No. No voy a hablar de una de las historietas más divertidas de la historia del cómic español, protagonizada por Mortadelo y Filemón entre 1969 y 1970. Pero voy a hablar de «cazar» animales por la ciudad. En concreto, por las riberas de los ríos y canales. En Zaragoza, por la ribera del río Ebro, aunque quizá también por la del Huerva o del Gállego, o por la ribera del Canal Imperial de Aragón. No falta la fauna medio silvestre medio doméstica en las orillas de estos cursos de agua, especialmente las aves. Hace tiempo que me pica el gusanillo por ir registrando fotográficamente esta realidad.
Pero tengo carencias en este ámbito. Tanto en el conocimiento de las especies implicada como en mi equipo y habilidades fotográficos, más orientados a otros temas y estilos de fotografía. Pero esto último lo he paliado en parte con mi última adquisición a buen precio de una pieza óptica que me puede convenir para pasear por estos entornos verdes ciudadanos. Lo cuento con más detalle en Teleobjetivo largo para viajar y pasear – Olympus M.Zuiko Digital ED 75-300 mm 1:4,8-6,7 II. Aquí, simplemente, os dejo algunas fotos.
Durante unos días en una semana del mes de octubre, en los últimos años, en el Museo de Zaragoza se realiza una exposición de bonsáis en su patio, al mismo tiempo que se inaugura una exposición temporal de arte asiático, japonés por regla general, que permanecerá en sus salas durante unas semanas o unos meses. Y yo me suelo pasar. Más por la exposición de arte asiático que por los bonsáis. Las coloridas láminas de xilografías, del estilo de las ukiyo-e y similares, me gustan mucho. Así que este año también, me pasé un par de días a visitar las exposiciones, y de paso hacer unas fotos.
Pero las exposiciones, y las fotos, me hacen reflexionar sobre estas aficiones. Realmente, algunas de estas plantas resultan muy bonitas, muy atractivas. Y el trabajo para presentarlas de esta forma me parece admirable. Pero por otra parte, no puedo olvidar el aspecto de estos árboles en su medio natural. Olivos, arces… lo que sean. Hay algo que no me encaja. Me pasa lo mismo con los perros domésticos. No tengo plantas ni mascotas animales. No porque no me gusten. Al contrario… me parecen estupendos. Pero considero que hay que responsabilizarse de ellos con entrega y talento. Y no sé si puedo ofrecer lo primero y si dispongo de lo segundo. Pero si pudiese tener una perro o un gato domésticos, creo que me gustaría uno con unas características lo más cercanas posible a su estado natural. Esto es un imposible. Todas las razas domésticas son resultado de siglos de selección genética por parte de sus criadores. Y se alejan en muchas ocasiones mucho del aspecto de los lobos, la versión salvaje de los perros. En el caso de los gatos, no se alejan tanto del aspecto del gato montés, su versión silvestre. Y, sobre todo en el caso de los perros, esas razas tan modificadas, que me parecen deformes, y que, por lo que he leído, pueden sufrir graves enfermedades por la obsesión por la «pureza de sus características raciales», me dan grima. Odio el concepto de «pureza racial», lo apliquemos a lo que lo apliquemos. Y además, especialmente en el ser humano, no tiene base científica en la que sustentarse, es un peligroso constructo de algunas sociedades, que hace más daño que otra cosa. La belleza está en lo que es libre. En lo que es resultado de la natural adaptación al medio. O eso me parece a mí.
… y cuanto más pan echamos, mejores ratos pasamos.»
Anónimo
Esta era la cancioncilla que cantábamos de adolescentes y hacíamos, más que el pato, el ganso. Parece como un pasatiempo nacional que si hay un curso de agua, o estanque, la gente, especialmente los mayores o quienes pasean con niños, se dedique a alimentar con sobras o con pan a las aves como patos y gansos. También están los que alimentaban con granos a las palomas en las más céntricas plazas de la ciudad. Las cuales, con el alimento fácil y asegurado, acaban por convertirse en una plaga para la propia ciudad.
