[Libro] La red oculta de la vida – Merlin Sheldrake

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Durante la tercera semana de septiembre de este 2024, asistí a varias de las charlas del ciclo que ASAFONA Asociación aragonesa de fotógrafos de naturaleza organiza tradicionalmente por esa época del año. En muchas ocasiones me ha coincidido con el comienzo de mis vacaciones y no he podido asistir, pero este año sólo me perdí dos, creo recordar, una por coincidirme con una reunión de trabajo, la otra por celebrarse en Huesca, a unas horas en las que no me venía bien desplazarme. Y en una de ellas, el conferenciante, uno de los miembros de la asociación, Benito Campo, nos hizo algunas propuestas, muy interesantes, sobre la naturaleza invisible, esa que tenemos a nuestro alrededor, en nuestras casas, calles, barrios y parques, y a la que prestamos poca atención, pero está ahí y es digna de ser fotografiada. Y en un momento de su charla nos habló del libro que os traigo aquí, sobre el mundo, complejo, de los hongos.

El libro está escrito por Merlin Sheldrake, biólogo británico que se ha dedicado a la micología, al estudio de los hongos, siendo su área de especialización e investigación principal las micorrizas, las simbiosis entre los hongos y las raíces de las plantas. Este es un tema que desde que lo conocí por primera vez, hace unos años, me ha parecido apasionante, aunque no le haya dedicado mucho tiempo, porque hay demasiados temas en el mundo de las ciencias que me parecen apasionantes. Y, lamentablemente, sólo tengo una vida… excesivamente corta. Sheldrake nos ofrece un libro de divulgación científica, una denominación que me gusta más que la expresión inglesa popular science. Como las micorrizas son el punto fuerte del autor, reciben especial atención en el libro, junto con otras relaciones simbióticas de los hongos con otros organismos. Pero presta atención en general también a las interacciones, a veces simbióticas, otras comensales, otras parasitarias, de los hongos con muchos otros organismos y a su importancia en el equilibrio de los ecosistemas. Presta también mucha atención, quizá demasiada, y de forma un poco sensacionalista, a la producción de sustancias por algunos hongos, que tienen carácter psicotrópico.

Más fotos del hongos de los Pirineos franceses en https://carloscarreter.substack.com/p/fungi-in-the-french-pyrenees-ossau.

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Los hongos son un reino biológico muy desconocido para muchas personas. Más de lo que muchos creen. No son pocos los que se han quedado en la vieja clasificación de los reinos de la naturaleza, animal, vegetal y mineral, y ver las setas como plantitas que surgen en otoño cuando hay humedad, algunas muy ricas para comer, y otras muy peligrosas para comer. Pero ni siquiera son plantas. De hecho, están más próximas filogenéticamente a los animales que a las plantas. Ambos reinos, el de los hongos y el animal, son heterótrofos puros, para empezar, mientras que las plantas son autótrofas, o lo han sido en algún momento de su ciclo vital o de su filogenia. Y no. Las setas no son «los hongos». Son un órgano de algunos órdenes de hongos, el órgano fructífero que porta y dispersa las esporas. ¿Cuál es la especie tipo de estos hongos que producen setas? Pues los champiñones. ¿Cuál va a ser si no? Pero el mundo de los hongos es incomparablemente más diverso.

Con el tema de los reinos biológicos, hay varias propuestas de clasificación de los seres vivos en grandes grupos. No soy quien para determinar cuál es el mejor. Y si los biólogos no se ponen de acuerdo entre sí… Pero hay una que me gusta más, la propuesta en 2015 Ruggiero y colaboradores [artículo original PDF]. Nos dice que hay dos grandes superreinos, el procariota y el eucariota, según el tipo de célula de los organismos vivos. El procariota contendría dos reinos, las arqueas y las bacterias. El eucariota contendría cinco reinos, protozoos, cromistas, plantas, hongos y animales. Así que, por favor… olvidaros de los de animal, vegetal y mineral. Y dad a los hongo el rango que se merecen dentro del mundo viviente.

Dicho todo lo cual, siendo que el libro habla de temas interesantes, la forma en que está escrito me ha gustado a medias. Lo de que el autor sea británico lo vi después. Estuve convencido la mayor parte del tiempo de que era norteamericano. Porque tiene esa forma de escribir divulgación científica, propia de los autores estadounidenses, en los que buscan enganchar a los lectores no con el interés intrínseco de la materia, y una buena y amena narración o descripción, sino acudiendo a los aspectos potencialmente sensacionalistas de la materia. Que si el LSD, que si los hongos que esclavizan a los seres vivos, como si estuvieran hablando de alien… temas que están ahí y que hay que hablar de ellos, pero no con el tono excesivo, exagerado o que acaba ocultando otras cuestiones de interés, que son realmente más importantes. Pero bueno… es lo que es. Y parece que a mucha gente le atrae ese tipo de escritura. Y si no entran en los temas científicos. Una pena.

