Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Tengo fotografías del campo de Auschwitz, pero en esta ocasión no las usaré. Me limitaré a presentar el paisaje ferroviario de la ciudad de Oświęcim, que es el nombre del lugar en polaco.
La plus précieuse des marchandises (2025; 31/20250715)
La semana pasada sí que encontramos un momento y ocasión para visitar las salas de cines. Una película de animación francesa, dirigida por uno de los directores contemporáneos galos más conocidos, Michel Hazanavicius, aunque no siempre sea santo de mi devoción. Pero reconozco que en su momento dio un pelotazo que llegó hasta Hollywood,… y ya, tal. La película venía precedida con algunas críticas muy elogiosas, con una razonablemente buena acogida en su país de origen. Y yo no suelo hacerle ascos a la animación, así que… allá que fuimos un día nada más salir de trabajar.

La película nos traslada a los fríos inviernos de Polonia, durante la Segunda Guerra Mundial. Una Polonia ocupada por la Alemania nazi, donde vive de forma precaria, todavía más empobrecidos todavía por el conflicto bélico, un matrimonio ya mayor, él es leñador, y que nunca tuvieron hijos a pesar de lo mucho que los desearon. La mujer, cada vez que pasa un tren por la línea ferroviaria cercana, reza al dios tren para que les deje algún presente con el que paliar su pobreza. Y un día, lo que es arrojado del tren, un tren de vagones mercantes cerrado, es un bebé cuya caída es amortiguada por el manto de nieve. La mujer, a pesar de las reticencias iniciales del marido querrá cuidar a la niña como si fuese propia. Pero la cosa no va a ser fácil. A las penalidades descritas hay que añadir los prejuicios hacia la etnia de la niña, no sólo de los invasores alemanes, sino de los propios locales polacos. Mientras, seguiremos la odisea del padre de la niña que es llevado al campo de exterminio de Auschwitz, donde intentará sobrevivir en medio del horror del trabajo de los Sonderkommando.
Me resulta extraño ver estas películas sobre los asesinatos nazis de judíos, gitanos, y otras personas con circunstancias personales que la Alemania nazi consideraba indeseables. Me resulta extraño porque 80 años después de que terminara aquel horror, se repite, quizá no en la misma escala, pero sí con la misma intención, siendo los asesinos actuales el Israel judío, que por lo que se ve no entendieron nada sobre lo que sufrieron sus antepasados. Pero a pesar de todos, tiene que seguir habiendo obras que denuncien estos hechos. Aunque empieza a ser necesario que se empiecen a hacer obras que narren los de hoy en día y no los de hace 80 años.

La película en sí misma es de buena factura, está bien hecha y se deja ver sin problemas… dentro de la tristeza y el horror que pueden causar los hechos narrados. La película intenta dar un tono de cierta esperanza al final de la historia. Una esperanza triste y llena de ironías, probablemente no buscadas, o quizá sí, no voy a destriparlas. Por otro lado, se atreve a plantear que el antisemitismo no fue una cosa de la Alemania nazi exclusivamente. Hace unos años ya pudimos ver una de las mejores películas de lo que llevamos de siglo en la que desde la propia Polonia se denuncia el antisemitismo o el oportunismo de la polacos étnicos, católicos, ante la desgracia de sus vecinos judíos. Se conoce por otro lado, aunque se ha hablado poco, de pogromos realizados por los polacos cuando los supervivientes judíos de los campos intentaban volver a sus casas. Ayer por la tarde-noche, volvía a ver una excelente película para televisión sobre la Conferencia de Wansee, en la que los jerarcas nazis que planificaron el asesinato en masa de los judíos, repasaban el nivel de colaboración de las poblaciones locales, que fue alta en lugares como los países eslavos, o la Francia ocupada y de Vichy, mientras que fue escasa en los países escandinavos.
La historia de la humanidad, especialmente cuando se ha recurrido a la guerra, está llena de horrores. Como alguien me dijo en una ocasión mientras analizaba una serie de hechos históricos y documentados, era doctor en historia, y generalmente muy mesurado, para que los soldados reclutados en los ejércitos en guerra hagan su «trabajo» deben sentir odio hacia quien tienen enfrente. Y que incluso los ejércitos que han luchado por defender los valores más positivos han asesinado, violado y destruido en exceso. No hay ningún ejército que no haya cometido lo que hoy se denominan «crímenes de guerra» pero que sólo lo son para los derrotados. Pero la historia del siglo XX es especialmente terrible por el nivel alcanzado gracias a la tecnología en esos horrores. Y el siglo XXI no ha empezado de una forma especialmente optimista. Más allá de lo que los intereses políticos de unos y otros intenten ocultar en los conflictos que vendrán, esperen nuevos horrores, porque parece que la humanidad ha aprendido poco o nada de su pasado. En las guerras no hay malos y buenos. Hay malos… y peores.
Valoración
Dirección: ****
Interpretación: ***
Valoración subjetiva: ***


