[TV] Cosas de series; segundas temporadas de comedias de episodio corto agradables de ver

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Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta están comentadas desde el punto de vista de la técnica fotográfica en Fotos en serie. En la bahía de San Francisco, una mañana con algo de niebla..

En estas últimas semanas he terminado de ver las segundas temporadas de dos comedias de Netflix, que me resultan agradables de ver. Aunque hay una que me gusta mucho más que la otra… que quizá está empezando a cargarme un poquito en algunas cuestiones, aunque sigo pasándolo bien. Son comedias que se ven rápido porque tienen unos 30 minutos por episodio. Algo más en alguna ocasión, ya que al no depender de los cortes publicitarios programados de las cadenas de televisión tradicionales, muestran cierta libertad con la duración de cada episodio. Es algo que se empieza a ver con frecuencia. Ya no sé si llamar a estas series comedias de situación. Los episodios tienden a ser cortos, pero creo que el espíritu de estas series no es el mismo que las sitcom clásicas. No sé. Creo que sí que son comedias de situación, pero actualizadas y modernas, alejándose de aquellas de realiza con múltiples cámaras y risas enlatadas.

La primera que vi fue la segunda temporada de Nobody wants this, protagonizada por Kristen Bell y Adam Brody, una podcaster sin religión alguna y un rabino judío, que ligan, y comienzan una relación en la que tendrán que salvar las diferencias entre sus muy distintos entornos y escalas de valores. En general, y en un tono de comedia, con algún toque de drama aquí y allá, vemos como progresa la relación y como van encajando una con el otro, llegan a términos medios o aceptación de las singularidades del otro. Recordemos que a su alrededor hay otros familiares o amistades, que tienen sus propios problemas de relaciones y parejas, que aportan o condicionan a la pareja principal. Si la primera temporada nos presentaba la situación y el comienzo de la relación, en esta segunda temporada los problemas van haciéndose más profundos, y las soluciones a los mismos no pueden ser de compromiso. En mi opinión ha estado un peldaño por debajo de la anterior, porque el desenlace a la crisis de final de temporada ha tenido una resolución excesivamente rápida y poco satisfactoria. Y porque queriéndose mover en lo políticamente correcto, comete errores típicos de lo políticamente correcto, como es la equidistancia entre valores distintos, que no siempre se pueden admitir como equidistantes.

En un tono muy distinto tenemos a un estupendo Ted Danson, representando a un profesor universitario jubilado en San Francisco que, triste y aburrido tras quedar viudo, empieza a colaborar como infiltrado con una agencia de detectives llevada por una inteligente y dedicada investigadora privada (Lilah Richcreek Estrada), en A man on the inside. En esta ocasión, en lugar de infiltrarse en una residencia de personas mayores, lo hace en una pequeña universidad privada, principalmente orientada hacia las letras y humanidades, con problemas de monetario, y que tiene miedo de perder la importante donación de un multimillonario (Gary Cole) por los ataques de agentes desconocidos, opuestos a los extremos capitalistas del individuo. En la serie se mantienen algunos fijos de la anterior, como la hija del protagonista (Mary Elizabeth Ellis), pero también la directora de la residencia de la primera temporada (Stephanie Beatriz), que tiene unos escarceos con la investigadora, de evidente resonancia romántica, pero que son desaprovechados en general, a pesar de la química que tienen en pantalla. Quizá en la tercera temporada. Y aparece un potencial interés romántico para el protagonista (Mary Steenburgen), que genera bastante diversión.

Esta serie me ha divertido más que la anterior, y de hecho me he visto su segunda temporada en pocas tardes. También es cierto que es mucho menos arriesgada en los temas que trata, y eso hace que lo tenga más fácil. Pero es de las que te pone de buen humor, de las que hasta el «culpable» es de los buenos, y hay sus motivos, y quien queda castigado es otro, realmente malo, aunque no sea el culpable. Pero lo que hace que la serie sea especialmente apreciable no está en las tramas sino en la simpatía del reparto, y el ingenio de los guiones, que hace que sea una serie dinámica y divertida.

[TV] Cosas de series; marcianos cotidianos… incluso en el monte Fuji

Televisión

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. En Fujiyoshida y Kawaguchiko, al pie del monte Fuji.

