Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. El cambio de guardia en el palacio real de Oslo será adecuado para ilustrar esta entrada sobre príncipes y nobles.
Den stygge stesøsteren (2025; 48/20251030)
Recupero la película que me salté hace unos días en mis comentarios cinematográficos. Y tengo que empezar a planificar mejor estos comentarios, porque se me han acumulado en estos días. Incluida la película de hoy, son cuatro los estrenos que tengo pendientes de comentario, porque esta semana ha sido muy prolífica, debido a una serie de estrenos interesantes que se han producido recientemente. Pero vamos con esta extraña versión del cuento de la Cenicienta vista desde la perspectiva de su directora y guionista, la noruega Emilie Blichfeldt.

La cosa empieza con ironía. El día de la boda del padre de Cenicienta con la que será su madrastra (Ane Dahl Torp), que llega acompañada de sus dos hijas a la mansión de la familia de Agnes (Thea Sofie Loch Næss), el nombre real en la película de Cenicienta. Pero durante el banquete, ambas partes comprenderán que ambas partes están arruinadas, por lo que ninguna de las partes mejora su situación económica con el matrimonio. Y con la impresión, el padre de Agnes muere. La única solución para salir a flote es conseguir que un de las tres chicas se case con el príncipe. La solución obvia es la bella Agnes; pero una áspera discusión con la madrastra hará que esta opte por Elvira (Lea Myren), su hija mayor, que tiene un problema. No es especialmente atractiva a los ojos de los hombres. Así que mientras la hermanastra menor pasa de todo y va felizmente a su aire, Cenicienta se dedica a sus tareas domésticas mientras liga con el jardinero, la hermanastra mayor sufre un duro proceso de transformación corporal para poder competir por los favores del príncipe.
Blichfeldt toma pues el punto de vista de la hermanastra «fea» para contar la historia tradicional, pero con una transformación notable en las personalidades de los caracteres. Todo ello con el fin de poner en solfa, de realizar una crítica mordaz, y a ratos desagradable, ya que la película podría entrar dentro del género del llamado terror corporal, sobre los estándares de belleza impuestos a la mujer por la sociedad. Elvira no es fea, realmente. Es una chica normal. No está gorda ni tiene sobrepeso, pero acumula una ligera barriguita y tiene muslos rotundos y cara redonda. Por lo que ya la llaman gorda. Tiene unos rasgos normales, perfectamente aceptables, pero para ser princesa hay que tener las nariz, la boca y los ojos perfectos. Y así, etcétera, etcétera. Mientras, el príncipe es un caradura superficial y mujeriego, mientras que Cenicienta pasa de todo y tiene su mirada puesta en los atributos masculinos del jardinero. En su conjunto, es una sátira ácida, con bastante mala baba.

La realización es muy notable. La traslación al pasado indefinido de los cuentos, (¿siglo XVII, XVIII, principios del XIX?) es realista. No hay brillo en los escenarios, no hay iluminaciones maravillosas con candelabros que producen una sorprendente cantidad de luz a pesar de ser simples velas… Todo es sombrío, algo cutre. Incluso los nobles y el palacio real tiene su parte de pedestre. Una puesta en escena que refuerza la historia. Y acompañada por excelentes actuaciones, especialmente por su protagonista, Lea Myren, y la madrastra, Ane Dahl Torp.
Notable película por lo tanto, que merece una recomendación, aunque en mi valoración subjetiva global se quede en el aprobado, porque la verdad es que no me van mucho los excesos de eso que se ha dado en llamar el «terror corporal», el derivado de transformaciones generalmente desagradables. Pero es una película notable que apenas ha tenido repercusión mediática, porque cada vez más los medios se preocupan más de los extremadamente comercial que del buen cine.
Valoración
Dirección: ****
Interpretación: ****
Valoración subjetiva: ***




