[Viajes] Resumen fotográfico de San Francisco (y algo más)

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En esta ocasión no hay entrada técnica acompañante en El viaje fotográfico de Carlos sobre las cuestiones técnicas de mis fotografías del viaje. Probablemente, cuando lleguen reveladas las fotografías de los carretes de película fotográfica tradicional y los comente, en blanco y negro y en color, haré alguna referencia al equipo fotográfico digital,… que es mi básico para viajes; el sistema micro cuatro tercios como principal y la pequeña compacta Sony como complementario. Simplemente, una curiosidad. Me equivoqué al llevarme un objetivo. Mi intención era lleva el 35-100 mm f2,8 de Panasonic, objetivo de focal variable en el terreno del teleobjetivo corto y medio, y me confundí, me llevé el 75-300 f4,8-6,7 de Olympus, objetivo de focal variable en el terreno del teleobjetivo largo. Al principio me contrarió… pero lo aproveché. Muchas aves en la bahía de San Francisco.

La ocasión de viajar a la ciudad californiana se propuso por primera vez para el otoño de 2020. ¿Hace falta recordar qué es lo que pasó en 2020 y cómo nos afectó a los viajes? Pues eso. Una de la compañeras habituales de viaje quería visitar la ciudad norteamericana y conocer en persona a unas gentes con las que se relaciona en la distancia por temas laborales. Y nos propuso acompañarle. Finalmente lo hemos tenido que retrasar casi tres años, pero ha llegado. En general… muy bien. Salvo en lo que se refiere a los objetivos que tenía esta buena amiga. Dicen que no hay nada peor que conocer en persona a tus ídolos… a tus referentes… a tus héroes… descubres que son sólo personas, muchas veces con las mismas o superiores dosis de mezquindad que los humanos promedio. Pues así ha sido. Por lo que nos ha contado… no estuvimos presentes.

Por lo demás, en San Francisco hemos hecho… lo que todo el mundo. Pasear por esos paisajes tradicionales de las películas y series de televisión que hemos visto decenas de veces. El rascacielos piramidal, las casitas cuquis pintadas de colores, un puente muy largo y grande, el barrio de los emigrantes chinos, una prisión muy fría y aislada, montar en tranvía… Las cosas habituales.

Quizá… a lo que más tiempo hemos dedicado es al famoso puente, el Golden Gate Bridge. Golden Gate es la boca de la bahía de San Francisco,… y ahí mismo juntito juntito a la falla de San Andrés, la responsable de los terremotos, allí está el puente. Pero no le dedicas todo este tiempo porque sea tan especial, que no está nada mal. Le dedicas mucho tiempo porque a ambos lados, tanto en el de Sausalito como en el de San Francisco, hay excelentes zonas para pasear y contemplar el paisaje. Si la niebla te deja, claro. Por la San Francisco de las películas y las series de televisión, siempre soleada, tan apenas la hemos visto. Todos los los días amanecía con niebla, que no se desvanecía hasta el mediodía por lo menos, y en algunos lugares de la extensa metrópoli, en todo el día. Y tiempo fresco. Muy fresco. Muy alejado de la soleada y templada California que se nos vende. Un subclima curioso por el soplar de los vientos frescos y húmedos procedentes del Pacífico, que chocan con las colinas que forman la ciudad y la costa californiana en estas latitudes. Es un efecto Foehn más o menos típico que los locales llaman El Diablo. Aunque otros consideran que no sería propiamente un Fohen, sino las fuertes brisas de viento húmedo producido por las bajas presiones que generan los vientos calientes ascendentes en el interior de California. Probablemente una mezcla de ambas. Las ascendentes de aire caliente generan el viento frío constante que, siendo muy húmedo, se condensa en las colinas costeras.

Y quizá, algo imprevisto, pero bien recibido, ha sido la abundancia de vida salvaje en los zonas costeras y humedales, especialmente de aves, muy próximos a los núcleos habitados, y que me he permitido aprovechar el error de los teleobjetivos, y hacer algunas fotos más o menos interesantes de toda clase de bichos. Especialmente me fascinaban los pelícanos pardos de California, que no han resultado los más fáciles de fotografiar,… por no parar quietos.

Y poco más hay que decir… Que por el alto precio del dólar, viajar a Estados Unidos está caro. Que nos escapamos a Yosemite National Park en una excursión en el día organizada, que no nos entusiasmó. Que el centro de la ciudad está lleno de «fumetas» de crack, con abundancia de personas sin hogar, muy tiradas. Que el sistema de transporte público es más razonable de lo que pensábamos siendo Estados Unidos, con conductores muy amables, más allá de los famosos tranvías funiculares. Que es una ciudad extremadamente multiétnica… mucho más de lo que pensábamos. Y que nos lo hemos pasado bastante bien.

