Hace ya casi un año hablaba de las obras de ampliación del parque Pignatelli, una zona verde y recreativa de Zaragoza íntimamente vinculada a mi infancia, y que de un modo más casual, por su proximidad a mi domicilio, ha estado presente a lo largo de toda mi vida. Hacia finales del mes de abril hice unas fotos tras su «inauguración», cuyo comentario técnico podéis encontrar en Paisaje urbano con película ortocromática – Plaubel Makina 67 con Ilford Ortho Plus.
Entrecomillo lo de «inauguración», porque claramente son unas obras inacabadas. Probablemente lo que quede no sea obra de envergadura, pero son frecuentes las vayas de obras y los elementos a medio terminar. Sin hablar de los raquíticos árboles, de los parterres sin apenas vegetación y de la enorme cantidad de cemento propia de la obra pública barata. Pero había que inaugurar, porque estamos en año electoral, y hay que hacerse la foto aprisa y corriendo antes de que se prohibiesen las inauguraciones por la proximidad de la cita electoral que ya fue este domingo. Que sensación de cutredad y poco nivel dan los políticos de este país. De cualquier color o partido.
Pues sí. El rollo de película del que hablo en Negativos excesivamente subexpuestos – Leica M2 con Kentmere 400 es una metedura de pata considerable. Están muy subexpuestos; una vez positivados, las fotos quedan muy oscuras. Que a alguna de las imágenes no les va mal… pero no era la intención.
A la mayor parte de las personas les cuesta reconocer que cometen errores. Que meten la pata. Todos, en plan coloquial, comentan el tópico, «todos nos equivocamos», pero la mayor parte de la gente lo deja como un comentario casual y general, pero no habla de sus errores. Eso da reparo. Sin embargo, creo que es negativo. Primero, porque nadie se cree que todo te vaya bien en la vida, por lo que si todo lo que presentas es positivo, aquellos con capacidad de pensar desconfiarán de tu credibilidad, o de tu honestidad. Segundo, porque existe la posibilidad de que te creas tus propias mentiras… y eso no es nada bueno tampoco. Tercero, porque no aprendes. No soy excesivamente partidario de la pedagogía del fracaso. Creo que hay que trabajar para hacer las cosas bien desde el principio y aprender de ahí. Pero como va a ser inevitable que de vez en cuando surjan problemas o cometamos errores, mejor que lo asumamos, lo reconozcamos, aprendamos, y si lo compartimos, ayudemos a otras personas a evitar los errores en los que hemos caído. Así que seguiré comentando, en igual de condiciones, mis rollos de película exitosos y mis meteduras de pata. Creo que es lo mejor. Y los que «lo hacéis todo bien»… que sepáis que no os creo y no me merecéis confianza.
Después de la entrada de hace unos días que mostraba fotografías en color realizadas con película negativa durante el viaje de la semana de Pascua, hoy toca mostrar algunas de las que hice con película negativa en blanco y negro. Los detalles técnicos los encontraréis en Viajando a Basilea y alrededores con blanco y negro – Minox 35 GT-E con Ilford XP2 Super. Ahora… os dejo con las fotos.
Ya hablé hace unos días de cómo se vuelcan las instituciones, el Ayuntamiento en especial, en las zonas verdes de la ciudad en vísperas de elecciones. También en estos días hemos comprobado como «inauguran» otras, como la ampliación del parque Pignatelli, un lugar que me ha acompañado toda la vida, pero especialmente mi infancia, por ser lugar de juegos y correrías durante mis años niños y preadolescentes. De momento lo que han «inaugurado» o abierto al público es una gran extensión de cemento y tierra marrón, con algunas estacas que llaman árboles, que denominan zona verde aunque el verde sea un color que brilla por su ausencia. Pero las fotografías que comento en Revisando las filtraciones de luz de la cámara – Olympus mju-II con Ilford HP5 Plus me han hecho pensar en cómo el Parque Grande de Zaragoza sí que es heraldo habitual de los cambios estacionales en la ciudad.
En aquellos días, todavía invernales, las ramas de los árboles se encontraban desnudas de hojas. Ni siquiera se apreciaban los brotes de las que habían de salir. En los parterres brotaban las primeras flores, incipientes narcisos que se apreciarán mejor en un futuro rollo de película en color, que ya está revelado, pero no comentado. Era día agradable de aspecto, soleado, pero desapacible en la realidad, por un viento fresco, con fuertes rachas conforme avanzó la mañana.
