Desde la Alfafería de Zaragoza, despido este año

ciudad

Silencioso alcázar de la antaño bien querida por los seguidores de Mahoma, Medina Albaida Saraqusta, no siempre bien tratado por la hisotoria, ha recuperado en los últimos tiempos un papel con voz y voto. Poco a poco recupera su posición como uno de los monumentos históricos de la ciudad, y ser sede de las Cortes de Aragón, le da el papel social que siempre merecieron sus austeros muros.

Son muchos los que se acercan a sus paredes atraidos por su nueva prestancia; y en un día como Nochevieja, son preferentemente zaragozanos que viene per se o trayendo a sus invitados foranos (utilizare en esta ocasión el adjetivo autóctono, en detrimento del más estándar foráneo).

La visita al palacio siempre nos produce un sentimiento extraño, de ambivalencia, las frecuentes boiras del Valle del Ebro, frías y húmedas, parecen contradecir los naranjos en fruto de los patios, más propios de latitudes más sureñas u orientales.

Pero hoy, último día de 2006, hay una mañana soleada que invita al paseo y a la fotografía. Y por qué no, a visitar la exposición que sobre el Rey Fernando II de Aragón (conocido por ahí como Fernando el Católico). Interesante. A ratos desasosegante. Hasta que punto determinados hechos históricos dados como casi como dogmáticos devienen azarosos y extraños.

Esperemos en cualquier caso, que de igual forma que el palacio nos ofrece un camino claro de salida, sepamos salir tranquilamente de la ronda solar 2006 desde el mítico nacimiento de un niño en Palestina, y que sepamos entrar y transcurrir con igual tranquilidad y alguna alegría por la 2007.

Ciencia real y ciencia ficción

arte música y literatura, Ciencia

Hoy me he enterado al visitar el directorio de Hispaciencia de la existencia de una bitácora sobre la Física en la Ciencia Ficción. O tal vez sobre la derogación de las leyes de la física en la misma. Interesante. No sé si tendré tiempo para seguir y leer sus amplios artículos, pero está bastante bien.

Personalmente, mi relación con la Ciencia Ficción ha tenido distintos altibajos desde que tuve mis primeros contactos cinematográficos con ella en mis tiempo de adolescente, cuando el cine Rialto de Zaragoza (ya desaparecido, tras una larga larga agonía como sala X) era de arte y ensayo, y me daba la oportunidad de ver películas como 2001, una odisea del espacio, o la más desconocida película rusa Solaris, tristemente occidentalizada recientemente para mayor lucimiento de cierto pediatra de un servicio de urgencias.

Mis primeros contactos literarios fueron tres o cuatro años más tarde, ya universitario, cuando leí la versión literaria de 2001 por Arthur C. Clarke, y con la lectura de la trilogía de la Fundación de Isaac Asimov. En esos años de universidad, leí mucha ciencia ficción, hasta que en mi dura mollera fueron entrando los elementos del sentido crítico, y comprendí la cantidad de morralla con escaso valor que existe dentro del género. Esto provocó un claro distanciamiento de mi persona hace esta literatura, que sólo recupero de vez en cuando, en momentos en los que prefiero leer obras de evasión para descanso de mi sufrida cabecita/cabezota. Eso sí, seleccionando con cuidado para no caer en la basurilla.

Recientemente, por ejemplo, he leído una novelita, no publicada todavía en español, Seeker de Jack McDevitt. No es que sea el no va más del futbolín, pero es entretenida, tiene alguna aventurilla que otra y especula sobre los efectos del tránsito de una enana marrón al atravesar un sistema planetario extrasolar con planetas en la biozona. Bueno. Como toda obra de ficción hay muchas cosas difíciles de tragar en la realidad, pero tiene una base científica que para mí es la base para una obra seria de este género.

Es decir, que nadie me venga hablando de la saga Star Wars como ejemplo de ciencia ficción. Son obras de aventuras, de fantasía, en las que el pensamiento mágico tiene una gran importancia, y donde, voluntariamente según declaraciones del propio George Lucas, se derogan las leyes de la física en pro del espectáculo.

En fin, sirva este artículo para recomendar la bitácora mencionada al principio, y para reflexionar someramente sobre un género literario y cinematográfico que tanto dinero e intereses mueve, y que a tantas personas arrastra.

Peligrosos artefactos de «ciencia ficción» en la Plaza de los Sitios de Zaragoza

La estrella de los Magos de Oriente

Ciencia

Esta mañana realizaba la ruta entre Zaragoza y Huesca como todos los días para acudir a mi centro de trabajo. En un momento determinado, en algún lugar entre Gurrea de Gállego y Almudévar, he visto como un punto brillante aparecía en el cielo, mirando en algún hacie el norte o el nordeste. Brillaba cercano a una de las pocas estrellas que a esas horas, ya clareando, todavía se veían en el cielo.