Aunque no sean cosa de todos los días, las series en las que el protagonista, o uno de los personajes principales, es un extraterrestre que convive cotidianamente con los seres humanos como si tal son un género en sí mismo. O un subgénero dentro del género de la comedia de situación con un personaje extraño o extravagante como eje central. Pueden ser brujas, extraterrestres, seres fantásticos, lo que sea, pero las situaciones de la serie tienden a ser los problemas más o menos banales o más o menos importantes de la vida cotidiana de un vecindario.

Cuando el ente extraño es un extraterrestre, recuerdo tres series, norteamericanas, en el ámbito de la comedia de situación principalmente. Una, de mi infancia, de la televisión en blanco y negro, de cuando sólo había un canal de televisión… o dos si contamos el UHF que no siempre se sintonizaba correctamente, es My favorite martian (Mi marciano favorito). Como yo era muy niño, se emitió en España a partir de 1968, cinco años de su primera emisión en EE. UU. tengo un recuerdo vago. Formaba parte de las comedias de situación de aquellas época, bastante naïfs, de la que la más representativa, y bastante más famosa, fue Bewitched (Embrujada), que en lugar de marciano conviviendo con ser humano era bruja conviviendo con pánfilo humano.

Dejando de lado algunas series más dramáticas, en la que los extraterrestres están entre nosotros, siguiendo con las comedias de situación, un referente imprescindible fue ALF. Siendo el nombre del alienígena un acrónimo de Alien Life Form, una forma de vida alienígena que acaba en la Tierra tras un cataclismo global en su planeta con un origen bastante chusco, este peculiar extraterrestre, que al contrario que en las otra series no tiene forma humana, fue un cachondeo bastante divertido. Por su amor (culinario) por los gatos, por sus constantes travesuras, y porque al final resultó ser bastante entrañable. Emitido en España a caballo entre finales de los 80 y principios de los 90, con múltiples reposiciones posteriores, no lo veía constantemente. Fue una época en la que veía poquísimo la televisión. Pero cuando aparecía en la pantalla del televisor me quedaba viendo siempre hasta el final del episodio. Siempre muy divertidos.

Recuerdos más vagos tengo de 3rd rock from the sun (Cosas de marcianos), una serie de finales de los años 90, muy bien valorada, pero que todavía me pilló en la década que menos televisión vi. Y además, en Antena 3 TV, una cadena por la que siempre sentí profunda antipatía. Pero algún episodio vi y no estaba mal. Una falsa familia formada por extraterrestres que están en una misión para estudiar la Tierra, pero que acaban viviendo en un vecindario e involucrándose en la vida cotidiana de los terrestres. Simpática, pero también con un vago recuerdo sobre ella, más allá de la presencia como protagonista de John Lithgow, pasándoselo muy bien, aparentemente.

Y recientemente, en Netflix, hemos podido ver una de las series japonesas más simpáticas y divertidas de Netflix, The hot spot (ホットスポット, Hotto supotto). La premisa es la siguiente. La protagonista (Mikako Ichikawa) es una madre que cría en solitario a su hija adolescente en una población ribereña de uno de los lagos que rodean al monte Fuji en Japón, y trabaja en la recepción de un hotel del lugar. Y un día es salvada, de una forma sorprendente, de ser atropellada por su un compañero suyo de trabajo (Akihiro Kakuta). Forzado por la situación, este confiesa que es un extraterrestre. El hijo de un extraterrestre que se quedó atrapado en la Tierra durante una misión y una humana. Y que tiene capacidades especiales. Aunque lo agotan. Y necesita tener a mano un onsen (baño termal típico japonés) para recuperarse, y por eso trabaja en el hotel. Aunque promete no contar nada a nadie, pronto se le escapa la cosa con sus dos amigas del colegio, con quienes sigue manteniendo una buena relación.