Ahora, a principios de abril, cinco semanas después, no mucho más, la primavera ha entrado de forma manifiesta. Incluso si en estos días ha regresado el viendo fresco, a ratos desapacible, como el de esta mañana. Pero mis fotografías más recientes del Parque Grande, fotografías digitales con cámara modificada a espectro completo, extendido en el ultravioleta próximo o el infrarrojo cercano, muestran ya que la vida se ha recuperado. Hojas incipientes en los árboles, que se ven blancas en el espectro del infrarrojo, las «sakura», flores de cerezo kanzan ornamental se muestran ya en su esplendor, y los tulipanes reinas donde los narcisos ya se han marchitado.
El Parque Grande de Zaragoza es uno de los espacios más agradables de la ciudad. Que podría ser mejor, con un poquito de dinero del que se gastan muchas veces en tonterías. Del que podemos, o podríamos, estar orgullosos. y disfrutarlo. A ver si es verdad. Incluso si el cierzo no nos lo pone fácil.
Otras fotos de aquel rollo de película en blanco y negro… en otros espacios verdes de la ciudad.
A principio de mes, en el día de fiesta local en Zaragoza, el 6 de marzo, aprovechando una serie de circunstancias me fui a Barcelona y llevé a reparar una interesante (y valiosa) cámara fotográfica a un servicio técnico respetado en la Ciudad Condal. Os podéis enterar algo más de esta peripecia en Recuperando una estupenda cámara de formato medio – Plaubel Makina 67 con Kentmere 100 120.
Pero no deja de ser una tristeza que, viviendo en una ciudad de casi 700.000 habitantes, el quinto municipio de España por población, tenga que llevar un aparato a arreglar a otra ciudad.
En Zaragoza ha habido durante años dos talleres de reparación de aparatos fotográficos. Uno siempre tuvo buena fama entre los fotógrafos de la ciudad, llevaba mucho tiempo ahí, he oído alabanzas habituales, y ciertamente, cuando empecé a coleccionar aparatos de antaño, la mayor parte de las reparaciones que me hizo fueron correctas, pero con algún fallo que otro. Ya no existe. Cerró. Queda el otro, que, aunque me ha dejado alguna cosa bien, me ha hecho un par de pifias que me han dejado muy escocido. Y ahora, en la medida de lo posible lo evito. Para mayor desgracia, con un aparato moderno, el servicio oficial de la marca resultó lamentable e incapaz de hacer una reparación correcta. De hecho, en estos momentos he decidido no volver a comprar aparatos de esa marca, a la que siempre he tenido aprecio, porque si te sale mal alguno, por improbable que sea, no puedo confiar en su red de servicios técnicos oficiales. Cero. Aviso para navegantes, la marca es Panasonic, que hace algunos aparatos fotográficos muy interesantes.
El caso es que estamos en una ciudad grande. Con aspiraciones. No sé muy bien de qué… pero con aspiraciones. Pero lo cierto es que desde hace muchos años, conforme he ido conociendo algo de mundo, se ha ido instalando en mí la idea de que con sus casi 700.000 almas… en realidad es bastante provinciana. Carecemos de empresarios con auténtica iniciativa e interés por lo que hacen… carecemos de innovadores, carecemos de gente que arriesgue en generar nuevos adeptos a marcas, actividades, a la creatividad… todo es muy normalito, muy mediocre en el sentido de que se mueven los comercios y los servicios en las medianías. Ni fu ni fa. Y si quieres algo especial… te lo tienes que buscar fuera. O por internet. Y los mismos comerciantes que no arriesgan, que te desmotivan, luego te critican y te reprochan que no apoyes lo local.
Por favor… ya basta de memeces. Si quieres fidelidad del consumidor local, ofrece un servicio o un producto que merezca la pena, que atraiga y que busque ese consumidor. No todos tenemos vocación de mediocres.
Estaba revisando las fotografías de un rollo de película fotográfica en blanco y negro que hice en el mes de febrero, cuando al ver una de las fotografías se me ha ocurrido el tema de este fotocomentario. Las características técnicas de las fotos las podréis encontrar en Super gran angular para película fotográfica – Canon EOS 650 con Tokina 12-24 mm e Ilford FP4 Plus, en el caso de que tengáis curiosidad en ellas. Os pondré aquí algunas fotos más de este rollo. Pero la que me ha inspirado es la primera de este par.
