de Murakami en el que se basa la película sólo se menciona que la conductora es una joven de Hokkaidō. Pero Hamaguchi sí que traslada a los dos protagonistas a esta fría, en invierno, isla.