La serie tiene varias cosas estupendas. El extraterrestre tiene una apariencia convencional, de señor gruñón cincuentón, aunque buena persona. Siempre refunfuña, pero acaba haciendo favores a sus compañeros y vecinos. Las situaciones habituales son totalmente cotidianas. A pesar del secretismo, poco a poco se va sabiendo, pero la gente, en lugar de montar un potito, lo toma con naturalidad y lo integra en sus vidas cotidianas. Y poco a poco aparecen otras personas con peculiaridades; un viajero en el tiempo, una chica capaz de controlar la energía eléctrica. Que curiosamente causan la incredulidad del protagonista extraterrestre, mientras son aceptadas sin problemas por sus nuevas amigas que lo integran sin problema en su círculo. Y sobre todo, un humor fino, muy enraizado en las peculiaridades idiosincráticas de la cultura japonesa, que te mantiene en un estado de sonrisa permanente, con alguna carcajada tranquila de vez en cuando. Una serie sencilla en su realización, pero muy ingeniosa en sus guiones y en sus diálogos. Con el monte Fuji de fondo. De lo más recomendable. Me lo he pasado estupendamente. Si no sois de los que tienen prejuicios a toda serie que no sea española, americana o inglesa, o sea, de la minoría, dadle una oportunidad.

La ciudad que aparece en la serie es ficticia, pero sus localizaciones están rodadas en las ciudades que se encuentran en las proximidades del monte Fuji, por lo que alguna escena me resulta familiar, a pesar de que sólo estuvimos en aquellos lugares en una excursión en el día desde Tokio, hace ya casi 11 años. Tendría que volver algún día. ¡Tendría que hacer tantas cosas!

[TV] Cosas de series; un buen lugar

Televisión

The Good Place ha sido sin lugar a dudas una de las sorpresas más agradables de los últimos años. Protagonizada por dos intérpretes que consiguieron en su momento grandes éxitos por sus series que los dieron a conocer y que hicieron que se ganaran el afecto de los espectadores, Ted Danson por Cheers y Kristen Bell por Veronica Mars, lo cierto es que ha funcionado no solamente por ellos, sino también por el excelente trabajo del resto del amplio reparto, y por el inteligente planteamiento de sus creadores y guionistas.

Cementerios, el lugar al que nuestros restos van, habitualmente, después de la muerte. Si van a algún sitio más, es algo en debate, aunque una idea cada vez menos sostenida o sostenible de modo racional.

Danson y Bell triunfaron en las series mencionadas, pero luego han llevado trayectorias irregulares. Creo que Danson es un intérprete mucho más sólido, y nunca he tenido claro porqué no ha sido capaz de hacer una carrera más brillante. Kristen Bell siempre me ha parecido una intérprete más limitada, pero que cuando un papel le va, entonces brilla. Como ha sucedido en esta ocasión. Pero ya digo que estamos ante una serie en la que hay mucha gente que aporta mucho. No voy a mencionarlos a todos, pero de los fijos las Janet de D’Arcy Carden y la ingenuidad y salidas de pata de banco del Jason de Manny Jacinto son los que más me han gustado a mí. Y de los recurrentes, Shawn (Marc Evan Jackson), Vicky (Tiya Sircar) y la Juez (Maya Rudolph) son los que mejores momentos nos han dejado.

No voy a decir que hay sido la serie perfecta, porque ha tenido sus altibajos; pero ha tenido momentos fenomenales y, sobre todo, ha sabido mantener la coherencia interna. Hay que decir que en su primera temporada daba la sensación de que la premisa de partida no prometía mucho más allá de esa primera temporada y una segunda ante el twist argumental del final de la primera. Pero los planteamientos han ido creciendo, o se han desarrollado muy bien, llevándonos a una reflexión mucho más profunda de lo que parece en una comedia de situación sobre la naturaleza del ser humano, sobre el peligro de los maniqueísmos, sobre la necesidad de un planteamiento vital ético, individual y personal, y sobre el hecho de que no necesitamos una promesa de una vida eterna, de un cielo, para realizarnos personalmente y sentir que hemos tenido una vida digna. Y sin necesidad tampoco de que nadie sea un héroe o «un triunfador» sea lo que coño sea eso. La serie, sin hacer sangre sobre ninguna creencia en particular, cuestiona de base las ideas de trascendencia al estilo de las viejas religiones. De un modo amable, pero claro.

Para finalizar, comprobaréis que es una de las pocas series para las que, a su final, dedico una entrada en este Cuaderno de ruta en exclusiva. Creo que es perfectamente recomendable para cualquiera. Y encima tiene un final que resulta bastante satisfactorio. A por ella, si estáis abonados a Netflix.