Libro de la escapada a Suiza de mitad de agosto terminado. Lo podéis ver en Issuu:
Zurich
[Viajes] Una escapada a Lucerna
ViajesSalgo del modo «solo fotos» en el que me he movido en los últimos días, para hacer un breve resumen de mi escapada a Lucerna, en el centro de la Suiza más auténtica.
Dentro de poco tendré elaborado mi cuaderno de viajero, donde narraré con más detalle el diario de viaje. Pero de momento, aquí podéis ver unas impresiones de lo que ha sido. Cuatro días para compartir unos ratos con alguna gente que me es muy querida, y relajarme en el tranquilo país alpino.
Nuestro plan «A», en caso de que el tiempo fuera bueno, y que esbozamos la misma tarde en que llegué a la ciudad, era subirnos cada uno de los tres días siguientes a un monte, aprovechando la impresionante red de ferrocarriles, incluidos los de montaña, que tiene el país helvético. La primera etapa, el viernes, sería el monte Pilatus, a escasos kilómetros de Lucerna. El día lo completamos con una excursión por la tarde en barco por el lago.
El sábado nos hubiera gustado hacer una excursión larga hasta el Jungfraujoch… pero el pronóstico era de lluvia durante todo el día, con nevadas en lo alto de las montañas. Cambiamos por hacer turismo cultural en Zúrich, donde no faltan los museos y galerías de arte interesantes. Aun hubo tiempo para dar un paseo por la tarde, con la lluvia más calmada, antes de volver a Lucerna a pasar la noche.
El tercer día, domingo, la decisión se volvió compleja. Porque seguía lloviendo. Puesto que el pronóstico decía que habría una tregua en la lluvia entre las 10 y las 13 horas, decidimos subir al monte Rigi, con transbordos entre los vapores que surcan el lago Lucerna, los trenes de cremallera que suben y bajan por las boscosas laderas del Rigi, y los trenes convencionales que, me devolverían a mi a Lucerna, y al resto de vuelta a casa en Milán.
En lo que queda de tarde, cojo la línea S3 del S-Bahn (tren de cercanías) desde Arth-Goldau hasta Luzern-Verkehrshaus, donde se puede visitar el simpático Museo Suizo del Transporte. Una forma como otra de estar muy entretenido mientras sigue lloviendo. Hacia las cinco de la tarde la lluvia remite un tanto, y parece que hacia el este y el sur está más claro. Así que vuelvo a coger la línea S3 hasta Brunnen, en el cantón de Schwyz, también a orillas del lago Lucerna. Estoy en la Suiza más tradicional de la confederación, la que dio nombre al país, la que vio surgir los mitos de Guillermo Tell y otras rebeliones contra los Habsburgo. Y con esto terminaré también este resumen de esta escapada veraniega a la Suiza central.
Hoy era el día de «los maletines»; hemos ido a Zurich, la capital mundial de la banca
ViajesBueno, sí que hemos ido a un banco. Al cajero automático. Por lo demás, hemos llegado por la mañana con tiempo incierto. Y sensaciones encontradas. Nada más llegar, sales de la estación a la Bahnhofgasse, y te encuentras con una calle llena de tranvías y de tiendas en las que están encantados de servirte si tienes una Visa del tamaño de Siberia. Si vas con menos, no vayas. ¡Coño, qué precios! Pero es que cuando nos hemos salido, nos hemos encontrado con una ciudad muy mona, pero muy sosa. Calles recoletas, vacías. Alguna sosa iglesia protestante… Y encima, cada vez más gris y más cubierto hasta que se ha puesto a llover.
Visto lo cual, y percatándonos de que en el Zurichsee, o lago de Zurich, hacia el sur el tiempo era soleado. Hemos decidido embarcarnos en dirección a Rapperswil. Y qué a tiempo, porque al poco de salir de puerto, hemos visto como caía sobre Zurich un tromba de agua de mucho cuidado. Nosotros hemos ido tomando el sol, y admirando el paisaje. Nos ha recordado en cierta medida a los grandes lagos italianos, aunque no tan mono. Pero por razones que ahora no vienen a cuento, ese recuerdo nos ha parecido apropiado.
Una ver en Rapperswil, nos hemos dado una hora para ver sus calles y, en lo alto, alguna iglesia pequeñita y mona, y un castillo donde estaba Bambi y su mamá. Parece que todavía no se han encontrado con «el simpático» cazador.
Finalizada la visita, regreso a Zurich, donde también había salido el sol. Y también la gente. Todo estaba muy mono y muy animado, lo que ha mejorado nuestra impresión de la ciudad. Y a las nueve, el tren de vuelta a Berna. Otro día de vacaciones cumplido.