[Cine] PLAN 75 (2022)

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PLAN 75 (2022; 30/20230430)

Tendría yo unos 21 o 22 años cuando en un cineclub universitario tuve la ocasión de ver por primera vez la versión de 1983 de Narayama Bushikō [楢山節考, La balada de Narayama]. Nunca he visto la versión de 1958… pero me cuentan que es igual de estupenda. En aquella historia, adaptación de una novela de Shichirō Fukazawa, se nos habla de la práctica del ubasute 姥捨て, por la que en tiempos de extrema necesidad, se abandonaban a los ancianos en las montañas, para aliviar las posibilidades de supervivencia del resto de una población. La película de 1983, que se llevó la Palma de Oro en Cannes, es de gran belleza, y me hubiera gustado volver a verla para comentar esta entrada, pero no me ha dado la vida. Porque la película que traigo hoy, dirigida por Chie Hayakawa, su primer largometraje en solitario, es una variante moderna y distópica de aquel concepto.

En el ámbito de un Japón extraordinariamente envejecido, una tendencia que ya está viviendo el País del Sol Naciente, para aliviar la economía del país se activa el llamado PLAN 75, por el que se incentiva a las personas de más de 75 años para ser sacrificados con el fin de aliviar la vida del resto del país. La opción de acabar con su vida a través de un programa de los departamentos de bienestar social gubernamentales es voluntaria, pero todo en la sociedad presiona en esa dirección. La necesidad de seguir trabajando sin poderse jubilar, la dificultad para conseguir vivienda, el rechazo de los vecinos y de la sociedad en general. La película seguirá a varias personas, una anciana que se resiste a entrar en el plan (Chieko Baishō) y que inicia una peculiar relación con su «asesora» (Yumi Kawai) de los servicios sociales. Un funcionario (Hayato Isomura) cuyo tío (Taka Takao) se ve en la circunstancia de entrar en el plan. Una inmigrante filipina (Stefanie Arianne) cuya hija padece una enfermedad cardiaca y que entra a trabajar en un «tanatorio» porque pagan mejor, para costear la intervención quirúrgica.

Con sobriedad, y tomándose su tiempo para desarrollar el ambiente y la historia, Hayawaka va desvelando poco a poco lo que es una situación distópica absolutamente terrible en su conjunto. Pero que funciona especialmente bien porque la sensación de verosimilitud, el realismo con el que se desarrolla es casi perfecta. Con frecuencia, la ficción distópica peca de exageración a la hora de presentar una situación ideal que en realidad funciona mal. O simplemente, son historias sobre dictaduras. Aquí nos encontramos ante una sociedad que tiene todo el aspecto, toda la apariencia y características de la sociedad nipona actual. Sigue siendo una democracia, con un gobierno elegido por un parlamento, que promulga leyes, con un alto nivel de aprobación,… como la del PLAN 75. Todo se disfraza de elecciones personales, de libertad, de solidaridad. Pero constantemente nos va dando señales de hasta que punto estamos hablando de una sociedad deshumanizada. Los procesos de selección y desecho de las posesiones personales de los fallecidos no deja de resonar a las imágenes que asociamos al genocidio nazi de la población judía europea.

Y no sólo se apoya en las propias habilidades de la directora, sino que además cuenta con unas interpretaciones de primer orden, siendo especialmente destacable la veterana Chieko Baishō, que genera alguna de las secuencias más firmemente conmovedoras del filme. Una película que crece en el recuerdo, y que me atrevería a calificar de imprescindible si no fuera porque probablemente tendrá poca repercusión en general. Poco publicitada, con poco tiempo en cartelera, pasará desapercibida para el gran público, que la ignorará en favor de otras producciones absolutamente inanes, pero que recibirán la atención de los medios. Es como funciona el mundo actual. Si pueden véanla. Y piensen un rato.

Valoración

  • Dirección: ****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ****

[Fotocomentario] Celebrando «días mundiales»

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Últimamente todos los días es el día mundial de algo. Ayer, el «May the 4th» fue el día mundial de Star Wars. Algunos dicen que el día mundial de los friquis, pero hay otros días en el calendario que se apuntan a esa celebración. Y el domingo pasado fue The Pinhole Day, el Día del Estenopo, o sea, el día de la fotografía estenopeica. Por supuesto, salí a hacer algunas fotos con este tipo de técnica fotográfica primitiva, cuyas cuestiones técnicas encontraréis en “The Pinhole Day”, el día de la estenopeica – Holga 120 WPC con Ilford Delta 400.

Por si alguien no se cosca, en la fotografía estenopeica, la cámara no tiene un sistema óptico con lentes para componer y enfocar la imagen. Es simplemente un orificio muy muy muy fino. Y, siguiendo el principio de la cámara oscura, conocido desde la antigüedad, se forma la imagen sobre la superficie sensible. Es un tipo de fotografía alternativo, que gusta a los niños y adolescentes porque se pueden fabricar sus propios aparatos reciclando materiales y con poco coste, y cuyos resultados finales dependen de la imaginación y la creatividad, en mayor medida que con aparatos electrónicos tecnológicamente avanzados. Y caros.

