Pues eso, que hoy hemos madrugado un poquito para hacer las dos horas y poco que a una combinación de modernos ICEs les cuesta llegar a Weimar desde Berlín, haciendo una escala de no más de 5 minutos en Leipzig. Efectivos estos ferrocarriles alemanes. Seguimos un poco tras las huellas de la Bauhaus, y Weimar es el lugar donde se fundó esta escuela hace ahora 90 años. Pero nuestro gozo en un poco, el museo está en obras y abre al público el día 16 de agosto. O sea, que llegamos con tres días de antelación. Maldita sea.
Menos mal que la ciudad es muy bonita en sí misma. En principio, una ciudad bastante civilizada que a lo largo de su historia se ha dedicado más a las artes que a otras cosas. En su momento, dos famosos escritores alemanes, Goethe y Schiller, fueron vecinos del lugar y han dejado abundantes restos de su paso por aquí. También el compositor Liszt vivió aquí, y tuvo su casita. Además de diversos pintores, sus mecenas y otros relacionados con las artes y las letras. También estuvieron los comunistas y dejaron sus Trabants.

La Plaza de la Democracia que es muy bonita, aunque demasiado atestada de chiringuitos por el mercadillo.
Después de comer, nos hemos ido a pasear por el Park an der Ilm, estupendo parque que flanquea el río Ilm a su paso por la ciudad. Allí hemos visto el “chabolo” campestre que se tenía agenciado Goethe, y hemos subido a ver la Haus am Horn, bonita casa de puro estilo Bauhaus.
Y luego también hemos ido un rato de cemnterios, que a mí siempre me han parecido muy fotogénico. Primero nos hemos encontrado con el cementerio soviético, en un rinconcito del Park an der Ilm. Luego, ex profeso, hemos ido a ver el cementerio viejo de la ciudad, con tumbas del siglo XIX en un frondoso parque, realmente bonito. Un paseíto por la ciudad comiendo algo de fruta o repostería, y a por el ICE, que se nos hacía tarde.