Estos días he estado fotografiando con la nueva Kodak Ektachrome 100… Mis únicas experiencias con película diapositiva desde 2004 hasta hoy había sido con alguna película caducada. Veremos a ver qué da de sí esta nueva versión de un producto que tiene ya casi 75 años, aunque se dejó de fabricar hace unos pocos. Algo muy especial tiene que ofrecer, porque 13 «aurelios» por cada carrete de 36 exposiciones es carito. De momento, algunas fotos realizadas simultáneamente con el iPhone.
No hace mucho os hablaba de la artista conceptual Sophie Calle, la cual usaba la fotografía como una forma de reflejar sus ideas y sus conceptos más que como un arte en sí misma. Uno de sus trabajos más célebres fue The Hotel, en el que se empleó durante tres meses de doncella en un hotel de Venecia, para poder indagar en el contenido de los equipajes de los huéspedes del hotel. En el siguiente vídeo se habla del tema.
De dudosa ética, pero de indudable atrevimiento conceptual, por diversos motivos. Como persona que gusta de viajar, me produjo un lógico desasosiego.
Más amable, mucho menos desasosegante es el trabajo de la japonesa Tomoko Sawada, que desde que optó por la fotografía en la escuela de arte, sólo ha tenido un motivo para sus imágenes. Ella misma, en mil y un autorretratos, con caracterizaciones de lo más diversas. La simpática artista…
La simpática artista, puesto que su actitud, sonrisa y explicaciones me llevó a sentir una simpatía instantánea por ella, insiste en que no se trata de autorretratos en que represente a otras personas. Distanciándose, aunque no se mencione, a otras fotógrafas como Cindy Sherman. Es ella misma, o diversas versiones de sí misma, en un ejercicio de constante introspección. Me han llamado mucho la atención las fotografías de grupos escolares en las que ha sustituido las caras de alumnas y profesores por la suya, pero siempre distinta. Bueno, espero que lo veáis vosotros mismos.
Usar una cámara de medio formato, que no formato medio, como la Olympus Pen EE3 es una delicia. Pero puede ser tanto una bendición como un castigo. Una bendición cuando te surgen múltiples oportunidades fotográficas y sabes que en lugar de las 36 fotos de rigor puedes hacer 72 o más. Un castigo cuando tienes todo el bacalao repartido y aun te quedan un montón de fotogramas para terminar el rollo… y es que son 72 o más fotogramas. En fin, que nadie está nunca contento. Los detalles técnicos en Medio formato con Kodak Professional T-Max 100 (en Olympus Pen EE3).
Para los que no estén interesados… os dejo unas cuantas fotos.
Hoy estoy de fiesta, y me puede permitir el lujo de escribir mi entrada en este Cuaderno de ruta de forma tranquila. Aunque no me llevará mucho tiempo. Estoy de fiesta porque me quedaban días por disfrutar y se me habían acumulado tontamente. Tengo que organizarme mejor en años venideros. Porque aunque siempre viene bien tener unos días de descanso, es bueno tener un propósito claro para esos días. Es más divertido. Y provechoso. Intentaré encontrarlo. De momento, os cuento el último libro que he leído. De Umberto Eco. El filósofo y escritor italiano, piamontés, que para la mayoría de los mortales que ha oído hablar de él está ligado a su novela más conocida, Il nome della rosa. El nombre de la rosa. Aunque la mayor parte de la gente lo que conoce es la película. Que muchos alaban,… pero yo no. Siempre he pensado que su final traiciona buena parte del espíritu de la novela.
En cualquier caso, probablemente una de las obras que, por la edad y el momento vital por los que pasaba cuando la leí, más me ha impactado y marcado. Fue algo así como el principio de mi deriva definitiva ideológica que me sitúo en mi ser adulto frente a la confusión de mi adolescencia y primeros años de juventud. Pero no es que la novela fuera la que me indicara lo que iba a pensar en el futuro. No, lo que me indicó fue, en parte, cómo iba a pensar en el futuro. Así que a Eco le tengo cariño.
Si bien Eco fue nacido en el Piamonte, vivió buena parte de su vida y murió en Milán. De donde traeré algunas fotos, con uno de los temas sobre los que no le faltarían cosas que decir, la autoexposición mediática. Los selfis.
Recientemente apareció de oferta la versión electrónica de esta colección de pequeños ensayos periodísticos, columnas de opinión que tratan sobre temas de actualidad del momento, y que en conjunto podemos decir que nos trazan bastante bien el modo de pensar, abierto y tolerante, del filósofo. Se publicó póstumamente. El escritor lo entregó a la editorial poco antes de morir. Y abarca escritos que prácticamente van desde el 2000 hasta el 2014 o el 2015. No recuerdo ahora si hubo alguno anterior al 2000, ni si llegó a colar alguno del 2016, año en el que falleció el escritor. Política, internet, educación, ética, la sociedad en general,… son los variados temas del libro. Que vienen muy marcados por un penoso fenómeno político y social en Italia, con equivalentes claros en el resto de países europeos, España también, e incluso del mundo; el berlusconismo y la televisión como único espectáculo impúdico al mismo tiempo que única fuente de información para la mayor parte de los ciudadanos. Impúdico no por cuestiones del sexo, sino por la falta de vergüenza de los que allí salen.
Hace un tiempo leí que no tiene gracia leer a aquellos que piensan como nosotros. No nos aportan nada, y contribuyen a afianzarnos en unas ideas, que sin un crítico con quien contrastarlas, se hacen más sólidas, incluso si pueden estar equivocadas. Y sin embargo es lo que hace la inmensa mayoría de la gente. Realimentarse ideológica, filosóficamente, de quienes piensan como ellos. Sentirse seguros. No arriesgar. Y así me he sentido leyendo este libro de Eco. Me consuela pensar, que alguno de los artículo me ha hecho pensar un rato, con alguno he discrepado, y que hay enfoques prácticos que yo orientaría de otras formas. No coincidimos al 100 %. Digamos que al 85 %. Descontando las ideas primarias en las que coincidimos casi todos; el no matarás, no robarás, no mentirás, no… patatín patatán, que forma la base ideológica para una convivencia razonable. O sea un 85 % de coincidencia en las ideas que están por encima de esa línea basal y que son las que marcan las diferencias entre las personas.
Con 500 páginas, es un poco tocho. Más cuando algunas ideas se repiten mucho a lo largo de los textos. Pero bueno, sirva como homenaje, dos años y medio tras su fallecimiento, a un pensador que, no sé cómo sería en realidad, pero a mí me parecía un buen tipo. Y además, fue de los que me enseñó a pensar. Especialmente en la parte en la que es menos natural para mí. Yo soy un chico de ciencias. Y por ende, escéptico, muy escéptico con las propuestas indemostrables que nos llegan con frecuencia de las humanidades. Por lo tanto, que colaborase en mostrarme un camino para poder evaluar esas propuestas… pues está muy bien.
Pequeño inciso antes de seguir… por primera vez en muchos años he llegado al final de lo que no sé si puede considerar la primera temporada o, más bien, la primera parte de una primera temporada de una serie española, viajes en el tiempo aparte. Ante la noticia de que una serie española, La casa de papel, había conseguido el galardón a la mejor serie dramática en los Premios Emmy Internacional, que tradicionalmente habían ninguneado a los productos hispanos, me entró la curiosidad y me dispuse a ver de qué iba la cosa. Y el caso es que he llegado al episodio 9, que marca el final de la primera parte. Más adelante comentaré despacio,… de momento, entretenida.
Pero vamos a lo que vamos. Dos series de animación, una oriental y otra occidental, han caído estos días.
Hoy, en honor a la serie coreana que comento más abajo… pues nada, coreanos en un día de fiesta haciendo cosas coreanas en los palacios nacionales.
Castlevania es una palabra obviamente compuesta por otras dos; castle, castillo en inglés, y Transilvania, la región de los Cárpatos famosa por ser donde se sitúa el origen del notorio conde Drácula. Así que a nadie sorprenderá si digo que esta serie de animación norteamericana producida para Netflix es la enésima vuelta de tuerca a la leyenda vampírica por excelencia, el príncipe de Valaquia Vlad Tepes «El empalador». En esta ocasión, un Drácula muy quemado por la muerte de su humana esposa, dispuesto a acabar con la especie humana, pero sumido en una melancolía peculiar. La serie tuvo una breve temporada inicial de cuatro episodios, que sirvió como presentación. Pero la chica ha llegado en forma de segunda temporada con ocho, aunque cortitos. De poco más de 20 minutos cada uno. No soy especialmente aficionado al género, pero he de reconocer que tras algunos titubeos iniciales al final me ha parecido muy entretenida. Eso sí, me parece un poco tontorrón que el hijo mestizo, semihumano, del notorio conde se «esconda» bajo el nombre de Alucard… sí, sí, dadle la vuelta al nombre y veréis que «sorpresa». También es curioso que una serie de carácter fantástico, engarzada en las supersticiones populares, base mucha de su argumentación temática en lo peligrosos que son la religión y la superstición frente a los beneficios de la ciencia, representada por la caritativa «doctora» que fue la esposa de Drácula. Pero bueno, igual es mucho pedir una coherencia total en las producciones televisivas… ¿o qué?