Lo primero que se me ha ocurrido… dada las fechas en que estamos… si sería la estrella de los Magos de Oriente (que en ningún sitio se cuenta que fueran reyes). Pero me he venido a acordar de que yo no soy precisamente muy creyente en estas cosas de la fe,… que como fantasía para los niños, pues vale… pero qué… pues eso.

Lo siguiente que se me ha ocurrido es que sería un planeta de los gordos. Quien sabe si Júpiter o Saturno. Pero… los planetas tienen la mala costumbre de encontrarse en el cielo a lo largo de una línea imaginaria, la eclíptica, que se situa de este a oeste mirando hacia el sur, ya que todos los planetas orbitan más o menos en el mismo plano alrededor del Sol. Además, suelen brillar de forma constante y no aparecen y desaparecen repentinamente.

Entonces he recordado la red de satélites Iridium. Estos satélites, dedicados a la telefonía movil, disponen de unos grandes paneles solares, que cuando en su rotación adoptan un ángulo adecuado, emiten grandes destellos perfectamente visibles desde la superficie terrestre, a veces incluso con la luz del día. Una predicción para observar los mismos, la encontramos en la página de Heavens-Above. Me he quedado casi convencido de que he visto el destello de un Iridium.

Cuando he consultado en Heavens-Above con posterioridad, ahí estaba. El satélite Iridium 62 ha producido un destello a las 7:33 horas del día 20 de diciembre de 2006, visible en las cercanías de Huesca, con una magnitud aparente de -1 (intermedia entre la de la estrella más brillante distinta del Sol que es Sirio, con -1,5, y la segunda más brillante que es Canopus, con -0,7), a 24º de altitud y a 65º Este-Nordeste de acimut.

Y lo que me ha alegrado el día.

Cielo de atardecer en las cercanías de Fuendetodos, Zaragoza

Déjà vu (2006)

Cine

Deja vu (2006), 17 de diciembre de 2006

Si uno se va a ver una película de Tony Scott tiene que asumir las consecuencias. Es relativamente probable que sea mala o, cuando menos, floja. Habrá abundancia de fuegos de artificio y violencia. Tendrá una realización cuasimareante (o sin cuasi). Con esto claro, y sin llamarse a engaño vamos a ello.

La película es de viaje en el tiempo. Esta es una temática difícil. Jugar con las paradojas del viaje en el tiempo es difícil y, a estas alturas, para quien guste de la ciencia ficción, con muchos caminos ya explorados. La primera parte de la película, en la que encontramos la investigación de dos crímenes que resultan estar relacionados, tiene su interés. Uno intuye por donde van a ir los tiros, pero hay ritmo. La parte de ciencia ficción está tratada con simplismo. Se sueltan una serie de frases difíciles, se mencionan los pliegues en el espacio-tiempo y los agujeros de gusano, y ya está todo. No se han calentado mucho la cabeza. Al fin y al cabo, se supone que estamos aquí para ver chocar coches y explotar todo aquello que en la cabeza de una yanqui se entienda que pueda explotar. No sé con qué hacen las cosas en el imperio, pero todo explota que es la leche. Una vez que nos metemos en la dinámica del pimpampum, la película baja de nivel y se queda en algo que todos hemos visto un montón de veces. Entretenida, pero sin más.

El chico es Denzel Washington, haciendo su típico papel de negro, guapo, listo y esas cosas. Un poco a su aire. Cumple, sin más. La chica se llama Paula Patton, y hace el clásico papel anglosajon de las damsels in distress. Es decir, cae en poder de un malo malísimo, y el bueno guapo las pasa putas para salvarla… si es que lo consigue. Eso sí. Está como un queso. Por allí aparece Val Kilmer en un papel que es más secundarios que otros secundarios a los que nadie conoce. Además el chico empieza a estar muy deteriorado.

En fin, un entretenimiento, mejor de lo que esperaba, pero que no pasará por lo demás a la historia del cine. Nada. Le ponemos un seis, con la misma nota para dirección e interpetación, y todos contentos.

Así me gusta, que la policía nos proteja eficazmente contra todo riesgo. Seguro que con esas cintas nadie corre el riesgo de caer al Canal Imperial de Aragón a su paso por Zaragoza.

Moteros protestando

ciudad, sociedad

Esta mañana de sábado tocaba ir de compras, y mientras pululaba de centro comercial en centro comercial, me he encontrado con una manifestación de moteros. Manifestación ruidosa como pocas, reclamaban un acondicionamiento de las carreteras menos peligroso para ellos. Se quejan de que algunas de las vallas y quitamiedos de las rutas españolas son tremendamente peligrosas para las personas sin protección que caídas de la moto se estrellan contra las mismas. Tengo amigos que utilizan la moto como vehículo de transporte habitual, y este problema me lo han comentado en diversas ocasiones. Parece algo preocupante. Sinceramente desde aquí mi apoyo y solidaridad ante estas demandas. Conste.

