No tengo claro si en algún momento he comentado sobre este tema o no. Es algo sobre lo que pienso de vez en cuando, y ya no recuerdo cuándo lo pongo por escrito y cuándo no. En cualquier caso, me ha venido a la cabeza cuando elaboraba la entrada fotográfica La luz de las mañanas de julio en blanco y negro – Pentax MX con SMC-A 35 mm f2.8 y Lomography Potsdam Kino 100, y he decidido trasladarlo aquí. Comentar algo sobre los pinares de Venecia, lo que muchos zaragozanos llaman el «pulmón» de Zaragoza. Alguna vez habrá que explicar que los pulmones sirven para captar el oxígeno del aire y consumirlo, mientras que los pinares hacen al contrario, consumen el dióxido de carbono que exhalamos y nos devuelven el oxígeno en forma molecular respirable.

Los pinares de Venecia son reciente. El nombre procede de la góndola que surcaba el Canal de Imperial de Aragón a principios del siglo XX. Y en esas primeras décadas del siglo se procedió a plantar un bosque de pino carrasco en los montes de Torrero a ambos lados del Canal Imperial, por donde navegaba la góndola, y por analogía con la capital de la Serenissima Repubblica, pues se les llamó «de Venecia». Una parte de los pinares quedaron integrados en el actual Parque Grande de Zaragoza. Sometidos a mejores cuidados y riegos, son altos y lozanos. También, por la cercanía al agua, los próximos al canal, también tienen buen porte. Pero conforme se alejan del preciado líquido elemento, con la escasa pluviosidad de Zaragoza, se muestran más magros, a veces raquíticos. Y no obstante, a pesar de ser un bosque artificial, en terrenos no extraordinariamente fértiles, con poca agua, han conseguido mantener un ecosistema básico que, para los entendidos, presenta algunas sorpresas desconocidas para los legos.
A mí, me gustaría verlos más frondosos y diversos. Pero menos es nada. Mi madre me contaba que de niña, antes de la guerra civil, fue alguna vez a plantar pinos. Así que… bueno, por respeto a las buenas intenciones de aquellos zaragozanos de hace casi 100 años, habrá que cuidarlos, conservarlos y, en la medida de lo posible, mejorarlos.