Piano no mori (El bosque del Piano) es una serie que he visto por curiosidad. Para comparar. Esta es una de esas historias que los nipones reciclan constantemente. Basada en una novela que se ha convertido en cómic, en película de animación, en serie de animación y, si no recuerdo mal, también en película de acción real, yo tuve la ocasión de ver hace unos años la versión de largometraje de animación del año 2007. Una película que, sin estar a la altura de otros productos de la animación japonesa, era bastante presentable y entretenida. Un niño, hijo de una prostituta, con un talento innato para la música, que es impulsado por un profesor que vio arruinada su carrera como pianista por un accidente, y que ha de competir contra otro niño de un entorno privilegiado, que lo ha tenido todo fácil en la vida.
La serie no está mal, pero creo que la historia no da para tanto. No obstante, los japoneses tienen una gran habilidad para estiiiiiiiiiiraaaaaaaaaaaaaar los argumentos hasta el infinito. Y en este caso es a base de ofrecernos música clásica, música de piano de gran nivel. Indudablemente, puede actuar como un producto de promoción de la música culta entre los jóvenes. Tendrá segunda parte, porque la historia de la serie va más allá de donde acaba el largometraje.
Y finalmentemente, me llamó la atención la llegada a Netflix de algo que han llamado para las emisiones internacionales The Sound of Your Heart Reboot. Una comedia de situación surcoreana basada en un webtoon, una tira cómica en internet, de cierto éxito en su país de origen. El caso es que vi el primer episodio, en realidad cada episodio cuenta dos historietas de unos 15 minutos, y me pareció bastante divertido. Así que la vi entera. Pero me llamó la atención lo del reboot. Y es que efectivamente, había una versión previa con el mismo título, pero sin el reboot. En coreano, Maeumui sori [마음의 소리]. En realidad, vistas las dos… en realidad el reboot es más bien una segunda parte, pero con otros actores, un tono ligeramente distinto, y una producción con más medios.
La tira cómica está basada, presuntamente, en el propio dibujante, su familia y su novia. Lo que pasa es que son tipos extremos que constantemente meten la pata, relativamente torpes socialmente. La más normal es la novia, que se caracteriza por ser delgada y muy guapa, pero que come como una lima y es una bruta de cuidado. A mí es el personaje que me parece más divertido. Con seguridad en el reboot; en la serie original sale menos y está menos definida. La primera serie es mucho más escatológica, con mucho chascarrillo a base de «culo, pedo, caca, pis». A mí me ha gustado más la segunda. Que tiene segunda temporada, deberíamos decir la tercera en el total, a partir de principios de diciembre. La veré. Es un producto distinto de las típicas comedias/dramas coreanos, echas unas risas, y dura poco cada episodio.
Como la previsión es que la mañana del domingo, tras un principio lluvioso, quedase despejada y agradable a partir del mediodía, como así fue, quedé con unas amistades para ir al Museo de Zaragoza y luego a tomar un aperitivo y charrar un rato. El motivo de ir al museo es porque les hablé de la exposición Goya+Buñuel que comenté hace unos días. aunque luego nos dimos una vuelta más amplia por las exposiciones temporales de estos días.
En el patio del museo, escultura, una retrospectiva con 17 obras de Santiago Gimeno realizadas entre 1992 y 2018.