En este caso, la celebración del día mundial o internacional tiene un carácter fundamentalmente lúdico y festivo. Aunque no falta el punto reivindicativo, invitando a volver a lo esencial, liberarse de las tecnologías complejas, de la carrera de los megapíxeles, de los miles de ruedas y botones y de las pantallas LCD, y de la presión consumista. Reivindicar la creatividad, imaginar lo que puede salir antes de hacer la foto, pero sorprendernos por lo imprevisto cuando esta aparece ante nuestros ojos. Este tipo de días mundiales… sí que gustan.

[Libro] En el enjambre – Byung-chul Han

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Ya leí previamente un ensayo de este filósofo germanocoreano. Aquel, dedicado a la estética en los tiempos contemporáneos. No estuvo mal, pero tampoco me entusiasmó. Bueno… estaba bien escrito. Pero sus tesis a veces me convencían… pero otras… no tanto. Recordemos que Byung-chul Han es un filósofo nacido en Corea del Sur, pero que se trasladó a Alemania a los 22 años después de un intento fallido de estudiar una ingeniería o algo así en su país de origen, para pasarse a una titulación en filosofía. Y desde entonces se estableció en el país europeo, donde se naturalizó, y donde ha escrito en alemán la mayor parte de su obra. Así que, aunque coreano de origen, podemos considerarlo más bien un filósofo alemán.

El autor del libro reside y trabaja en Berlín, pero en algún momento de su vida ha estado asociado con la ciudad suiza de Basilea; ciudad que posiblemente vuelva a visitar dentro de unas semanas… aunque todavía no está del todo definido lo que vamos a hacer en Semana Santa.

El ensayo que traigo aquí hoy no es difícil de leer. Un texto filosófico puede levantar barreras de rechazo en muchas personas. Entre lo mal que se enseñaba (o se enseña, no sé) la filosofía en España, y los prejuicios generados hacia estas materias… pues no suelen estar estas obras en las listas de más vendidos. Sin embargo, a mí me resulta muy asequible por varios motivos. Uno de ellos es que no es un libro muy extenso. Más bien cortito, por lo que se puede leer sin problemas. Si no fuese una edición electrónica, hablaríamos de unas 110 páginas. En segundo lugar, los temas que trata son muy actuales. Son cuestiones del mundo contemporáneo, relacionadas con el comportamiento de las personas y de los colectivos humanos en internet y en las redes sociales. Contrapone la llamada sociedad de masas con las redes sociales. Las masas se definieron entre finales del siglo XIX y durante las vanguardias del siglo XX, en las que la persona tiene su propia identidad en medio de la masa, pero no opinión propia, ya que se mueve al unísono con la masa, incluso se rebela con la masa, con unas ideologías bien definidas, aunque con frecuencia simples, sin matices, y con efectos adversos graves, dado que son propensas a fortalecer los populismos y, al cabo, los autoritarismos. En la red social, el individuo tiene su propia opinión, y tiene facilidad para expresarla, pero con frecuencia su identidad se pierde, se difumina, o directamente se mueve en el anonimato. El conjunto de la red social, el conjunto de los individuos en internet, no tiene una ideología definida. Ni siquiera es una suma de las ideologías individuales. A partir de estos principios, Han va haciendo repaso a distintos fenómenos de cómo se comporta el ser humano en las tecnologías de la información y sus repercusiones.

La tendencia de Byung-chul Han, como tengo la sensación de haber comprobado en los dos libros que le he leído, es a integrarse en esas tendencias de la postmodernidad, claramente anticientíficas y antitecnológicas, aunque vivan y se aprovechen de la ciencia y la tecnología. Tiene una clara tendencia a poner de manifiesto en exceso los efectos adversos de los avances científicos y tecnológicos, frente a los beneficios potenciales o reales de los mismos. Ahora bien, si en su libro sobre estética no siempre me convencían sus tesis, en esta ocasión sí identifico que mis percepciones sobre las redes sociales se encuentran mucho próximas a las del autor. Una de las cuestiones que tradicionalmente me ha molestado de internet y las redes sociales es el anonimato. La gente opina escondida detrás de pseudónimos, atrincherada en la seguridad de no ser reconocidos. Cuando en los años 90 del siglo XX y principios de los 2000 iniciaba mi participación en la red de redes, también usé eventualmente algún pseudónimo. Pero conforme maduré mis percepciones y mi ética en ese entorno, las fui abandonando. Y en general, en mi actividad en internet y las redes sociales me identifico como yo mismo. Pero ese abuso del anonimato tiene consecuencias como que nunca sigo o me hago «amigo» de alguien que no sé quien es a cierto nivel. Y efectivamente me preocupa la mala definición ideológica en las redes sociales.

Me molesta sobremanera el uso y abuso de filosofemas simples por parte de los participantes, frases autolimitadas, que suenan bien, que suenan profundas, de las que teóricamente se deriva una posición ideológica y una filosofía de vida, pero que muchas veces son mucho más superficiales de lo que parece, o la ideología derivada es mucho más peligrosa de lo que parece. Estos días atrás fue el Día Internacional de la Mujer, y no eran raras las expresiones feministas de mujeres que usaban filosofemas de este tipo, y cuyas derivadas eran mucho más conservadoras y antifeministas de lo que puedan imaginar. Pero sonaban bien. Suenan profundos. Esto es una ejemplo. Internet y las redes sociales pueden, o podrían ser, un espacio de debate y avance. Pero también son un espacio de difusión de la mentira (cansado ya de la expresión fake news) y de ideologías intolerantes y antidemocráticas. Y además están claramente dominadas por los intereses comerciales, que no son ideológicamente neutros. Por todo ello, este libro de Han me ha hecho pensar y, con ello, cumple plenamente su objetivo como ensayo filosófico, y lo considero muy recomendable.

