[TV] Cosas de series; desde Taiwán a Los Ángeles, y de allí a Hong Kong

Televisión

Sin haberlo planificado, en el principio de este 2024 he reunido tres series que transcurren total o parcialmente en algunos territorios chinos distintos de la China continental, con tramas más o menos interesantes, y con temas y protagonistas muy diversos.

Hong Kong en el otoño de 2016, dos años tras las protestas de los paraguas, en el Ladies’ Market, mientras intentábamos orientarnos en el cúmulo de estímulos de esta ciudad a las pocas horas de llegar a la misma para pasar una semana.

Àiài nèihán guāng [愛愛內含光, La luz interior de Aiai], conocida internacionalmente como Let’s talk about Chu, y en castellano Alguien como Chu, es una producción taiwanesa de ocho episodios en torno a la hora de duración. Chu Ai (Tzu Hsuan Chan) es una chica joven y moderna en Taipéi, que tras la universidad intenta abrirse camino como yutuber hablando sobre sexualidad, mientras se gana la vida en un centro de depilación. No cree mucho en las relaciones, y aboga más bien por un vida de libertad sexual en las relaciones. Pero está rodeada de un entorno complejo. Tiene un mejor amigo del mundo que evidentemente está colada por ella, ella está colada por un antiguo amor adolescente que vive en Londres, su hermana mayor, casada y sin hijos, con un hombre mayor que ella que fue su profesor en la universidad se siente insegura y amenazada por alguna alumna, su hermano es gay y se gana la vida en el mundo del juego con apuestas mientras siente insatisfacción en sus relaciones, y sus padres sufren una profunda crisis cuyos orígenes no están claros. Por lo tanto, la teoría de Aiai [Chu es el apellido, Ai es el nombre, y significa amor, y en las chicas chinas es frecuente que la forma familiar del nombre sea la repetición de alguna de las sílabas del nombre] se derrumba porque no puede aislarse del problema de las relaciones y vivir la vida hedonista y libre de preocupaciones que pretende. Esta serie comienza fuerte en sus primeros episodios, con tono de comedia romántica, y con interpretaciones bastante buenas, con unos caracteres que se hace querer. Pero tiene altibajos en su desarrollo y poco a poco se hace más previsible y convencional. Aunque puede ser un ejemplo de que Taiwán, en estos momentos, es el país más abierto y liberal en temas de sexo de toda la región del Asia oriental.

The brothers Sun es una producción norteamericana de Netflix rodada entre Taipéi y Los Ángeles, en inglés y mandarín, con la oscarizada Michelle Yeoh a la cabeza del reparto. La acción comienza en Taipéi cuando a la cabeza de una tríada taiwanesa le viene encima un ataque, dejando en coma al líder, y poniendo en riesgo la vida de su hijo mayor y sucesor (Justin Chien). Este, para reorganizarse y contratacar contras la tríada presuntamente hostil, viaja a Los Ángeles donde vive su madre (Yeoh) y su hermano menor (Sam Song Li), ajenos al mundo mafioso de la isla china. Pero la amenaza principal, y otras que no sospecha, le han seguido hasta allí, y nada será fácil. Especialmente, cuando interfieran los problemas familiares, y resulte que su madre es algo más que su madre, y que también tiene algo, mucho, que decir en el mundo de la delincuencia organizada. Esta serie sobre mafiosos chinos rodada en clave de comedia principalmente, aunque no faltan los episodios de acción violenta y su punto de drama familiar, me pareció muy divertida. Y prometedora. Las interpretaciones son muy buenas. y esta primera entrega de ocho episodios venía bien como apertura y presentación de futuras aventuras de esta peculiar familia. Lamentablemente, a pesar de las buenas críticas y de las virtudes de la serie, no ha debido de tener la repercusión esperada en el público, y Netflix ya ha dicho que no habrá segunda temporada. Netflix galopa a toda velocidad hacia la mediocridad guiada por los datos de audiencias. Un público, cada vez peor formado en cultura audiovisual, está ansioso por el equivalente en ficción televisiva a la comida basura. Curiosamente, no fue así como Netflix y otras plataformas se hicieron con un lugar bajo el sol de los contenidos para televisión.

