Ya hace unas semanas que os presenté el resumen del viaje a Toulouse y otros lugares del sur de Francia, en esa ocasión con fotografías en color procedentes de mi equipo fotográfico digital. Pero como suelo tener por costumbre, también me llevé una pequeña cámara compacta, muy eficaz, con película fotográfica tradicional en blanco y negro. Y aquí os traigo algunos resultados.
En esta ocasión, gracias al tiempo otoñal que tuve, estoy especialmente satisfecho con las fotografías que realicé. Espero que esta pequeña muestra que os presento os guste a vosotros también.
Hace unos años, si me hubieran preguntado dónde he estado estos últimos días, hubiera dicho que he hecho una escapada en el Midi. La región se conocía en general como Midi-Pyrenées… pero acortando, Midi. Que en este caso no significa «mediodía», sino «sur». Bueno, una de las acepciones en castellano de «mediodía» es un sinónimo de «sur». Pero no me parece que sea de uso común en español, salvo en el culto, aunque sí lo sean en francés sus correspondientes cognadas. Pero en 2015 se modificaron las regiones francesas, y la nueva región es denominada Occitania. En ocasiones aparece Occitania-Pirineos-Mediterráneo. Está formada por la reunión de las antiguas Mediodía-Pirineos y Languedoc-Rosellón.
Toulousee; el Capitolio, el claustro de los Jacobinos, la galería fotográfica del Château d’eau, y el Hôtel-Dieu Saint-Jaques, que no es un hotel sino un hospital con solera. Este último, y la basílica de Saint-Sernin son patrimonio de la humanidad según la Unesco, integrados en el camino jacobeo en sus recorridos franceses.
El nombre, Occitania, no deja de parecerme una ironía. Su nombre implica que es la región donde se habla el occitano… que es una lengua en peligro de extinción. Podrá ver millones de personas en el sur de Francia en estos momentos que la entiendan, pero no que la hablen. De forma habitual unos miles. De forma esporádica, algunos más. Por mucho que las calles del casco histórico de Toulouse… Tolosa en occitano, si fuésemos un poquito coherentes,… pero bueno. Yo nunca he oído hablar a nadie en algo que no sea francés en esta región. Salvo en el rinconcito que limita al mismo tiempo con los Pirineos y el Mediterráneo, el Rosellón y la Cerdaña, donde sí que he oído hablar otro idioma distinto al francés; el catalán. El único lugar donde he escuchado hablar occitano de forma espontánea es en el valle de Arán… que está en Cataluña, comunidad autónoma española. La distribución de las lenguas siempre me ha parecido que se las apaña para hacer burla de los intentos de los humanos de establecer fronteras más o menos absurdas por doquier.
Delicias micológicas en los mercadillos al aire de Toulousse, y algunas flores otoñales en el jardín botánico del Museo de Toulouse, dedicado a las ciencias naturales. Solo visité el jardín botánico.
En cualquier caso, esta región del sur de Francia me gusta mucho. Incluso cuando nos acoge, como me ha sucedido a mí en esta ocasión, con un tiempo francamente otoñal. Y lluvioso. No exceso, no ha impedido recorrer los lugares que he visitado, pero ha habido que ir con el chubasquero puesto buena parte del día, o todo el día. No. No he hecho un recorrido amplio por la región. Para eso hacen falta muchos días. Me instalé en un hotel de Toulouse, y desde allí hice un día una excursión a Cahors y el valle del Lot, y otra a Carcasona.
Una mañana dedicada a los aviones, con visita a las instalaciones de Airbus, y los museos Aeroscopia, donde todos los aviones están restaurados e impecables, y Ailes Anciennes Toulouse, donde los aviones están en espera de restauración… pero que me pareció mucho más divertido, y donde pudimos charrar un rato con uno de los asociados que se dedican a la restauración de aeroplanos.
He viajado con tranquilidad. Incluso la ida y la vuelta a Toulouse desde Zaragoza la hice en tren. Más lentamente de lo que pensaba. Pero es que con casi cuatro semanas de antelación ya no quedaban plazas en los trenes de alta velocidad ferroviaria que conectan con el sur de Francia. La alta velocidad en este caso es relativa… porque solo vale en España hasta la frontera. Los AVE y TGV circulan por la región occitana pero por vías convencionales, con máximos de 160… y no sé si habrá algún tramo de 200 km/hora. Pero son cómodos.
Tiempo hubo para la cultura, con visita a Les Abattoirs, museo de arte moderno, a la Galería fotográfica del Château d’eau, y al festival Manifesto, en contenedores situados al aire libre a orillas del Garona.
Aunque no ha sido sin eventos desagradables, afortunadamente sin consecuencias. En el regreso cogí tres trenes; Toulouse – Portbou, Portbou – Barcelona Santa Andreu Comtal, Barcelona Sants – Zaragoza. Pues bien… al tomar el primer tren me encontré conque había suprimido la parada en Portbou y el tren terminaba en Cerbère. Un trayecto que al tren le cuesta cuatro minutos hacer. Pero ambas poblaciones fronterizas están separadas por los Pirineos. Suaves, escasamente agrestes en esta zona, pero difícilmente se puede ir entre las dos estaciones dando un paseo. Entre varios viajeros acordamos llamar a un taxi con capacidad para siete personas más el conductor, que nos llevé entre las dos estaciones por cinco euros por persona. De la situación actual tercermundista de las estaciones de Barcelona, prefiero no hablar. Por su mala organización, el tren que cogí en Sants, un AVE con destino final en Andalucía, salió con diez minutos de retraso. Daba la sensación de que había tanta gente que iríamos completos… pero luego resultó que había muchos asientos libres, y no consiguieron embarcar a todo el mundo a tiempo. Cada vez me explico menos la absurda operatividad de Renfe con sus trenes de alta velocidad. Más, viendo como en el resto de Europa, Alemania por ejemplo, uno los aborda tranquilamente como otro tren cualquiera y salen puntuales y organizados. Y de las averías del tren de ida entre Barcelona y Cerbère, con un mecánico a bordo que según el maquinista no tenía ni idea… vamos, que uno viaja con confianza.
Cahors, con el puente Valentré y su oscura catedral, y una tarde lluviosa en el valle del Lot, en el bonito pueblo de Saint-Cirq-Lapopie y sus bonitos alrededores.
Ha pesar de estos incidentes que, en definitiva, no han tenido mayores consecuencias, han sido unos días tranquilos, relajados. Comiendo cassoulettes y otras delicias culinarias de la región, con gentes muy amables, muy mediterráneas, con quienes te entiendes con más facilidad (y no me refiero a las cuestiones idiomáticas) que con los germanos que hablan latín que conforman la mitad norte del país vecino. Un territorio bonito, lleno de tradición y cultura, probablemente, como leí en una ocasión, una de las regiones del mundo más agradables para vivir. Terminar diciendo que, después de experimentar en agosto con la cámara de formato medio en Alemania, he vuelto a la racionalidad llevándome la pequeña, ligera, y sumamente eficaz Olympus OM-D E-M5 Mark III, con unos ligeros objetivos que puedes llevar a mano en los bolsillos para cuando necesitas cambiar de focal. Y sin dolores de espalda ni de cuello.
La ciudad de Carcasona tampoco anda escasa de patrimonio de la humanidad según la Unesco. Además del Canal del Midi, que también pasa delante del hotel en el que me he alojado en Toulouse, por supuesto la formidable ciudadela medieval que domina la ciudad, con su castillo, basílicas, murallas y demás.