Cuando pasé en aquel momento por la plaza Reina Sofía de Zaragoza, me sorprendí al ver que estaban en obras de remodelación de la zona ajardinada de la plaza. Por la que paso con cierta frecuencia, y no había notado que reclamase una especial intervención. Pero oye,… bien está que se mantengan con cuidado las infraestructuras públicas de la ciudad. Cosa que no es frecuente. Se suele esperar a que esté todo muy deteriorado antes de intervenir. Cosas de la «gestión racional del presupuesto municipal», especialmente cuando gobiernan en el ayuntamiento fuerzas políticas con poco cariño por lo público, como ha sucedido en los últimos cuatro años.
No obstante, pocas semanas después fueron otros jardines los que me sorprendieron, y a los que también dediqué algunas fotos, que ya he ido mostrando en otras entradas de este Cuaderno de ruta…
Se trata de los parterres de la plaza de la Convivencia [o de la «Connivencia» como dicen algunos «arteros» empleados públicos que trabajamos por allí, en una crítica al funcionamiento (más o menos) ocasional de las instituciones públicas], plaza en la que se encuentra mi lugar de trabajo. Lucen en este mes de marzo con una multitud de flores de plantas bulbosas, principalmente narcisos, tulipanes y algunos crocus, entre otras, y que nos ha sorprendido porque no recordábamos tal despliegue de color en tan gris y hormigonado lugar. Y en nuestras inocentes conversaciones a la hora del café, hemos dado en recordar que nos encontramos, hoy exactamente, a dos meses de una cita electoral, para renovar gobiernos autonómicos y municipales, junto con otras corporaciones locales. ¡Ah! Esto lo explica todo. Nada más vistoso, y probablemente no demasiado oneroso para las arcas municipales, que plantar florecicas, para «demostrar» la buena gestión de los actuales ediles del Excmo. Ayuntamiento de la Muy Noble, Muy Heroica, Muy Leal, Siempre Heroica, Muy Benéfica, Inmortal ciudad de Zaragoza. Qué cosas.
Hace un tiempo, solía coger mi semana de fiesta para esas fechas en los primeros días de enero. Y solía planificar muchas y variadas actividades. Cuando el traumatólogo me dejaba esquiar, es decir, antes de mi fisura en un menisco de la rodilla derecha, ansiaba que hubiese nieve en pistas para aprovechar. Pero hoy en día lo vivo de otra forma. Prefiero la tranquilidad en casa o paseando por la ciudad. Y prefiero la tranquilidad en el lugar de trabajo en los primeros días de enero, cuando la mayor parte de mis compañeras se cogen fiesta.
Dicho lo cual, este año en particular, en esos días de fiesta en la última semana de diciembre, disfrutamos de una meteorología notablemente benigna para la época del año. Salvo alguna niebla en las primeras horas del día, sol y temperaturas templadas. ¿Qué más se puede pedir para unos días de fiesta? ¿Salvo que estas alteraciones en el clima no les sienten nada bien a los ecosistemas actuales…? En fin. Mientras, los políticos, cuando cada vez hay menos nieve, se plantean destrozar un bello valle y paisaje pirenaico pensando en un turismo de esquí cada vez más improbable, para disfrute de sus siempre «amigos» los empresarios de la construcción. España (Aragón) es así.
Primera de las entradas dedicadas a mis fotografías realizadas con película tradicional en Madrid en mi escapada a la capital del reino el 31 de enero pasado. Los detalles técnicos de las fotografías los encontraréis en Viaje en el día a Madrid (II) – Minox 35 GT-E con Kodak Tri-X 400. Aquí os dejo unas cuantas fotos, de las que hice con película para negativos en blanco y negro. Hace unos días, os mostré las que hice con película para negativos en color.
Salgo de un fin de semana un tanto modorro. El viernes comencé con síntomas de un catarro, más molesto que importante. Hoy lunes tengo algún síntoma residual, pero muy leve. Me he perdido cosas. Como la asamblea y la cena anual de la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza AFZ y algún plan para fotografiar el domingo. Otras no… pero no las disfruté todo lo que hubiese podido, y me hicieron renunciar a las que he mencionado. Pero bueno… ayer preparé material para la actividad de este Cuaderno de ruta durante la semana… aunque no con las ganas que me hubiese gustado.
