Segunda entrega de fotografías realizadas con película fotográfica durante la escapada de mitad de agosto a Hamburgo y otras ciudades y localizaciones del norte de Alemania. Si hace unos días eran los pequeños fotogramas de una Olympus de la serie Pen, hoy vamos con el blanco y negro de otra cámara tan compacta como la anterior, pero que nos ofrece una superficie sensible aprovecha que más que dobla los fotogramas de la anterior. Eso sí, donde con la anterior obtenemos 72 fotos, aquí obtenemos 36. Pero con mayor nitidez y capacidad de ampliación.
La combinación de cámara y película fotográfica de estas fotografías ya es tradicional en mis viajes. Pero, a pesar de que he hablado muchas veces de ella, les he dedicado una publicación en Carlos en plata en la que explico los motivos por los que considera que es adecuada, un compromiso idóneo para mis viajes en calidad y versatilidad, con prácticamente nula repercusión en la salud de mis cervicales. Os invito a leerla si os interesa la parte más técnica de la fotografía. Si no, aquí os dejo algunas fotografías.
La semana pasada ya me llegaron revelados los negativos con las copias digitales de las fotografías sobre película tradicional que hice en la escapada a Hamburgo y otras localizaciones del norte de Alemania a mitad de agosto. La verdad es que lo pasé bien, desde el punto de vista fotográfico, utilizando cámaras y tipos de película menos habituales durante el viaje. De forma más lúdica, más espontánea, pero con pocos compromisos reales sobre la calidad final de la imagen.
En esta primera entrada de las tres que dedicaré a estas fotografías recojo fotografías realizadas con la pequeña Olympus Pen EE3, una cámara de medio fotograma, permite hacer 72 fotografías en un rollo de 36 exposiciones, sobre película para negativos en color. La reflexión técnica fotográfica la encontraréis en la tradicional publicación en Carlos en plata. Aquí, como de costumbre os dejo algunos ejemplos de fotografías realizadas.
Como de costumbre, mi resumen acompañado de fotografías de la reciente escapada a Hamburgo y otras ciudades hanseáticas (o no) del norte de Alemania. Como viene siendo habitual desde hace ya bastantes años, escapada a mediados de agosto, para hacer un paréntesis veraniego. Mis vacaciones principales se reparten entre primavera y otoño. No me importa trabajar en verano. Pero viene bien hacer un parón y huir unos pocos días de los calores de la estación. Cuando trabajaba en Huesca me acostumbré a coger días por la acumulación de festivos, locales y nacionales, y la mantuve cuando volvía a trabajar definitivamente a Zaragoza.
El destino en esta ocasión ha sido Hamburgo, más como una reunión social. El sobrino «predilecto» de una amiga y compañera de viajes habitual vive y trabaja desde hace unos años en Alemania, su pareja es alemana, han tenido una niña, y todas esas cosas. Y son gente muy maja. Y nos apuntamos a una visita. Aprovechando una estancia por trabajo del sobrino en la Ciudad libre y hanseática de Hamburgo (traducción fiel del nombre oficial de la ciudad-estado), tres visitantes desde España nos reunimos en la ciudad con la pareja entre el 15 y el 19 de agosto. Pero nos hemos movido mucho. Como todos conocíamos Hamburgo, a la ciudad le dedicamos un par de paseos, en la tarde de llegada el día 15, y en la mañana del día 19, el día del regreso. Lo que más nos apetecía era pasear por HafenCity, o como designa la Unesco a este lugar inscrito como Patrimonio de la Humanidad en 2015, el área de Speicherstadt y barrio de Kontorhaus. Con el nuevo edificio de la Elbphilarmonie, que no conocíamos al ser de 2017. Yo estuve en 2011 en la ciudad hanseática. Por cierto, los datos técnicos de las fotografías las encontraréis en la correspondiente publicación del Substack Carlos en plata.
Pero nos hemos movido mucho. Aprovechando los frecuentes trenes que recorren la densa red ferroviaria alemana. Aunque observamos que cada vez son menos puntuales y te dan algún disgustillo con fallos en las relaciones. Estábamos avisados. Alemania, en determinadas cuestiones, ya no es como era. Al final conseguiremos equipararnos a Alemania como llevamos diciendo desde hace 40 años, pero no en el sentido en que pensábamos y deseábamos. Una novedad importante que no conocíamos y que visitamos el viernes 16 por la mañana, comida incluida, fue el conjunto residencial de los duques de Mecklemburgo en Schwerin, inscrito este mismo año 2024 como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Por la tarde del mismo día, seguimos con los lugares señalados por la Unesco, visitando Lübeck, que yo sí que conocía del año 2011. Con lluvia y tal, pero pasamos una tarde agradable y muy animada. Estaban en plena celebración del Orgullo Gay de la ciudad. Un poco tarde teniendo en cuenta que estas celebraciones suelen ser en junio en la mayor parte del mundo. Pero bueno. Animación con tiempo variable, chubascos dispersos y escalope empanado al estilo vienés para cenar, regado con una Hefeweizen de rigor.
Al día siguiente también conocimos lugares nuevos. Pequeñas ciudades vinculadas a la Hansa, a orillas del Elba, más o menos, pero más pequeñas, próximas a Hamburgo, dentro del estado de Baja Sajonia. Por la mañana, estuvimos en Stade, la más bonita, con un puertecillo, al estilo de Nyhavn en Copenhague, aunque más modesto en tamaño. También con chubascos de escasa entidad dispersos. Y pescado rebozado, muy bueno, con patatas para comer.
Por la tarde, a disfrutar de la Fiesta del vino de Buxtehude, un ciudad también coqueta, aunque no tan vistosa ni mucho menos, pero que estaba muy animada, con actuaciones callejeras y con abundancia de chiringuitos donde degustar los vinos de la región y de regiones vecinas, en su mayor parte blancos, aunque había algún rosado, e incluso algún tinto. Y puestos de comida, claro. Nosotros nos pedimos una botella de vino espumoso blanco, Mosecco, supongo que inspirado o imitando al Prosecco italiano, que no estaba mal, pero me resultó demasiado dulce, llevaba demasiado azúcar añadido para mi gusto. Pero lo pasamos bien.
En principio, el domingo 18 habíamos pensado visitar algún museo en Hamburgo, los hay interesantes de arte contemporáneo y de fotografía, y por la tarde acercarnos a Luneburgo o Brema, que yo ya conocía de mi viaje en 2011. Pero cuando ya nos íbamos a las habitaciones del hotel alguien planteó de repente la posibilidad de visitar la isla de Heligoland en el mar del Norte. Ir en tren hasta Cuxhaven, y allí coger el catamarán hasta la isla. El Catamarán sale desde Hamburgo. Pero sale muy caro hacer todo el recorrido en barco. El tiempo dedicado a la larga era parecido por las esperas. Pero podíamos aprovechar para pasear por Cuxhaven… que no tiene gran cosa. Aunque el día estaba agradable.
En general, todo fue muy bien. Aunque el regreso desde Cuxhaven a Hamburgo duró una hora más de lo previsto por una interrupción en la línea ferroviaria, que nos hizo llevar un recorrido más largo y con trenes más lentos, con más paradas. Pero en conjunto, un viaje corte de cuatro noches de estancia en el norte de Alemania, en el que nos hemos relajado, hemos disfrutado de la compañía de gente amiga, y hemos conocido nuevos lugares.
Afortunadamente, más sol y menos lluvia de lo esperado. Y varias calamidades con los ferrocarriles alemanes. Este país va en retroceso…. Algo me habían dicho ya.