En una de las salas de la planta baja, teníamos el 94º Salón Internacional de Otoño de fotografía organizado por la Real Sociedad Fotográfica de Zaragoza. La verdad es que vimos esta exposición por los pelos. Era el día de la clausura. Ya no se puede ver más. Una amplia variedad de obras, muy diversas, de autores internacionales. He de decir que siento todas ellas muy correctas e incluso brillantes desde un punto de vista técnico, encontré pocas que me interesaran por su contenido, y mucha copia más o menos descarada de obras ya conocidas de autores con más o menos prestigio. Desde quien emula a pintores como Matisse o Vermeer, a quien se fija en la piscinera Maria Svarbova, a quien sigue a rajatabla las recomendaciones uniformantes de sitios como 500px y similares.
Ya finalmente, subimos a la exposición Goya+Buñuel, que como ya comenté está repartida en dos sedes. La sección contenida en el Museo de Zaragoza me parece más interesante que la del Museo Goya (antes Camón Aznar), por lo que fue a este al que acudimos. Con menos gente que el sábado de la semana anterior, pude dedicar más tiempo a las obras, y especialmente a los audiovisuales. La disfruté más.
También visitamos alguna de las nuevas incorporaciones a la colección permanente sobre Goya y relacionados. Nos había llamado la atención en la prensa la denominación de una de ellas como «borrón», que debe tener sentido en el ambiente técnico de la pintura artística, pero que no deja de ser graciosa. Tras ello, salimos hacia la plaza de los Sitios y buscamos un sitio donde tomar algo.
Hace ya unos cuantos días que no propongo ninguna recomendación fotográfica. Así que hoy voy a traer alguna más de las dos o tres que propongo habitualmente.
Tres de ellas vienen ya desde las páginas de la agencia Magnum Photos, una fuente inagotable de fotografías de alta calidad, principalmente en el ámbito del reportaje y la fotografía documental.
Todavía nos quedan colores de otoño en Zaragoza; así que ayer salí por la rivera del Canal Imperial de Aragón a su paso por la ciudad, armado de la Canon EOS 5D Mk II y el pequeño pero matón EF 40/2,8 STM, para disfrutar del buen día y de esos colores.
Paisaje con figuras podría ser el género del trabajo de toda la vida del belga Harry Gruyaert en el que se ha acercado a las costas de todo el mundo, allí donde la tierra se une con el oceano. Uno de esos lugares que los seres humanos han preferido para instalarse. También recientemente nos han mostrado en Magnum Photos un resumen y un comentario de un trabajo de décadas. Uno de los fotógrafos que ha preferido el color al blanco y negro para su trabajo documental, con ventaja. Recientemente se ha realizado un documental sobre su obra, del que os dejo el avance. No sé todavía donde y cómo se puede ver entero.
Ferdinando Scianna es uno de los grandes de la fotografía documental italiana. Muy bueno. Uno de sus trabajos más célebres es de mitad de los años 90 del siglo XX, en el cual documentaba la pobreza en el sur de Italia, muy superior a la del resto de Italia y de buena parte de Europa. Y nos lo muestran en un artículo dedicado al reportaje, en el que Scianna se introdujo literalmente hasta la cocina de dicha pobreza. El problema es que esa pobreza sigue ahí, sigue estando presente, e incluso creciendo.
PROVOKE fue una intensa aunque no muy duradera aventura editorial, 1968 – 1969, de la que se cumple en estos días el 50º aniversario. Fue una revista de fotografía absolutamente rompedora, incluso transgresora, perfectamente integrada en las turbulencias sociales del 68. Su propio nombre nos habla de su intención provocadora y de promover una fotografía política e ideológicamente revolucionaria para su tiempo. Como he dicho, duró poco, pero dejó grandes nombres en la historia de la fotografía nipona, e influyó considerablemente en la misma en las décadas posteriores. En las páginas del British Journal of Photography BJP nos lo cuentan con cierto detalle. Y además nos cuentan que se ha editado una edición facsimil de los tres números que se publicaron entre 1968 y 1969. Se habla de un cuarto número en 1970, aunque no apareció con la misma cabecera. Bueno. Yo ya me he encargado un ejemplar del trío de revistas. Que las originales, en buen estado, son un objeto de coleccionista que cuesta un ojo de la cara. O los dos. Y unos cuantos órganos más.
Finalmente os dejo con un vídeo del canal de Youtube Nowness sobre la fotógrafa de moda holandesa Viviane Sassen. No soy muy aficionado a la fotografía de moda, pero reconozco que el trabajo de Sassen tiene elementos que hacen que sobresalga sobre otros fotógrafos de este género.
Decididamente nos tendremos que acostumbrar a considerar de forma habitual los estrenos de películas de nivel cinematográfico a través de las plataformas de vídeo bajo demanda. Porque poco a poco, el nivel de estas producciones van subiendo. Y si bien añoramos no poder verlas en la gran pantalla, porque algunas de ellas lo merecen, por lo menos las podemos ver y disfrutar.
Cierto es que la última película de Ethan y Joel Coen, en esta ocasión firman ambos como directores, y también ambos como guionistas, no siempre es así, por su naturaleza se podría, se puede, ver como una serie. Antología de seis relatos cinematográficos cortos ambientados todos en el viejo y lejano Oeste, para quien no disponga con facilidad de las dos horas y cuarto seguidas necesarias para su visualización, puede acomodarse a la duración de los seis relatos.
No son las Montañas Rocosas ni los Apalaches, pero los parajes de Zuriza y Taxeras nos servirán y son igualmente bellos, aunque estén más cerca de casa, en los Pirineos Occidentales aragoneses.
Los Coen, con esta colección de cortos de ficción agrupados, realizan sin complejos su particular homenaje al western, utilizando con desparpajo los temas y los lugares comunes que le eran propios. Fieles a su estilo más personal, que algunas veces han abandonado sin éxito, introducen un tono de absurdo, un tono dadá, en el estilo de western crepuscular que se impuso una vez que pasó la época gloriosa del género, cuando parecía que estaba muerto, que ya no interesaba a los espectadores. Oscilando entre la comedia negra, por blanca que sea la ropa del protagonista, y el drama más oscuro, repasan los tipos más tópicos del género; el pistolero, el ladrón de bancos, el cuatrero, el charlatán de feria, la prostituta de saloon, el buscador de oro, el trampero, la caravana de nuevos colonos, la mujer que necesita la ayuda del apuesto veterano de las praderas, los «indios», la diligencia, los cazarrecompensas,… Todos ellos adecuadamente dosificados y ajustados, para que un muy plural elenco de actores, muchos, y actrices, poquitas, de un recital de buen hacer. Desde los nombres más conocidos hasta los secundarios más incógnitos para la mayor parte de los espectadores. Mencionaré algunos que me sorprenden especialmente… Tim Blake Nelson encarnando al Buster Scruggs del título, James Franco como uno de los más desafortunados cowboys a aquel lado del Misisipí, el duelo interpretativo, en cierto modo sin palabras, entre Liam Neeson, Harry Melling y un gallo, un estupendo y entrañable Tom Waits, sí, el cantante, y Grainger Hines y una extremadamente entrañable pero desafortunada Zoe Kazan enfrentándose a los «indios» en las praderas del medio oeste.
Además,… hasta caballos tenemos.
Difícil es establecer una preferencia, creo que depende más del estado de ánimo del momento que de otra cosa. Pero realmente he disfrutado de esta película de los Coen como hace tiempo que no lo hacía. Y lo que es más, el recuerdo y el agrado crecen conforme pasa el tiempo, que siempre ayuda a ser mejor juez en cuestiones cinematográficas. Y os lo dice alguien a quien pocas veces a entusiasmado el western… salvo cuando sí lo ha hecho.
Me llegó hace unos días el resultado del revelado de un carrete de película tradicional en blanco y negro que use en mi excursión por Taxeras y en la visita al circuito de Motorland. Sigo muy satisfecho con estas fotografías. Los detalles técnicos fotográficos los podéis encontrar en De la montaña a los circuitos de carreras con una Leica M2 + Ilford XP2 Super 400. Pero aquí os voy a dejar algunas fotos de estos días.
De Zuriza a Taxeras
Campeonato de España de Motocross en Motorland Aragón
Me entraban dudas sobre si mezclar en una misma entrada estas dos series, o dedicarles a cada una una entrada, o combinarlas con otras… pero últimamente estoy terminando varias temporadas de series, esto se acumula, y es mejor ir sacando adelante comentarios. Aunque ando con poco tiempo y serán breves.
El hecho de que sea la enésima producción de ficción, sea cinematográfica, sea televisiva, que lleve como título algo relacionado con «guardaespaldas»,… he de reconocer que me supuso un cierto aburrimiento. Luego, las críticas generalmente favorables a la serie, el hecho de que fuese británica, y que fueran sólo seis episodios, me animó a verla.
