Cuando visitamos en las recientes vacaciones la Ny Carlsberg Glyptotek, en Copenhague, pudimos visitar una exposición temporal dedicada al mundo de Cleopatra. Y por Cleopatra me refiero a la famosa. A Cleopatra VII, la última reina de la dinastía ptolemaica, instaurada en el reino del Nilo a la muerte de Alejandro Magno. La que llevó de cabeza a un par de romanos famosos. El caso es que nos hicieron gracia algunas de las representaciones que de la reina pudimos encontrar en la exposición.

La versión trágica de la atractiva, aunque no necesariamente hermosa, reina egipcia; suicidándose mediante la mordedura de un áspid en uno de sus senos.

La versión romántica, encarnada en una voluptuosa Liz Taylor, rodeada de su Julio (Rex Harrison) y su Marco (Richard Burton).

La versión cómica y desenfadada, que debemos al genio de Goscinny y Uderzo, en "la mayor aventura jamás dibujada", Astérix y Cleopatra. Se dice que «14 litros de tinta china, 30 pinceles, 62 lapiceros de mina blanda, 1 lapicero de mina dura, 27 gomas de borrar, 38 kilos de papel, 16 cintas para máquina de escribir, 2 máquinas de escribir, 67 litros de cerveza fueron necesarios para la realización de esta aventura». Cuchufleta clara de la propaganda de la película a la que se refería la imagen anterior.