Y la tendencia no parece cambiar. Cuando decido hacer ejercicio, caminando un buen rato y a buen ritmo, varias de mis rutas habituales discurren a orillas del Canal Imperial de Aragón. Y no es infrecuente encontrar rincones llenos de basura y excrementos de las aves por ser los lugares donde las gentes se dedican a alimentarlas. Cuando uno viaja por el resto de Europa, lo habitual es que encuentre avisos a la población informando que eso es algo que bajo ningún concepto se debe hacer. Por varias razones. Dos ya las he mencionado; por motivos higiénicos, para evitar acúmulos de desechos, y para evitar que estos animales se conviertan en plagas. En el caso de las palomas, con sus corrosivos excrementos, generan cuantiosos daños. Trabajé en hospital en Huesca que, cuando se producían tormentas torrenciales, el agua que caía sobre el tejado arrastraba estos desechos, que atascaban las bajantes de desagüe y producía eventualmente peligrosos desbordamientos que afectaban a las áreas de hospitalización donde estaban los enfermos.
Pero estos usos también afectan negativamente a las aves, ya que los alimentos que se les proporcionan en esta actividad lúdica están desequilibrados para sus necesidades. Y además de que pueden convertirse en plaga por su mayor capacidad para reproducirse, también pueden enfermar o transmitir enfermedades. Recuerdo los avisos que había a orillas del Ródano cuando desaguaba el lago Lemán en Ginebra: «No alimenten a las aves; son lo suficiente listas como para buscarse la alimentación que necesitan por su cuenta». Y los ginebrinos, respetaban estas señales. Aquí, el ayuntamiento de la ciudad, ni siquiera se cosca de que conviene incluir estas advertencias. Algún día aprenderemos. Quizá. Tal vez.
Desde hace unos años, participo en la exposición anual de los socios de Asafona (Asociación aragonesa de fotógrafos de naturaleza), que se suele celebrar todos los años en el mes de septiembre. Una exposición a la que los socios remitimos una fotografía, de tema libre, dentro de la fotografía de naturaleza, claro, y que se podrá ver en la sede de la asociación en los locales de la Agrupación artística aragonesa. Este año además es el 20º aniversario de la asociación, y además de las tradicionales jornadas con ponente diversos e interesantes, habrá una comida de celebración. Parece que este año las jornadas no coincidirán con mi segunda tanda de vacaciones, y podré participar en todo. Y cuando volví de viaje a principios de junio comencé el proceso de selección de la que podía ser mi fotografía para la exposición. Pero mi mala cabeza, junto con lo liado que he estado en junio, hizo que se me pasara la fecha y remitiera una foto, escogida con precipitación, tres días más tarde. Los pacientes y bondadosos organizadores la han aceptado y estará presente en la exposición.
Naturaleza en la ciudad o en el entorno periurbano.
Pero os voy a mostrar lo que he considerado este año, por temas y localizaciones. La foto remitida para la exposición,… tendréis que ir a visitarla para saber cuál es, pero es una de las que aquí muestro.
La mayor parte de las fotografías proceden de mis viajes. Pero alguna he considerado realizada en el entorno urbano o periurbano. Cierto es que generalmente mis paisajes urbanos se centran en la presencia del ser humano. Pero siempre hay algo de naturaleza presente, como las fotografías anteriores. El periodo que he incluido, desde julio del año pasado, después de remitir la foto para la exposición del año pasado, empezó con un viaje a Suiza y varias jornadas alpinas. Así que los paisajes de montaña han sido un fuerte posibilidad. Claro está. Tanto fotografía digital como con película tradicional.
Paisajes y flora alpina; el color, digital, el blanco y negro, con película tradicional.
En estos momentos, no es fácil encontrar paisajes puros, desprovistos de la presencia humana. Evidentemente, y la mayor parte de los fotógrafos, creo, lo hacen, podemos apuntar nuestras cámaras evitando esa presencia. Buscando el paisaje más puro posible. Sin embargo, si queremos ser testigos veraces de la realidad, tendríamos que incluir, integrar en nuestras fotografías, esa presencia humana. Son raros los rincones del mundo, y no digamos en Europa, en el que el paisaje no está alterado por la presencia del ser humano. Para bien o para mal.
Paisajes alpinos con figura.
