Tercera entrega de la trilogía de cinco libros dedicada a los Gigantes de James P. Hogan. La primera entrega me pareció muy divertida de leer, ciencia ficción especulativa, que ahora, casi cinco décadas después notamos que se basa en una ciencia viejuna, pero que despertó mis nostalgias por la ciencia ficción que leía en mi adolescencia y en mi juventud. En los años ochenta del siglo XX. La segunda entrega no me atrajo tanto… esto de traer a los gigantes vivos de regreso al sistema solar… bueno… era entretenida… pero ya no lo mismo. A pesar de ello, me animé con la tercera entrega sobre la que…

Sobre la que ya… creo que Hogan se fue un poquito de la olla. Porque se monta una guerra de las galaxias a nivel local, con una serie de inventos para saltarse a la torera el tema de que la luz se arrastra lentamente por el espacio tiempo, haciendo que un conflicto bélico a nivel estelar sea difícil de encajar. Y tampoco es que haya muchos disparos ni enfrentamientos entre acorazados estelares,… ni nada de eso. Aquí los buenos ganan porque además de ser los buenos, son más listos. Y científicos. Por algún milagroso milagro… en estas novelas los políticos tan apenas aparecen. En fin.
Ya no es lo mismo. No es que me aburriese leyéndola. Ni que estuviese a punto de dejarla o algo de eso. Nop. En realidad, creo que la leí con una perpetua sonrisa en la boca, porque tiene una importante carga de ingenuidad. Sinceramente, en estos momentos no me veo leyendo la cuarta y quinta entrega de la trilogía. Hasta cierto punto, esta tercera entrega me ha sacado de ella. Pero, oye, nunca se sabe. Si me las encuentro de ofertón,… quien sabe.