Hechos positivos. Muy bien interpretada, tiene momentos muy inspirados entre los cuales el fenomenal principio con la amenaza de bomba en el tren y, de forma circular o simétrica, la amenaza de bomba en el centro de Londres al final. Fenomenalmente concebidos y rodados.
La serie de más empaque de hoy trasncurre en Londres, y a Londres nos vamos, a recordar un día frío y desapacible. Pero sin bombas.
Hechos negativos. Determinada relación romántica que surge entre dos personajes destacados de la trama, que me parece de una improbabilidad supina.
Globalmente, balance bastante positivo, aunque te quedas con la duda de si la serie está apoyando las legislaciones fascistoides que convierte a los servicios secretos y de seguridad en «el gran hermano» de turno.
Ni me voy a molestar en realizar la transcripción fonética al alfabeto latino del título original tailandés. Nos quedamos con el título «internacional», o sea, en inglés. Creo que es la primera vez que veo una serie del antiguo reino de Siam.
A ver. La idea es buena, e incluso algunos episodios resultan atractivos. Una serie de capítulos no vinculados entre sí por el argumento sino por el tema. Y por la presencia de un personaje común, Nanno (Chicha Amatayakul), una chica de unos 16 años que se incorpora a estudiar a un instituto donde existe un problema. Abusos sexuales por un profesor, violación por otros estudiantes, acoso colectivo, exaltación de la belleza, castas basadas en el dinero familiar, falsos genios de las artes y las ciencias,… lo que podría pasar por una denuncia de los posibles problemas del sistema educativo entre los adolescentes y las relaciones entre estos.
Una cuestión quede clara. Por el desarrollo de los capítulos, la chica, Nanno, parece la misma, pero no puede ser la misma. Dijéramos que es un símbolo o elemento argumental que desencadena la crisis en la trama de cada capítulos. Y a la que han dado un aspecto que oscila entre lo angelical, la chica es mona, según la apreciación de la serie un bellezón, pero eso es más subjetivo, y lo psicópata. El tema es que como decía, la idea es buena, pero también hay momentos de más que discutible verosimilitud, que convierten a la serie en algún momento en un producto de terror mal llevado. Y con interpretaciones que no siempre están a la altura. Hasta cierto punto, un producto fallido. Aunque en las votaciones de IMDb tenga un 8.0… supongo que a los tais les gusta. La serie. Y la chica. Que es mona. Es cierto. Pero, ¿deslumbrante?
Ya me he puesto al día con el comentario de los libros leídos. Espero que no me demore mucho más con la recopilación de ensayos de Umberto Eco que estoy leyendo ahora, porque si no, la semana que viene no sé si habrá comentario de libros. Ya veremos. Quizá haga como esta semana y tire de algún libro de historietas, o cómics, como dicen los que no pueden pasar sin los anglicismos de rigor. Bueno, la verdad es que cómic ya es una palabra plenamente integrada en el castellano actual. Pero es que a mí me encanta la palabra «historieta».
En medio de estas aventuras espaciales y en el tiempo, disfrutemos un poco de la belleza de nuestro minúsculo rincón en el universo… mientras sea posible.
Y las de hoy las dedicamos a Brian K. Vaughn, que poco a poco se confirma como uno de mis guionistas favoritos. Sea con la colaboración de Cliff Chiang a la ilustración como en Paper Girls, o especialmente con la de Fiona Staples en Saga. Cómo me gustan las ilustraciones de Staples… son fantásticas. En todos los sentidos de la palabra.
En ambas series, hemos tenido que esperar un año para leer sus continuaciones en castellano. Normal en el caso de la segunda ya que España se ha venido publicando en álbumes recopilatorios anuales. Pero la primera iba saliendo con una frecuencia casi mensual, y de repente se produjo el parón que ha durado un año.
En el caso de Paper Girls, seguimos con las aventuras de nuestras preadolescentes, repartidoras de periódicas en la estéticamente discutible década de los 80 del siglo XX, que de repente, sin comerlo ni beberlo se metieron en una sucesión de viajes en el tiempo, con un ritmo bastante frenético. Como toda aventura con personajes de esta edad, no deja de ser un camino de autodescubrimiento y reafirmación, de intentar dar de lado las inseguridades que les asaltan y de comprender quienes son. Quizá el público objetivo de esta serie sea gente muchísimo más jovencita que yo, pero se pueden leer por parte de un adulto sin desdoro. Y realmente son tremendamente entretenidas, con esa mezcla de aventura y drama. Y sobre todo, viajes en el tiempo. Me encantan los viajes en el tiempo.