Expats es una producción creada y dirigida por Lulu Wang, que ya nos sorprendió hace no muchos años con una muy notable película sobre la inmigración china en Estados Unidos, de seis episodios en Amazon Prime Video. Episodios de duración muy variable. Hay alguno en torno a los 40 minutos apenas, mientras que el episodio 5 es prácticamente un largometraje. Y por cierto, probablemente el mejor de la serie. La serie está rodada en Hong Kong… donde no se puede emitir por la censura. La acción transcurre durante los meses de la Protesta de los Paraguas, en el otoño-invierno de 2014, en los que los jóvenes de la ciudad autónoma se levantaron en protesta pacífica contra el intento del gobierno central chino de recortar el nivel de libertades y democracia que tiene la ciudad. Los paraguas servían lo mismo para protegerse de la frecuente lluvia como para evitar las cámaras del aparato policial y represor chino, mientras ocupaban distintos puntos estratégicos de la ciudad. Y en ese entorno, conocemos la vida de tres expatriadas. Un madre de familia norteamericana (Nicole Kidman) casada con un chino-americano (Brian Tee) y con tres hijos, que un año antes perdió a uno de sus hijos mientras paseaban por uno de las mercados callejeros de la ciudad, como puede ser el Ladies’ Market o alguno similar. Una amiga suya india (Sarayu Blue), casada con un europeo (Jack Huston), que estaba en la zona cuando la desaparición del niño, y que lleva tiempo debatiéndose entre tener o no tener hijos, mientras entra en sus cuarentas. Y una veinteañera coreano-americana (Ji-young Yoo), que siente que su vida está sumida en la mala suerte, que se ha desplazado a Hong Kong para huir de su entorno habitual tras graduarse en una buena universidad de Nueva York, pero que es quien pierde al niño cuando paseaba con la familia considerando la posibilidad de entrar a trabajar como institutriz con ellos.

La serie está basada en una novela de la escritora Janice Y. K. Lee, que no he leído. Y la vida de este grupo de expatriadas de nivel alto, que viven, al menos la rubia norteamericana y la acomodada india, en uno de los distritos más selectos de la ciudad. Cada uno de los episodios de la serie tiene el nombre de un distrito de Hong Kong, y el primero de ellos The Peak, hace referencia al lugar donde residen estas mujeres. Pero como contrapunto a estas mujeres a las que, a priori, no les falta nada en la vida, incluso la desgraciada joven de origen coreano tenía de partida mucho para salir adelante en la vida (unos estudios, una familia en Nueva York) están las helpers, eufemismo como denominan las mujeres acomodadas a sus criadas, también expatriadas, filipinas en su mayor parte, que también tienen sus propias familias y sus propios problemas. Y el resto de los habitantes de la antigua colonia inglesa, los chinos que intentan mantener un nivel de democracia que el Reino Unido no les concedió hasta poco antes de la retrocesión a China, y que la dictadura china les quiere quitar. Todos ellos aparecen representados de fondo en al serie, y adquieren el protagonismo debido en ese excelente quinto episodio. En mi opinión, estamos ante una serie muy interesante en la que, curiosamente, la pieza más débil me parece una Kidman muy encasillada en un tipo de mujer, destacando mucho más el resto del reparto. La serie ha gustado en general a la crítica, pero mucho menos al público, porque no es una serie fácil, ni amable, ni condescendiente. Es un fragmento de vida, condicionado por una tragedia del pasado, y que no se resuelve, no hay final feliz, ni infeliz, para estas mujeres… simplemente tienen que seguir sus vidas, cada una como buenamente puede y entiende.

[TV] Cosas de series; Euphoria especial, marujonadas y Fargo

Televisión

Hay series que tienen especiales navideños. Especialmente las británicas. Suelen ser episodios amables. Eso… navideños. Aunque en ocasiones pueden hacer avanzar la trama de la serie de forma importante. Algunas lo han hecho. Pero en esta ocasión es una serie norteamericana la que nos ha ofrecido dos especiales… «alrededor» de la Navidad, más que navideños. Se trata de una de las series de moda en HBO, Euphoria. Especialmente después del reconocimiento interpretativo en los eventos de premios para su protagonista, Zendaya.