Algo queda de los primeros europeos, los neandertales

Ciencia

Me aficioné a los temas sobre evolución del género humano desde muy jovencito. Muy pronto entendí que lejos de lo que suponía la educación religiosa católica que impartían los padres escolapios en los años 60 y 70, los seres humanos no podíamos ser explicados por un argumento tan simplón como «estar hechos a imagen y semejanza» de un dios, que siempre me ha parecido que tenía debilidades demasiado humanas. Ira, venganza, amor, preferencias étnicas o raciales,… son caracteres de la divinidad judeocristiana que uno encuentra en la Biblia. Así que desde adolescente decidí que para entender lo que eramos era mejor seguir las enseñanzas iniciadas por Darwin más que las de Moisés y los evangelistas oficiales. Pronto se extendió esta idea en mi interior a cualquier actividad o concepto de la vida cotidiana.

Fue en los años 90 cuando más tiempo le dediqué en mis ratos libres a conocer con más profundidad el estado de la cuestión. En aquellos momentos, estaban en su apogeo las teorías surgidas de los primeros estudios genéticos aplicados a la evolución humana con resultados contrastados. Por aquel entonces, dos grandes teorías peleaban entre sí para explicar como surgió la última de las especies de la estirpe humana, Homo sapiens.

Por un lado, un grupo de científicos, apoyándose en el registro fósil y en las diferencias morfológicas de los seres humanos que habitan en las distintas regiones del mundo, defendía la teoría de la evolución multirregional. Los distintas especies previas a Homo sapiens, como Homo erectus o los neandertales, habrían evolucionado hacia la especie moderna de forma simultánea y con interconexiones entre unas y otras que permitieron la unidad como especie.

Por otro lado, otro grupo de científicos, más apegados a las modernas técnicas de genética molecular, tras estudiar la variabilidad del ADN humano, nuclear o mitocondrial, llegaban a la conclusión de que todos los seres humanos modernos procedíamos de un grupo de seres humanos que habitaron en algún lugar de África hace entre 100.000 y 200.000 años, y que se expandieron por el mundo sustituyendo a las poblaciones de especies más primitivas. Es la teoría Out-of-Africa. Esta fue la que poco a poco fue ganando más popularidad entre la comunidad científica afianzándose, aunque sin conseguir la unanimidad total, como paradigma vigente.

Pero si he empezado este artículo contrastando el «conocimiento» basado en la fe religiosa con el conocimiento procedente de la ciencia, en este punto volveré a diferenciar el comportamiento científico y el religioso. Y es que en ciencia no hay dogmas. Cualquier teoría es tan buena como el soporte que obtenga de la observación y de la experimentación. Mientras estas no la contradigan, vale; cuando esto no es así, es el momento de proponer un nuevo paradigma y seguir hacia adelante.

En estos días se ha hecho público un artículo en la revista Science, en su número del 7 de mayo, en el que se da a conocer la secuenciación del genoma del Homo neandertalensis. Predecesor de la especie humana en Europa y Oriente Próximo sobre todo, su registro fósil permitía deducir algunas similitudes notables pero también algunas diferencias. Se sabía positivamente que tuvieron que coincidir durante unos miles de años. Una de las preguntas lógicas que se han planteado desde hace tiempo es si en alguna ocasión hubo procreación entre las dos especies. Y si la hubo, si esta fue fértil y dejó descendencia. Si esto último fue así, incluso habría que discutir si realmente somos dos especies distintas o dos variantes extremas de una sola. Tal vez dos subespecies de una misma especie. Los resultados han sorprendido. Un 2% de los genes de los seres humanos de Europa, Asia y Oceanía (los nativos americanos serían descendientes de los asiáticos) parecen proceder de antepasados neandertales, con una variabilidad entre el 1 y el 4%. En algún momento, de forma puntual, en su migración fuera de África, los humanos modernos procrearon vástagos fértiles con los neandertales. Y esto abre un nuevo mundo de posibilidades sobre el que no me considero capacitado para comentar o prever en estos momentos. Habrá que estar al tanto.

En cualquier caso, mi precoz intuición juvenil parecía acertada. No me parece que seamos el resultado de un «soplo divino» en un momento dado; somos la consecuencia de un largo proceso evolutivo en el que han intervenido como protagonistas muchos actores y muchos mecanismos biológicos y físicos.

De momento, quizá sea recomendable pasarse por la presentación especial que la revista Science ha preparado sobre el genoma neandertal.

Schönbrunn

Homo sapiens de origen africano con unas gotitas de neandertal en los jardines del Schönbrunn Schloss de Viena - Panasonic Lumix LX3