No me da tiempo ha redactar un fotocomentario como con las fotos en blanco y negro de la misma ocasión. Voy con mucha prisa, que tengo que salir de casa a las 19:00 horas y son las 18:59. Pero os dejo las fotos.
Durante unos días en una semana del mes de octubre, en los últimos años, en el Museo de Zaragoza se realiza una exposición de bonsáis en su patio, al mismo tiempo que se inaugura una exposición temporal de arte asiático, japonés por regla general, que permanecerá en sus salas durante unas semanas o unos meses. Y yo me suelo pasar. Más por la exposición de arte asiático que por los bonsáis. Las coloridas láminas de xilografías, del estilo de las ukiyo-e y similares, me gustan mucho. Así que este año también, me pasé un par de días a visitar las exposiciones, y de paso hacer unas fotos.
Pero las exposiciones, y las fotos, me hacen reflexionar sobre estas aficiones. Realmente, algunas de estas plantas resultan muy bonitas, muy atractivas. Y el trabajo para presentarlas de esta forma me parece admirable. Pero por otra parte, no puedo olvidar el aspecto de estos árboles en su medio natural. Olivos, arces… lo que sean. Hay algo que no me encaja. Me pasa lo mismo con los perros domésticos. No tengo plantas ni mascotas animales. No porque no me gusten. Al contrario… me parecen estupendos. Pero considero que hay que responsabilizarse de ellos con entrega y talento. Y no sé si puedo ofrecer lo primero y si dispongo de lo segundo. Pero si pudiese tener una perro o un gato domésticos, creo que me gustaría uno con unas características lo más cercanas posible a su estado natural. Esto es un imposible. Todas las razas domésticas son resultado de siglos de selección genética por parte de sus criadores. Y se alejan en muchas ocasiones mucho del aspecto de los lobos, la versión salvaje de los perros. En el caso de los gatos, no se alejan tanto del aspecto del gato montés, su versión silvestre. Y, sobre todo en el caso de los perros, esas razas tan modificadas, que me parecen deformes, y que, por lo que he leído, pueden sufrir graves enfermedades por la obsesión por la «pureza de sus características raciales», me dan grima. Odio el concepto de «pureza racial», lo apliquemos a lo que lo apliquemos. Y además, especialmente en el ser humano, no tiene base científica en la que sustentarse, es un peligroso constructo de algunas sociedades, que hace más daño que otra cosa. La belleza está en lo que es libre. En lo que es resultado de la natural adaptación al medio. O eso me parece a mí.
Surgió a conversación este fin de semana mientras tomaba algo fresco en un terraza con unas buenas gentes. A mucha gente, los cementerios les producen repelús. La palabra repelús no existe meramente en el lenguaje coloquial como eufemismo de miedo o temor más o menos supersticioso, como yo pensaba. En el diccionario de la Real Academia Española aparece la palabra repelús como «temor indefinido o repugnancia que inspira algo». Sin embargo, dos de los presentes arqueábamos las cejas ante este repelús.
Mi padre trabajó de marmolista en un taller de su propiedad a medias con un socio y buen amigo durante tres décadas. Algo más que buen amigo; familia de la mejor. Previamente había ejercido la profesión como asalariado para otros. Y aunque preferían otros trabajos, relacionados con los complementos para muebles o las obras de baños y cocinas, de vez en cuando les encargaban y hacían lápidas para los nichos del cementerio. Y más de una vez en mi infancia subí con ellos mientras colocaban las lápidas. En ese rato, como niño que era, jugaba entre las tumbas sin mayor problema. Nunca, ninguno de los tranquilos y pacíficos residentes del lugar, me causo ningún tipo de problemas. Ni me dirigieron la palabra. Ni de niño sentí yo repelús alguno por el lugar.
Ese repelús, irracional, se extiende a otras gentes e instituciones. Por ejemplo, los hospitales psiquiátricos y las personas con trastornos mentales graves. Fue lo que desencadenó la conversación. El paso junto a la terraza de una persona con uno de estos problemas de salud, que saludó, y yo le contesté. Y se quedó mirando un rato sonriente. Lo cual… probablemente generó el repelús de alguno de los presentes. Injustificado repelús. También me habitué a su presencia desde muy niño. Tampoco he entendido nunca este repelús, también irracional. Y que nos cierra la posibilidad de algo importante y necesario; la solidaridad y el apoyo a estas personas. Una pena lo de los miedos irracionales.