[Blog] 18 años de Cuaderno de ruta

Páginas personales, Sin categorizar

En realidad, hoy no es el aniversario de este Cuaderno de ruta. Fue el miércoles. Pero esta semana ha sido un poquito estresante, he tenido que atender a múltiples cuestiones, y decidí no añadir a ese estrés la obligación de pensar o acordarme de comentar el aniversario de este blog como hago habitualmente cada año. No pasa nada por retrasarlo unos días, dejarlo para una tranquila mañana de domingo. Tanto más tranquila y relajada cuanto desde el viernes por la tarde estoy con un catarro que me tiene un poco pocho. Mi primera infección vírica en cuatro años. Es como si la temida pandemia producida por el SARS-CoV-2 hubiese alejado de mi todos los demás virus patógenos. No, covid-19 no es el nombre del virus, es el nombre de la enfermedad que produce. El nombre del virus es esa ensalada de letras que os he indicado. ¿O se decía sopa de letras? Bah,… da igual.

Me gusta recordar que el Cuaderno de ruta comenzó su andadura un 8 de febrero de 2005, con una entrada muy sencillita. Sus primeros años fueron en Blogger, donde abrí una cuenta en 2002, antes de que fuera comprada por Google. Pero en aquellos momentos no supe cómo iniciar y hacer funcionar aquello. Creo que para llevar un blog, o una bitácora como decíamos con frecuencia entonces, hay que tener clara porqué quieres hacerlo y para qué. Si no, no tiene sentido. Lo de bitácora está mal dicho, por cierto. Llamarlo cuaderno de bitácora o cuaderno de navegación, por analogía con los de los barcos sí que me parece bien. Y de la expresión cuaderno de navegación vino que yo decidiera llamarlo Cuaderno de ruta. Mi propósito, el que hizo que al final se mantuviera durante estos 18 años, fue quitarme de encima el estrés cotidiano durante un ratito todos los días o la mayor parte de los días, dedicándome a escribir sobre algo, lo que fuera. Distinto de lo que en aquel entonces me llevaba por la calle del retortero, en un cierto sinvivir.

Otro propósito importante que me hice en aquel 8 de febrero de 2005 fue que en todas las entradas del blog incluiría al menos una fotografía realizada por mí mismo. Por aquel entonces ya usaba predominantemente la fotografía digital, por lo que no era complicado disponer de imágenes fotográficas nuevas, o de archivo, para mis entradas. Y esto fue un acierto. Porque me impulsó notablemente a hacer fotografías, y gracias a ello, en poco tiempo, mejoré y aprendí mucho. En un par de años tuve la sensación de avanzar mucho más de lo que había hecho en los años anteriores. Hoy, por ejemplo, tiro de archivo. Y, curiosamente, de fotografías realizadas con película tradicional. Las que hice en blanco y negro en Tokio en 2019, en un viaje en el que olvidé en casa la cámara compacta para hacer este tipo de fotos. Así que en la capital japonesa, para los últimos días del viaje, compré un par de cámaras de un solo uso. Y son unas fotos que siempre me han producido un sentimiento ambivalente, y las repaso y las vuelvo a procesar de vez en cuando, para ver cuánto soy capaz de exprimir los resultado de usar una cámara tan limitada en sus capacidades y en su definición óptica.

En mis capacidades fotográficas siempre he distinguido cuatro épocas. La primera, entre abril de 1989 y octubre de 1992, con mi primera cámara réflex, años en los que era muy entusiasta, pero estaba muy mal orientado. De vez en cuando había alguna foto maja, pero en general era una catástrofe. La segunda, entre octubre de 1992 y algún momento a finales de 1994 o principios de 1995. Gracias a los cursos que hice en Galería Spectrum, me orienté. Y supe dónde mirar para inspirarme en fotografía. Por lo que avancé muy deprisa. Después, entre principios de 1995 y septiembre de 2004 vino un tiempo donde hacía alguna foto maja que otra de vez en cuando, pero me estanqué en mi proceso. En el otoño de 2004, cuando me puse en serio con el mundo digital, y con el uso de aquellas mis primeras cámaras digitales de las que os he estado hablando últimamente, tanto aquí como en mi blog técnico (artículos antes de marzo de 2022), volví a progresar deprisa en un periodo que duró hasta un momento impreciso entre 2010 y 2012. Y después y hasta la fecha, otra época de progreso más lento, que poco a poco ha venido marcado por mi regreso a la película fotográfica tradicional.