Participo en las excursiones de la asociación con mucha menos frecuencia de la que me gustaría. Pero este año fui, y muy a gusto, lo pasé muy bien, a la excursión a Aínsa y al Geoparque mundial Unesco Sobrarbe-Pirineos. La posibilidad de remitir a la exposición las margas del Pueyo de Araguás fue una solidad posibilidad. También, tanto en versión digital como en película tradicional.
Texturas y patrones estratificados en las margas del Sobrarbe, en el Pueyo de Araguás.
Y si el periodo de selección de la foto había comenzado en los Alpes, también terminó en los Alpes. En esta ocasión en los Alpes Dolimitas en Italia, y también en el Tirol austriaco. No me faltan los paisajes de los imponentes macizos dolomíticos o de los densos bosques de las zonas más bajas de esos montes.
Alpes Dolomitas en el Tirol del Sur.
Y en este viaje le sacamos mucho partido a las aplicaciones de identificación de la flora alpina. Así, entre gencianas, calderones, y otras flores y plantas, fuimos disfrutando también del micropaisaje alpino.
Flora alpina en los Alpes Dolomitas.
Las medidas de la fotografía a exponer están predeterminadas con antelación. Con el fin de dar uniformidad, aprovechando adecuadamente los marcos que posee la asociación para estos eventos, las fotografías son reproducidas a una tamaño de 45 x 30 cm, por lo que se pide que tengan unas dimensiones adecuadas para una copia de buena calidad. Esto restringe algo los formatos. Y la verdad es que la mayor parte de mis fotografías digitales no son homotéticas con la razón 3:2 solicitada. Tengo que hacer reencuadres en mis originales, a veces posibles, a veces no. Incluso concebí la posibilidad de incluir un panorama, dejando un amplio espacio blanco a su alrededor. Un panorama no planificado a partir de dos negativos de película en blanco y negro.
Las montañas de la Nordkette, al norte de la ciudad austriaca de Innsbruck, capital del Tirol.
Pero todo este proceso de reflexión para la elección de la foto es un poco teórico. Porque como ya he dicho al principio, por mi mala cabeza, la foto la escogí al vuelo, pasado ya de plazo. En fin. Esperemos que haga un papel digno en el ámbito de la exposición. Los socios ya hemos podido ver las fotos, a la hora de votar las que formarán parte del calendario 2023 de la exposición, y algunas muy muy muy buenas.
Como ya he comentado en ocasiones anteriores, durante el mes de marzo realicé frecuentes visitas a la floración de las bulbosas (tulipanes, narcisos y algún iris) y de los cerezos japoneses ornamentales en el Parque Grande de Zaragoza. Quería explorar el rendimiento de distintos medios de adquisición de la imagen, digital y película fotográfica tradicional con estos motivos florales.
Los detalles técnicos de las fotografías de hoy los podéis encontrar en Sakura y tulipanes – Canon EOS 3 y Kodak Portra 400. Y son de las mejores que han resultado en rendimiento del color y de los tonos. Aunque prefiero otras. En fin, os dejo unas cuantas fotos para que valoréis.
En primavera hay más oportunidades para salir al aire libre para hacer fotos. Y eso lo podemos ver en las actividades de las últimas semanas. Como cuando salimos a fotografiar la maratón, de lo que ya os hablé, aunque también con película tradicional como os muestro ahora.
También con fotografía de naturaleza. Ambas, situaciones en las que es necesario usar teleobjetivos, que son más pesados y complejos de usar, desde un punto de vista físico, que los objetivos normales o los grandes angulares.
Sí. Este año he fotografiado los tulipanes y los narcisos del Parque Grande de Zaragoza, también algunos iris, de formas muy diversas. Y también con el superior negativo del formato medio fotográfico, casi cuatro veces más grande que el más habitual 24 x 36 de la película de 35 mm.
Como todos los años, ya se está preparando la exposición anual de las fotos de los socios de la Asociación Aragonesa de Fotógrafos de Naturaleza ASAFONA. En esta exposición, que se suele celebrar en el mes de septiembre, coincidiendo con las jornadas de la asociación, los socios pueden remitir una de sus fotos para ser expuesta en compañía de las de otros compañeros. Ahora no recuerdo si es la tercera o la cuarta vez que participo. Por supuesto, el tema de la exposición es la naturaleza en sus diversas vertientes; paisaje, flora, fauna, etcétera.