Ya he afirmado varias veces que, para mí, Saga es una de las mejores space operas de las que he descubierto, todos los géneros narrativos (literatura, cine, televisión, historieta,…) incluidos. Situada en esa fantástica guerra galáctica que enfrenta a terranos y luneros, junto a todos sus aliados, más o menos fieles, más o menos de conveniencia. En enorme y monumental alegato antibelicista, en el que además va incluyendo todos los temas trascendentes que puede importar a una persona preocupada por el mundo de hoy en día. La diversidad social, racial, sexual, la violencia, la explotación de las personas, la hipocresía de la política y los medios, ya he mencionado la sinrazón de la guerra… todo lo que se os ocurra. En este octavo volumen, el tema fundamental es la familia. No es que sea un tema que no haya estado presente de continuo. De hecho es casi el hilo conductor de la serie, la familia de Marko, Alana y Hazel… y todos los demás que les rodean. Porque como en todas las familias, están aquellos que lo son por nacimiento y lazos de sangre, pero también esta la familia extensa de aquellos que simplemente están ahí para apoyar, para querer, para luchar si es necesario. Analizamos el sentimiento de pérdida. También hay una crítica a la hipocresía antiabortista, los hipócritamente llamados «provida», que mientras niegan el derecho a las mujeres a realizar sus propias elecciones, no dudan en ser instigadores de guerras, asesinatos, discriminaciones… justo como la vida real. Auténticos «provida». Pero no nos pongamos sólo en lo negativo. Hay reflexiones sobre los lazos de hermandad, algo sobre lo que se ha empezado a reflexionar en la serie, pero que todavía tiene mucho margen para desarrollar. Y frente a volúmenes anteriores, más oscuros, con muchas pérdidas, este ha sido más esperanzador, con reencuentros más o menos felices. Esperando ya al otoño del año que viene.
Este sábado pasado, arrastrando una faringitis que luego me tuvo todo el domingo en casa, tuve la oportunidad de visitar la exposición «Goya+Buñuel: Los sueños de la razón», que actualmente se celebra en una doble sede; el Museo de Zaragoza, del Gobierno de Aragón, y el Museo Goya de Zaragoza, de Fundación Ibercaja. La exposición se puede visitar hasta el 30 de diciembre. Y probablemente volveré a pasarme por ella, para terminar de absorber todo aquello que ofrece.
Lo especial de la visita es que fue organizada desde la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza AFZ, con el objetivo de ofrecer la posibilidad de incrementar la cultura visual de los socios, más allá de la fotografía, y que tuvimos la suerte de que estuviera guiada por Amparo Martínez, profesora titular del Departamento de Historia del arte en la Universidad de Zaragoza, y una de los dos comisarios, junto con José Ignacio Calvo. Si este último sería el especialista en Francisco de Goya, Amparo Martínez tiene el cine y Luis Buñuel como área de especialización, lo que inevitablemente marcó un cierto sesgo durante la visita hacia este último. Lo cual, a mí, no me importó ni me molestó en absoluto.
Como ya he dicho, la exposición se encuentra repartida en dos sedes. Sobre esto, mi opinión más adelante. La primera que visitamos fue la del Museo de Zaragoza, en la plaza de los Sitios de la ciudad. En ella se analizan una serie de dimensiones en los dos artistas, tanto de carácter personal como artístico. Uno de los objetivos confesos de la exposición es superar las coincidencias más superficiales entre ambos artistas; ser aragoneses, tener una discapacidad auditiva y haber tenido que salir exiliados hacia Francia. Ambos fueron innovadores en sus tiempos y en sus artes, mantuvieron una actitud curiosa y de búsqueda del aprendizaje, no tuvieron inconveniente en incomodar activamente sus coetáneos señalando los desajustes de la sociedad y sus principales estamentos, ejercieron su libertad hasta la subversión, y practicaron ejercicios de introspección personal. Esto es lo que se ve fundamentalmente en esta primera sede. Primera por el orden de visita, no porque haya un orden establecido entre las dos.