En cualquier caso, como sucedía en aquel febrero de 2005, me sigue importando poco quién y cuántos me leen estas líneas. Sigo escribiéndolas más para mí que para cualquier otra persona. Aunque ciertamente me alegra cuando ciertas personas me comentan su contenido. Y lo que siempre me ha parecido curioso, no sé si les pasa a otros, los comentarios interesantes pocas veces aparecen en el propio blog, donde ese tipo de actividad es tremendamente escasa. Si directamente, a través de las mensajerías de las redes sociales o, para quienes me conocen en persona, tomando un chisme en una cafetería. Es algo esporádico. Pero muy satisfactorio. Ya merece la pena el esfuerzo. Hasta el año que viene.

[Cine] Heeojil gyeolsim [헤어질 결심] (Decision to Leave) (2022)

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Heeojil gyeolsim [헤어질 결심] (Decision to Leave) (2021; 05/20230121)

El cine asiático, y más concretamente el surcoreano, sigue dándonos alegrías. Las que no recibimos de cinematografías más próximas, al parecer carentes de nuevas ideas. Y ha llegado a nuestras carteleras esta decisión firme de romper una relación, que sería el sentido del título original de esta última película de Park Chan-wook, que tan prometía y que tanto cumple. Park es un director que tiene una prestigiosa filmografía en su haber, aunque yo no empecé a familiarizarme con su trabajo hasta el estupendo thriller cargado de erotismo y sensualidad que nos ofreció hace unos años. Había visto con antelación un par de películas suyas en televisión, y uno de sus trabajos en Estados Unidos, que no me convenció. Quizá debiera darle una segunda oportunidad,… No sé. Pero había más alicientes en esta película que ahora comentamos.

Busan, la populosa ciudad costera en el sur de la península coreana, es el escenario de buena parte de la película.

En una hora y en un día poco usuales, una matinal de sábado, de un día muy frío nos fuimos a ver la película. Elegimos esta sesión porque nos ofrecía una versión original en una de las mejores salas de Zaragoza, la sala 4 de los cines Palafox, proyección en 4K, y con un excelente sonido. Y merece la pena, porque es una película cuyos aspectos audiovisuales la hacen merecedora de la mejor calidad posible. El inconveniente es que, en esta época del año, hay que ir muy abrigado a estas sesiones matinales en salas tan grandes… porque hace mucho frío. En cualquier caso, ahí estaba el detective de Busan (Park Hae-il) investigando la muerte por accidente de montaña de un funcionario retirado de inmigración, sospechando de su atractiva e inteligente esposa de origen chino (Tang Wei), mientras sufre de insomnio y de un matrimonio a distancia, puesto que su propia esposa (Lee Jung-hyun) trabaja de técnico en una central nuclear de otra ciudad surcoreana.

Visualmente, auditivamente, «coreográficamente», en su puesta en escena, la película es prácticamente perfecta. La maestría de Park se demuestra en cada escena de la película. Y además, este thriller lleva incluida una carga de romance del bueno, de atracción que tiene que ver con lo físico, pero sobretodo con los intelectos, con la inteligencia, con la profundidad de una personalidad, donde el atractivo tiene que ver con un conjunto y no con un cascarón, que hace que tenga momentos absolutamente antológicos, especialmente su final inapelable y rotundo, cuando Seo-rae toma esa decisión firme y radical de romper con una relación que tanto daño ha causado y puede causar. Un final tan bello como desolador y perfecto.

Poco hay que objetar a las interpretaciones. Más bien nada. El reparto de actores coreanos es extremadamente competente. Sorprende la enorme calidad de la interpretación actoral en Corea del Sur, que pocas veces se demuestra en sus populares series de televisión, pero que arrasa en sus mejores largometrajes de cine. Pero claro… está Tang Wei, actriz por la que siempre he sentido debilidad, y de la que el dictatorial régimen chino nos privó con sus vetos y censuras durante unos por su participación de la estupenda película de espionaje y erotismo de Ang Lee, que evitó que pudiera participar en proyectos de más entidad. Pero a los jerarcas de la dictadura china no les gustaron las osadas escenas entre Tang y Tony Cheung. No obstante, ya he podido ver su excelente trabajo en películas tan diversas como esta, que vi en una plataforma en internet durante lo peor de la pandemia, o esta, que vi en cine y que se aproximaba a obra maestra, con Tang Wei fenomenal. El caso es que esta estupenda actriz lo hace fenomenal. Habéis de saber que la actriz está casada con un director de cine surcoreano, y no es la primera película que hace en este país y en este idioma.

A esta película le falta poco para ser perfecta. Probablemente pincha un poquito, no mucho, en su trama policiaca. Al fin y al cabo, el gran misterio inicial, si la mujer mató o no mató a su marido, se desvela cuando llevamos un 60 % de la película, más o menos. Y luego todo se enreda un poco demasiado. También queda un poco deslucida la evolución de la relación del protagonista masculino con su esposa. Pero en realidad son minucias que no impiden que sea una película altamente recomendable y disfrutable. Lo que impiden es que sea una obra maestra.