El cometa C/2020 F3 (NEOWISE) era una opción muy representativa del año. Dejando aparte el coronavirus y otros accidentes.
Cuando me hice socio, en las dos primeras convocatorias en las que tuve ocasión, no participé. Vamos a ver… aunque soy socio de esta asociación, que me ha aportado cosas interesantes, aunque no sea uno de los miembros más activos ni mucho menos, no me considero fotógrafo de naturaleza. Lo cual no quiere decir que la naturaleza no esté representada en mis fotos. Pero no me considero especializado en esta modalidad, ni mucho menos. De hecho, en la página web de la asociación, los socios podemos tener nuestra galería de fotos. Y la mía es temática; hablo, con fotos, del impacto del ser humano en el paisaje con una perspectiva histórica. Y es que ese sí es un tema que me interesa, el paisaje alterado por el ser humano, generalmente para mal, aunque no siempre.
Paisajes marinos y volcánicos en la isla de la Palma, toma fotográfica digital.
La cuestión es que, desde que participo en la exposición, el acto de escoger una fotografía para la exposición es una actividad que me estresa. Mira tú que tontería, se dirán algunos… ¡pues sí! Como dijo Jack el Destripador, vayamos por partes. En primer lugar, pocas veces hago fotos pensando en la foto individual. Generalmente, hago fotos pensando en un conjunto. Para contemplar varias de ellas que me cuentan algo, o representan un lugar, o un fenómeno, por lo que las fotos aisladas nunca me satisfacen por completo. En segundo lugar, me siento inseguro sobre si lo que a mí más me apetece exponer es lo más apropiado. Y si lo que me gusta a mí, complacerá al público que lo observe… lo cual quizá hable de mis inseguridades y de mis dependencias que de mi actitud como aficionado a la fotografía. En tercer lugar, me cuesta decidirme por una. ¿Elegiré una composición más clásica? ¿Buscaré otra más arriesgada? ¿Naturaleza pura o alterada por el ser humano?
Paisajes marinos y volcánicos en la isla de la Palma, toma fotográfica con película tradicional.
Finalmente, mi proceso consiste en repasar las fotos realizadas en el año anterior, desde la anterior convocatoria, seleccionar unas quince o veinte, y luego ir eliminando. Hasta que de alguna forma, me quedo con la que en ese momento me convence más. En esta entrada de hoy, os presento las candidatas. Proceden de los tres viajes que hice en 2020, con un predominio masivo del viaje a la isla de la Palma, porque fue el más orientado a la naturaleza, y alguna del cometa C/2020 F3 (NEOWISE), que nos alegró el cielo estival. Bueno, en realidad, del viaje a Portugal no hay nada, porque entre que fue un viaje muy urbano y que perdí la cámara digital… lo poco que tengo de la ría de Aveiro y playas adyacentes no dan la talla. No os digo cuál he elegido. Eso, lo tendréis que saber visitando la exposición. En septiembre, en la Agrupación Artística Aragonesa, en la calle de Mariano Lagasca 23 de Zaragoza.
Parque Nacional de Doñana y áreas adyacentes, toma digital y con película tradicional.
Cámara de 1960 y muchos. Objetivo fabricado en la misma época, con diseño de 1960. Nipones de pura cepa. Fabricados para el mercado interior del País del Sol Naciente 日本. Y les añadimos un tubo de extensión cedido por un buen compañero de la asociación fotográfica. Así pues, hoy toca un poco de macrofotografía. Y también de la otra.
Los detalles técnicos, como de costumbre, en otro sitio, para los interesados en esos detalles, Un tubo de aproximación para mi Nikomat. Para los demás, unas cuantas fotos.
Cuando he ido a mirar qué recomendaciones fotográficas tenía recogidas de esta última semana, me he encontrado con que sólo había una. Tres enlaces, pero todos relacionados con el mismo fotógrafo. Y es que esta semana he estado centrado en otros aspectos de mi tiempo libre de los que espero contaros algo en las próximas semanas. Quizá en los próximos días. No sé. Igual me estoy embarcando en algo que no lleva a ninguna parte. Salvo gastar algo de dinero. Nada exagerado,… y además uno de los objetos implicados es en la práctica un regalo… pero bueno. Ya os contaré.
