Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Fotografías tomadas en las calles de Kioto durante el primer viaje a Japón.
Mientras preparaba las fotografías para ilustrar esta entrada, me he dado cuenta de que me gustaría visitar Kioto, la antigua capital imperial del País del Sol Naciente. Ciudad capital es el significado de su nombre, o al menos el que sugieren los kanji con los que se escribe, 京都. Frente a Tokio, cuyo nombre comparte uno de los kanji, 東京, pero no el otro que nos indica que la actual capital japonesa e la Capital oriental del país. Pues eso, que ya me he puesto a divagar. El caso es que aunque me gustaría volver, hay algo que me echa para atrás. La enorme masificación turística que en once años ha sufrido la ciudad. Y no es que no hubiese gente en 2014, que la había; pero encontramos momentos en los que esa gente formaba parte del ambiente, y otros en los que la podías evitar o se hacía más imperceptible. Me cuentan que eso ya no es así. La cuestión es que la novela Hisashi Kashiwai que os traigo aquí transcurre en Kioto, no lejos del curso del río Kamo, Kamogawa 鴨川 en japonés, el río de los patos salvajes. Kashiwai… un dentista de Kioto metido a escritor.

A quien siga estas página con frecuencia le sonará el título y el autor. Por es el tercer volumen de una serie escrita por el mismo escritor, con la misma estructura y similar contenido. No se complica la fórmula. Una vez que se comprueba que funciona… a seguir con ella. Leí los dos primeros volúmenes el año pasado, uno en primavera y otro en otoño, y me resultaron simpático. Siguen una fórmula que he encontrado en varias ocasiones en la literatura japonesa y de algún otro país asiático. Un lugar perdido en la ciudad en el que suceden pequeñas historias cotidianas, siempre con un toque de calidez humana y buen rollo generalizado. Conocí el restaurante de la medianoche a través de Netflix. El café Funikuri Fuikura en un vuelo intercontinental y luego leyéndolo en su versión literaria en la que se inspiró la película. La librería Morisaki no seguía exactamente el mismo esquema, pero sí se apuntaba al mismo espíritu. Y también tuve una mala experiencia en cómo una autora surcoreana utilizaba la misma fórmula para una novela con pretensiones, pero extremadamente plana y sin profundidad.

Para quien no conozca las dos primeras entregas, en Kioto cerca del río Kamo, se encuentra la taberna Kamogawa, una pequeña casa de comidas que pasa desapercibida en el entorno, sin más indicaciones, y que funciona como una peculiar agencia de detectives, llevada por un padre, antiguo policía viudo metido a cocinero, y su simpática hija. Allí reciben a clientes que quieren volver un plato de su pasado, pero que ya no pueden volver a la situación o al lugar en el que lo comían. Y nuestros particulares detectives reconstruyen la historia y se lo preparan. Con fidelidad. Cada «caso» se acompaña de una historia personal que tiene que ver con las nostalgia, la pérdida, el arrepentimiento o simplemente recuperar lo que el paso del tiempo nos deja en la distancia. Los tres libros siguen el mismo esquema, con seis historias cada uno, y lo mismo son tres, que podría ser uno con dieciocho historias.
Cuando vi que estaba disponible, por un momento pensé que ya tenía bastante. pero lo cierto es que es una lectura tan amable que,.. ¿por qué no? Así que lo leí también. Ya no ha lugar a la sorpresa. Es previsible. Pero relaja. Y pone de buen humor. Lo único que hecho en falta es que en un momento dado, el autor deje la fórmula, pero no abandone a los caracteres, y se dedique a contarnos la historia de este padre y esta hija. Bien la de su pasado que vamos intuyendo, bien la de su presente, o la de su futuro. Porque vamos,… yo es que estoy enamorado de Koishi, la hija. … … … Mientras escribo esto compruebo en internet que las versiones originales en japonés van ya por la 10ª entrega… buffffff…

