Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. La acción del relato transcurre en los Andes… que no he visitado. En las fotos, otras montañas, los Pirineos, que me caen más a mano.
H. G. Wells fue un autor prolífico y polifacético. Pero en el entorno del lector español, en lo que yo haya detectado, se le conoce fundamentalmente por sus novelas de ciencia ficción, especialmente en lo que se refiere a invasiones extraterrestres y a viajes en el tiempo. Otras obras son menos conocidas, o muchos no se las atribuyen a Wells, y muchas poco o nada en absoluto. Pero como he dicho, fue muy prolífico, y escribió un buen número de novelas, y un número aún más extenso de novelas y relatos cortos. En estas novelas cortas tenemos el relato que nos ocupa hoy. Un relato que también entra en el ámbito de la especulación científica, pero que sobre todo lleva una fuerte carga de crítica filosófica, social y política. Como curiosidad, fue candidato al Nobel en cuatro ocasiones, pero no se lo llevó. Así que la moda de los eternos candidatos al prestigioso premio sueco no son cosa de hoy en día.

En este relatos seguimos la peripecia de Núñez (creo que en el original se llama Nunez), un montañero que cae por una ladera, sobrevive, pero acaba en un remoto valle andino en el que encuentra a los descendientes de un grupo de refugiados de la colonización española, que quedaron atrapados y aislados del resto del mundo por unos desprendimientos en la entrada del recóndito valle. Una enfermedad se propagó entre ellos y los supervivientes quedaron ciegos, y sus descendientes nacieron ciegos. Núñez se aplica el cuento de que «en el país de los ciegos el tuerto es rey», y con más razón él que ve por ambos ojos. Pero las cosas no van a ser sencillas para alcanzar el poder… porque nadie en el valle cree que exista eso que él llama la luz. Y pronto se encuentra siendo el paria del valle, al que sólo un matrimonio con una joven puede salvar de su miserable situación.

El relato es una fábula moral. Por un lado tenemos a Núñez, que ante una situación que el considera de ventaja, quiere arrogarse el poder absoluto de una sociedad que ha vivido pacífica y tranquila en un ecosistema natural y social aislado, alcanzando un equilibrio que es amenazado por la ambición del montañero perdido. Núñez representa al ambicioso oportunista, que ignora las cualidades de una sociedad equilibrada y, aunque no perfecta, razonablemente equitativa, no del todo, hay que decirlo, pero mejor que las sociedades que conocemos. Sin embargo, esta sociedad equilibrada, por su parte, se niega a reconocer la singularidad del individuo, y cuando esta singularidad se quiere manifestar, castiga al individuo singular, al que es diferente. Por lo tanto, el libro es un debate filosófico y social, y una crítica social y política, cuyas derivadas se pueden aplicar a las sociedades que conocemos, en las que vivimos. También hay una reflexión sobre aquello a lo que debemos renunciar para integrarnos en una sociedad uniforme, que nos pide conformidad con lo establecido. Y si estamos dispuestos a renunciar a ello.
Este relato, que no llega a las cien páginas, se lee con facilidad y fluidez. Tiene componente aventurero. El lector más ávido se la merendará en una tarde. Aunque yo recomiendo una lectura más pausada, con paradas reflexivas en aquellos puntos de inflexión en la peripecia del protagonista que va presentando el relato. En cualquier caso, me parece que esta historia escrita en 1904, aunque actualizada con versiones sucesivas, la última de 1939, es plenamente actual. En un mundo en el que están surgiendo los intolerantes ante los que son diversos, después de unas décadas en las que pareció haber avances, aunque no de forma uniforme en todo el globo, la reflexión sobre el hambre de poder y la inclusión de aquellos que son singulares, parece más importante que nunca. Muy recomendable.