Así que para no dejar en blanco el domingo en mi Cuaderno de ruta, os pondré unas cuantas fotografías realizadas ayer en el Parque Grande de Zaragoza. En realidad, salí a pasear con un objetivo principal que tenía que ver con mi Leica M6 y un rollo de película de un tipo que no he usado nunca. Pero por si acaso, eché también una cámara digital a la mochila. Y cuando me encontré con el evento Zaragoza Florece en el Parque Grande, dejé la Leica, que no era conveniente por ir en blanco y negro, para fotografiar el colorido del evento floral, y saqué la cámara digital que iba con un objetivo de focal variable bastante competente.
El evento me pareció un poco… no sé… caótico. Como planificado con cierta premura en torno a la avenida de San Sebastián, el quiosco de la música y la escalinata del Batallador. Puede que haya influido el problema de la pandemia. Pero se me antoja que al concentrar instalaciones en poco terreno, acumulan más a la gente que si estas estuvieran dispersas por todo el parque. No sé. Es lo que se me ha ocurrido. Porque gente había bastante. Y la que llegaba cuando me fui. Porque yo soy relativamente «madrugador». En fin, lo dicho. Os dejo con las fotos. Por cierto, estaría bien que hubiese puesto cartelitos de interpretación sobre qué tipos de flores contemplábamos en cada momento. Y el busto de Goya, no hice foto, me pareció un horror.
En primer lugar, las fotos de la entrada de hoy son de un rinconcito de los pinares de Venecia de Zaragoza en el que crecen unas varas de una orquídea de larga lengua, Himantoglossum hircinum u orquídea lagarto, que tiene florecen en largas espigas que constituyen un conjunto estéticamente atractivo, pero no tan fácil de fotografiar como podría parece, porque el conjunto queda relativamente abigarrado. Me chivó el lugar una compañera de trabajo, el viernes fui a explorar, el lugar está a unos 30 minutos caminando desde mi casa, e hice algunas fotos a mano alzada con la Panasonic Lumix G100 y el Leica DG Macro-Elmarit 45/2,8 ASPH OIS.
Ayer sábado fui con un equipo más completo, ya que me fui con la Lumix G9, algún objetivo añadido, el trípode, algún filtro y lente de aproximación, etcétera. Lo malo es que se levantó una tormenta, con pocas consecuencias en términos de agua caída, pero que me robó luz y tiempo, y me añadió algunas ráfagas ligeras de viento, suficientes como para que tuviera que subir el ISO de la cámara para compensar con un aumento de la velocidad de obturación el movimiento del sujeto. Resultado, unas fotos no tan nítidas como me hubiera gustado.
Ambos días pude encontrar en una de las varas de orquídeas una arañita, Synema globosum o araña Napoleón, tímida, pero no huidiza. Y con un abdomen de un vistoso color rojo.
Pero vamos con las recomendaciones fotográficas de hoy. En primer lugar, algo que me encontré en el Instagram de Leire Etxazarra y que luego amplié en su estupendo blog sobre fotografía, Cartier Bresson no es un reloj. Richard Avedon fue un fotógrafo, uno de los más reconocidos del siglo XX y de la historia de la fotografía, que desde Nueva York trabajó fundamentalmente en el ámbito de la moda y el retrato del famoseo. Retratos estupendos… pero que siempre son más reconocidos por el gran público si en ellos sale gente guapa y famosa. Es lo que es. El caso es que en un momento dado, coge el montante, una cámara de gran formato de 8 x 10 pulgadas y un fondo blanco, y se va al oeste de los Estados Unidos a fotografiar a la clase trabajadora. Y le sale un trabajo que técnicamente se basa en sus retratos del famoseo de toda la vida, pero cuyo contenido tiene más que ver con los retratos de gente «rara» de Diane Arbus. Hoy en día está reconocida como una obra fundamental. Pero en su momento recibió muchas críticas por la forma en que mostraba a la clase trabajadora, o por la imagen que transmitía del oeste americano. Y entre los más crítico, Larry Clark, que dedicó mucho tiempo a bregar con los menos afortunados, intentando comprenderlos y humanizarlos. Leire lo explica mejor. Me ha parecido un artículo muy interesante.
Otra recomendación que surge de Instagram, del de Photography of China, y que luego completo en la pagina web, es la del trabajo de Hua Weicheng (instagram). Sus fotografías son el resultado de caminar, errando, un poco al azar, dando la espalda a la gran ciudad, y tomando nota fotográfica de los hallazgos que se encuentran allí donde la ciudad termina o ha quedado atrás, pero la huella del ser humano está presente. Paisajes sencillos, pero con un mensaje claro sobre el desarrollo, las más de las veces desordenado, de las ciudades. Y más en un país como China, de impresionantes niveles de crecimiento en las últimas décadas. Por algunas de mis costumbres fotográficas, esta serie ha resonado mucho en mi interior, al mismo tiempo que me ha dado mucha envidia.
Es difícil que en Pen Magazine ペン no haya un par o tres recomendaciones a la semana relacionadas con la fotografía, u otros ámbitos culturales, que no atraigan mi atención. Por ejemplo, esta semana me ha parecido muy interesante la visión sobre la catástrofe de Fukushima, como reflejo del conjunto de la sociedad japonesa, que nos muestra el fotógrafo Shin Yahiro (instagram).
En otro orden de cosas, la fotógrafa Fumiko Imano (instagram) se inventa en sus fotografías una hermana gemela, para lidiar con el concepto de identidad y con la soledad. Fotografías realizadas con corta y pega, pero que dan una dimensión curiosa al vagar de una persona por el mundo.
Los trastornos mentales graves son muy perros. Especialmente en sus formas intensas. Que como sucedió con Christine Gössler, una joven austriaca casada con un fotógrafo japonés, puede conducir al suicidio. Su viudo, el fotógrafo japonés radicado en el país centroeuropeo Seiichi Furuya intenta convivir con el duelo y la ausencia, incluso décadas después, reproduciendo a su modo las fotografías que tiene de Christine.
Después de un año, el 2020, en el que por el confinamiento domiciliario de la población debido a la pandemia de covid-19 los parques de la ciudad quedaron totalmente clausurados, este año están llenos de gente. Con restricciones en los viajes, la hostelería, los establecimientos de diversión… cuando hace buen tiempo, visitar los parques de la ciudad se ha convertido en una actividad apetecible por una proporción de la población superior a la habitual. Especialmente si las flores de primavera han hecho su aparición y podemos disfrutar de su belleza y colorido.
Ya en ocasiones anteriores había visitado los cerezos ornamentales de lo que pretende ser un jardín japonés en el Parque Grande de Zaragoza, que florecen entre finales de marzo y principios de abril. También, a partir de finales de abril y durante unos meses, paseo por la rosaleda del mismo parque, buscando tanto las rosas en flor, como los frecuentes insectos, minúsculos, que se refugian entre sus pétalos. Todo ello, en el 90 % de las ocasiones, con fotografía digital. Pero este año se han puesto de muy de moda, han ido muchos espectadores a contemplarlos, las bulbosas de la acequia de las Abdulas, que recorre paralela al paseo de los Bearneses, un paseo entre plátanos muy agradable para los paseantes en el principal parque de la ciudad.
Los grupos de florales de bulbosas son realmente llamativos, aunque no son tan abundantes como podrían ser. Y los cerezos ornamentales todavía son muy jovencitos. En invierno parecen estacas. Todavía faltan años para que supongan un espectáculo completo. Además de que vendrían bien otros arreglos paisajísticos para que realmente a esa zona se le pueda llamar «jardín japonés». Pero bueno… poco a poco… y si los presupuestos municipales lo permiten,… quizá alguna vez podamos disfrutar de un Parque Grande que, además de «grande», sea también un orgullo para la ciudad. Desde mi punto de vista, tiene posibilidades, pero todavía le falta. Reconozco que la naturaleza árida del clima de Zaragoza hace que los esfuerzos que hay que invertir en unos jardines vistosos sean mucho más costosos e ímprobos que en otros climas más húmedos.