Esta semana no tengo que ir a trabajar. Fiesta hasta el lunes que viene, día que sufriré como una pesadilla, porque cada vez me acostumbro más rápidamente a todas las cosas que puedes hacer en tu vida si no tienes que dedicar ocho horas a trabajar. Y eso que mi trabajo me gusta. Mi empresa no tanto… o nada. Es una administración pública… pero da igual, una empresa en la que sus provisionales consejos de administración (los gobiernos) y sus accionistas (los ciudadanos que pagan impuestos) odian a sus trabajadores. Incluso a los que trabajamos en sanidad, aunque aplaudan cuando los encierran en casa por un virus que se desmadra. Si existen las «lágrimas» del cocodrilo, esos aplausos ahora se sienten parecidos… Curiosamente, los accionistas (los ciudadanos que pagan impuestos) nos envidian,… por lo del trabajo fijo de por vida. Pero bueno… no es de eso de lo que quería hablar.
Estoy de fiesta. Y aunque dedico mucho tiempo a temas pendientes, más que al disfrute del ocio, también a este le dedico un tiempo. Como cuando escribo estas líneas. El domingo 6 fue día de celebraciones sociopolíticas, ignoradas por los accionistas de mi empresa (los ciudadanos), básicamente porque los únicos que se apuntan a ellas son los consejos de administración (los gobiernos), a los que los accionistas también odian, a pesar de que son ellos los que los eligen cada 4 años. O menos. Pero también fue primer domingo de mes, y eso significa que los museos municipales de Zaragoza son gratis ese día. Y aunque he ido muchas veces con mis cámaras, no me canso. Así que, sacudiéndonos la pereza, fuimos prontito al Museo Pablo Gargallo y luego al del Fuego y los Bomberos. Os dejo unas cuantas fotos de ambos.