Pero nuevamente el repaso a una experiencia fotográfica, de mediados de diciembre, que podéis leer en Nuevas presentaciones para películas blanco y negro (I) – Fujifilm GS645S Wide 60 con Kentmere 100 120. Llevo un poco de «retraso» en estos comentarios. Y si lo entrecomillo es porque realmente tiene escasa importancia ese «retraso». Nada me obliga a hacerlo con mayor o menor rapidez. Simplemente es que normalmente sólo tardaba tres o cuatro semanas en comentar estas experiencias desde que sucedían, y ahora pasan dos meses. El caso es que usé por primera vez una película fotográfica de bajo coste. O de más bajo coste, dentro de la gama de productos de una empresa. Y creo que es un ejemplo de que, si ajustas adecuadamente tus expectativas, y sabes que el fabricante es decente, no pasa nada por tirar a la baja para ahorrar algo de dinero. Sabes que el nivel no es el mismo que con otras denominaciones más costosas. Pero son productos dignos, realizados con calidad, aunque sabes que hay un ahorro de costes en las materias primas. Pero no por eso deja de ser un producto adecuado. Nadie da duros a cuatro pesetas. Si el fabricante es sincero en el origen del descenso de costes, y es algo que se puede asumir, está bien. Cuando conviene, gastas más, y cuando conviene, gastas menos. El problema viene con los fabricantes y vendedores que pretenden que creas que compras jamón ibérico a precio de mortadela de la barata. Y es que eso no va así. Si te gusta la mortadela y es lo que te puedes permitir, disfrútala. Pero que no te engañen, ni te engañes a ti mismo.
No me voy a enrollar mucho. Especialmente porque no ando sobrado de tiempo esta mañana en la que tenía muchas cosas que hacer. Aunque como he madrugado un poquito, ya he avanzado bastante. Pero como una de ellas era escribir sobre mi experiencia sobre una fórmula de revelado de película para negativos en blanco y negro no recomendada en ninguna parte, como podéis leer en Revelado desatendido con SPUR Acurol-N – Pentax MX y Olympus mju-II con Ilford HP5 Plus, se me han ocurrido algunas reflexiones sobre las formas de hacer.
Hay dos formas de hacer. La de las personas más conservadoras, en un sentido psicológico o sociológico, no en un sentido político, que tienden a hacer las cosas según las normas. Según lo establecido. Manteniéndose a los cánones, al modo de toda la vida. Y luego están las personas más progresivas, menos conformistas, en ocasiones incluso transgresoras, que se niegan a aceptar el statu quo (Status quo es una banda de rock, no una expresión latina correcta), y que experimentan y cambian siempre que pueden. Mi posición está a medio camino, con cierta tendencia a aceptar las novedades por encima de atarme a los modos de siempre. Un tendencia muy acusada, si he de ser sincero. Creo que hay momentos en los que conviene seguir las normas, y otros en los que hay que romperlas.
Soy un chico de ciencias. Y frente a lo que creen muchos sobre las ciencias como verdades demostradas y establecidas en las leyes de la naturaleza, lo cierto es que el método científico lo que nos enseña es a ser escépticos, a poner en cuestión constantemente el conocimiento que tenemos sobre el mundo, y a proponer nuevas interpretaciones y nuevas formas de hacer. Pero no alocadamente, sino de forma racional. Si decidimos que hay algo que podemos cambiar, debemos explicar porqué. Qué es lo que no funciona bien. Qué puede hacerse mejor y en qué basamos nuestras propuestas. Hay que tener cuidado con los expertos. Con eso de que la experiencia es un grado. Por que puede haber expertos… en hacer las cosas de forma ineficiente, o con baja calidad, aunque sea la forma en que se ha hecho toda la vida. Trabajo en una administración pública, que suelen ser paradigmas en esto, aunque tengan otras virtudes que compensen. Pero esencialmente, creo que hay que buscar siempre nuevas formas de hacer, y experimentar de forma controlada, siempre bajo el principio de, ante todo, no hacer daño. Es algo que nos enseñan en las facultades de medicina, primum non nocere. Pero por favor, que esto nos estanque en un pasado obsoleto e ineficiente.
