Salgo del modo «solo fotos» en el que me he movido en los últimos días, para hacer un breve resumen de mi escapada a Lucerna, en el centro de la Suiza más auténtica.

El río Reuss es el desagüe del lago Lucerna o de los Cuatro Cantones, que nace en la misma ciudad de Lucerna.

Muchos más turistas que hace seis años, cuando también visitamos Lucerna; especialmente grupos numerosos de chinos e indios. Pero no solo. Mucha gente ante el león que representa la muerte de los mercenarios suizos en defensa del rey francés Luis XVI… nunca he tenido claro este difícil equilibro entre modernidad y conservadurimo que mantienen los helvéticos.
Dentro de poco tendré elaborado mi cuaderno de viajero, donde narraré con más detalle el diario de viaje. Pero de momento, aquí podéis ver unas impresiones de lo que ha sido. Cuatro días para compartir unos ratos con alguna gente que me es muy querida, y relajarme en el tranquilo país alpino.
Nuestro plan «A», en caso de que el tiempo fuera bueno, y que esbozamos la misma tarde en que llegué a la ciudad, era subirnos cada uno de los tres días siguientes a un monte, aprovechando la impresionante red de ferrocarriles, incluidos los de montaña, que tiene el país helvético. La primera etapa, el viernes, sería el monte Pilatus, a escasos kilómetros de Lucerna. El día lo completamos con una excursión por la tarde en barco por el lago.

Bosques entre la niebla mientras ascendemos al Pilatus con el tren de cremallera con más pendiente del mundo; a veces sobrepasa el 45%.

En la cima está lloviendo, y entre los cristales mojados de un mirador vemos evolucionar las unidades del tren de cremallera.

Pero esperamos con paciencia, las nubes se aclaran y podemos dar un paseo estupendo por las espectaculares sendas y galerías que rodean la cima del Pilatus (Pilatus Kulm).

La lluvia vuelve a hacer presencia por la tarde, mientras navegamos por el lago Lucerna.
El sábado nos hubiera gustado hacer una excursión larga hasta el Jungfraujoch… pero el pronóstico era de lluvia durante todo el día, con nevadas en lo alto de las montañas. Cambiamos por hacer turismo cultural en Zúrich, donde no faltan los museos y galerías de arte interesantes. Aun hubo tiempo para dar un paseo por la tarde, con la lluvia más calmada, antes de volver a Lucerna a pasar la noche.

Primera parada, el museo del diseño (Museum für Gestaltung) de Zúrich, donde nos esperaba una muy interesante exposición de fotografías de Steve McCurry. Desgraciadamente, el resto de salas no estaban abiertas, pues estaban cambiando los contenidos para su reapertura en septiembre.

Después nos acercamos al Heidi Weber Museum – Centre Le Corbusier, edificio proyectado por este arquitecto que ejerce también como museo dedicado al conocimiento de su obra.

La tercera etapa cultural, ya por la tarde, mientras en Zúrich seguía lloviendo, fue la Kunthaus, museo de arte moderno, en el que también disfrutamos de varias exposiciones muy interesantes; desde una reflexión sobre lo que es Europa, al irreverente John Waters, o la pornografía en el arte.

Y como digo, ya sin lluvia, tiempo para ir paseando por las riberas del Limmat, tomando algo para refrescarnos en algún momento, antes de llegar a la estación para coger el tren de vuelta.
El tercer día, domingo, la decisión se volvió compleja. Porque seguía lloviendo. Puesto que el pronóstico decía que habría una tregua en la lluvia entre las 10 y las 13 horas, decidimos subir al monte Rigi, con transbordos entre los vapores que surcan el lago Lucerna, los trenes de cremallera que suben y bajan por las boscosas laderas del Rigi, y los trenes convencionales que, me devolverían a mi a Lucerna, y al resto de vuelta a casa en Milán.

A bordo del vapor «Schiller» saliendo de Lucerna en dirección a Vitznau.

Dos líneas de trenes de cremallera suben a la cima del Rigi (Rigi Kulm), por la que subimos, desde Vitznau, y por la que bajamos, desde Goldau. El pronóstico fallo, y no hubo tregua en la lluvia en ningún momento en la mañana del domingo. No pudimos apreciar la espectacular vista desde la cima.

En la estación de Arth-Goldau, llegan las despedidas. Yo seguiré en Lucerna hasta la mañana del lunes, el resto cogerán un tren internacional hacia Italia. Momentos melancólicos, a los que acompaña la grisura del día.
En lo que queda de tarde, cojo la línea S3 del S-Bahn (tren de cercanías) desde Arth-Goldau hasta Luzern-Verkehrshaus, donde se puede visitar el simpático Museo Suizo del Transporte. Una forma como otra de estar muy entretenido mientras sigue lloviendo. Hacia las cinco de la tarde la lluvia remite un tanto, y parece que hacia el este y el sur está más claro. Así que vuelvo a coger la línea S3 hasta Brunnen, en el cantón de Schwyz, también a orillas del lago Lucerna. Estoy en la Suiza más tradicional de la confederación, la que dio nombre al país, la que vio surgir los mitos de Guillermo Tell y otras rebeliones contra los Habsburgo. Y con esto terminaré también este resumen de esta escapada veraniega a la Suiza central.

En los bajos de una potente locomotora de vapor de tipo 150 (5/6 en la notación suiza, 5 ejes motores para un total de seis ejes), que eran habitualmente destinadas a los trenes pesados en las rutas de montaña antes de que se impusiese la tracción eléctrica de la que los suizos fueron pioneros; se encuentra en el Museo Suizo del Transporte (Verkehrshaus der Schweiz) en Lucerna.

A pesar de estar a mitad de agosto, el aspecto del paisaje a orillas del lago Lucerna en Brunnen es totalmente otoñal, con cerradas cortinas de agua cayendo cuando miramos hacia el oeste, más cerca de Lucerna.