Inevitablemente, fútbol

Deporte, Política y sociedad

Pues eso; que aunque es un deporte que no me gusta, me aburre, que aunque la cultura popular que rodea a este espectáculo tampoco me gusta, siempre me ha parecido que tiene mucha caspa, al menos en este país, finalmente es prácticamente imposible sustraerse al fenómeno que en los últimos días nos ha rodeado por todas partes, informativamente hablando. Y lo que nos queda, por «culpa» de la victoria de la Selección Española de Fútbol.

Si habéis seguido mis andanzas en estas pasadas vacaciones, conoceréis cómo un partido de fútbol nos hizo atribularnos para encontrar la forma de ir a la estación de Baden-Baden a coger un tren, por la invasión de ciudadanos alegrándose de una victoria… en cuartos.

Esta alegría tan desbordada en un partido que no es en absoluto definitivo, que sólo es un paso más, me habla mucho de la necesidad que tiene la gente por sentirse feliz, por sentirse ilusionada, por agruparse en torno a algo. Y parece que no sólo sucede en Alemania. Que similares manifestaciones de alegría se dan en todos los países, incluso ante triunfos menores. Que se desborde la alegría ante la consecución de un campeonato,… pues normal. ¡Pero en un pase de eliminatoria…! Lo dicho, los tiempos deben ser más atribulados todavía de lo que nos parece, y la gente necesita cosas con las que ilusionarse.

Todos a las banderas y a los coches

Las gentes de Baden-Baden, locales y veraneantes, se subieron a los coches con sus banderas para celebrar la victoria de su selección sobre la de Argentina - Panasonic Lumix GF1, Leica DG Macro-Elmarit 45/2,8

Aficionados ante la Trinkhalle

Aficionados con banderas ante la Trinkhalle de Baden-Baden - Panasonic Lumix LX3

Y además no es la primera vez que me pilla un evento mundialístico estando de vacaciones. Hace cuatro años me encontraba en Londres cuando se celebró la final en Alemania entre las selecciones de Francia e Italia. Nosotros pasamos la mayor parte de la duración del partido comiendo pato laqueado en un restaurante chino cercano al Soho, pero cuando terminó todo, el partido y nuestra cena, no pudimos evitar vernos rodeados por la alegría de los numerosos italianos de vacaciones en la capital británica que invadieron las calles con sus cantos de celebración y sus banderas.

En el recién terminado campeonato, ninguno de los dos equipos ha hecho un papel especialmente destacable. En Francia, se ha convertido la mala actuación de su selección en un asunto de estado (¡!), mientras que en Italia están muy entretenidos haciendo legal la censura y dando los pasos adecuados para volver al fascismo bajo el «duce» Berlusconi.

Sic transit gloria mundi. Apliquémonos la lección.

Aficionados italianos celebrando la victoria de su selección en Charing Cross Street - Fujifilm Finepix F10

Como ya he dicho, el fútbol es un deporte que me aburre. Así que no he visto partidos de este mundial, salvo algo de un partido de Argentina al principio del todo, en casa de unos amigos, y porque no me quedó más remedio, y anoche que cambié un par de veces de canal para ver cómo iban las cosas.

La primera fue en algún momento cerca del final de la primera parte. Y lo que más me llamó la atención fue la violencia, a veces desaforada, con la que se comportaban los jugadores holandeses. Uno de ellos dio una patada directa, claramente intencional, en el pecho de un jugador español que me dejó absolutamente espantado. Y el árbitro le dejó seguir jugando. Después del descanso, la tónica siguió más o menos igual. Pero allí no pasaba nada realmente interesante. Se supone que el objetivo del juego es marcar goles. Pero cuando volví a cambiar de canal por aburrimiento y porque debido a una tormenta, la señal del satélite se recibía mal y no podía disfrutar de la transmisión en alta definición, se llevaban cerca de 70 minutos de juego y nada. Este deporte siempre me ha parecido muy rancio.

La segunda conexión fue cuando escuché al vecindario en su conjunto dar alaridos de alegría. Finalmente, tras 114 minutos de juego, según el cronómetro que aparecía en la esquina del televisor, la selección española había marcado un gol. Era obvio suponer, que dado lo que les cuesta conseguir este objetivo y puesto que sólo faltaban seis minutos de juego, la probabilidad de que el resultado se alterase era muy baja. Y así fue. Finalizó el partido, y España ha sido campeona por primera vez en su historia.

Mantuve la retransmisión y mientras miré en la Wikipedia las estadísticas del campeonato. Me choca que el vencedor del campeonato, sobre el cual muchos aseguran que es el equipo nacional que mejor juega en estos momentos al fútbol, ha metido ocho goles en siete partidos. Teniendo en cuenta que ha jugado alguna prórroga, prácticamente le cuesta 90 minutos meter un gol. Me parece escasísimo. Sin embargo, la derrotada Alemania, metió 16 goles en siete partidos. Es decir, consigue el objetivo del juego con una frecuencia que es en la práctica el doble que la campeona. Algo más por la ausencia de prórrogas.

Lo dicho. O yo soy muy cenutrio para entender este deporte, o es que realmente es un deporte muy rancio.

Luego vino ya la alegría desbordada, la emotividad, los periodistas deportivos intentado conseguir que los jugadores contestaban lo que ellos querían que contestasen a sus escasamente informativas preguntas, etc. Y un misterioso asunto sobre un pulpo que parece que estos días que he estado fuera ha ocupado portadas, y que incluso ya tiene su entrada en la Wikipedia. Evidentemente, lo de que el ser humano es un ser racional no deja de ser un humorismo, ¿verdad? Básicamente es un ser supersticioso.

Y bueno… se acabó el panem et circenses de turno. Hasta que llegue el siguiente. Mientras tanto, intentaremos «disfrutar» de las alertas por calor que se suceden en estos días en el Valle del Ebro.

Composición de Kandinski (Museo de Arte Moderno y Contemporáneo)

En fin, ondeemos las banderas de nuestro país en homenaje a nuestra selección... ¡uy, que me parece que no es la de la imagen la que está en vigor ahora! ¡mecachis! (Composición de Wassily Kandiski en el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Estrasburgo) - Panasonic Lumix LX3