Estas semanas atrás procedí a evaluar el error que cometía el fotómetro de una de las cámara para película fotográfica tradicional que más uso, especialmente cuando salgo de viaje. Las fotos que adjunto corresponden a esa evaluación, cuyos detalles podéis encontrar en Siempre conviene conocer la precisión de los fotómetros – Minox 35 GT-E con Ilford FP4 Plus. Y esto me ha hecho pensar en los errores que cometemos con frecuencia cuando observamos y valoramos lo que pasa en el mundo.
Lo voy a decir de una forma muy clara, concreta y absoluta. Nuestros sentidos nos engañan. La vista principalmente, es el sentido del que más dependemos, al menos de forma consciente, pero también los demás. Que son más de cinco… aunque ahora no voy a entrar en eso. Otro día, tal vez. Nos son útiles para defendernos en nuestra vida cotidiana. Pero evolucionaron para la supervivencia de un primate recolector siempre, carroñero en bastantes ocasiones, y cazador eventualmente, que surgió en la sabana africana hace unos cientos miles de años. Nada que ver con el entorno en el que nos movemos actualmente. Y no es que lo diga yo, hay abundantes estudios, con el método científico correctamente aplicado en ellos, que así nos lo muestran. Y sin embargo los seres humanos tendemos a realizar afirmaciones o negaciones categóricas, muchas veces dogmáticas, a partir de experiencias sensoriales individuales, y muchas veces únicas. Y así, erramos. Sin embargo, incluso con nuestros instrumentos de medición corrientes, cometemos errores, más o menos grande al evaluar la magnitud de un fenómeno. Por falta de precisión, los valores que nos ofrecen medidas repetidas de un fenómeno varían mucho entre sí, están dispersos, o por un sesgo, los valores que nos ofrecen medidas repetidas de un fenómeno se alejan en promedio del auténtico valor que debería evaluar. Por ello, seamos humildes. Y estemos abiertos a la posibilidad que la forma en que nos cuentan el mundo otras personas puede estar menos sesgada o ser más precisa que la nuestra. No seamos cabezones. Escuchemos a los demás. Especialmente a aquellos más mesurados, que reconocen desde el principio que pueden haberse equivocado. Seguro que estos tienen sus errores mejor controlados que los que afirman con seguridad y dogmatismo. Huid de esos.
Me llamó mucho la atención algo que me pasó hace unas semanas. Durante un tiempo a principio del otoño de este 2022, en la plaza de Santa Engracia de Zaragoza estuvieron expuestas una docena de grandes busto, cabezones, del pintor Francisco de Goya, decorados con estilos de pintura contemporánea o técnicas mixtas por distintos artistas contemporáneos. El año pasado hubo algo similar por toda la ciudad con figuras completa a tamaño natural del mismo pintor. Y hace unos meses, unas especies de calaveras de estilo mejicano, también decoradas de forma similar en el paseo de la Independencia. El caso es que publiqué algunas fotos realizadas con cámara digital en un grupo de aficionados a la fotografía, y suscitaron comentarios negativos por parte de algunos miembros del grupo. Entiendo que los comentarios negativos se referían a las obras de arte en la calle y no a las fotos. Me quedé sorprendido por la acritud de los mismos. No contesté nada.
Puedo entender que a alguien le gusten más o menos determinados estilos o expresiones artísticas. Entiendo que las personas son variadas. A unos les cuesta más y a otros menos adaptarse a las novedades estéticas, estilísticas o artísticas. Pero la acritud, la desaprobación áspera,… eso no lo entiendo. Además, deberíamos haber aprendido de la historia. Los pintores impresionistas despertaron la furia de los «críticos» y «entendidos» de la época. La denominación «impresiones» de sus obras empezó siendo negativa o despectiva, aunque luego la hicieran suya y se convirtiera en la marca del movimiento artístico. En los años 50 del siglo XX se censuraba el uso de pantalones vaqueros, en los años 60 el pelo largo en los chicos, en los años 70 los tatuajes eran cosa de marineros, patibularios y legionarios y estaba mal vistos… todos son ahora comunes. Incluso por las personas que ocupaban el mismo sector de la población que los censuraban en su momento. Deberíamos haber aprendido a que, no estando obligados a que nos guste todo, no tiene sentido enfadarse por los cambios. Y más en una época donde lo «políticamente correcto» hace raras las auténticas transgresiones. Que desde mi punto de vista, también vienen bien de vez en cuando para remover conciencias y sensibilidad. En fin. Que no aprendemos, que seguimos tropezando en las mismas piedras.
Algunas fotos más de los rollos de película de aquella mañana.