Pero como buenos españolitos, sus reclamaciones de más «seguridad para todos», se refiere sólo a ellos mismos. Parece que a bastantes de ellos por lo que he observado el rato que me parado a realizar fotos, no les importa mucho la seguridad de los demás. La manifestación se realizaba en condiciones de circulación por las calles, con los semáforos y los pasos de peatones activos. La cabeza de la manifestación ha respetado los semáforos en rojo, permitiendo el paso de los peatones. Pero los manifestantes de la parte central y de la parte posterior no se mostraban tan respetuosos, llegando la situación al punto de casi se han producido varios atropellos de peatones que cruzaban cuando su semáforo estaba en verde. Incluso en ocasiones los manifestantes se encaraban con los peatones, siendo el caso que algunos de ellos eran personas mayores, ancianos. Utilizaban los acelerones de sus motos para intimidar a los mismos.

Si hubiese sido un caso aislado, nada estaría comentando en estas líneas. Vándalos los hay en todos los colectivos. Pero he contado hasta tres paradas de semáforos en los que se han producido situaciones similares. Y esto ya no se puede considerar «hechos aislados».

Como he dicho antes, tienen todo mi apoyo para las reclamaciones que realizan. Pero por mucho que se consideren como una casta o grupo especial, no son nada más ni nada menos que ciudadanos, al igual que los demás que circulamos con otros medios de transporte… incluidos los zapatos. Y que la defensa de sus derechos no puede conllevar el avasallamiento de los que todavía circulan más desprotegidos por las calles de la ciudad.

Espero que los más pequeños que participaban en la manifestación no aprendan de lo que hoy he visto. Espero que crezcan realmente solidarios con todos, moteros o no moteros.

Paseo de la Independencia, Zaragoza

P.S. Quiero aclarar que ninguno de los manifestantes que aparecen en las imágenes ha participado, que yo haya visto, en los desagradables hechos que he narrado.

Expedientan a unos empleados turcos de líneas aéreas por sacrificar un camello

sociedad

Sí. Lo sacrificaron en el aeropuerto. Para celebrar su buen trabajo. Ya veis; pues los expedientaron. Lo dice ElPais.com en una noticia de ayer día 13 de diciembre.

Y diréis… ¿a quién c.ñ. le importa esto? Menuda chorrada. ¿Es que los de El Pais no tienen otras cosas que publicar?

Y tendréis razón. Pero prefiero hablar de esto a darme por enterado de barbaridades como ésta. Seguro que siente nostalgia de viejos tiempos y viejos generales.

Qué largo es el camino hasta la democracia

El ilusionista (2006)

Cine

The Illusionist (2006), 12 de diciembre de 2006

El motor de esta película de Neil Burger es el mundo de la ilusión. Y nunca deberemos confundir la ilusión con la magia, hecho que es frecuente en el mundo del espectáculo, o mejor dicho, de los espectadores. No insistiré en la cuestión.

La acción se sitúa en una Viena, capital del Imperio Austrohungaro, en la que un ilusionista, Edward Norton , que de campesino adolescente se enamoró de una no menos adolescente duquesita. Y van y se recueentran, dándose el caso de que la duquesita, una guapísima Jessica Biel, es la novia del malvado y racional príncipe heredero (erróneamente traducido literalmente como príncipe de la corona en algún momento del film) interpretado por Rufus Sewell. Toda la historia, la vemos interpretada y matizada por los ojos de ese inspector de policía, siervo del príncipe, que compone Paul Giamatti. La acción tiene ciertos componentes de seudohistoria. El Príncipe Rodolfo es un personaje que existió y que se hizo famoso por determinados hechos relacionados con su amante, la baronesa húngara Marie Vetsera, en el Palacio de Mayerling. No diré en que consistieron, para que aquel que no sepa del tema no tenga pistas de por donde pueden ir los tiros.

La película, filmada con una iluminación casi monocroma, en tonos cálidos, fundamentalmente ocres se deja ver bien y te sumerge en un cierto grado de intriga que ayuda a pasar el rato. Sin embargo el guion no está todo lo bien resuelto que debería, con algún rato de sensación repetitiva, de que la cosa no avanza y de que falta ritmo. El personaje del príncipe es excesivamente estereotípico lo cual tampoco ayuda a mejorar la calidad del conjunto. La interpretación de Norton y de Giamatti está muy bien, siendo ambos excelentes actores. Algo que puede extenderse a Sewell, salvo porque su personaje es más lineal y luce menos. La chica, a priori el florero del filme, cumple con razonable dignidad el cometido, lo cual es mucho más de lo que cabía esperar con la carrera previa de la actriz.

En resumen, una película correcta pero que le falta algo para ser notable y que viene ayudada por el buen hacer de sus protagonistas. Le pondré un seis, con idéntica nota en la dirección y un siete en la interpretación.

Tarde de invierno entre Belchite y Fuendetodos, Zaragoza