Valoración

  • Dirección: *****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ****

[Fotocomentario] ¿Obsolescencia programada o imparables adelantos tecnológicos?

Fotografía, Sin categorizar

En una época en la que los desastres ambientales ocasionados por la acción del ser humano nos amenazan de forma grave, especialmente la crisis climática, pero no solamente esta, las estrategias de obsolescencia programada por parte de los fabricantes de aparatos eléctricos o electrónicos resultan de ¿dudosa? ética… Más bien, ética nefasta. Tienen como consecuencia el acúmulo de residuos, muchas veces asociados a metales muy contaminantes, además de otras sustancias.

Pero en algunos sectores, y entre ellos la fotografía, que es de mi gusto, se justifican porque los adelantos tecnológicos son importantes e imparables, con mejoras considerables constantes tanto en la calidad de la imagen como en la facilidad para adquirirla. Y el argumento no deja de tener su punto de verdad, aunque no justifica del todo la velocidad de recambio de los modelos, muchas veces con cambios más cosméticos que reales. No obstante, como compruebo en “Clásicos” digitales (I) – Fujifilm Finepix F10 (febrero de 2005), la calidad que ofrecen con respecto a la actualidad es muy muy muy diferente. No pasa lo mismo con las cámara con película tradicional. Para un mismo tipo de película, mi Pentax MX, totalmente mecánica de los años 70 o principios de los 80, con los objetivos de la época, sigue ofreciendo la misma calidad, que muchas cámaras electrónicas de los años 90, que cuando se estropean contaminan mucho más. Cosas que pasan. Para un aficionado a la fotografía con película tradicional, una cámara mecánica de los años 60 o 70 puede estar menos obsoleta que muchas de las cámaras electrónicas de los años 90… ¿irónico no?

Que conste que una persona que sólo use sus fotos para las redes sociales y esas cosas, con una cámara de hace quince años le bastaría sin muchos problemas. Aunque claro, ese es el motivo por el que estas cámaras compactas han desaparecido y han sido desplazadas por las cámaras incorporadas en los teléfonos móviles.

[Cine] Aftersun (2022) / Glass Onion: A Knives Out mystery (2022)

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Con el final de año se me han acumulado las películas para comentar. Especialmente porque, al tener días de fiesta, tengo más tiempo para ir a verlas. Y porque después de una temporada sin saber muy bien que ver cada semana, de repente hay varias cosas que interesan. En cualquier caso, aunque deje dos o tres para después de año nuevo, o para el día de año nuevo, como en otras ocasiones, vamos con un par de ellas.

Aftersun (2022; 65/20221222)

Ópera prima de la directora escocesa Charlotte Wells, relativamente joven realizadora de la que poco se sabe, que también escribe el guion de la película. Una película de bajo presupuesto, rodada en un centro turístico de Turquía donde van de vacaciones un padre relativamente joven (Paul Mescal), separado, y al que las cosas no le van bien en la vida, con su hija de 11 años (Frankie Corio). Ambos intentan poner de su parte para que sean unas buenas vacaciones, aunque realmente tienen poco que decirse el uno al otro, son casi desconocidos, que casi no se ven. De vez en cuando se nos ofrecen unas imágenes de la niña cuando ya es adulta, por lo que sabemos que fue la última vez que vio a su padre.

Un película transcurre en Turquía, la otra en Grecia. Pues para las fotos, Turquía tendrá que ser.

Una película muy personal. Uno se pregunta, por la edad de la directora y la del personaje protagonista femenino cuando es adulta si estará basada en experiencias propias. Una reflexión profunda del extrañamiento de aquellos que siendo familia, se ven separados y convertidos en extraños. También, mirando al padre, una reflexión sobre la soledad, el fracaso en la vida, la carencia de expectativas, el alienamiento que muchos adultos, incluso jóvenes, sufren hoy en día. También una reflexión sobre el despertar al mundo de los adultos, en una niña que todavía es niña, pero que no tardará en asomarse a la pubertad. Obviamente, la niña es producto de una relación excesivamente temprana e inmadura. No pudo tener el padre mucho más de 20 años cuando nació.

La directora financió la película gracias a las ayudas de la fundación del festival de Sundance, tras presentar uno de sus cortometrajes. Y lo ha aprovechado bien. Filmada con personalidad, con una mirada muy directa e inquisitiva, sin diálogos superfluos, que no tocan, en un ambiente tan aparentemente relajante como unas vacaciones en la playa, nos deja momentos duros para ambos personajes protagonistas. Protagonistas excelentemente interpretados, con una de esas situaciones en que un intérprete infantil roba la película al resto, aunque el actor que hace de padre consigue salir bien parado del evento. En cualquier caso, muy recomendable, pero con el estado de ánimo adecuado. Que no es una película amable.

Valoración

  • Dirección: ****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ****

Glass Onion: A Knives Out mystery (2022; 66/20221226)

Más que una secuela, no encontramos en una segunda entrega de los casos del mejor detective del mundo, Benoit Blanc (Daniel Craig), tras la acertada primera entrega que tanto gustó, a mí el primero. Y así mismo, dirigida por el mismo director, Rian Johnson. Un director que ha dirigido también una de las mejores películas de viajes en el tiempo que recuerdo, la entrega más interesante de la tercera trilogía de Star Wars, incluso si no le salió redonda, y alguna otra cosa de interés.

