Si todo va razonablemente bien, mañana ya tendré operativo mi ordenador de sobremesa en casa. Quizá hoy viernes. No obstante, esta es una de las entradas que he ido redactando y programando a priori a través de mi tableta, con cierta paciencia. Aunque poco a poco voy adquiriendo agilidad al hacerlo. Quizá el principal problema es que mi modelo de tableta es demasiado antiguo para conectarle un teclado por conexión inalámbrica a través del protocolo Bluetooth, o yo no sé hacerlo. Da igual. El caso es que hoy toca, por fin, hablar de televisión. Y traigo dos buenas series británicas. Una en su tercera temporada, la otra al completo.

Sex Education no baja el listón. Es cierto que la originalidad de la propuesta en su primera temporada, el peculiar consultorio sexológico que el protagonista de la serie (Asa Butterfield) junto con una conflictuada compañera (Emma Mackey) ofrecían a sus compañeros, sorprendió y sacudió a los aficionados a la ficción televisiva por entregas. Pero la serie sigue adelante con una tesis muy clara, concreta y concisa, aunque su desarrollo sea amplio, diversos y multidimensional; los adolescentes tienen sexualidad, la viven con desconcierto y no hay dos iguales. Vamos como [mode irony/] si fuesen personas [/mode irony]. Si el macguffin de la segunda temporada fue la intervención de la sexóloga madre (Gillian Anderson) del protagonista en el instituto. En la tercera es la llegada de una nueva directora (Jemima Kirke), que viene a implantar un conservador sistema basado en la disciplina, en la negación de la diversidad y en las prohibiciones. Con la habilidad de los creadores de la serie de impactar todavía más en el respetable, colocando a una mujer joven en el papel que, para más ironía, se llama Hope (Esperanza en inglés). Por lo demás, sigue siendo una serie muy interesante y disfrutable.
Dicen que el éxito de The Durrells se debe a la mezcla entre la calidad intrínseca de la propuesta y la pandemia de covid-19. También conocida como The Durrells in Corfu, como tantas otras propuestas británicas y de otros países distintos de los Estados Unidos, no encuentra camino en las principales cadenas de televisión o plataformas en internet fuera de su país de origen, y acaba alojada en plataformas menos populares como Filmin, donde la he visto yo, y otras. Pero las suficientes para que mucha gente tenga acceso. Si sumas el aumento del consumo televisivo debido a los confinamientos y a las restricciones al funcionamiento de los espectáculos de masas y otros establecimientos de ocio, más una transmisión boca-oído efectiva, se convierte en una serie mucho más vista y apreciada de lo que hubiera sido en condiciones normales fuera de su país.
Basada en una serie de libros escritos hace ya unas décadas por el naturalista británico Gerald Durrell (el jovencito Milo Parker en la serie), hermano del escritor Lawrence Durrell (intepretado por Josh O’Connor, prince Charles en una celebrada serie de Netflix), nos presenta un versión humorística, casi paródica, de su propia familia en los años en los que tras la muerte del padre, la madre, Louisa (Keelye Hawes en un papel clave y memorable), decide llevarse a todos sus hijos a vivir a la isla griega de Corfú, porque es más barato y hace mejor tiempo que en Bournemouth, Inglaterra. A partir de ahí, durante cuatro temporadas de seis episodios, menos la tercera que tiene ocho, contemplamos un desfile de personajes y situaciones que generan una sinfín de situaciones que oscilan entre lo cómico y los dramático, potencialmente trágico, pero que constituyen un canto a la alegría de vivir, a la tolerancia, a la amistad y a la familia, por atípica que esta sea. Yo la he disfrutado mucho. Y es muy recomendable. Su nivel se mantiene alto durante las cuatro temporadas. Incluso diría que va subiendo poco a poco durante las dos primeras hasta alcanzar una meseta de calidad, hasta llegar a un inevitable melancólico final en las vísperas del desastroso conflicto mundial que de la mano de los fascismos y otros extremismos llevó al mundo, y especialmente a Europa, a un desastre humano colectivo. Entre las biografías reales y la ficción basada en la realidad, necesitamos más propuestas como esta y con esta calidad. Menciones especiales al resto de los hermanos Durrell, Margo (Daisy Waterstone) y Leslie (Callum Woodhouse), así como a los intérpretes griegos Alexis Georgoulis como Spiros, el taxista más que amigo de la familia, y Anna Savva como Lugaretzia, la criada de la familia, que nos ofrece expresiones y momentos inolvidables.