Ya lo avisé ayer. Esta semana, Haruki Murakami va a tener mucha presencia en este Cuaderno de ruta. Murakami es uno de esos eternos candidatos al Nobel de literatura y, quizá por eso, nunca lo gana. Bien es cierto que también es un premio en cierta decadencia. Y no lo digo por los méritos de los que lo ganan, entre los que hay realmente escritores o escritoras excelentes, muchas veces de literaturas minoritarias, a cuyas obras no accederíamos si no fuera por este premio. También es notorio el número de grandes escritores que no lo han ganado, por cierto.
No. El problema es que la institución que lo otorga, la Svenska Akademien (Academia Sueca), organización similar a la Real Academia Española (nunca «Real Academia de la Lengua Española», como dicen algunos), ambas copias de la Académie Française (Academia Francesa), se vio sumida en una serie de escándalos, acompañados de dimisiones, que impidieron que pudiese asumir la tarea de debatir y otorgar el premio en este 2018. Se ha constituido una «academia provisional» que ha otorgado un premio alternativo este año, sustituto del oficial, a la francesa guadalupeña Maryse Condé. Murakami también ha sido candidato al «nobel alternativo». Y tampoco lo ha ganado.

Inevitablemente, nos vamos a las calles y los montes de Japón para ilustrar la entrada. Incluidas las calles de Kioto, de donde es originario el escritor.
En cualquier caso, la publicación de un nuevo de libro de Murakami es un acontecimiento editorial a nivel mundial. Con el agravante de que desde que se publican en Japón los originales, hasta que van llegando las traducciones a los distintos países occidentales puede pasar un desesperante año o más, en el cual se van generando expectativas por los artículos y comentarios de la prensa especializada. Y en esta ocasión, viene otro agravante… la obra está dividida en dos libros que no se han publicado simultáneamente. Si en España pudimos disfrutar del primer libro desde el 9 de octubre, yo lo compré con antelación para que bajar al Kindle en cuanto estuviera disponible, hasta enero de 2019, si toda va como está previsto, Tusquets no pondrá a nuestra disposición el segundo libro. Un rollo. No me gusta. Pero me tengo que aguantar.
Tras un libro más bien breve, una historia «sencilla», en su novela anterior, vuelve a una historia relativamente compleja, en el ámbito del realismo mágico, género al que se atribuyen muchas de sus obras de ficción. Nunca he estado totalmente seguro de esta atribución de género literario. Es cierto que en muchas de sus obras se mezclan elementos de fantasía en una cotidianidad muy similar a la realidad del mundo actual… pero no acabo de verle el encuadre junto a otras obras de este género, como son las de muchos escritores latinoamericanos del siglo XX.

Ciervo sika en la calles de Itsukusima, isla famosa por sus santuarios y su bosque primigenio.
En cualquier caso, también tenemos un misterio de carácter preternatural en la historia del pintor retratista que de repente entra en crisis por la ruptura de su matrimonio y se aisla del mundo, sin un propósito muy definido. Hasta que encuentra un misterioso cuadro desconocido de un pintor prestigioso de estilo japonés, «La muerte del comendador», conoce a una especie de «Gatsby» nipón que le propone que le haga un retrato, y empiezan a suceder esos fenómenos de carácter preternatural que irán configurando un misterio alrededor de la figura del pintor que ocupó la casa con antelación, con el «Gatsby», con un «comendador» en miniatura que se le aparece, y con una tímida adolescente que entra en escena cuando el primer libro, el que he leído hasta el momento, llegaba a sus capítulos finales.
Como nos tiene acostumbrados, el personaje central de la narración es un hombre en crisis. Despistado. Desconcertado. Como sucedía en uno de sus libros de relatos cortos, marcado por la ausencia de un mujer; una mujer, su esposa, que tras una apariencia normal, encierra un halo de misterio. O al menos sus acciones. Constantes de la narrativa de Murakami.
En cualquier caso, este comentario es un adelanto sobre lo que llegaré a decir cuando termine la novela dentro de unos meses. He de decir que la he leído con notable interés. Que de momento me ha gustado mucho. Que me he sentido como «en casa», en terreno conocido, pero con elementos nuevos. Y que tengo muchas ganas de saber por dónde va a tirar en el segundo libro. Continuará.

Bosque primigenio de Itsukushima.