Johnson sigue apegado a la misma fórmula, la parodia de las whodunit mezclada con crítica, incluso sátira diría yo, social. Si en la primera película de la franquicia ponía en tela de juicio la presunta tolerancia y apertura de los liberales norteamericanos a la hora de aceptar entre ellos a personas de otras etnias y orígenes geográficos, entre otras cosas, aquí la emprende con los modernos empresarios estrella, que han dado el pelotazo jóvenes, que se creen los reyes del mundo aunque sean unos zopencos de mucho cuidado. Seguramente, en el que más piensa uno en estas circunstancias es Elon Musk. Pero puede ser Zuckerberg, u otros. El protagonista, presunto antagonista, ya veremos al final si lo es o no, es un excéntrico supermegamillonario (Edward Norton) que se ha rodeado de una corte de parásitos aduladores que depende de él para sobrevivir porque son unos patanes, especialmente después de deshacerse de su socia en la empresa (Janelle Monáe), con malas artes en un juicio. Y a esta corte invita durante la pandemia de covid-19 a una isla privada en el Jónico, ¿o será el Egeo?, donde se presentará también la socia despechada y nuestro detective favorito, al que al parecer nadie esperaba. Van a jugar a descubrir a un asesino ficticio para divertirse,… pero de repente empezarán a darse muertes reales. Y luego… está la Mona Lisa.

Vamos con lo negativo. La película la he visto en Netflix. Tan apenas duró en la cartelera en cines. Lo justo para cumplir. Y creo que esta película, en pantalla pequeña desmerece. Por otro lado, después de haber visto la primera, que sorprendió, esta… no tanto. Ya esperas el tono, aunque no la espectacularidad de medios conque se ha rodado. Pero la espectacularidad y la pirotecnia, en este tipo de películas, es… eso. Pirotecnia. Lo importante es la historia y como se cuenta. Y luego… del coral reparto,… hay intérpretes que bien… y otros que simplemente pasan. No es un reparto tan inspirado como el de la primera entrega. Por lo demás, sus críticas y el desarrollo de la historia están bien, y tienen puntos muy buenos, que la hacen muy muy visualizable. Y recomendable.

No obstante, no entiendo los entusiasmos que ha levantado en algunos. Está bastante bien, pero sin más. ¿O mejoraría mi opinión si la hubiese visto en pantalla grande? Es cierto que en la sala de cine te concentras mejor en la película. Sin duda.

Valoración

  • Dirección: ****
  • Interpretación: ***
  • Valoración subjetiva: ***

[Fotocomentario] Cuando la gente te mira mal… por llevar una cámara de fotos

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Quienes se acerquen con cierta frecuencia a estas páginas, especialmente en las últimas semanas, sabrán que, ante las repetidas olas de calor, con elevadas temperaturas en las horas centrales del día, aprovecho para caminar y hacer ejercicio en las primeras horas de la mañana, con una temperatura más agradable. De lunes a viernes es, tirando de refranero, «hacer de la necesidad virtud» o un «a la fuerza ahorcan». Si entro a trabajar a las 7:30 de la mañana, y voy caminando a trabajar los 3 kilómetros 700 metros que separan mi domicilio de mi centro de trabajo, es una forma como otra cualquiera de adoptar estilos de vida cardiosaludables. Y cuando llega el fin de semana, especialmente el sábado, acostumbrado a despertarme entre las 6:15 y las 6:30 de la mañana, muy a pesar me despierto espontáneamente a esa hora y me voy a caminar. Durante el verano he aprovechado para presenciar y fotografiar la salida del sol desde un cabezo que hay unos 10 minutos de mi casa caminando, el Cabezo Cortado, en la ribera del Canal Imperial de Aragón.

A esas horas te encuentras con poca gente. En frente del portal de mi casa hay un parada de autobús urbano, servida por dos líneas, en las que siempre hay algún trabajador que se dirige a su centro de trabajo. Menos en sábados y menos aún en domingos, pero siempre hay alguien. Y por las rutas de mis caminatas, hay poquita gente, generalmente personas que también hacen ejercicio, caminando, corriendo o pedaleando. También algunos que sacan a pasear a su perro. Diríase que los contactos humanos, por breves y escasos que sean a esas horas, deberían mostrar simpatía y solidaridad. Estamos casi todos a lo mismo o con fines parecidos. Pero yo marco una diferencia fundamental; llevo una o dos cámaras a cuestas. Siempre la mochila para el material, y en ocasiones algún trípode o monopié. Y eso hace que, con mucha frecuencia, las miradas que me dirigen sean de desconfianza, recelo o francamente hostiles. Como si la cámara de fotos fuera alguna especie de arma. No sólo pasa a estas horas. De unos años a esta parte, una cámara de fotos te convierte en sospechoso de no sé muy bien qué. Cuando todo el mundo lleva una de ellas en el teléfono móvil. También las llevan esos que miran con desconfianza. Y en el último año y medio he adelgazado una enorme cantidad de peso, y las miradas de desconfianza son menos intensas. Porque por lo que se ve, una persona de mediana edad, obesa y con poco pelo, para mucha gente, es indicador de todo tipo de perversiones y vicios. Lo cual es simplemente absurdo. Porque como es lógico, estas características no denotan ni más ni menos defectos del carácter que una chica mona o un joven guapetón. Pero así son las cosas. A veces… a los desconfiados en la mirada, le lanzo una sonrisa… pero me debe salir muy irónica, porque no cambian el rictus.