En la segunda sede, el Museo Goya, que todavía muchos conocen como Museo Camón Aznar aunque hace unos años que cambió de nombre, se hace una comparativa de las obras de ambos artistas, buscando aquellos aspectos formales y de fondo que los unen. Aunque no necesariamente se pueda establecer una influencia directa de uno, Goya, en el más reciente, Buñuel.
Globalmente, la exposición nos dejó un buen sabor de boca. A mí por lo menos. El buen planteamiento de Amparo Martínez al guiar la visita, pero dejando libertad a los miembros del grupo para explorar lo que más les interesase, fue un acierto. Por lo menos para mí, que soy poco adepto a las visitas guiadas, en las que me siento muchas veces parte de un rebaño. No en esta ocasión. Sin embargo, tiene algunos «peros», que no atribuyo a sus comisarios, que me parece que han hecho un buen trabajo.
La exposición está bien, pero en mi opinión no tiene volumen como para que sea necesario que se reparta en dos sedes. Obviamente, esto se debe a cuestiones «políticas». Las dos entidades promotoras quieren tener su «protagonismo»… cuando los protagonista tendrían que ser los artistas y los visitantes y el mejor interés para estos últimos. Pero es el mundo, o el país, en el que vivimos. Siempre he sido crítico con la forma en que se trata la obra de Goya en Zaragoza. La hay, con piezas muy interesantes, y creo que debería exponerse de forma unificada y lo más didáctica posible, en lugar de dispersa en varias sedes. Es el problema de base. En lugar de colaborar y sumar… cada uno a lo suyo. Por mucho que se creen fundaciones y comisiones de coordinación y estas cosas…
También es un poquito una pena lo escueta que es la información en internet sobre la exposición. La encontramos en tres sitios relacionados, 1, 2 y 3. Pero en los tres es tremendamente escueta, sin que haya apreciado la existencia de documentación complementaria que el visitante virtual se pueda descargar.
Por lo demás, como decía, una actividad muy satisfactoria.
Rara avis dirigida por Alice Rohrwacher que nos llega desde Italia para salpimentar una cartelera cinematográfica que, aunque llena de estrenos que llegan en masa en los fines de semana de este mes de noviembre, esta mucho más vacía de interés de lo que parece. O por lo menos es la sensación que nos transmite a nuestro pequeño grupo de aficionados al séptimo arte.
La película de hoy está rodada en la región del Lazio, la de los latinos, pero como lo único que tengo de esa región es Roma y Ostia Antica, me ha parecido más apropiado ilustrar la entrada con algunas vistas en torno a Orvieto en la Umbria, la región de los etruscos.
Pero he aquí que Rohrwacher nos cuenta una nueva versión de la arquetipo del hombre bueno, que por serlo y comportarse de forma excéntrica al conjunto de la sociedad, es tomado por simple o por loco. Adriano Tardiolo personifica a este Lazzaro con resonancias franciscanas, pero que viene acompañado de una crítica muy actual a los sistemas de explotación y de deshumanización de las gentes a manos de los codiciosos. Y de una sociedad que, aunque con leyes para controlas esa explotación, poco hace en realidad por integrar a quienes son explotados. Una película que tiene un contenido muy social y político; pero sería una simpleza limitar el alcance de los temas que trata a estas dimensiones. Hay una potente reflexión humanista sobre la bondad y la ética personal, sobre las relaciones entre las personas, sobre la amistad y la familia, con sus cosas importantes, pero también con sus miseria.
Todo ello en una narración y una puesta en escena que bebe de las tradiciones del cine italiano de posguerra. A ratos con dosis de neorrealismo, a ratos guiños a Fellini, a ratos flirtea con el surrealismo, con claros elementos simbólicos de dobles significados. Y luego, pues ha recibido esa etiqueta que cada vez se usa más, aunque cada vez queda menos claro qué significa, la de estar encarnada en la tradición del realismo mágico. Etiqueta que lo mismo sirve para esta película, que para hablar de García Márquez, como de Murakami. A todos los cuales quizá les podríamos encontrar elementos comunes, pero también notables diferencias.
En resumen, una fábula contemporánea con temas de siempre que nos brinda una historia que da qué pensar, una impecable puesta en escena y unas interpretaciones más que notables. Así que de lo más completa.Y muy recomendable.