Hace ya año y medio que pudimos ver la primera temporada de este drama que explora las complejidades de la adolescencia, especialmente contemplando el consumo de drogas y los problemas de identidad sexual, o de identidad en general. Entre otros problemas de esa edad. Lo cierto es que es una serie que crece en el recuerdo. Hoy día, la aprecio más que cuando acababa de terminar de ver esa primera temporada. Todavía no hay, que yo sepa, fecha para la segunda temporada. Pero se nos han ofrecido dos especiales en torno al fin de año reciente. Uno, unas semanas antes (subido a HBO el 6 de diciembre de 2020), el otro, unas semanas después (subido a HBO el 23 de enero de 2021). Rodados con las precauciones necesarias por la pandemia con un equipo mínimo, el primero nos presenta una conversación de café de Rue (Zendaya) con Ali (Colman Domingo), un consumidor de drogas sobrio desde hace un tiempo, en el que eventualmente se apoya. Este episodio me pareció antológico; me dejó clavado al sillón. Excelente desde todo punto de vista. En el segundo encontramos a Jules (Hunter Schafer) en sesión de terapia, la primera, con una psicóloga (Lauren Weedman). No me ha impactado tanto, pero está también a un nivel muy elevado. Ambos nos han dejado con ganas de que vuelvan Rue y Jules con una segunda temporada que pueda mantenerse en los altos niveles que ha alcanzado la serie poco a poco.

No tengo fotos que se ajusten a las series de hoy, así que pongo algunas de un rollo que comentaré pronto en mi blog específico de fotografía. Paisajes urbanos, a este lado del Misisipí. Y del Ebro.

En el entorno de las fiestas de fin de año, sentí la necesidad de la intrascendencia. Hace unos meses hubiera apostado por una serie surcoreana. Un buen placer inconfesable perfecto. Pero no tenía ninguna a mano de las que me hubieran apetecido. Así que me fui a por una serie de la que me llegaban avisos constantemente en Netflix, aunque a priori no me había interesado. Era Virgin River, en español con el cursi título de Un lugar para soñar, que es un drama romántico culebronesco, que yo hubiera apostado que sólo se pueden ver en el canal Cosmo, pero que ya veis. Un enfermera altamente cualificada que, tras perder una niña en el parto y un marido en un accidente de tráfico del que se culpa… (culebronesco, os decía), opta por dejar Los Ángeles por ir a trabajar a un pueblo perdido en las montañas y los bosques del norte de California, donde… bueno. Da igual. Hay un tipo guapo y rudo con el que bueno… ya os imaginaréis. Pues eso… puro placer inconfesable. Si tuviera más sentido del humor, podría ser recomendable… pero le falta. Y no, por favor, que nadie lo compare con Northern Exposure (Doctor en Alaska). De verdad. Semejante comparación debería ser considerada crimen de lesa humanidad.

Y he visto la temporada cuarta de Fargo. Que me ha llevado muchas semanas. Y no porque sea mala, ni mucho menos. No sé si llega al nivel de las tres precedentes, pero sigue siendo una producción televisiva notable. Tradicionalmente, las historias de esta serie transcurrían en las frías llanuras del medio oeste americano, entre Dakota del norte y Minnesota, en cuyo límite está la ciudad de Fargo. Pero esta vez nos hemos desplazado a Kansas City, en el límite de los estados de Misuri y Kansas. Hay dos ciudades con este nombre, totalmente contiguas, perteneciente cada una a cada uno de estos estados. Por lo que entiendo, hemos estado en Misuri. Y allí hemos asistido al enfrentamiento entre la mafia italiana, ya establecida, a cuyo frente encontraremos a Josto Fadda (Jason Schwartzman) tras la extraña muerte de su padre bajo los cuidados de la excéntrica enfermera Oraetta Mayflower (Jessie Buckley), contra la mafia afroamericana, emergente, a cuyo frente encontraremos a Loy Cannon (Chris Rock). A ambos bandos dará abundante servicio la funeraria regentada por los padres de la joven e inteligente diecisieteañera Ethelride Pearl Smutny (Emyri Crutchfield), procedente de una familia multirracial. No voy a entrar en detalles de la trama, que es lo suficientemente enrevesada como para justificar que sea una serie de episodios. Últimamente vengo pensando que hay series innecesarias. Que lo que cuentan se puede contar en un largometraje. Y no necesariamente largo. Pero bueno. Las interpretaciones de los mencionados, así como de otros caracteres como los de Timothy Olyphant o Jack Huston o Ben Whishaw, son notables. Encontramos también curiosidades como el episodio 9 de los 11 que consta la temporada, rodado en su mayor parte en blanco y negro… con curiosas referencias al mago de Oz. Y lo único que encuentro a faltar es que esta temporada es la más seria de la serie, la que menos combina el absurdo o el humor negro con la seriedad de los argumentos. ¿Por qué me ha llevado semanas ver estos 11 episodios? Porque no se pueden ver de cualquier forma. Hay que centrarse en lo que ves. Y no siempre tengo la cabeza lo suficientemente en su sitio últimamente para ello.