Estas semanas atrás procedí a evaluar el error que cometía el fotómetro de una de las cámara para película fotográfica tradicional que más uso, especialmente cuando salgo de viaje. Las fotos que adjunto corresponden a esa evaluación, cuyos detalles podéis encontrar en Siempre conviene conocer la precisión de los fotómetros – Minox 35 GT-E con Ilford FP4 Plus. Y esto me ha hecho pensar en los errores que cometemos con frecuencia cuando observamos y valoramos lo que pasa en el mundo.

Lo voy a decir de una forma muy clara, concreta y absoluta. Nuestros sentidos nos engañan. La vista principalmente, es el sentido del que más dependemos, al menos de forma consciente, pero también los demás. Que son más de cinco… aunque ahora no voy a entrar en eso. Otro día, tal vez. Nos son útiles para defendernos en nuestra vida cotidiana. Pero evolucionaron para la supervivencia de un primate recolector siempre, carroñero en bastantes ocasiones, y cazador eventualmente, que surgió en la sabana africana hace unos cientos miles de años. Nada que ver con el entorno en el que nos movemos actualmente. Y no es que lo diga yo, hay abundantes estudios, con el método científico correctamente aplicado en ellos, que así nos lo muestran. Y sin embargo los seres humanos tendemos a realizar afirmaciones o negaciones categóricas, muchas veces dogmáticas, a partir de experiencias sensoriales individuales, y muchas veces únicas. Y así, erramos. Sin embargo, incluso con nuestros instrumentos de medición corrientes, cometemos errores, más o menos grande al evaluar la magnitud de un fenómeno. Por falta de precisión, los valores que nos ofrecen medidas repetidas de un fenómeno varían mucho entre sí, están dispersos, o por un sesgo, los valores que nos ofrecen medidas repetidas de un fenómeno se alejan en promedio del auténtico valor que debería evaluar. Por ello, seamos humildes. Y estemos abiertos a la posibilidad que la forma en que nos cuentan el mundo otras personas puede estar menos sesgada o ser más precisa que la nuestra. No seamos cabezones. Escuchemos a los demás. Especialmente a aquellos más mesurados, que reconocen desde el principio que pueden haberse equivocado. Seguro que estos tienen sus errores mejor controlados que los que afirman con seguridad y dogmatismo. Huid de esos.

