Cuando a las tres y cuarto de la tarde ha salido de la estación de Sion el Eurocity con destino a la frontera italiana, me dirigido hacia la ciudad.
Teniendo en cuenta que estamos ya metidos en los Alpes me la imaginaba con otro ambiente. Es majica. Pulcra, organizada, con atenciones a los turistas. Pero no tiene ambiente de ciudad de montaña. Me parece que es una ciudad que mira más al valle.
Sus principales atracciones es la pequeña catedral y un par de castillos, el mejor conservado con una importante iglesia y un museo que recorre la historia del cantón, que es bilingüe, siendo Valais para los francófonos y Wallis para los germanófonos. Hace tres años estuvimos en la parte alta, que habla alemán. En Zermatt, con su Cervino y esas cosas.
El caso es que siendo castillos que hay conquistar a calcetín, cuesta arriba y con calor, hoy, pues se ha pasado la tarde y he llegado a la estación con un minuto de sobra para coger el ultimo tren directo a Ginebra. Después hubiera dependido de enlaces.
Escribo esto mientras estamos parados en Lausana, donde llevamos un rato y tras ver la puesta de sol en el Lemán.
Mañana día de regreso a Zaragoza.
Carlos Carreter
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