Me pasó algo curioso hace un par de semanas. Una persona residente en Estados Unidos, en Nuevo Méjico, no recuerdo la población, que lee y se expresa en español de forma muy fluida, deduzco que también lo habla, aunque por el nombre no sea lo que allí llaman un hispano o latino, su apellido parece muy germánico del norte, me remitió un mensaje privado a través de una red social. Al parecer, había leído algunos de mis artículos en mis páginas de dedicadas a la técnica fotográfica, especialmente las anteriores al 30 de marzo de este año… y tenía muchas dudas sobre lo que yo contaba. Especialmente, no entendía porqué hablaba de paisajes suburbanos o suburbiales. Lo que el veía en mis fotos no eran suburbios.
Deduje cual era el origen de sus dudas… porque a mí también me había llamado la diferencia en concepto en la palabra suburbio, suburb en inglés, entre nuestro idioma y el de Shakespeare, a través de películas y series de televisión. Así que estuve revisando un poco y… efectivamente. Si cuando Sabina dedicaba su canción Qué demasiao a un «macarra de ceñido pantalón, pandillero tatuado y suburbial, hijo de la derrota y el alcohol…», con lo de suburbial no se refería precisamente a un adolescentes de familia media, alumno diligente de un instituto o de colegio privado, como se puede deducir del contexto. Y es que para los anglófonos, los suburbios son zonas residenciales de clase media, viviendas unifamiliares, con garaje para el coche, jardín y tal. Mientras que en castellano, los suburbios son la periferia de la ciudad, destartalada, de viviendas de calidad escasa, malos servicios, y en ocasiones cierto apego a la exclusión social. El buen hombre de Nuevo Méjico no me entendía cuando yo mostraba las fotos de las zonas suburbiales, ese lugar donde la ciudad deja de ser la ciudad y empieza a ser el campo. Y con cierta razón. Las palabras nos ayudan a comunicarnos, son un gran invento. Pero las lenguas nos ponen trabas, zancadillas en esa comunicación… que si no son más graves que el malentendido que he comentado… ni bien ni mal.
Más fotografías de esta serie de los alrededores del Canal Imperial de Aragón entre los cinturones de ronda de Zaragoza en Paisaje periurbano al atardecer – Hasselblad 500CM con Planar 80 mm y Kodak Ektar 100. Como veis… he optado por el adjetivo periurbano en lugar de suburbial… para no liar a mis posibles lectores con otras lenguas nativas.
De vez en cuando se anuncia alguna nueva película o alguna nueva denominación, que en ocasiones son variantes o reenvasados de emulsiones y presentaciones ya existentes. Pero en esta ocasión, sí que había muchas ganas de probar una película que lleva mucho tiempo en el mercado, pero para el formato medio, que siempre da más calidad.
En el mes de abril dediqué mi tiempo a ello y mis reflexiones más en detalle las podéis encontrar en Nuevo formato para vieja película – Kodak Gold 200 en formato 120. Aquí os dejo las fotos. Con una luz en la ciudad mucho más agradable de la dura luz, con características ya veraniegas, que sufrimos en estos momentos en Zaragoza.
Sí. Este año he fotografiado los tulipanes y los narcisos del Parque Grande de Zaragoza, también algunos iris, de formas muy diversas. Y también con el superior negativo del formato medio fotográfico, casi cuatro veces más grande que el más habitual 24 x 36 de la película de 35 mm.
Para determinadas tardes del mes de febrero, en las proximidades de la puesta del sol, tenía pensado en seguir ensayando y, quizá, profundizando en el paisaje urbano y la arquitectura que quedó como herencia de la Exposición Internacional Zaragoza 2008. Y el medio que me parecía más apropiado para ello era el formato medio.
Pero cuando fotografías al aire libre, la naturaleza va por libre, y la meteorología tomar sus propias decisiones, y también marca las tuyas. A pesar de que no se arregló la sequía que nos amenaza desde principios de año, las nubes, ausente de Zaragoza durante todo el mes de enero, empezaron a cubrir los cielos de Zaragoza, especialmente por las tardes a las horas en las que yo quería aprovechar una especial calidad de la luz. Salí varias veces para hacer fotos, tanto en fines de semana como entre semana, y apenas arrancaba una o dos fotografías en cada desplazamiento. Y no necesariamente las que yo buscaba.
