[Cine] PLAN 75 (2022)

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PLAN 75 (2022; 30/20230430)

Tendría yo unos 21 o 22 años cuando en un cineclub universitario tuve la ocasión de ver por primera vez la versión de 1983 de Narayama Bushikō [楢山節考, La balada de Narayama]. Nunca he visto la versión de 1958… pero me cuentan que es igual de estupenda. En aquella historia, adaptación de una novela de Shichirō Fukazawa, se nos habla de la práctica del ubasute 姥捨て, por la que en tiempos de extrema necesidad, se abandonaban a los ancianos en las montañas, para aliviar las posibilidades de supervivencia del resto de una población. La película de 1983, que se llevó la Palma de Oro en Cannes, es de gran belleza, y me hubiera gustado volver a verla para comentar esta entrada, pero no me ha dado la vida. Porque la película que traigo hoy, dirigida por Chie Hayakawa, su primer largometraje en solitario, es una variante moderna y distópica de aquel concepto.

En el ámbito de un Japón extraordinariamente envejecido, una tendencia que ya está viviendo el País del Sol Naciente, para aliviar la economía del país se activa el llamado PLAN 75, por el que se incentiva a las personas de más de 75 años para ser sacrificados con el fin de aliviar la vida del resto del país. La opción de acabar con su vida a través de un programa de los departamentos de bienestar social gubernamentales es voluntaria, pero todo en la sociedad presiona en esa dirección. La necesidad de seguir trabajando sin poderse jubilar, la dificultad para conseguir vivienda, el rechazo de los vecinos y de la sociedad en general. La película seguirá a varias personas, una anciana que se resiste a entrar en el plan (Chieko Baishō) y que inicia una peculiar relación con su «asesora» (Yumi Kawai) de los servicios sociales. Un funcionario (Hayato Isomura) cuyo tío (Taka Takao) se ve en la circunstancia de entrar en el plan. Una inmigrante filipina (Stefanie Arianne) cuya hija padece una enfermedad cardiaca y que entra a trabajar en un «tanatorio» porque pagan mejor, para costear la intervención quirúrgica.

Con sobriedad, y tomándose su tiempo para desarrollar el ambiente y la historia, Hayawaka va desvelando poco a poco lo que es una situación distópica absolutamente terrible en su conjunto. Pero que funciona especialmente bien porque la sensación de verosimilitud, el realismo con el que se desarrolla es casi perfecta. Con frecuencia, la ficción distópica peca de exageración a la hora de presentar una situación ideal que en realidad funciona mal. O simplemente, son historias sobre dictaduras. Aquí nos encontramos ante una sociedad que tiene todo el aspecto, toda la apariencia y características de la sociedad nipona actual. Sigue siendo una democracia, con un gobierno elegido por un parlamento, que promulga leyes, con un alto nivel de aprobación,… como la del PLAN 75. Todo se disfraza de elecciones personales, de libertad, de solidaridad. Pero constantemente nos va dando señales de hasta que punto estamos hablando de una sociedad deshumanizada. Los procesos de selección y desecho de las posesiones personales de los fallecidos no deja de resonar a las imágenes que asociamos al genocidio nazi de la población judía europea.

Y no sólo se apoya en las propias habilidades de la directora, sino que además cuenta con unas interpretaciones de primer orden, siendo especialmente destacable la veterana Chieko Baishō, que genera alguna de las secuencias más firmemente conmovedoras del filme. Una película que crece en el recuerdo, y que me atrevería a calificar de imprescindible si no fuera porque probablemente tendrá poca repercusión en general. Poco publicitada, con poco tiempo en cartelera, pasará desapercibida para el gran público, que la ignorará en favor de otras producciones absolutamente inanes, pero que recibirán la atención de los medios. Es como funciona el mundo actual. Si pueden véanla. Y piensen un rato.

Valoración

  • Dirección: ****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ****