[Libro] Círculos infinitos: Viajes a Japón – Cees Nooteboom

Literatura

Hace unos meses, a final de año, se jubiló un buen compañero de trabajo. Un tipo excelente. Y unas semanas más tarde, algunos de los que disfrutamos de su compañerismo, no muchos, pero selectos, nos reunimos a comer y a desearle toda clase de parabienes en «su nueva etapa» que se suele decir. Y le regalamos algunas cosas. Entre ellas un par de libros. Como en los meses previos surgió en conversación el tema de los viajes que le gustaría hacer en un futuro, uno de ellos era un viaje a Japón. Por ello, pareció apropiado regalarle este libro de viajes del neerlandés Cees Nooteboom, escritor del que he leído alguna cosa, y del que creo que debería leer alguna cosa más.

El caso es que unas semanas más tarde sucedieron dos cosas. Se confirmó que este año, cinco años después, volvíamos al País del Sol Naciente, a nuestro tercer viaje. Y en mi tienda de libros electrónicos habitual apareció de oferta el mencionado de Nooteboom. Y como me pareció que era una buena forma para ponerse en forma mental para el viaje, lo compré. Y lo empecé a leer unos días antes del viaje. No lo terminé antes de empezar el viaje… pero lo terminé en las muchas horas que dura el viaje hasta el otro extremo del continente eurasiático. Y más con la imposibilidad de sobrevolar territorio ruso los vuelos comerciales por culpa del conflicto bélico de este país con Ucrania.

He regresado del viaje. He llegado esta mañana mismo a casa, hacia el mediodía. Cansado. Somnoliento por el mal dormir en los red-eyes que nos han devuelto a casa vía Abu Dabi. Pero me niego a echar siesta por el riesgo de desvelarme cuando llegue la noche, y arrastrar un feo desfase horario durante unos días. Dicen que el desfase horario malo es el que se produce cuando viajas hacia el este, pero la verdad es que la llegada a Japón la llevé bien. Sin embargo, el regreso de Corea en 2017 lo llevé tan de pena, que me quedé dormido en el cine… en una película que me interesaba. Así que he decidido comentar el libro. Aunque saltándome la lista de espera de libros que tengo a la espera de comentario.

El libro es un conjunto de relatos de los viajes que realizó el autor entre la segunda mitad de los años 70 del siglo XX y el principio de los años 2010, si no recuerdo mal. Un período de tiempo en el que muchas cosas han cambiado. Y otras no. A través de estos relatos sobre sus propias experiencias, lo mismo nos movemos por la locura de Tokio, o asistiendo como muchos japoneses al parque del palacio imperial para el cumpleaños de Hiro Hito, como asistimos a una sesión de la Dieta, el parlamento japonés. O recorremos en peregrinación los templos budistas de Kansái. O nos alojamos en un modesto ryokan, perdiéndonos cuando nos acercamos al pueblo vecino caminando, porque las señales son siempre imprecisas para el occidental, que además no se defiende con la grafía de la escritura japonesa.

El tono y la profundidad de los diversos episodios varía. Y unos llegan más al lector que otros. Pero en general, creo que reflejan muy bien el impacto de la cultura nipona en el occidental. Siempre entre la admiración y el recelo hacia las «soluciones» cotidianas que los japoneses ofrecen a los problemas habituales. Refleja también la distancia en la comunicación, por la mutua incapacidad para hablar el idioma del otro. El japonés es un idioma difícil. Y para los japoneses, lo de hablar otros idiomas, no se les da bien. O probablemente, no se lo han propuesto en serio. Porque cuando adoptan algo de fuera, y les gusta les suele salir muy bien.

La forma en que se viaja hoy en día, en 2024, es muy distinta de la de 1974. Es más probable encontrar indicaciones en inglés, o algún japonés que se defienda mínimamente con algo que no sea su idioma natal. Y si a eso sumas que no hay mejor dinero gastado en uno de estos viajes que una eSIM que permita llevar el teléfono conectado a internet permanentemente, pues todo es más fácil. Te pierdes menos. Y es que, además, dejando de lado los problemas de comunicación, es un país civilizado, organizado, próspero, aunque parece que están de bajón, lo cual es un chollo para el viajero por el bajo valor del yen, y tecnológicamente avanzado. Y es un país de gente cortés, muy educada. Incluso los más jóvenes. Aunque siempre nos ha quedado una duda. Y esto es una cosa nuestra y no del escritor. Siempre nos hemos preguntado si tanta cortesía, más que para evitar los conflictos entre personas, que es una de las utilidades básicas de la cortesía y las buenas maneras, no servirá también para levantar barreras de impenetrabilidad para el extraño. Es algo que a veces hemos sentido en Japón. Que es un país que nos gusta para viajar. Que si podemos, volveremos. Pero eso no significa que seamos unos fans incondicionales del país. Lo pasamos bien. Es bonito. Aprendemos cosas. Pero a veces… lo dejo para otro rato que me muero de cansancio.