Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Cuando Shōnagon escribió su diario, la corte del Mikado se encontraba en Kyoto. Acompañaremos la entrada con un paseo fotográfico por el santuario Yasaka de la antigua capital imperial japonesa, entonces llamada Heian-kyō 平安京, la ciudad de la paz.
La literatura japonesa avanzó muy deprisa durante el llamado periodo Heian, en el que el centro de poder y de influencia se encontraba en Kioto, donde residía el emperador. No siempre ha coincidido el lugar de residencia del emperador con el centro del poder en el País del Sol Naciente. Hasta la era Meiji el emperador residió principalmente en Kioto, y sin embargo, en los tres siglos anteriores, el centro del poder se encontraba en Edo, actualmente Tokio. También hubo ocasiones en los que estuvo en Kamakura, u otras ciudades, según el lugar de residencia del shogun de turno. Pero en torno al año 1000 de la era común, era Kioto el centro político del país. Y un lugar de ilustración y refinamiento cultural.

Ya he leído con interés alguna obra de aquel período, algo anterior a la que nos ocupa hoy. Y es ciertamente célebre el Genji Monogatari 源氏物語 de Murasaki Shikubu, la Historia de Genji, contemporánea de la obra que comento hoy, a caballo entre el siglo X y el siglo XI. Genji Monogatari es una novela, y es considerada la primera novela moderna, o una obra con muchas de las características de una obra moderna, con el permiso de algunos precursores en la época clásica, en Grecia y Roma. En occidente, en los siglos XI y XII, los relatos se escribían en verso, y no se considera que hasta el siglo XIII comienzan a encontrarse relatos en prosa precursores de la novela actual. Esto nos da una idea del nivel de ilustración cultural de la corte nipona de principios de milenio, muy superior a la que encontramos en aquel momento en las cortes y en los feudos de la Europa medieval. El libro que hoy comento se escribe en aquel momento de refinamiento cultural en la corte del Mikado.
La autora del libro de hoy, Sei Shōnagon… bueno,… no se llamaba así. Shōnagon haría referencia al cargo de su esposo en la corte, mientras que Sei sería una referencia indirecta al apellido de la autora que se supone se llamaba Kiyohara Nagiko. Kiyohara es el apellido. Y el carácter con el que se escribe Sei, 清, es el primero de los usados para escribir este apellido. Shōnagon, como es denominada a lo largo del libro, en boca de otras personas de la corte, y era dama de compañía de la emperatriz consorte Fujiwara no Sadako, o Fujiwara no Teishi, como también es conocida, esposa predilecta del emperador Ichijō, 66º emperador de Japón. La antes mencionada Murasaki Shikubu ocupó una posición similar con la primera emperatriz consorte del mismo emperado, Fujiwara no Shōshi, y parece que hubo cierta competitividad entre ambas damas de compañía y escritoras.

Sin embargo, el libro de Shōnagon no fue escrito para ser publicado y leído. Era más bien una especie de diario en el que anotaba ideas o sucesos que le llamaban la atención, y que guardaba junto a su almohada, probablemente lo escribía cuando se retiraba a su alcoba antes de dormir. De ahí el nombre de Libro de la almohada (枕草子 Makura no Sōshi). No es un relato al uso. Aparece listas de cosas que le gustan, que no le gustan, que le desagradan, que considera encantadoras, que conviene hacer, o que no conviene hacer. También describe su entusiasmo por determinadas fiestas, o por la forma en que se comportan algunas personas que conoce. O también las que le desagradan. Hay frecuentes referencias a poemas de la época, y también más antiguos, tanto japoneses como chinos. Y no faltan descripciones más o menos veladas o claras sobre lances amorosos, o su atracción sobre tal o cual caballero de la corte. O las anécdotas que destaca en la vida cotidiana de la corte, en su relación con Sadako, la emperatriz o con otros cortesanos y cortesanas de cierto rango.
Se nos cuenta que el libro se escribió en hiragana, uno de los silabarios de la escritura japonesa, que en aquellos momentos se consideraba la escritura de las mujeres, utilizando kanji, los caracteres propios de la escritura china adoptados en Japón, para los nombres propios de personas o lugares. Pero hay coincidencia en considerar que era una mujer muy ilustrada y culta, y con gran sensibilidad poética. Esas sensaciones nos traslada la traducción al castellano realizada y comentada por Jorge Luis Borges y María Kodama, que seleccionaron los pasajes que forman parte de esta edición. Por supuesto, la autoría de la traducción nos garantiza que esta tiene un nivel literario de un nivel más que apropiado. De alto nivel.
Se lee bien. Se lee fácil. Es de gran belleza estilística y poética a pesar de estar escrito en prosa. Y no es muy extenso, por lo que es definitivamente una obra que se puede recomendar a cualquier lector, aunque especialmente a quienes se quieran adentrar en la cultura del País del Sol Naciente, sus orígenes y su historia.