Las fotografías de hoy se comentan desde un punto de vista de técnica fotográfica con más amplitud en “Instant regret” con Fujifilm SQ6 e Instant Square color.

[Libro] Corazón que ríe, corazón que llora – Maryse Condé

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Sigo con mi tónica habitual. Cuando estoy en temporada laboral, no consigo concentrarme en la lectura ni por lo que se dijo, mientras que en el momento en que cojo vacaciones e inicio un viaje, empiezo a devorar libro. Según mis anotaciones en Goodreads, este libro de relatos de la antillana guadalupana Maryse Condé comencé a leerlo el 20 de junio de 2022. Y termino de leerlo un 11 de agosto siguiente, en el avión que me llevaba de Madrid a Múnich. Y eso que cuando lo empecé, enseguida empecé a apreciar la prosa de Condé. Y mucho.

A caballo el libro entre la isla de Guadeloupe y el París de posguerra, a falta de fotos de la isla antillana, tendremos que conformarnos con algunas fotos parisinas. Que tampoco vienen mal.

El libro nos lleva a la infancia y adolescencia de la escritora francesa, descendiente de esclavos africanos, y nacida en la isla de Guadaloupe. Breves relatos, brevísimos en ocasiones, pinceladas de lo que es la vida de una niña negra de familia acomodada en los barrios de la ciudad antillana. Y el complejo sistema de relaciones dentro de su numerosa familia, y con el vecindario y la multicolor sociedad de las islas. Relatos ligeros, humorísticos en ocasiones, en las primeras edades de la escritora, cuando es una niña, que se van volviendo más profundos y oscuros conforme va creciendo. Llegando a la adolescencia con los conflictos propios de la edad, y con una profundización cada vez mayor en los temas que preocupan a la escritora; el papel de las mujeres, el racismo, los conflictos entre razas, las desigualdades sociales… la sensación de que siendo negra nunca podrás llegar al mismo sitio que si fueras blanca.

Una lectura amena, dinámica, entretenida, pero que, como indica el título, tiene corazón. Para lo bueno y lo malo. La infancia, el paso de la infancia a la edad adulta, la toma de decisiones, cuando te das cuenta de quién te falta realmente y quién no. Unos escritos que salen muy desde dentro, y sobre los cuales, cualquier persona podrá darse por aludido, si no por las situaciones concretas, por los temas de fondo. Muy recomendable.

[Fotocomentario] Mirada amplia, mirada al detalle

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Estos días atrás he estado procesando los negativos que hice en julio con una pequeña cámara compacta que ya tiene cincuenta años de antigüedad. No permite intercambiar el objetivo, por lo que sólo tiene un ángulo de visión, que corresponde a lo que los fotógrafos llaman un objetivo normal o estándar. Lo que según algunos equivale a la visión humana… aunque yo en eso no estoy totalmente de acuerdo. Es difícil trasladar al mundo de la fotografía la forma en que el ser humano ve a través de sus ojos y percibe a través de su cerebro. La cuestión es que algunos de los negativos los he unido, de tres en tres, para formar imágenes con un ángulo de visión más amplio. Lo que los fotógrafos llaman una focal u objetivo gran angular.

Los seres humanos somos distintos en cómo miramos al mundo. Unos tienden a mirar el conjunto, lo global, la gran escena en su conjunto. Otros tienden a prestar atención al detalle, al sujeto, a lo que resalta o les llama la atención. No existe una forma más adecuada que otra de mirar al mundo. Idealmente, debemos ser lo suficiente flexibles para adaptarnos y saber cuándo adoptar un tipo de mirada y cuando otro. La mayor parte de personas en mi profesión tienden al detalle… y eso es fuente de no pocos problemas. Porque cuando atiendes a personas, familias o comunidades, no podemos podemos perder de vista el escenario completo. Si no nos queremos equivocar. Pero la evolución de las ciencias, lleva a la extrema especialización y a la pérdida de la visión global. Y esto… acaba generándome dolores de cabeza. Porque justamente yo, aunque también estoy especializado, y aunque se me acusa de ser muy cartesiano, cuadriculado, tengo tendencia a ver el conjunto. Sin el conjunto, el detalle tiene poco sentido.

Las fotos de hoy, se fijen en el detalle, se fijen en la gran escena, corresponden con el rollo de película que describo en Panoramas a partir de pequeños negativos – Olympus Pen EE3 con Lomography Potsdam Kino 100.