[TV] Cosas de series; perdidos en el espacio y en la psiquiatría

Televisión

Dos serie vistas en la plataforma de vídeo bajo demanda por suscripción Netflix son las que han protagonizado mis cada vez más irregulares sesiones televisivas en casa. He bajado a lo largo del último año bastante el tiempo que dedico a la series, y además los fines de semana repaso otras cosas. Algún día dedicaré un tiempo a hablar del repaso que estoy haciendo de la filmografía del Studio Ghibli. Y lo que disfruto con ello.

Lost in Space – 1ª temporada

La primera de las series que comentaré es la nueva versión de una serie de aventuras espaciales de los años 60, que ya había conocido varios intentos, poco afortunados de ser relanzada en pantalla grande o en pantalla pequeña, versión softcore incluida, y que ahora vuelve de la mano de la conocida plataforma de vídeo bajo demanda.

En esencia, es parecida al original, con algunas variantes. En su viaje de la Tierra a un planeta habitable en Alfa Centauri, no nos dicen cuál de las estrellas de este sistema múltiple, la familia Robinson se ve desviada de su trayectoria y, tras ser enviada por medios no bien explicados, a una galaxia ignota a bordo de la Jupiter 2 tienen que sobrevivir e intentar regresar a la galaxia de origen. Por supuesto, con robot, con el más o menos apuesto Don West, rebajado aquí de piloto a mecánico, y con la perfidia de Smith, reconvertido en esta ocasión a taimada y mentirosa doctora. La principal variante del cotarro es que en esta ocasión, la Jupiter 2 y unas cuantas más, tienen su origen en una gran nave en la que viajan como colonos, y hay unas cuantas familias más en el planeta donde se pierden.

Como toda serie que se relanza o se hace una nueva versión, las preguntas que conviene hacerse es si aporta algo nuevo, si se pierde algo interesante del original o si se ve necesaria.

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Como no tengo excesivas fotos de planetas perdidos,… por una de las series de hoy,… pasearemos por Seul, con la otra.

Lo que tenemos de nuevo es que el tono de la serie es distinto. Sigue siendo un producto de carácter familiar, pero con más conflictos internos propios del siglo XXI. Papá y mamá no andan en sus mejores relaciones. Y la hija mayor, por mor de la diversidad étnica, es fruto de una relación de mamá con un señor con la piel muy oscura. En general, lo raro, por lo de la diversidad, es que no hay ningún personaje con una orientación sexual o de género alternativa. Salvo el robot, quizá.

Lo que hemos perdido es la originalidad. Todo lo que vemos nos suena a visto en otras producciones. Hasta la forma de la Júpiter 2 tiene un no sé qué qué sé yo que te hace recordar al Halcón milenario, pero pulcramente pulida y recién salida de fábrica. Resulta un poco pastiche.

¿Era necesaria? No mucho. Aunque está hecha con medios y con buenos intérpretes de partida, lo cierto es que no aparta nada nuevo al género de las aventuras espaciales, y los guiones dejan que desear, con algunos momentos sonrojantes. Para ser una familia de genios, hay que ver cuántas veces la cagan, especialmente con las trampas que le tiende la «doctora» Smith, la cual tampoco es que sea de las malas más carismáticas. Oscilando entre momento entretenido y momentos horrendos desde el punto de vista del guion, sólo nos queda esperar que a partir de la segunda temporada se esmeren un poco en los guiones y tenga un poco de enjundia. Si no, no dejará de ser un producto flojo y sin personalidad pero hecho con medios.

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Gwaenchanhah, Sarangiya

Conocida internacionalmente como It’s Okay, it’s love, procede de mis intentos que de vez en cuando me llevan a probar producciones de países poco habituales. En Netflix hay muchas series coreanas, en su mayor parte infumables. Pero aquí y allá me he encontrado alguna cosa curiosa. ¿Qué es lo que me enganchó de ésta?

No nos engañemos, es una comedia dramática o un drama con notas de comedia al uso, de las que parece que se producen como churros en Corea del Sur. Chica conoce chico, o chico conoce chica, parece que están condenados a llevarse como el perro y el gato, hasta que poco a poco descubren que están hechos el uno para el otro y llegamos al presumible happy end. Generalmente, si tienen algo de humor son más llevaderos que si se lo toman en serio. ¿Qué hizo que terminará de ver los dieciséis episodios de esta serie? Básicamente, los intérpretes principales de la serie y alguno de los secundarios me parecieron por encima de la media de lo que se ve habitualmente. Desde luego la protagonista femenina, Hyo-Jin Kong, da muestras de vez en cuando de una superior calidad interpretativa y naturalidad que lo que se suele ver en estas producciones. Así como alguno de los secundarios.

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Esta serie es el típico guilty pleasure, culebrón que, a pesar de sus notorios defectos, ten engancha en mayor o menor medida, porque adquieres una cierta empatía con los personajes. En esta ocasión, hay que considerar que la protagonista y otros personajes son psiquiatras, y los que no son, tienen algún tipo de trastorno mental de uno u otro tipo. Con el grado que cultura que tengo por mi profesión sobre la salud mental, no me queda otra que afirmar que la visión de la psiquiatría y de la enfermedad mental grave que presentan se puede calificar como demencial. Con abundancia de «explicaciones» pseudopsicoanalíticas, que realmente no tienen otro interés que servir de macguffin para el avance la trama. Así que, dejando de lado que todo el tema psiquiátrico sólo sirve para echar abundantes risas si tienes un mínimo conocimiento del tema, no hay que hacerle ni caso y quedarse con que no es más que una excusa para introducir un poco de dramatismos en una historias que suelen ser muy rebuscadas para conseguir llegar a los dieciséis episodios de una hora de duración, cuando la cosa no da más que para un mediometraje de cuarenta o cincuenta minutos de duración.

Lo dicho. Un placer culpable de los que me dan de vez en cuando. Anda… que cuando os cuente lo de la serie del japonés Sion Sono que estoy viendo en Amazon Prime Video…

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