La cinta blanca (2009)

Cine

La cinta blanca (Das weisse Band – Eine deutsche Kindergeschichte, 2009), 16 de enero de 2010.

Esta es la tercera película que veo del director austriaco, nacido en Munich (Alemania)Michael Haneke. Y las dos anteriores me sorprendieron por su crudeza, especialmente por su violencia. Una violencia que no se ve, o se ve poco. Pero que no la hace menos dura. El filme, además, ha llegado con cierta aura de obra especial, de alto nivel; pero también de difícil digestión. Veamos lo que ha dado de sí.

El subtítulo de la película en el idioma original, el alemán, nos informa de que se trata de una historia para niños alemana. En el comienzo de la acción, nos situamos en el verano de 1913, en algún lugar de Alemania. El ambiente es absolutamente prusiano. Una comunidad rural que vive y trabaja dependiente de un terrateniente noble, el típico junker prusiano, siendo la otra gran influencia de la localidad un rígido y riguroso pastor luterano. Por ahí he leído que se trata de Eichwald, pero desconozco si es un lugar real o imaginario (existe un Eichwalde en el lander de Brandeburgo, que perteneció al reino de Prusia). La historia nos la cuenta en flashback, con voz de anciano, el que fue maestro del lugar en el momento de la acción, cuando tenía 31 años. En la comunidad, comienzan a producirse una serie de accidentes provocados. Nadie sabe quién puede haberlos cometido. Paralelamente, vamos conociendo las historias de los principales elementos activos de la comunidad. El tímido maestro y su incipiente enamoramiento con una tímida institutriz, apenas una adolescente. El médico viudo, que vive con una hija adolescente y un hijo pequeño, y mantiene una relación clandestina con la comadrona del lugar. El pastor protestante y el rigor con el maneja sus asuntos familiares. El cinismo y la falta de escrúpulos del administrador del noble. El noble, su mujer y sus hijos, y la farsa que supone su vida de cara al exterior. Una familia campesina, pobre, dependiente del capricho del noble para sobrevivir. En todos los hogares viven niños y adolescentes, que aparentemente viven sin alegría, y siempre parecen rondar los lugares donde suceden los accidentes.

La película está rodada en blanco y negro. Un blanco y negro de alta calidad, con una fotografía, una iluminación absolutamente ejemplar, de obligada visión para todo aficionado tanto a la cinematografía como a la fotografía tradicional. Paisajes luminosos en clave alta, interiores oscuros, en clave baja; una auténtica lección del uso de la imagen monocroma. La dirección es sobria, y pocas veces, como es habitual en el director, nos permite presenciar los actos violentos, tanto físicos como psicológicos o morales. Poco a poco, vamos descubriendo un mundo de hipocresía, de bajeza moral y personal, donde nada es lo que parece, donde nadie sostiene en su vida cotidiana los valores que se le atribuyen o de los que presume. Sólo la pareja conformada por el maestro y la institutriz arrojan un poco de luz ética sobre un desolador paisaje humano.

Al principio del filme, la voz en off, del maestro ya envejecido, nos avisa que lo que vamos a ver no es más que el preludio que nos permite comprender las barbaridades que más adelante se dieron en la historia de Alemania. Lo que claramente es una referencia al nazismo. Aunque creo que la idea del director no es centrarse en el nazismo sino en las «cualidades» que llevan a que de vez en cuando llevan al ser humano a lo peor, especialmente con sus semejantes.

La brillante realización está acompañada de sobrias interpretaciones de actores y actrices alemanes, y por lo tanto poco conocidos, pero que en su componen unos papeles excelentes. Los que más me han gustado han sido el maestro, Christian Friedel, el pastor protestante, Burghart Klaußner, la comadrona, Susanne Lothar, así como diversos personajes infantiles y adolescentes. Pero sin desmerecer al resto del extenso reparto.

Y ahora viene la parte más difícil. ¿Debo recomendar o no este filme? Lo cierto es que es un largometraje de difícil digestión, especialmente en un momento en el que la costumbre es tratar al espectador como tonto, dándole productos ya mascados y digeridos de antemano. Es un filme que utiliza profusamente las metáforas, y que exige del espectador una cierta comprensión de los períodos históricos y de las situaciones sociales de la Alemania de preguerras. Pero a pesar de ello, me atreveré a recomendarlos. Desde luego a los amantes al cine de autor, al cine como obra de arte, y al cine como forma de expresión de ideas sociales y políticas.

Y la nota que le pongo es:

Dirección: ****
Interpretación: ****
Valoración subjetiva:
****

La imagen, un lugar típico, similar al de la película.

Nubes de tormenta

La campiña de lo que fue la Pomerania prusiana, actualmente en Polonia, muy similar a la que se nos muestra en el filme - Fujifilm Finepix F10

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