Las fotos de hoy son de los días festivos del puente de la «Inmaculada Constitución». Y fue un día en que consideramos oportuno hacer una sesión de retrato, por la luz con la que amaneció, algo casi improvisado, con dos rollos de la misma película. Lo que pasa es que entre retrato y retrato en distintas localizaciones en la zona entre el parque de la Granja y el azud del río Ebro en Zaragoza.
Las fotos de retratos son privadas y no toca mostrarlas. Pero los paisajes urbanos sí que se pueden enseñar. Los datos técnicos en Ciertos paisajes urbanos en formato medio – Hasselblad 500CM + Distagon 50/4 C T* + Fujifilm Neopan 100 Acros II. En aquellos días festivos, vimos el sol y se paseó con agrado, a veces con algo de viento. Volvemos a estar de fiesta… pero el sol no parece querer hacer acto de presencia. Y llevamos así casi dos semanas.
Quienes sigáis con frecuencia estas páginas de mi Cuaderno de ruta, sabréis que en las últimas semanas he dedicado varios artículos a rollos de película que han sido utilizados en todo o en parte para realizar paisajes urbanos a orillas de un determinado tramo del río Ebro a su paso por Zaragoza. Esto ya lo escribí aquí hace un par de días.
Estas son las fotos de la segunda parte de un paseo en un sábado de noviembre por la tarde, antes de la puesta del sol, me acerqué allí después de comer con una cámara de formato medio, dos objetivos, un estándar y un teleobjetivo corto, y un par de rollos de película negativa en color de distinta sensibilidad. La fotos de hoy son las del segundo de los rollos. Los detalles técnicos en El paisaje urbano a orillas del Ebro en color (2) – Hasselblad 500CM + Kodak Portra 400.
Quienes sigáis con frecuencia estas páginas de mi Cuaderno de ruta, sabréis que en las últimas semanas he dedicado varios artículos a rollos de película que han sido utilizados en todo o en parte para realizar paisajes urbanos a orillas de un determinado tramo del río Ebro a su paso por Zaragoza.
Así que un sábado de noviembre por la tarde, antes de la puesta del sol, me acerqué allí después de comer con una cámara de formato medio, dos objetivos, un estándar y un teleobjetivo corto, y un par de rollos de película negativa en color de distinta sensibilidad. La fotos de hoy son las del primero de los rollos. Los detalles técnicos en El paisaje urbano a orillas del Ebro en color (1) – Hasselblad 500CM + Kodak Ektar 100.
Pues sí. Tenia unos rollos caducados de película y me fui el sábado por la tarde a ver si sacaba algún paisaje en blanco y negro con el río Ebro crecido por las últimas lluvias. Pero el paisaje estaba «equivocado». Las nubes que había en el cielo estaban en el lado erróneo. Detrás de mí, tapando el sol, en lugar de delante, adornando el cielo de mis fotos.
Hacía mucho que no fotografiaba con una cámara de formato medio. Prácticamente, durante todo el verano sólo he usado cámaras para rollos de película de 35 mm biperforada, sea en su formato habitual de negativo de 24 x 36 mm, bien en el medio formato, 17 x 24 mm. Pero durante el mes de septiembre volvía coger la Hasselblad 500CM durante dos sábados.
Junto con la 500CM el objetivo Carl Zeiss Sonar 150/4 C T*. Porque originalmente la idea era hacer una serie de retratos con película Kodak Portra 160, y esta es una buena combinación. No voy a mostrar fotos de esas sesiones de retratos, porque las personas retratadas prefieren no aparecer en publicaciones en internet. Y mucho menos en redes sociales. Y con razón dadas sus circunstancias personales. Tendréis que creerme si os digo que quedaron bastante bien. Y que las personas retratadas quedaron satisfechas, e incluso van a utilizar los retratos para ampliarlos a gran formato para regalos y otros menesteres. Contento.
El caso es que esos dos sábados en los que salimos a hacer los retratos, cogí dos respaldos para la Hasselblad. Uno en el que cargué un par de rollos de Portra 160, uno cada día. Y otro en el que cargué un par de rollos de Kodak Ektar 100, para hacer paisaje urbano, también uno cada día. Estas dos películas de Kodak tienen características muy distintas. Los detalles técnicos en Volviendo al formato medio con Hasselblad – Teleobjetivo corto y Kodak Ektar 100.